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Después de más de 10 años, Carolina Sanín regresó a su libro Dalia, el cual narra la historia de su perrita salchicha. En esta ocasión, las ilustraciones estuvieron a cargo de Samuel Castaño, quien llenó de colores las palabras de Sanín. Esta historia empieza en New York, y, al ritmo de cuatro patas, nos va contando las travesuras y los actos de cariño e inocencia de la mascota que acompañó durante 16 años a la también columnista colombiana.
Hace 15 años se publicó la primera edición de este libro. ¿Cómo vivió este proceso de reedición?
Me di cuenta de que soy una escritora distinta de la que fui. Arreglé varios pasajes, enmendé el ritmo, modifiqué el tono. Quité partes, añadí partes. Fue lindo trabajar con Samuel Castaño, el ilustrador, que entendió de una manera muy astuta la idea central del libro: los deslices en la relación entre los nombres y los seres. Hizo sus ilustraciones según la estética de las cartillas, con humor y ternura, y son ilustraciones suaves y sutiles, que divierten y a la vez describen un aprendizaje, el de cierta manera de leer.
Hablemos de los vínculos que creamos con los animales.
Viví y dormí con Dalia durante dieciséis años. Yo siempre estaba sintiéndola a mi lado y ella siempre estaba mirándome. Nos acompañamos y tuvimos una misma vida. Creo que pude leer quién era ella en esta vida, y creo que ella supo también quién fui yo.
¿Cómo llegó Dalila a su vida? ¿Cree que ella la eligió a usted?
Vivía en Nueva York y quería una perra salchicha. Fui a recogerla al campo, donde ella había nacido dos meses antes y estaba con su mamá y sus hermanas, y con una gata enorme que a veces cuidaba a las cachorras. Dalia tenía dos meses cuando empezó a vivir conmigo y le puse ese nombre. Quien haya vivido con un cachorro sabe de esa alegría desbordada que desorganiza el tiempo.
La literatura como vehículo para narrar el duelo…
En este caso, la republicación coincidió con el duelo. Escribí el libro cuando mi perra era nueva en esta vida, y es lindo haberlo reescrito en su vejez, al filo de su muerte, pero todavía con la cachorra al frente y todavía sobre ella y su novedad. Volver al libro me permitió revivir, hacia el final de nuestro recorrido juntas, la maravilla y el estupor de empezar a convivir con un perro.
¿Por qué los animales forman parte del imaginario en la literatura infantil?
Desde siempre la cultura humana ha recurrido a la figura y la imagen de los animales para enseñarle a la niña quién es y qué multiplicidad la puebla, y para enseñarle a actuar prestando atención a su entorno y considerando los efectos posibles de sus actos. En las fábulas y en los dibujos animados, por medio de las lecciones de animales que hablan, nos hemos enseñado a vivir como seres humanos que contienen a los demás animales.
¿Cómo, desde historias como esta, podemos potenciar la imaginación en los niños?
Creo que esta historia, que es muy breve, hace ver la grieta que hay entre las palabras y las formas del mundo. Es la grieta que da paso al mundo de lo imaginario.
En relación con lo anterior, ¿cuál es la importancia de la imaginación?
La imaginación es la única manera que tiene el ser humano de conocer la realidad.
¿Cómo, desde la literatura, podemos evocar el amor hacia la mascota que ya no está?
La literatura es un aprendizaje de ausencia. Todo en la literatura está ausente, está en el otro lado de la puerta y, desde allá, se comunica. Cualquier contacto literario es un contacto con un más allá de la vida y, por eso, la escritura y la lectura consuelan de la muerte.
Hablemos del concepto de amistad y de la amistad que entablamos con los animales.
En nuestro imaginario, la amistad más amorosa, la que nos devuelve a un lugar ideal (al jardín del que creemos que fuimos expulsados y al que queremos tornar), es la que se forma entre los distintos: entre el buey y el león (una presa y su depredador) según las fábulas medievales, o entre el analfabeta y el lector obsesivo, según la historia más grande que hemos escrito sobre la amistad (el Quijote). Creo que una amistad entre un humano y un animal no humano, puesto que no está mediada por el lenguaje, se sale del tiempo y tiene lugar en la divinidad.
En sus palabras, ¿podría decirme qué son los sueños?
Son el ejemplo de que la vida es la simultaneidad de los contrarios: los sueños son estar despierto cuando se está dormido. Son, también, la imagen de la obra artística: así como uno es autor de sus sueños, tampoco es exactamente autor de sus libros.
Por último, hablemos del silencio, de los silencios en su literatura, pero, sobre todo, de los silencios de este libro y los de Dalia.
Un texto literario tiene esta magia: está hecho de palabras que despliegan un camino sonoro que no termina, pero que podemos leer en silencio y en soledad. Estar acompañado de un libro, silencioso pero posible continente de todas palabras del mundo, es como estar acompañado por un perro.