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                                                                                                                                Carta al poeta José Ramón Mercado, tras un mes de su fallecimiento

                                                                                                                                A un mes del fallecimiento del poeta cartagenero José Ramón Mercado, publicamos una carta que su sobrino, Luis Germán Perdomo, le escribió en 2015 a propósito de que el poeta le mencionó con nostalgia que extrañaba la correspondencia escrita a mano, enviada por correo postal, con contenido y estampilla.

                                                                                                                                Luis Germán Perdomo

                                                                                                                                El poeta José Ramón Mercado falleció el pasado 11 de junio por Covid-19. Escribió alrededor de veinte poemarios, dos libros de cuentos y también obras teatrales. / Archivo Particular
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Tío fortuito,

                                                                                                                                Tío inventado y retenido en la invención

                                                                                                                                desde mis días tristes de infancia

                                                                                                                                hasta ahora mi adultez ya descifrada.

                                                                                                                                Han pasado ya varios días desde la última vez que hablamos y aquí estoy, luchando a brazo partido, tratando de escribirte la carta prometida, porque estamos de acuerdo en que hoy ya no se escriben cartas como antes, hoy solo hay simpleza y banalidad.

                                                                                                                                Cuánto te he querido y ansiado

                                                                                                                                Tío de barba negra

                                                                                                                                y cabellera en cascada.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Muchas veces me inventé hijo tuyo

                                                                                                                                para sentirme más cerca de tu voz de poeta perenne

                                                                                                                                y de tus gráciles y tiernos mimos que ofrecías amoroso

                                                                                                                                a Aura María y a José Ramón.

                                                                                                                                Le sugerimos leer La muerte del poeta José Ramón Mercado

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                                                                                                                                Nunca olvidaré cómo mi corazón de niño se volcaba en tumbos locos, cuando llegabas a casa por asalto y tocabas el aldabón a ritmo presuroso. Yo sabía que eras tú y corría a tu encuentro como potrillo desbocado.

                                                                                                                                Tío José Ramón

                                                                                                                                Tío de piel acanelada

                                                                                                                                y ojos de ajonjolí.

                                                                                                                                Hace mucho tiempo ya

                                                                                                                                (lo descubrí desde que te supe tío mío)

                                                                                                                                que por tus venas ya no corre sangre

                                                                                                                                sino un tumulto incontrolable

                                                                                                                                de palabras lúcidas y armónicas

                                                                                                                                con las que alzan su vuelo

                                                                                                                                la ternura, la voz implacable y la soledad.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Nunca sabías, tan solo ahora que te lo digo, de la soledad que me habitaba cuando te marchabas, era igual que un “testimonio de olvido”, como lo dices en el poema “Escepticismo” de tu Tratado de la Soledad.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Tío José Ramón,

                                                                                                                                Tío de aire de gaita hembra

                                                                                                                                y de tañido de tambor noble.

                                                                                                                                En tu voz, las palabras

                                                                                                                                se forman en orden de batalla

                                                                                                                                para conmemorar la historia

                                                                                                                                de los muertos

                                                                                                                                y la obcecada algarabía de la vida.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Nos atamos Tío y sobrino al margen de las líneas de la sangre. Aquí el destino me jugó una buena pasada y me lanzó de lleno a una trampa de conmovedoras historias y de excelsa poesía. Como a ti la niña Pacha, tú y el también tío Jairo me salvaron del desastre. Recuerdo una vez que en el Mayor de San Bartolomé, colegio donde estudié mi bachillerato, abrieron un concurso literario. Se podían presentar poemas, cuentos u obras de teatro. Yo guardaba con recelo un borrador maltrecho de tu pieza Réquiem por un Negrito, y no dudé en presentarlo como mío. Con el paso de los días, los comentarios del jurado se fueron filtrando y mi “obra” iba logrando excelentes comentarios. Así mismo, la bulla de los compañeros no se hacía esperar y empezaron a hablar del Isaac y del Lorca que yo llevaba dentro. El miedo me abrazó y un buen día, antes de que se dictaran los veredictos del jurado, acudí temeroso a la oficina del padre Ismael a confesar mi pecado. ¡Ya veremos Perdomo! ¡Ya veremos qué hacer, porque esto tendrá consecuencias! Los días siguientes fueron un inferno, hasta el lunes en que fui llamado de nuevo a su oficina. Me miró con el ceño fruncido y me dijo: -Dos cosas: Una, la primera: usted ha tenido el valor, como pocos, de reconocer su falta. Otra, la segunda, y es la que finalmente lo salva, es que su Tío es un tremendo escritor. Cuando salí de la penumbra etérea de esa oficina, las piernas me temblaban y el aire se me quebraba en pedazos diminutos. Sin embargo, un regocijo luminoso resplandecía en mi corazón. No por el perdón del padre Ismael, sino por la sentencia inapelable hacia tu bella pieza de teatro y por el estatus imperecedero de tener como tío a un escritor. (Cosa de la que me vanaglorié siempre, porque a cambio de uno tuve dos).

