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El Espectador: Grandes colegas en la música, íntimos amigos, ¿cómo comenzó esta relación?
Chabuco (José Darío Martínez): Admiraba mucho a Antonio. Nos conocimos en una fiesta y fue, como se dice por ahí, amor a primera vista. Ahí acordamos hacer un primer concierto en Miami organizado por sus amigos. Luego fui a Madrid, me quedé en su casa, luego también me hospedó 15 días en Cádiz, en donde me presentó a toda la gente del arte. Hoy es mi hermano, mi gran hermano.
Antonio Carmona: ¡Pero si todos los flamencos lo conocen y lo reconocen!
EE: Es que ustedes tienen muchas identidades: interpretan música tradicional, le apuestan a la fusión y, sobre todo, ¡vienen de clanes!
C: Y otras identidades más. En la costa colombiana somos tan acogedores como los gitanos. Esto, además de nuestras coincidencias en percepción de lo que se debe hacer con la música (Antonio con el vallenato y yo con el flamenco) permitió que esta hermandad comenzara hace 11 años.
AC: Hace 12, para ser exactos.
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EE: Antonio fusiona el flamenco con elementos latinos y a veces un poco afros. ¿Cuál es la fusión de Chabuco?
C: Creo que lo clave es que, al igual que Antonio con el flamenco, trato de volver el vallenato una música del mundo para el mundo. Así los puristas se rasguen las vestiduras, trato de no hacer lo que todo el mundo hace, porque creo que los artistas tenemos que estar creando constantemente cosas bonitas, y hacerlo con placer. Ahora tenemos este gran momento con la Orquesta Filarmónica de Bogotá que, para mí, es un enorme reto. Voy a dar todo para hacerlo.
EE: ¿Es el primer Chabuco Sinfónico?
AC: Y el primer Carmona Sinfónico también. Me emociona mucho. Soy un hombre de pueblo, y tocar con la Filarmónica de Bogotá es todo un suceso. Salir allí, al escenario, y ver todos esos músicos y esos instrumentos. Es parte también de nuestra apuesta por adaptar la música tradicional a nuestros tiempos. Por darle aire, vida. Y los arreglos para este concierto, que los hizo Álex Pastrana, están espectaculares: están al servicio de las canciones. En este concierto no hay nada que sobre ni que falte.
C: Estos conciertos con la filarmónica son un aporte al folclor, a nuestras culturas y a la vida. Son innovaciones no solamente desde el vallenato, sino también desde la música llanera, por ejemplo. Lo ha hecho el Cholo Valderrama y lo ha hecho mucha gente. Insisto: los arreglos son claves, algo mal vestido es feo.
AC: Sí, en el caso de los vallenatos que interpreta Chabuco hay que rescatar que son temas tradicionales, como los que en su dimensión cantaba Camarón de la Isla o los que tocaba Paco de Lucía. Son clásicos sobre los cuales se está innovando, así que se están enriqueciendo. No haces lo mismo que se hacía hace 40 años, mejor refrescas esos temas. La apuesta por la innovación es otra de nuestras coincidencias.
EE: Falla, Granados y Albéniz fueron andaluces que también tuvieron profundas influencias de la música sinfónica.
AC: Claro. Y se adelantaron a su época. No vieron lo transgresores que eran. Y es que todos los músicos que han trascendido han hecho cosas. A Falla y a Albéniz, en su momento, los vieron como unos perros verdes. A mi también me han dicho de todo, como se lo dijeron a Paco de Lucía o a Camarón. Los puristas del flamenco quieren que se mantenga idéntico. Pero el flamenco ortodoxo no va a ningún lado. Al igual que el vallenato se merece darle un puntito de eso, refrescarlo.
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C: Mi pueblo más bien admira y se siente orgulloso de la innovación. Habrá uno que otro por ahí que dirá que eso no es vallenato, claro. Pero como los de allá saben que mi cuna estaba al lado de mi padre cuando él era parte de Bovea y sus vallenatos, de los hermanos Zuleta, pues también tienen claro que el vallenato va en mi sangre independientemente de si cante con la Filarmónica, con Antonio, Alejandro Sanz o con quien sea: más allá de las fusiones sé quién es Poncho Zuleta y cojo los instrumentos de mi folclor y los toco.
