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                                                                                                                                Carta a Franz Kafka

                                                                                                                                Después de él, soñó a otro hombre: su padre. Lo erigió como un monstruo enorme y, con manso rencor, asumió su condición de insecto. Así, Kafka imaginó, con oscuro telón de fondo y abominables representaciones, su propia pesadilla.

                                                                                                                                Juan Sebastián Padilla Suárez

                                                                                                                                Franz Kafka no solo tuvo una relación difícil con su padre, también con la figura de padre. Tanto así, que una de las razones que lo espantaban del compromiso matrimonial era replicar la imagen atroz de un tirano doméstico.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Solo y tuberculoso, en un cuarto ahogado y desnudo de una pensión en Zelizy, la escribió en 16 días. Con un parco estilo de abogado, como él mismo lo estimó, redactó un resumen de las relaciones con su padre desde la niñez hasta entonces; expresándole, además, las consecuencias de una educación humillante. El relato abunda en reclamos hacia un padre que, aunque nunca le pegó, sí influenció con un dominante sentimiento de nulidad. Hermann Kafka adiestró a un niño obediente, pero le abrió una herida interior que ni siquiera la literatura pudo cerrar. Allí, entre líneas, el quebrantado Franz confiesa que todos sus pensamientos estaban marcados por la sentencia desfavorable de su padre.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Kafka no solo tuvo una relación difícil con su padre, también con la figura de padre. Tanto así, que una de las razones que lo espantaban del compromiso matrimonial era replicar la imagen atroz de un tirano doméstico. No obstante, más allá de lo que escribió, no se conoce ninguna referencia sobre el carácter hostil de Hermann Kafka. Por ejemplo, en la carta le recrimina a su padre porque, de chico, le exigía cortar el pan en rodajas sin desviarse; de manera semejante, le enrostra su enorme corpulencia, y le dice que siempre pensó que, ante el menor enfado, este lo aplastaría. Asimismo, le reprochó sus amonestaciones en la mesa: “come primero y habla después”. Sus argumentos resultan inverosímiles y carentes de fundamento a la hora de considerar las dimensiones del padre como absolutas:

                                                                                                                                A veces me imagino el mapa del mundo extendido y a ti estirado a lo ancho sobre él. Y tengo la sensación de que, para mí, solo son habitables las regiones que tú no cubres o que no están al alcance de tu mano (Kafka, 2012, p. 99).

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Pero hubo otras angustias en Kafka: nunca sintió apego a su familia, entre otras cosas, porque la misma posición de hijo lo perturbaba. Quiso casarse, pero fracasó; además de la razón que ya señalé, temía al matrimonio por considerarlo un peligro para su escritura. ¿Y qué decir de su incapacidad para apropiarse de una identidad? Kafka sintió una ambigüedad de patria, lengua y costumbres que no pudo resolver. Sus pies nunca pisaron un suelo propio. Fue testigo del ocaso del imperio austrohúngaro y caminó entre sus ruinas. En una ciudad de austriacos, germanohablantes, checos y judíos, ¿dónde hubiese podido acomodarse? Le quedaba el incierto destino de la sinagoga, pero su padre le negó esa posibilidad, pues sostenía que la meta de todo hombre era la consideración social, por lo que solo buscaba congraciarse con los poderes fácticos del arribismo judío de Praga. Y, por supuesto, la enfermedad que lo sepultó. En 1917 escupió sangre, luego vendrían la desesperante descomposición y la agónica travesía por los sanatorios,

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Basta recordar a Kafka transmutado en sus propios personajes: siempre dependientes, soslayados por la voluntad de alguien y padeciendo un castigo sin cometer el pecado. En ellos, sus personajes, la culpa es indudable, la liberación imposible y las salidas siempre atrancadas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Le sugerimos leer: Entre la teoría y la práctica de los NFT en el arte

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                                                                                                                                Así como Jesús necesitó la traición de Judas para levantar su templo, Kafka fabricó la tiranía de su padre para justificar su literatura. Kafka es un dios inmolado, es el erizo que decide morirse de hambre para mantenerse hermoso. Qué importa, le debemos el misterio.

                                                                                                                                Franz Kafka no solo tuvo una relación difícil con su padre, también con la figura de padre. Tanto así, que una de las razones que lo espantaban del compromiso matrimonial era replicar la imagen atroz de un tirano doméstico.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Solo y tuberculoso, en un cuarto ahogado y desnudo de una pensión en Zelizy, la escribió en 16 días. Con un parco estilo de abogado, como él mismo lo estimó, redactó un resumen de las relaciones con su padre desde la niñez hasta entonces; expresándole, además, las consecuencias de una educación humillante. El relato abunda en reclamos hacia un padre que, aunque nunca le pegó, sí influenció con un dominante sentimiento de nulidad. Hermann Kafka adiestró a un niño obediente, pero le abrió una herida interior que ni siquiera la literatura pudo cerrar. Allí, entre líneas, el quebrantado Franz confiesa que todos sus pensamientos estaban marcados por la sentencia desfavorable de su padre.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Kafka no solo tuvo una relación difícil con su padre, también con la figura de padre. Tanto así, que una de las razones que lo espantaban del compromiso matrimonial era replicar la imagen atroz de un tirano doméstico. No obstante, más allá de lo que escribió, no se conoce ninguna referencia sobre el carácter hostil de Hermann Kafka. Por ejemplo, en la carta le recrimina a su padre porque, de chico, le exigía cortar el pan en rodajas sin desviarse; de manera semejante, le enrostra su enorme corpulencia, y le dice que siempre pensó que, ante el menor enfado, este lo aplastaría. Asimismo, le reprochó sus amonestaciones en la mesa: “come primero y habla después”. Sus argumentos resultan inverosímiles y carentes de fundamento a la hora de considerar las dimensiones del padre como absolutas:

                                                                                                                                A veces me imagino el mapa del mundo extendido y a ti estirado a lo ancho sobre él. Y tengo la sensación de que, para mí, solo son habitables las regiones que tú no cubres o que no están al alcance de tu mano (Kafka, 2012, p. 99).

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Basta recordar a Kafka transmutado en sus propios personajes: siempre dependientes, soslayados por la voluntad de alguien y padeciendo un castigo sin cometer el pecado. En ellos, sus personajes, la culpa es indudable, la liberación imposible y las salidas siempre atrancadas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Juan Sebastián Padilla Suárez

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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