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                tío donde la poesía

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                                                                                                                                por la palabra,

                                                                                                                                anidan juntas

                                                                                                                                como tinta indeleble.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                No imaginas con cuanta ansiedad esperaba las vacaciones de diciembre, pues viajabas a la costa y yo podía contar con la posibilidad de que me dejaras cuidando tu apartamento. Lo peor que podía sucederme era que escogieras a otra persona, como muchas veces sucedió. Era como sentir “la soledad subiendo en silencio. El olvido solitario”, como lo dibujas en la bella cantata de la soledad. No obstante, las contadas veces que me preguntaste: –¿Germancito, quieres quedarte cuidando el apartamento? Todas esas pocas veces, sin falta, fui inmensamente feliz.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Quedarme leyendo en tu cuarto de estudio hasta la tortura misma del cansancio, era mi mayor deleite. Ese, tu estudio, para mí fue mágico, el tiempo se detenía y yo me sentía a salvo. Balzac, Zola, Sartre, Dickens, Whitman, Hemingway, Poe, Tolstoi, Chejov, Borges, Neruda. Miguel Hernández, Lorca, Alexaindre, García Márquez y otros tantos me acompañaban hasta la vigilia. Fue con ellos con quienes descubrí lo que había en las tripas mismas de las palabras, por lo que caí sin reparos, en la más linda de las adicciones y de la cual no me he podido curar, la literatura. Fue en la inmensidad de tu pequeño cuarto de estudio, en donde se me revelaron el magnífico Conrad y los incomparables Eduardo Cote Lamus y Jorge Gaitán Duran.

                                                                                                                                Tío José Ramón,

                                                                                                                                Poeta mayor,

                                                                                                                                Devoción de guerrero convencido,

                                                                                                                                has hecho de tu pluma una espada

                                                                                                                                con la que has derrotado,

                                                                                                                                a corazón abierto,

                                                                                                                                las desgracias mismas de la vida.

                                                                                                                                Le sugerimos leer “Conjuraba a la literatura constantemente para que siguiera a mi lado”

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Ha pasado el tiempo tío, y aun hoy, cuando te escucho, como cuando niño, tu voz me resuena muy adentro. Como ves, es esta una carta confesional. Ahora que lo pienso, me pregunto:

                                                                                                                                -¿Cuántas cosas sin decir nos quedan dentro a la hora de la muerte, ocultas como sangre denegada?

                                                                                                                                La muerte no debería asaltarnos de repente, sino que, más bien, a cada quien que le llegue su turno cuando lo haya dicho todo. Qué vaina tío, pensar en esto ahora. Tan solo pido que el tiempo que nos quede, sea tanto que, el torrente de lo recóndito que aún nos queda por decir, se alcance a enredar en la cola del último cometa de este siglo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Con la misma amorosa e insondable nostalgia con la que siempre te despedí.

                                                                                                                                Germancito

                                                                                                                                Julio 15 de 2015

                                                                                                                                El poeta José Ramón Mercado falleció el pasado 11 de junio por Covid-19. Escribió alrededor de veinte poemarios, dos libros de cuentos y también obras teatrales. / Archivo Particular
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Tío fortuito,

                                                                                                                                Tío inventado y retenido en la invención

                                                                                                                                desde mis días tristes de infancia

                                                                                                                                hasta ahora mi adultez ya descifrada.

                                                                                                                                Han pasado ya varios días desde la última vez que hablamos y aquí estoy, luchando a brazo partido, tratando de escribirte la carta prometida, porque estamos de acuerdo en que hoy ya no se escriben cartas como antes, hoy solo hay simpleza y banalidad.

                                                                                                                                Cuánto te he querido y ansiado

                                                                                                                                Tío de barba negra

                                                                                                                                y cabellera en cascada.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Muchas veces me inventé hijo tuyo

                                                                                                                                para sentirme más cerca de tu voz de poeta perenne

                                                                                                                                y de tus gráciles y tiernos mimos que ofrecías amoroso

                                                                                                                                a Aura María y a José Ramón.

                                                                                                                                Le sugerimos leer La muerte del poeta José Ramón Mercado

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Nunca olvidaré cómo mi corazón de niño se volcaba en tumbos locos, cuando llegabas a casa por asalto y tocabas el aldabón a ritmo presuroso. Yo sabía que eras tú y corría a tu encuentro como potrillo desbocado.

                                                                                                                                Tío José Ramón

                                                                                                                                Tío de piel acanelada

                                                                                                                                y ojos de ajonjolí.

                                                                                                                                Hace mucho tiempo ya

                                                                                                                                (lo descubrí desde que te supe tío mío)

                                                                                                                                que por tus venas ya no corre sangre

                                                                                                                                sino un tumulto incontrolable

                                                                                                                                de palabras lúcidas y armónicas

                                                                                                                                con las que alzan su vuelo

                                                                                                                                la ternura, la voz implacable y la soledad.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Nunca sabías, tan solo ahora que te lo digo, de la soledad que me habitaba cuando te marchabas, era igual que un “testimonio de olvido”, como lo dices en el poema “Escepticismo” de tu Tratado de la Soledad.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Tío de aire de gaita hembra

                                                                                                                                y de tañido de tambor noble.

