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Entorno familiar
Vengo de una familia cundi-boyacense de orígenes muy humildes. Mi abuelo materno fue vendedor de lotería, el paterno era analfabeta, pero con el tiempo logró hacerse sastre. Cuando nací, mi papá estaba terminando su carrera de Arquitectura en la Gran Colombia, estudiaba de noche: hacía acarreos en Corabastos. Recuerdo que lo acompañaba a Colsubsidio de La 26 en un Plymouth azul en el que llevábamos mercados.
Me gradué del Colegio Cafam y al día siguiente mi mamá se inscribió allí mismo, por lo que le pregunté: ¿Por qué hasta ahora? Y su respuesta fue: “Pensé que a mi hijo le daría vergüenza que sus compañeros supieran que su mamá no tenía formación”. Hizo la primaria y el bachillerato a su ritmo. Su grado fue un día muy feliz para todos y su resultado del ICFES le alcanzaron para pasar en la Universidad de Los Andes. Pienso que el que fuera aficionada a hacer crucigramas y su amor por la lectura le ayudaron, pero su respuesta fue que no me iba a hacer gastar esa plata y decidió estudiar en la Universidad Nacional Abierta y a Distancia. Se graduó a los 62 años como psicóloga y es un gran orgullo para mí.
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La pensión de mis papás soy yo: soy su proveedor y eso me genera una gran satisfacción. Por todo esto me considero uno de los casos atípicos de la sociedad colombiana que progresa y sale adelante: soy consciente de las cosas que he logrado y no olvido de dónde vengo. ¿Cómo lo logro? Trabajando a diario. Yo no soy un tipo bonito, ni atlético, ni de familia con dinero: lo que me toca es esforzarme (risas), eso es lo que me ha pasado toda la vida, ah, y lo que nos toca a nosotros los gorditos, ser queridos, agradables. He tratado de dar pocas peleas en mi vida y las que di fueron inevitables.
Mis hermanos se graduaron de la Universidad de La Salle y La Católica. Nuestras vidas tienen algunas diferencias pese a ser parte de la misma familia, hijos de los mismos papás: siendo muy luchadores, tenemos temperamentos distintos.
Siempre he considerado que tener una buena red social es muy importante pese a que muchas veces me sentí discriminado y experimenté presión social. Frente a eso hay dos opciones: confrontar o adaptarse. Aunque en ocasiones es necesario sentar posición y hoy puedo hacerlo de una manera más tranquila, siempre preferiré evitar peleas.
Despertando a la realidad
En mi niñez solo hubo un momento en el que sentí que yo era distinto de alguna manera. En los lugares en los que crecí, las personas eran como yo en términos generales y me refiero a sitios como el barrio Las Américas en el Sur de Bogotá, el barrio Bavaria, el Bosque Popular.
Las diferencias sociales las viví cuando entré a estudiar a Los Andes teniendo diez y seis años. Por ejemplo, el único no bilingüe era yo. Estudié Ciencia Política y la mayoría de los compañeros tenían carro y yo llegaba en la Ruta 128 El Sol Villa Luz. Había un ritmo de rumbas que yo no podía sostener y no era cómodo ser siempre el invitado, pero puedo decir que encontré mi grupo, me adapté.
Hace pocos días, hablando con Ana Mercedes Gómez, artista que intervino los Columbarios, tuve un muy duro recuerdo de niñez: Mi mamá tuvo un par de embarazos fallidos y la acompañe cuando tuvo que sacar los restos de uno de ellos. Recuerdo la imagen de esta bella mujer con su bultico de tela amarrado en medio de la multitud en una buseta y yo acompañándola. Veía cómo lloraba. Hoy, cuando sé lo que significan los Columbarios, sí que siento mis orígenes, pues se trata del cementerio de los pobres, donde los muertos sólo podían estar temporalmente.
Su motor
Me gradué a los veinte años y comencé a trabajar con Juan Martín Caicedo y a combinar mi trabajo con la docencia. Dicté clases en Los Andes, en la Universidad del Rosario y en La Javeriana.
Trabajé también con Jorge Hernán Cárdenas en la Presidencia de César Gaviria. Dirigí un programa de Gestión Pública en la Javeriana. Hice planes de Desarrollo en Risaralda a donde llegué a través de una de las personas que siempre ha sido como un ángel que me guarda: César Vallejo. Luego me llamó José Antonio Ocampo para ser funcionario de Planeación Nacional y estando ahí, trabajé con él, con Juan Carlos Ramírez y con Cecilia López.
