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A mis ekobios Santiago & Valentina, hasta el fin de los tiempos.
A Marthica, con amor. Y a Roberto Pinzón, con sumo aprecio.
“El capitalismo es el genocida más respetado del mundo”. Ernesto Che Guevara
Una epopeya mayor de la literatura colombiana, junto a La vorágine, Mancha de aceite, Las estrellas son negras, Marea de ratas, Celia se pudre, Cien años de soledad, La tejedora de coronas, en tanto sus historias forman parte de una estirpe, es Changó, el gran putas (1983), del antropólogo, médico y escritor MZO (1920-2004), como muestra este ensayo en tres estaciones: 1. Origen de la voz Negredumbre, para poder entender el alcance de una obra/polifonía protagonizada por los negros, no por la raza negra, pues solo hay una raza, la Humanidad: ello, según el prólogo de Germán Patiño a los Ensayos escogidos, de Rogerio Velásquez (1908-1965) (1). 2. Textos escogidos, por Alfonso Múnera, MZO, por los senderos de sus ancestros, clave para entender los conceptos racismo, discriminación, xenofobia, intolerancia y temas como negritud, indianidad y mestizaje; eurocentrismo, alienación, literatura criolla y rol de Letras Nacionales; opresión/explotación del afro en la colonización de América (2). 3. Changó, el gran putas, prodigio de poesía/prosa, fresco literario sobre cinco siglos de historia, síntesis antropo/filosófica que no diferencia a muertos de vivos y los homologa con animales, vegetales y minerales, dentro del “realismo mítico”, según el propio MZO, con el mito como realidad y no realismo mágico o prueba fabulosa de la tradición oral, ni en tanto acciones de seres que simbolizan fuerzas de la Naturaleza, sino hechos concretos en la inmediatez: una mixtura sin par de épica e historia, entre las que se incrusta la crónica de quienes nunca oprimieron a nadie sino que dieron ejemplo de libertad y vertieron sobre los blancos su danza/música/tradiciones, sensualidad y erotismo, gastronomía y lenguaje. (3)
I Estación – La Negredumbre: Esencia del espíritu de cooperación
En el prólogo a Ensayos escogidos, de Velásquez, Tras las huellas de la negredumbre, Patiño aclara el origen del concepto que, por error, se atribuye a MZO: “Pero Velásquez no solo narra, o descubre o indaga, en fuentes primarias, sino que aborda el reino de la teoría, cuando conceptualiza sobre el pueblo negro al que pertenece. Él acuña el concepto de negredumbre para referirse a la masa de negros […] objeto de su investigación, en una audacia semántica que relaciona negros con muchedumbre. Pero no se trata de cualquier muchedumbre, sino de aquella conformada por afrodescendientes [puestos] en situación de exclusión y marginalidad, los de abajo, la raza maldita, los esclavizados, los miserables (Leal, 2007) que, además, habitan en un territorio específico: el de los ríos, la selva y el mundo rural.” Y añade que su uso es casual, sin ahondar en explicaciones filosóficas, entendiéndose a qué se refiere: la virtud por la que el negro del Pacífico actúa como comunidad y casi nunca de modo individual: como esencia del espíritu de cooperación, en contravía del prurito de exclusión del capitalismo, no rabioso pues sería pleonasmo, hoy llamado neoliberalismo, que no es nuevo ni liberal: al contrario, representa la nueva esclavitud, travestida de una libertad, virtual, jamás real, en especial si se mira al mundo del trabajo, que mata a la gente y a nadie le importa y de lo cual se ofrecen cinco ejemplos de dos estudios recientes de la BBC. (4)
