Imagen de Catulo, uno de los escritores más trascendentales de la Roma antigua. / Getty Images
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“Llorad, ¡oh Venus y Cupidos!, y vosotros, cuantos hombres hay sensibles al amor. El pájaro de mi niña ha muerto; el pájaro, objeto de las delicias de mi niña, a quien ella amaba más que a sus propios ojos, pues era como de miel y la conocía tan bien como una hija a su madre y no se apartaba de su regazo, sino que, dando saltos de un lado para otro, solo a su dueña piaba siempre (…)”.
Por Mónica Acebedo
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