Ahora estoy tomando cursos para entender un programa de R para escribir algoritmos, porque me siento analfabeta en este tema. En algún momento voy a sacar el doctorado, aunque tengo 48 años. Lo que pasa es que yo aspiro a llegar a los cien. Considero que nunca es tarde para hacer las cosas y que uno debe hacer con su vida lo que quiere y disfrutarlo.
Oportunidades
Este país eligió como presidente al hijo de un arriero de Amagá a quien conozco, respeto y admiro. Esto no es algo que suceda fácilmente en otras sociedades.
Ese caso lo siento cercano: yo estudié en Los Andes y en Oxford, he tenido varios cargos públicos, entre ellos el más importante puede ser director del DANE. No es mucha la gente que llega a ocuparlo.
En la vida hay momentos en los que las puertas se cierran y uno decide si se queda mirándolas o empieza a buscar una ventanita por dónde meterse. En mi caso, por cerca de veinte años fui funcionario público y mi conciencia me dice que lo hice bien, pero mi carrera se frustró el día en el que peleé con el presidente más popular de la historia de Colombia. Él me cerró las puertas del sector público. Yo hubiera podido quedarme ahí y odiarlo, pero no. Esa circunstancia me abrió un camino. No me quedé lamentándome y viendo la puerta que se me cerraba. Así que, en la peor de las circunstancias, los seres humanos tenemos la opción de decidir si queremos salir adelante.
Tengo muy claro que no me gano nada entablando peleas con el sistema, es más, muchos de los delfines políticos son conocidos y no es que me vanaglorie con eso, pero tampoco tiene sentido pelear contra eso, muy por el contrario, lo que debe hacerse es aprovechar las oportunidades que el mismo sistema brinda. Soy un ejemplo de superación, hoy cuento experiencias que nunca me hubiera imaginado posibles; disfruto de una situación económica que jamás había soñado; cuento logros profesionales que me dejan muy satisfecho.
Cifras y conceptos
Cuando me retiro del DANE voy de Decano a la Universidad Autónoma de Manizales donde César Vallejo era rector. Ser académico era una opción. Algunos amigos como Fernando Zarama y Diego Patiño, me insistieron en que hiciera empresa, pero no quería porque dudaba que tuviera las características para ser empresario. Estaba equivocado.
El 16 de febrero del 2007 decidí finalmente crear una empresa que inicialmente se llamó “Cesar Caballero Consultoría e Investigación”. Desde este año hasta el 2010 trabajé con Naciones Unidas dirigiendo un proyecto de objetivos del Milenio y en ese periodo el consultor subsidiaba al empresario. Me di cuenta de que el empresario ganaba más que el consultor y el 30 de junio del 2010 decidí dedicarme a la empresa, le cambié el nombre y desde ese momento ha tenido un muy importante crecimiento.
Decidí que mi firma estuviera vinculada a temas del sector público y se dedicara a hacer estudios que tuvieran que ver, exclusivamente, con agenda pública. Es lo que me gusta y sé hacer: sin necesidad de ser funcionario afecto la agenda pública colombiana.
Si bien hay sectores muy desprestigiados y el grueso de mis clientes no están en el sector privado, éste necesita relacionarse con el sector público y qué mejor manera de hacerlo que a través de una encuesta.
Si puedo ayudarle a la gente lo haré sin fijarme de quién se trata: soy consciente de lo importante que es construir relaciones con personas que lo consideren a uno, no por lo que heredó en términos materiales, sino por el mérito propio. Esa ha sido mi lucha, ese ha sido mi esfuerzo. En ocasiones me equivoco, pero busco calidad en mi trabajo, como cuando era docente y buscaba dar buenas clases o, simplemente, teniendo una charla que sea lo más amena posible.
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Crítica
Encuentro gente que expresa mucho rencor y resentimiento, aunque pienso que la crítica es necesaria. Por ejemplo, por reconocer que este país ha mejorado de manera importante en la medición de pobreza multidimensional, me he ganado comentarios desobligantes. Nadie me paga para decir eso. Es lo que pienso. Así pues, se debe ser un crítico constructivo y autocrítico. Pienso que se debe ser exigente con uno mismo.