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Esclavitud moderna que encarna el mundo privado y claustrofílico, donde se presume, dice Gubern en El eros electrónico, priman valores como territorialidad, protección, seguridad, refugio, recogimiento e introversión (5), pero que, en realidad, simboliza el encierro, que tanto le interesa al poder como factor de control. Mientras, en la ritualidad neotribal del ocio agorafílico, la de espacios como discoteca, estadio, bar, cine, teatro, circo (ya Out), sala de conciertos, museo, priman fiesta, comunidad, extroversión, interacción personal, aventura, nuevas relaciones, emulación y liturgia coral que, aunque no parezca, salvo la playa, también proyectan alejamiento del mundo exterior, divorcio radical de la Naturaleza, en suma, distanciamiento no consciente de la vida, que se pretende tapar con jardines, ya no plásticos, eso sí, en los aptos. 4x4, que ahora suplantan a los autos de igual medida por falta de recursos y exceso de impuestos. Lo que no se da en ríos, selva ni mundo rural donde viven negros campesinos e indígenas o vivían ya que los han corrido desplazado maltratado expoliado, violentado y asesinado, como lo muestra la lideresa Aida Quilcué, ex cabeza del CRIC y hoy Consejera de DDHH de la ONIC, quien, a raíz de la Minga Cauca 2019, cree que “el “círculo vicioso” de las protestas es provocado por élites a las que “se les volvió un vicio matar indios, negros y campesinos para sacarlos de sus tierras.” (6) Ella tiene sus razones: su esposo, Edwin Legarda, fue asesinado, cuando era MinGuerra el actual Nobel y ex Pte. Juan M. Santos, por el Ejército el 16/dic/2008, en un probable ataque premeditado contra la propia Quilcué. (7)
Aquí, un nudo gordiano: el blanco, en su prurito individualista, egocéntrico, acumulativo, polarizante, intolerante con el ánimo comunitario de los negros, propio de sociedades premodernas en las que no cuenta tanto el individuo como la acción colectiva: frente al uso de la tierra; a ritos de celebración: San Pacho; entes de trabajo, Minga, tomada de los indígenas; las subiendas de peces; eventos similares sobre religiosidad, rituales funerarios o fiestas profanas: “No es el negro sino la negredumbre lo que se manifiesta”, señala Patiño: “El concepto, que Rogerio utiliza con libertad en sus escritos, fue recogido luego por Manuel Zapata […], quien se esforzó por precisar sus alcances: “[…] llamó negredumbre a la herencia biológica que nos ha llegado del mestizaje entre lo indio y lo negro, […] lo blanco y lo negro, ese revoltillo africano tantas veces entrecruzado en el crisol de América”, con lo que le otorga un carácter objetivo a la expresión, que resulta independiente de la conciencia que se tenga de ella. Es una realidad biológica, el resultado de la hibridación con africanos, la negrería mestiza. Zapata ve la negredumbre como opuesta a la blanquedumbre, a la que considera ‘el cordón más retorcido de nuestra placenta’ (Zapata, 1997)”. Patiño insiste en lo que Zapata aclara: “Cuando menciono la negredumbre me refiero a esa sombra oculta de que hablan los filósofos yorubas y bantúes, viva en el ritmo, en la palabra que palmotea en las invocaciones a los muertos. Sentimiento africano que ilumina nuestra mirada más profunda, la herida más dolorosa, la risa más desafiante […]” (MZO, 1997 en Velásquez, 2010: 12-13)
En este punto, se aclara que él es de sangre blanca, india y negra: “triétnica”, como anota Yvonne Captain, de la U. George Washington, en Hacia su habitación propia: la mujer en Manuel Zapata Olivella. (8) Allí cuenta que su interés en la etnia se expresa de mil formas: “En muchas […], lo étnico se amplía para explorar lo racial que se acerca a lo autobiográfico” y apunta que dicha perspectiva autobiográfica, constante en su obra, se da en ¡Levántate mulato!: por mi raza hablará el espíritu (Bogotá, Rei Andes, 1990). También, enfatizar que esta, desde tal óptica, cae bajo la órbita e influencia de disciplinas como psiquiatría, la que debió ejercer antes que otras para no morir de hambre; antropología, la que desarrolló en su afán científico y andariego; sociología, la que consideró al interesarse por la sociedad en su conjunto y por los fenómenos políticos, económicos, culturales, artísticos y religiosos; e historia, entendida no solo como la que estudia los sucesos y hechos del pasado, sino el devenir y la actualidad. Todo, atravesado por lo autobiográfico, el sucedáneo perfecto de la creatividad. En todo ello, predomina el sendero de sus ancestros, esto es, la herencia africana.