                                                                                                                                En tu voz, las palabras

                                                                                                                                se forman en orden de batalla

                                                                                                                                para conmemorar la historia

                                                                                                                                de los muertos

                                                                                                                                y la obcecada algarabía de la vida.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Nos atamos Tío y sobrino al margen de las líneas de la sangre. Aquí el destino me jugó una buena pasada y me lanzó de lleno a una trampa de conmovedoras historias y de excelsa poesía. Como a ti la niña Pacha, tú y el también tío Jairo me salvaron del desastre. Recuerdo una vez que en el Mayor de San Bartolomé, colegio donde estudié mi bachillerato, abrieron un concurso literario. Se podían presentar poemas, cuentos u obras de teatro. Yo guardaba con recelo un borrador maltrecho de tu pieza Réquiem por un Negrito, y no dudé en presentarlo como mío. Con el paso de los días, los comentarios del jurado se fueron filtrando y mi “obra” iba logrando excelentes comentarios. Así mismo, la bulla de los compañeros no se hacía esperar y empezaron a hablar del Isaac y del Lorca que yo llevaba dentro. El miedo me abrazó y un buen día, antes de que se dictaran los veredictos del jurado, acudí temeroso a la oficina del padre Ismael a confesar mi pecado. ¡Ya veremos Perdomo! ¡Ya veremos qué hacer, porque esto tendrá consecuencias! Los días siguientes fueron un inferno, hasta el lunes en que fui llamado de nuevo a su oficina. Me miró con el ceño fruncido y me dijo: -Dos cosas: Una, la primera: usted ha tenido el valor, como pocos, de reconocer su falta. Otra, la segunda, y es la que finalmente lo salva, es que su Tío es un tremendo escritor. Cuando salí de la penumbra etérea de esa oficina, las piernas me temblaban y el aire se me quebraba en pedazos diminutos. Sin embargo, un regocijo luminoso resplandecía en mi corazón. No por el perdón del padre Ismael, sino por la sentencia inapelable hacia tu bella pieza de teatro y por el estatus imperecedero de tener como tío a un escritor. (Cosa de la que me vanaglorié siempre, porque a cambio de uno tuve dos).

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                por la palabra,

                                                                                                                                anidan juntas

                                                                                                                                como tinta indeleble.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                No imaginas con cuanta ansiedad esperaba las vacaciones de diciembre, pues viajabas a la costa y yo podía contar con la posibilidad de que me dejaras cuidando tu apartamento. Lo peor que podía sucederme era que escogieras a otra persona, como muchas veces sucedió. Era como sentir “la soledad subiendo en silencio. El olvido solitario”, como lo dibujas en la bella cantata de la soledad. No obstante, las contadas veces que me preguntaste: –¿Germancito, quieres quedarte cuidando el apartamento? Todas esas pocas veces, sin falta, fui inmensamente feliz.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Quedarme leyendo en tu cuarto de estudio hasta la tortura misma del cansancio, era mi mayor deleite. Ese, tu estudio, para mí fue mágico, el tiempo se detenía y yo me sentía a salvo. Balzac, Zola, Sartre, Dickens, Whitman, Hemingway, Poe, Tolstoi, Chejov, Borges, Neruda. Miguel Hernández, Lorca, Alexaindre, García Márquez y otros tantos me acompañaban hasta la vigilia. Fue con ellos con quienes descubrí lo que había en las tripas mismas de las palabras, por lo que caí sin reparos, en la más linda de las adicciones y de la cual no me he podido curar, la literatura. Fue en la inmensidad de tu pequeño cuarto de estudio, en donde se me revelaron el magnífico Conrad y los incomparables Eduardo Cote Lamus y Jorge Gaitán Duran.

                                                                                                                                Tío José Ramón,

                                                                                                                                Poeta mayor,

                                                                                                                                Devoción de guerrero convencido,

                                                                                                                                has hecho de tu pluma una espada

                                                                                                                                con la que has derrotado,

                                                                                                                                a corazón abierto,

                                                                                                                                las desgracias mismas de la vida.

                                                                                                                                Le sugerimos leer “Conjuraba a la literatura constantemente para que siguiera a mi lado”

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Ha pasado el tiempo tío, y aun hoy, cuando te escucho, como cuando niño, tu voz me resuena muy adentro. Como ves, es esta una carta confesional. Ahora que lo pienso, me pregunto:

                                                                                                                                -¿Cuántas cosas sin decir nos quedan dentro a la hora de la muerte, ocultas como sangre denegada?

                                                                                                                                La muerte no debería asaltarnos de repente, sino que, más bien, a cada quien que le llegue su turno cuando lo haya dicho todo. Qué vaina tío, pensar en esto ahora. Tan solo pido que el tiempo que nos quede, sea tanto que, el torrente de lo recóndito que aún nos queda por decir, se alcance a enredar en la cola del último cometa de este siglo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Con la misma amorosa e insondable nostalgia con la que siempre te despedí.

                                                                                                                                Germancito

                                                                                                                                Julio 15 de 2015

                                                                                                                                Por Luis Germán Perdomo

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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