Este es un país que le da muy duro a sus gobernantes, los destroza. En mi caso, admiro profundamente a Gaviria, por ejemplo, pues tuve la oportunidad de conocerlo después de que fue presidente y reconozco su inteligencia y visión, es respetuoso y escucha; metió al país en el tema de la nueva Constitución y de apertura económica que, teniendo pros y contras, sí hizo una transformación grande.
Igual tengo un enorme respeto por casi todos los presidentes de Colombia, por Uribe porque hizo cosas buenas, aunque también regulares y otras malas. Su gran problema es persistir en volver, pero hizo de este país un proyecto viable al confrontar a la guerrilla hasta ponerla en situación para que Santos pudiera sentarse a dialogar con ella; nos llenó de optimismo, pero no es un hombre muy respetuoso de la institucionalidad. Samper, igual, pues en su gobierno hubo cosas buenas y malas: por el escándalo del 8.000 lo condenaron, pero los logros sociales son impresionantes. Barco hizo un extraordinario gobierno, a Betancur le tocó un momento muy difícil, a Pastrana no se le reconoce que vivió una crisis económica muy dura, que le apostó a la paz con su Plan Colombia donde actuó la mala fe de las FARC y no del gobierno.
En mi opinión, Colombia ha tenido buenos gobernantes y lo más importante es que son los que el país eligió. Lo que no deberíamos hacer es dedicarnos a dar la espalda, como sociedad deberíamos reconocer lo bueno, aunque haya cosas que no nos gusten.
Plenitud
Me considero un hombre feliz, aunque con problemas, por supuesto. Sufro de insomnio, la empresa tiene deudas y tú, que eres banquera, bien sabes de lo que te hablo. (risas)
Por ejemplo, una de las cosas que yo no había logrado en la vida era ser papá. Estuve casado con mi primera esposa y dentro del matrimonio nos dimos cuenta de que tengo un problema congénito para tener hijos, súmale a esto problemas de inmadurez por edad y otros factores que hicieron que la relación se acabara.
A partir de ahí comencé a explorar y, con cada novia con la que salía, le informaba de mi problema. Le decía de manera abierta y directa: yo quiero ennoviarme para casarme y tener hijos y el tratamiento es así. Dígame si le interesa o no.
A varias espanté, pero hoy tengo esposa a quien en la primera cita le confesé justamente eso. Tenemos un hermoso bebé, Joaquín, y tiene veintiún meses. También conservamos embriones y vamos a intentar un segundo bebé porque queremos nuevamente estar embarazados.
Hoy me siento feliz y contento. Disfruto a mis papás y aunque no tuve una relación cercana con mis abuelos pues unos se murieron muy pronto, sí queremos que Joaquín disfrute de los suyos.
Expectativas
Para ser sincero, no puedo decir “de esta agua no beberé”: podría suceder que me postule a un cargo de elección popular, pero bajo las circunstancias que veo hoy, eso no es una posibilidad.
Por otra parte, le hice una promesa a mi esposa y es que no voy a comprometer el patrimonio familiar que hemos venido construyendo.
Quiero hacer lo que me apasiona sin necesidad de tener un cargo público pues como encuestador tengo acceso a una serie de figuras que el grueso de los colombianos no tiene porque ¿a quién no le gusta que lo midan en una encuesta?
Como encuestador quedo siempre en la posición del perdedor: si el político gana es por mérito propio, claramente, pero si pierde es culpa del encuestador. Si se mira, en cualquier elección en Colombia hay, por lo menos, seis candidatos, y solo uno gana, entonces ya sabemos frente a cuántos pierdo.
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Encuestas
¿Quién cree que sea posible predecir el futuro? Yo no lo creo, pero de alguna manera las encuestas dan esa impresión. Se le asigna el estándar de medición de una encuesta si logra predecirlo. Una encuesta no puede ser el instrumento para lograrlo.
Las campañas políticas son para cambiar las encuestas.
Quiero ser enfático en que las encuestas no pueden predecir el futuro, pero sí ayudan a disminuir la incertidumbre. Es una lámpara en un salón oscuro que muestra algunas cosas, pero no todas, y es distinto moverse bajo estas circunstancias.
Una cosa es que yo me equivoque y otra que no sea transparente. Un encuestador serio no se permitirá no serlo. Uno puede ser riguroso, pero nadie puede ser objetivo. En mi caso, expreso mi tendencia política y mis competidores también la tienen, pero no la hacen pública.