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Para MZO, dice Captain, es también una “vivencia cultural” que incluso pueden compartir los blancos y cita a escritores que, él considera, probaron una “vivencia inconsciente de la negredumbre, todos Rip: Gabo, Rojas Herazo, Germán Espinosa, Alberto Sierra, Alberto Duque, igual que Jorge Isaacs, Tomás Carrasquilla, Eduardo Carranza, Pedro Gómez V. Por contraste, el propio MZO, más Jorge Artel, el de Tambores en la noche; Arnoldo Palacios, Las estrellas son negras, La selva y la lluvia, En busca de mi madredediós; su predecesor en tanto pionero de la novela afrocolombiana, Gregorio Sánchez G. con La bruja de las minas; Helcías Martán G., Evangelios del hombre y del paisaje y Humano litoral; Hugo Salazar V., Antología íntima; Candelario Obeso, precursor de la poesía negra en Hispanoamérica: Cantos populares de mi tierra y Secundino el zapatero; Otto Morales B., político: Aguja de marear y Muchedumbres y banderas: luchas por la libertad, todos ellos, así Zapata no cite a Sánchez G. ni a Candelario O., “y unos cuantos más […] pertenecemos al bando de la cimarronería de las negritudes”, decía, pues para él negritud se remite al “conjunto de valores del mundo negro, tal y como se expresa a través de la vida, las instituciones y valores negros” (MZO, 1997). La negritud alude a la subjetividad y a ella pertenecen pocos, señala Captain. Por contraste, subraya, la negredumbre se halla en la zona de la objetividad, siendo más una categoría sociológica a la que, aún sin saberlo, pertenecen muchos. (Velásquez, 2010: 14)
Se recuerda esto porque en su ponencia del 97, MZO no menciona a Rogerio como acuñador del concepto que usó con libertad para referirse a la comunidad negra. Otro hecho que extraña es saber que, tras el aporte de Velásquez y la ponencia de MZO, la negritud se hubiera perdido como ignorado luego por investigadores de la afrocolombianidad. Era más llamativo “huellas de africanía”, que significa lo mismo, pero como es tomado de la sociología gringa (Nina S. de Friedemann, 2000), quizás represente más peso, así como mayor valía para el siempre turbio dúo U./Statu quo. Patiño: “Una muestra más de que en materia intelectual poco conocemos nuestra propia tradición de pensamiento y preferimos pagar costosos derechos de importación para expresar nuestras realidades.” (Velásquez, Íbidem)
Para Patiño la negredumbre de Velásquez se halla más próxima a las pesquisas e ideas pioneras de G. Freyre en Brasil, que a las “ideas tomadas de prisa” de los Scholars gringos en las décadas de 1960/70. De hecho, en su ensayo La esclavitud en la María de Jorge Isaacs, reproducido, póstumamente, en la revista U. de Antioquia (1968), lo cita “con especial deferencia hacia su Casa-Grande & Senzala” (9), lo que lo muestra a la vanguardia de la investigación antropológica e histórica en Colombia, en lo relativo a devenir/cultura afrodescendiente. Velásquez también precedió a Zapata en la exégesis de María, como novela realista, no idílica, y arquetipo para estudiar la esclavitud; fue, además, pionero de la interdisciplinariedad, rasgo muy notorio de sus textos: los históricos van ligados a la geografía y sus incursiones etnográficas a la narración de tipo histórico. Un humanista que aprecia todo conocimiento al escribir, siempre con gran rigor intelectual y respeto por fuentes y métodos de cada disciplina, sin ceder jamás a la tan usual verborrea. (Velásquez, 2010: 15)
II Estación – MZO por los senderos de sus ancestros. Sobre racismo y otras plagas