AC: Me pasa lo mismo. Por mi parte hago una seguiriya, una bulería, una taranta y traigo al presente todo lo que he mamado del flamenco. Ahí Chabuco y yo tenemos una sinergia, y la noto muy grande. Tenemos historias que vienen de nuestros padres. Por ejemplo, mi padre, Juan Habichuela, era un pedazo de guitarrista. Chabuco y yo llevamos en la sangre la música de esos clanes.
C: Pues a los puristas les digo que si alguien a mamado de la teta del flamenco, ese es Antonio, y yo hice lo mismo de la teta del vallenato.
AC: Lo que pasa es que esos tipos han estudiado el vallenato y el flamenco, y entonces creen tener el derecho de decir lo que quieran sin saber tocar un instrumento. Esta música hay que vivirla.
EE:Que los dos toquen con la Orquesta Filarmónica de Bogotá, ¿puede ser visto como un acto disruptivo?
C: Sí, lo sentí en los ensayos: mientras cantaba, una chelista me grababa, y pensaba ¡qué orgullo, que no soy de escuela ni nada! Creo que Antonio y yo tenemos, ante todo, una oreja peligrosa que absorbe vainas, pero respeto a esos músicos tan formados.
AC: Unos valientes los músicos de la Filarmónica por decidirse a tocar con nosotros. Su forma de ejecutar la música es diferente. Valientes esos pedazos de violinistas apostándole a otra mirada. ¡Qué cosas pensarán los puristas!
EE: Pero los puristas también entenderán que hay relaciones entre la música flamenca y la sinfónica, así como entre la flamenca y la latinoamericana, ¿no?
AC: Pues ojalá los puristas sepan que el cajón viene de Perú. Y que los flamencos lo adaptaron a su ritmo -lo hizo Paco- y les pusieron alambres adentro para que sonara un poco más brilloso. Y ojalá sepan que a Perú el cajón llegó de África. El purismo no reconoce la historia.
C: Para que lo reconozcan deben conocer la historia y la identidad. El bambuco es riquísimo. ¡Hay tantos ritmos en Colombia que podrían traerse al tiempo actual! Por ejemplo, la música y la influencia que dejaron Pacho Galán y Lucho Bermúdez hoy casi que solo suena en los matrimonios. Es ejemplar el caso de los venezolanos, que reconocen la música llanera como la música nacional.
AC: Y eso supone hacer cosas para que los nietos conozcan y quieran la música de los abuelos.
EE: En la música de ustedes hay una relación especial con el entorno y el lugar. Las parrandas vallenatas y las rumbas como las que Antonio recrea en el video con C. Tangana implican aglomeraciones de gente, desorden, felicidad. ¿Cómo afrontaron la pandemia?
AC: El tema con C. Tangana es maravilloso: es lo que lleva anhelando hacer el planeta, una fiesta. Echamos eso de menos, porque duramos dos años sin trabajar. Hablaba con Chabuco y decíamos, ¿qué va a pasar con nosotros? ¿Qué va a pasar? Los gitanos estamos acostumbrados a salir a la calle, a la carretera. Eso lo heredé de mi abuelo, José Carmona, que creció en una cueva y de allí bajaba a tocar en un carrito, tuvo que hacerlo a domicilio. Eso era fatiga. La vida de los gitanos era la calle, porque no los querían en ningún lado. Fue a través del tiempo que obtuvimos reconocimiento.
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C: Y ahora a la gente le hablan de España y piensa en Flamenco. Un poco como el vallenato, interpretado en sus orígenes por gente que ha luchado, que les cantó de noche a las vacas y les compuso a la naturaleza. El vallenato ha sido una forma de sobrevivir, pero por ahora pensemos en el concierto de hoy en la Filarmónica.
AC: Y en el reto que significa para nosotros ese encuentro. En últimas, el reto de hacer música. Y quien hace música todo el día está pensando en pasarlo bien.