Carta abierta por las librerías de Antioquia
"No buscamos generar excedentes, sino sobrevivir. Pero esto no es suficiente: hay que encontrar soluciones a fondo para todo la industria cultural, no solo para las librerías. Nadie sabe cuánto va a durar esta crisis, pero este es el momento de actuar", dicen las librerías antioqueñas, que proponen, entre otras cosas, una mayor agremiación del sector cultural.
Asociación de librerías antioqueñas
La emergencia sanitaria por la que atravesamos es excepcional en la historia de la humanidad. No es necesario entrar en detalles sobre las consecuencias que la pandemia del COVID-19 impondrá sobre la inmensa mayoría de nosotros; cada día se hace evidente la gravedad de la situación. Nosotros, los libreros de Antioquia, somos un sector más que será diezmado por la enfermedad.
En el momento en que se escribe esta carta, llevamos 21 días de una cuarentena nacional. Los servicios de mensajería no esenciales están parados y con justa razón, no hay una sola librería abierta en el departamento. Probablemente nadie pueda saber cuanto tiempo más de cierre tendremos que soportar.
Le sugerimos: Biblioteca argentina reparte libros puerta a puerta
Una librería no es un bien de primera necesidad. Nadie –o casi nadie- necesita libros para vivir. Pero sí nos encargamos de cumplir una actividad diametralmente opuesta a la de muchos cálculos económicos. Alimentamos la lectura y la conversación en su forma más pura: la de la curiosidad.
Esa curiosidad ha florecido en el departamento por décadas. Fueron librerías las que cultivaron a los panidas, a los nadaístas, a generaciones de escritores, tenderos, comerciantes, ejecutivos, obreros, médicos, ingenieros. Ahora que se invoca a la economía naranja como motor de desarrollo y se espera la llegada de la cuarta revolución industrial, las librerías hacen parte de la columna vertebral que sostiene una formación intelectual en alegría y libertad. Una librería vende libros, pero hace mucho, mucho más.
Ahora pensemos en términos puramente económicos: las 23 librerías independientes de Antioquia y los 70 libreros que habitan el centro comercial del libro en el centro de Medellín venden anualmente alrededor de 14.000 millones de pesos con sus correspondientes aportes al tesoro nacional; 10.000 millones de pesos anuales se gastan en arriendo, nóminas, impuestos y gastos varios. Lo más importante: más de 200 personas trabajan en librerías de Medellín, recibiendo primas, cesantías, vacaciones, salud, pensión y los pagos a sus cajas de compensación familiar. Las familias de muchos dependen de ellos y el cálculo de aquellos que comen de cuenta del libro se multiplica con facilidad.
La pandemia ha mostrado con aterradora claridad que existimos en un mundo hilado con fuerza. Somos vulnerables en la medida en que los más débiles lo son. Las repercusiones económicas de abandonar sectores por ser “no esenciales” serán profundas en el largo plazo. La normalidad a la que regresemos, dependerá en buena parte de las acciones colectivas que tomemos ahora.
El Ministro de Hacienda repite en entrevistas la grave situación fiscal del país para afrontar la crisis. Hay una oportunidad histórica para emplear esos recursos en salvaguardar a la pequeña y mediana empresa, no como caridad, sino como una necesidad colectiva que florecerá cuando pase la emergencia.
Puede leer: Casi todas las tiendas cerradas (Diario de la peste del escritor Gonçalo Tavares)
Nos dirigimos al público, a las cajas de compensación, a fundaciones nacionales e internacionales y, especialmente, al Gobierno nacional junto a sus homólogos locales. Necesitamos soluciones enfocadas a restablecer nuestros ingresos. Debemos pagar arriendo, seguridad social y el salario de nuestros empleados. No buscamos generar excedentes, sino sobrevivir. Pero esto no es suficiente: hay que encontrar soluciones a fondo para todo la industria cultural, no solo para las librerías. Nadie sabe cuánto va a durar esta crisis, pero este es el momento de actuar.