En esta estación se abordará a Manuel Zapata Olivella [MZO], por los senderos de sus ancestros (PLSDSA), en Textos escogidos, por Alfonso Múnera, claves para entender el racismo, la discriminación, la xenofobia, la intolerancia y temas como negritud, indianidad y mestizaje; eurocentrismo, alienación, literatura criolla y rol de revista Letras Nacionales; opresión/explotación del africano en la colonización de América. Una vez aclarados, ayudarán a entender mejor ese proceso de búsqueda de una literatura nacional, que antes de Zapata ya había emprendido hacia los años 30 del siglo XX, el bogotano/caribe José A. Osorio L., el recordado autor de las crónicas La cara de la miseria y novelas como La casa de vecindad, Hombres sin presente, El criminal, El día del odio, y El camino en la sombra, en las que dejó su impronta vital transmutada en literatura sobre lo que también es la urbe: “Los grupos que se han clasificado por sí mismos o que han sido clasificados por las leyes que defienden a la sociedad. Lo mismo que todos los miserables y que todos los vagos”. Esa ciudad, tragicómica, ofrece siempre nuevos aspectos, pintorescos, lastimosos, por los cuales dijo haber reído y llorado, añadiendo: “He visto que todos esos exponentes de la miseria tienen el dolor risueño de los clowns.” (10)
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Clave, dialogar con MZO sobre racismo, discriminación, xenofobia e intolerancia. Racismo, poderoso/débil prurito imperialista de dividir a los pueblos, no a las razas porque solo… Discriminación, trato distinto/lesivo dado a alguien por su origen étnico, tendencia sexual, credo político o religioso. Xenofobia, miedo al inmigrante, empobrecido, no pobre pues nadie escoge serlo. Intolerancia, el irrespeto a opiniones/ideas/actitudes de quienes no coincidan con las mías (Uribe); el rechazo a la diferencia, por creerla opuesta a la igualdad, en verdad su complemento y vía para lograrla. Esto lo recoge su idea sobre el esclavo y su sombra: “Desnudos y encadenados, fue muy poco o nada lo que pudieron traer consigo. El único objeto material, el único equipaje en este azaroso viaje hacia lo desconocido fue su sombra. […] pese a estas dificultades, los esclavos, […] por la necesidad de procurarse viviendas, instrumentos de música, herramientas, armas de cacería para su […] subsistencia o impelidos por el mismo amo a la confección de útiles para su uso —canoas, tejidos, alimentos, etc.— lograron rehacer con elementos americanos muchas formas de su cultura material… dentro de un relativo aislamiento, […] conservar ciertos hábitos ceremoniales, alimenticios, comunitarios, etc. La constante […] en todo el litoral fue de transculturación con lo indígena [e] hispánico”. El mestizaje, con acento negro, aparece en instrumentos musicales, bailes, alimentación, pesca, agricultura y ganadería. (MZO, 1967, en PLSDSA, 2010: 36)
Para entender los conceptos negritud, indianidad y mestizaje, habrá que basarse en su propia reflexión, la de Otros textos, del libro MZO, por los senderos de sus ancestros (293 a 296) y en la que reivindica los ejércitos de liberación haitianos que desde 1804 venían luchando en tal sentido, con L’Ouverture, Dessalines, Pétion y Christophe, el Renacimiento Negro de Harlem (1820), el movimiento poético y antidiscriminatorio de Paul L. Dunbar (1893), y el Negrismo de la poesía antillana (1926). En 1935, la revista francesa Légitime Défense, de los haitianos Étienne Léro, René Menil y Jules Monnerot, suelta el llamado inicial al orgullo negro y los primeros fonemas ultrasónicos, já, del benéfico ataque verbal al proclamar “la total liberación del estilo y la imaginación del temperamento negro; el escritor debe asumir su color, hacerse eco de las aspiraciones de su pueblo oprimido.” (Múnera, 2010: 293) Ya en 1934, Aimé Césaire, León-Gontran Damas y Léopold Sédar Senghor, lanzan la voz negritud, en la revista L’Étudiant Noir, ideada por el primero como reacción a la opresión cultural/colonial francesa, con un objetivo doble: rechazar el proyecto galo de asimilación cultural; fomentar la cultura africana, desacreditada por el racismo colonialista. En la I Conf. Hemisférica de los Pueblos Negros de la Diáspora, organizada en su honor por la U. Int. de La Florida (feb/87), Césaire señala que la negritud expresa la pertenencia a una comunidad oprimida y excluida, eso sí en continua lucha; y que no es filosofía, metafísica ni acepción pretenciosa del universo, sino modo de vivir la historia comunitaria al interior de la misma: con su deportación masiva de poblaciones enteras, tráfico de humanos a través de continentes, ecos de una tradición y una suma de creencias que se intentó asesinar y se hizo. (11) MZO: “El movimiento tomó el carácter de un coro intelectual de los colonizados africanos dentro de las violentas voces de Breton, Sartre, Camus y Fanon”. En su orden, voceros del surrealismo; escritura automática por asociación psíquica; existencialismo, desde la intelligentzia pasiva, y la resistencia popular activa; y el genio cimero e iniciador del Movimiento de Decolonización, por Los condenados de la tierra (1961), por la resistencia al capitalismo, a la opresión, explotación, violencia y a la muerte.
Gracias a Edward Said, su ideario recobró vigencia en los campos de estudio poscoloniales, la teoría crítica, el marxismo y es reconocido como humanista existencial radical en cuanto a decolonización y psicopatología de la colonización. Es notable la influencia de Fanon en el Che, Argentina/Cuba; Stephen Biko, Suráfrica; Alí Shariatí, Irán; e incluso Thomas Sankara, el llamado Che africano. Decolonización: proceso de independencia política de una colonia respecto a la nación extranjera que la oprime. Postura y operación cultural, tendiente a revelar y revertir etapas institucionales, culturales y epistemológicas afectadas por el eurocentrismo y otros tipos de subordinación y poder. Psicopatología: área de salud que sistematiza cambios en el proceder no explicados por madurez o desarrollo del individuo, ni como efecto de procesos de aprendizaje, en tanto trastornos mentales. De la colonización: estudio de traumas producidos en seres afectados por ella, en relación con la salud orgánica/biológica y mental.
La indianidad, no la recoge MZO en el texto de la Revista de Historia, Vol. 1, N° 2, Negritud, indianidad y mestizaje, sino en Indianidad y africanidad en la génesis del hombre americano (378 a 395), retomado, también, de Por los senderos de sus ancestros. En el primero, apenas alude a la indianidad (el mexicano Carlos Arcos Vásquez, de la U. A. de Chiapas, habla del “indigenismo al indianismo” y ubica a este en el plano de la cultura y hacia “la literatura mexicana y universal”, como buscaba MZO hacia su país) (12), para mostrar que, junto a la investigación en tal sentido, debe lograrse que “haya africanistas que busquen el fondo negrista” y, luego, al hacer memoria del I Coloquio de la Negritud y AméLat, en Senegal, instalado por Sédar, recalca que se enfatizó “en los mecanismos de la transculturación” y por primera vez, se cuestionó en un solo contexto la significación que para el hombre americano tienen “negritud, indianidad y mestizaje.” (13) Al aludir al bumerán negro que “después de saltar por las sangres de América se revierte con violencia sobre Europa y África a través de su etnia, música, poesía y ritmo”, prefiguraba, la llegada de esas virtudes etno/artísticas a Europa, después de siglos de racismo y recogía el sentipensar de Camus en torno a un universalismo compatible con las diferencias, a propósito de la llegada de africanos, como haciendo eco de una justicia poética que es acción de la vida antes que credo de los hombres.