Firmantes:
Librería Grammata
Librería Al pie de la letra
Librería y café 9 ¾
Librería, café y repostería Exlibris
Librería El Resplandor
Centro comercial del libro
Libros Antimateria
Librería El Acontista
Librería Librópolis
Librería Bukz
Librería Ediciones Hispánicas
Ulises Café Librería
Librería Fernando del Paso FCE
Librería café Tanta Tinta
Librería Fauno
Librería Entre líneas
La emergencia sanitaria por la que atravesamos es excepcional en la historia de la humanidad. No es necesario entrar en detalles sobre las consecuencias que la pandemia del COVID-19 impondrá sobre la inmensa mayoría de nosotros; cada día se hace evidente la gravedad de la situación. Nosotros, los libreros de Antioquia, somos un sector más que será diezmado por la enfermedad.
En el momento en que se escribe esta carta, llevamos 21 días de una cuarentena nacional. Los servicios de mensajería no esenciales están parados y con justa razón, no hay una sola librería abierta en el departamento. Probablemente nadie pueda saber cuanto tiempo más de cierre tendremos que soportar.
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Una librería no es un bien de primera necesidad. Nadie –o casi nadie- necesita libros para vivir. Pero sí nos encargamos de cumplir una actividad diametralmente opuesta a la de muchos cálculos económicos. Alimentamos la lectura y la conversación en su forma más pura: la de la curiosidad.
Esa curiosidad ha florecido en el departamento por décadas. Fueron librerías las que cultivaron a los panidas, a los nadaístas, a generaciones de escritores, tenderos, comerciantes, ejecutivos, obreros, médicos, ingenieros. Ahora que se invoca a la economía naranja como motor de desarrollo y se espera la llegada de la cuarta revolución industrial, las librerías hacen parte de la columna vertebral que sostiene una formación intelectual en alegría y libertad. Una librería vende libros, pero hace mucho, mucho más.
Ahora pensemos en términos puramente económicos: las 23 librerías independientes de Antioquia y los 70 libreros que habitan el centro comercial del libro en el centro de Medellín venden anualmente alrededor de 14.000 millones de pesos con sus correspondientes aportes al tesoro nacional; 10.000 millones de pesos anuales se gastan en arriendo, nóminas, impuestos y gastos varios. Lo más importante: más de 200 personas trabajan en librerías de Medellín, recibiendo primas, cesantías, vacaciones, salud, pensión y los pagos a sus cajas de compensación familiar. Las familias de muchos dependen de ellos y el cálculo de aquellos que comen de cuenta del libro se multiplica con facilidad.
La pandemia ha mostrado con aterradora claridad que existimos en un mundo hilado con fuerza. Somos vulnerables en la medida en que los más débiles lo son. Las repercusiones económicas de abandonar sectores por ser “no esenciales” serán profundas en el largo plazo. La normalidad a la que regresemos, dependerá en buena parte de las acciones colectivas que tomemos ahora.
El Ministro de Hacienda repite en entrevistas la grave situación fiscal del país para afrontar la crisis. Hay una oportunidad histórica para emplear esos recursos en salvaguardar a la pequeña y mediana empresa, no como caridad, sino como una necesidad colectiva que florecerá cuando pase la emergencia.
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Nos dirigimos al público, a las cajas de compensación, a fundaciones nacionales e internacionales y, especialmente, al Gobierno nacional junto a sus homólogos locales. Necesitamos soluciones enfocadas a restablecer nuestros ingresos. Debemos pagar arriendo, seguridad social y el salario de nuestros empleados. No buscamos generar excedentes, sino sobrevivir. Pero esto no es suficiente: hay que encontrar soluciones a fondo para todo la industria cultural, no solo para las librerías. Nadie sabe cuánto va a durar esta crisis, pero este es el momento de actuar.
Firmantes:
Librería Grammata
Librería Al pie de la letra
Librería y café 9 ¾
Librería, café y repostería Exlibris
Librería El Resplandor
Centro comercial del libro
Libros Antimateria
Librería El Acontista
Librería Librópolis
Librería Bukz
Librería Ediciones Hispánicas
Ulises Café Librería
Librería Fernando del Paso FCE
Librería café Tanta Tinta
Librería Fauno
Librería Entre líneas