El Art. I de la Convención Int. sobre la eliminación de toda forma de Discriminación Racial (1965) define al racismo: “Toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los DDHH y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra de la vida pública.” El racismo se refleja contra todo grupo minoritario (judío, gitano, gay) y lo distinto: de ahí, clave hablar, a la vez que de racismo, de intolerancia y de la necesidad del respeto por la diferencia, para establecer puentes comunes entre familia, barrios, ciudades, pueblos y estudiantes de todas los pueblos. (14) La madeja se complica al analizar el Diccionario de la tolerancia (15): “Pese a que los términos ‘raza’ y ‘racismo’ hayan tenido origen en épocas y lugares distintos, el primero en el Renacimiento en Italia [siglo XVI] y el segundo en Francia, en el siglo XIX, pese a que los estudiosos de sociología del racismo sugieren mantenerlos separados, es casi imposible disociar dos conceptos que desgraciadamente signaron la historia de la humanidad y remiten a aquellas teorías y prácticas que quieren justificar y realizar la supremacía de una raza sobre otras.” (2001: 215)
¿Por qué? Porque en la segunda mitad del siglo XIX, científicos del Imperialismo europeo (luego, del gringo en el XX), encabezados por anatomistas y etnólogos, al iniciar el estudio de las razas basados en presuntas pruebas científicas, sin darse cuenta pusieron la piedra basal del racismo, sin considerar, que al no haber más raza que la humanidad, es imposible hablar de racismo: salvo como un imperialista prurito de dividir a la humanidad. Pues se habla de racismo a partir de una idea abstrusa: que hay razas (16). Esas pruebas se derivan del racismo científico de Gobineau en su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1853/55), obra inicial de tal filosofía que tuvo gran influencia sobre su amigo Wagner, Hitler y las ideas nazis. Dicho ensayo se relacionó absurda y perversamente con el superhombre, en realidad suprahombre o ultrahombre, de Nietzsche, para ayudar a consolidar la frágil y sesgada idea de la raza llamada aria, nombre original de la ancestral y reconocida etnia del norte de la India, con una inusual evolución desde la óptica del desarrollo personal/social y humanístico. Por eso, hoy es más pertinente, si no mejor, hablar, ya no de razas, sino de grupos étnicos y de poblaciones biológicas: la Humanidad sigue siendo una.
Lo anterior delata al eurocentrismo que sirve para cerrar la postura de MZO frente a Paul Rivet, francés, aun así, muy cercano al americanismo negro y al aborigen. Él creía que, al ir los investigadores por esa ruta, no era posible una visión totalizadora de los orígenes del hombre americano, como reza una de sus obras mayores como etnólogo/antropólogo: basta revisar cuatro siglos después del Descubrimiento, un genocidio, las tesis científicas que pretendían explicar la presencia del hombre y las culturas de América “para evidenciar que algo obnubilaba el análisis: los prejuicios raciales.” El primer paso en el camino a la igualdad, radica en la superación de todos los prejuicios. Dice MZO al final de Negritud…, cuando aborda la idea de que no se han aclarado del todo los mecanismos de alienación/desalienación del negro en el contexto cultural de América ni del mundo: “Mientras hay una aquiescencia en admitir el influjo de Grecia en la raíz de nuestra civilización, del racionalismo francés en el pensamiento contemporáneo, de la filosofía alemana en el dominio de la abstracción pura, de la praxis rusa en la revolución marxista mundial, se soslaya el impacto emocional y religioso de África en la civilización contemporánea.” Y concluye que si Europa no puede eludir la negritud cultural, mucho menos América, cuya africanidad está en la propia mezcla genética, la trietnicidad de la que ya se habló: blanca, india, negra. (MZO, 2010: 295-296)
Sobre alienación, literatura criolla y rol de Letras Nacionales (1965), dice: “El hecho literario como fenómeno real tiene sus propias leyes; evoluciona de acuerdo con ellas, se plantea y realiza a despecho de las críticas. Esta realidad arranca de […] una actividad creadora […] patrimonio del pueblo y no de quienes lo juzgan. Aquí surge la alienación. La literatura nace […] en la conversación del boga, en la letra deforme del niño, en la copla del tiplero […]. La narrativa, el cuento, la expresión, al comunicar e identificar el pensamiento de unos y otros, trae el idioma, la novela, la literatura. La U., el filólogo, el novelista solo dan forma académica o artística a la creación anónima que se nutre de la vida, de la existencia del conglomerado social. Habrá, pues, tanta literatura como contingentes sociales se encuentren identificados en una misma […] unidad psicológica y cultural. Los límites de esta nacionalidad variarán de acuerdo con ciertos intereses políticos, pero más allá de ellos estará uno más sólido y lógico: la identificación cultural. Muy otro es el fenómeno de la calidad […]. Puede discutirse sobre mala o buena literatura. De su limitación regional o […] alcance universal. Lo que no debiera admitir discusión es la existencia de la literatura de un pueblo dado. // […] convencidos de esta verdad, Letras Nacionales no entrará a deliberar sobre la existencia de la literatura colombiana. […] seremos sus divulgadores. Asumiremos su defensa solo en lo que respecta a combatir los sofismas de quienes, negándola, aspiran a enceguecer la conciencia nacional, para cometer a nombre del cosmopolitismo, tropelías extraliterarias contra el pueblo. Se propone presentar la obra de los escritores colombianos con un espíritu beligerante, sea cual fuere su orientación literaria o política, siempre que sea eminentemente afirmativa de lo nacional. Nuestras páginas no estarán al servicio de quienes desean en su crítica ostentar un culturismo sin fronteras. Tampoco de aquellos que se olvidan del país cuando escriben. […] Somos parte de América, del mundo.” (MZO, 2010: 182)
En el Cap. Letras Nacionales a la pregunta, ¿Puede existir una literatura nacional sin genios?, dice: “No reclamamos literatura genial. Queremos, sí, literatos auténticos. Malos, buenos, regulares, pero próximos, reales, tangibles.” Cada quien, al estudiar algo, se estudia. Sobre literatura nacional, un trozo de belleza, claridad conceptual e influjo de la copla en el negro al topar la metáfora, hacerse trovador por necesidad y dar cariño a la libertad: “De […] las formas retóricas, ninguna fue más a tono con la naturaleza del negro como la copla que le permitía la metáfora, el canto y la creación imaginativa. Sometido a la esclavitud o a la servidumbre, era la única arma que podía esgrimir contra el amo o el señor en las fiestas, las faenas o el corrillo, se hizo por necesidad trovador. Supo conquistar a la negra, a la zamba y a la blanca prendiendo fuego de amor donde solo había ciego instinto de atracción. Apostrofó al amo, al rico, al extranjero y a cuanto lo sojuzgaba. Satirizó al compañero, al indio, al mestizo enfatuado; trasegó a ella la condición social de su raza esclavizada y se encariñó con la libertad al rimar su nombre en coplas levantiscas y vindicativas.” (MZO, 2010: 292)
En conclusión, MZO fue siempre un simpatizante de la izquierda, de pensamiento socialista, marxista, libertario, como recuerda Alfonso Múnera en el prólogo a MZO, por los senderos de sus ancestros (p. 24): “Zapata era un hombre de izquierda desde sus primeros escritos en los años cuarenta y nada ni nadie lo había apartado un [mm] de sus convicciones políticas fundamentales en [ene/65], año en el que fundó Letras Nacionales”, con la complicidad y “gracias al empuje y lealtad de Rosa Bosch, su esposa catalana”, recuerda Óscar Collazos (p. 32) y con el apoyo de intelectuales como Manuel Mejía V. y Carlos J. Reyes. Revista que reapareció en varias ocasiones, a lo largo de 20 años y publicó 42 números y que transformó la vida cultural/artística del país aún conservador/tradicional de los años 60 y 70.
Respecto a opresión y explotación del afro en América, más allá de la colonización, un ejemplo antiguo recién descubierto, en El respaldo tácito de Harvard a la esclavitud, Democracy Now (17): Un daguerrotipo, 1850. La mirada de Papa Renty. Esclavizado, posó desnudo para estudio del antropólogo racista de Harvard, Louis Agassiz, suizo, que respaldaba el poligenismo, para el que las razas diferían y la blanca superaba a la negra. Para validarlo, viajó de Harvard a South Carolina en pos de esclavos puros, cuyo armazón racial original no se hubiera diluido, como ocurría con esclavas violadas por sus amos. Encargó estas imágenes de Renty, su hija Delia y otros y regresó a Harvard: ellas fueron a un depósito hasta 1976, cuando las descubrieron. Hoy, Harvard controla el acceso y cobra derechos de uso. Tamara Lanier, familiar de Renty, demandó a Harvard y exige que los registros de Renty y Delia vuelvan a su familia: 7/abr/19. Esto habla de la oscura alianza U./statu quo, sucedáneo de pactos secretos/de silencio, de Acuerdos de Paz, que son apenas ceses parciales de guerra.
La Fábrica de Sueños: fin de la I Parte. Continuará…
Notas:
(1) Velásquez, R. Ensayos escogidos. Prólogo: G. Patiño. BLA, Vol. XVII, MinCultura, Bgtá, 2010, 609 pp.: 9 a 36.
(2) Manuel Zapata Olivella, por los senderos de sus ancestros – Textos escogidos. Recopilación y prólogo: Alfonso Múnera. Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, Vol. XVIII, Ministerio de Cultura, Bogotá, 2010, 412 pp.
(3) Zapata Olivella, Manuel. Changó, el gran putas. Prólogo: Darío Henao Restrepo. Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, Vol. III, Ministerio de Cultura, Bogotá, 2010, 667 pp.
https://www.bbc.com/mundo/internacional/2016/06/160601_esclavitud_moderna_global_men
(5) Gubern, Román. El eros electrónico, Taurus, Madrid, 2ª edición, mar/2000, 225 pp.: 162-163.
(8) En: Literatura y Cultura – Narrativa colombiana del siglo XX, Vol. III, Hibridez y alteridades. Compiladoras: María M. Jaramillo, Betty Osorio, Ángela I. Robledo. Beca de Excelencia, MinCultura, Bogotá, 2000, 592 pp.: 147 a 167.
(9) Freyre, Gilberto. Casa-Grande e Senzala, 1933. Trad.: Casa Grande y Senzala, Madrid, Marcial Pons, 2010.
(10) Osorio L., J. A. Novelas y crónicas. Int.: Santiago Mutis. Colcultura, BBC, N° 36, Ed. Andes, Btá., 1978, 709 pp.
(11) Respecto al tema del inmigrante, el chivo expiatorio actual de los regímenes totalitarios, se recomienda el filme El otro lado de la esperanza (2017), del cineasta finlandés Aki Kaurismäki.
(12) Allí, en el plano intelectual, destaca la figura de Carlos Montemayor y en el colectivo, el Movimiento Zapatista, que no tiene que ver con MZO, já, sino con Chiapas y la Selva Lacandona, lugar de acción del comandante Marcos. https://www.youtube.com/watch?v=YCdnpaNrad8
(13) Íbidem, Nota 2: MZO, 2010, 412 pp.: 294-295.
(14) Racismo como el que se vio entre los años 1963/66 y 1967/75 en EEUU tal como lo muestra este documental del sueco Göran Hugo Olsson sobre los Black Panthers. https://archive.org/details/11e471c6bc.480#
(15) Collo, Paolo y Sessi, Frediano. Diccionario de la tolerancia. Norma, Vitral, 2001, 402 pp.: 215 a 225.
(16) Howard Zinn define al racismo como “esa combinación de rango inferior y de pensamiento peyorativo que llamamos ‘racismo’.” La otra historia de EEUU, PDF 512 pp.: p. 20.
(17) http://elmolinoonline.com/el-respaldo-tacito-de-harvard-a-la-esclavitud-comentario-por-amy-goodman/
* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Editores, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución fue lanzado por UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión. E-mail: lucasmusar@yahoo.com