Chimamanda Ngozi Adichie: “Entendí que las personas como yo también pueden existir en la literatura”
A criterio de Chimamanda Ngozi Adichie, escritora nigeriana, el problema detrás de la única historia recae en los estereotipos, y no porque estos no sean ciertos, sino porque son ideas incompletas que despojan a las personas de su dignidad. De ahí que la autora enfatice en la necesidad de que todas las historias se reconozcan y se escuchen.
María José Noriega Ramírez
Chimamanda Ngozi Adichie, escritora nigeriana, afirma que el problema que hay en que se conozca una única versión de la historia es que se despoja al otro de su dignidad. En esa medida, se dificulta su reconocimiento como igual. Sin embargo, explorar otras narrativas, conocer distintas voces, así como escribir historias propias, y entender que todas ellas son importantes, son formas de empoderar y humanizar a las personas. El peligro de la única historia y Todos deberíamos ser feministas, conferencias TED que ella preside, tienen dos ideas centrales: las dinámicas sociales y las relaciones de poder tienden a crear relatos homogéneos basados en estereotipos de género, raza, nacionalidad, etc. En medio de ello, las personas se reducen a una única cosa, cuando en realidad son producto de varios factores. Entender que las ideas están en constante cambio, y que como consecuencia el mundo también lo está, abre la posibilidad de construir un entorno más justo y equitativo, pues todas las historias necesitan ser reconocidas y escuchadas. Por lo menos, ese es el mensaje que Chimamanda Ngozi Adichie deja a través de sus conferencias.
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Chimamanda Ngozi Adichie, escritora nigeriana, afirma que el problema que hay en que se conozca una única versión de la historia es que se despoja al otro de su dignidad. En esa medida, se dificulta su reconocimiento como igual. Sin embargo, explorar otras narrativas, conocer distintas voces, así como escribir historias propias, y entender que todas ellas son importantes, son formas de empoderar y humanizar a las personas. El peligro de la única historia y Todos deberíamos ser feministas, conferencias TED que ella preside, tienen dos ideas centrales: las dinámicas sociales y las relaciones de poder tienden a crear relatos homogéneos basados en estereotipos de género, raza, nacionalidad, etc. En medio de ello, las personas se reducen a una única cosa, cuando en realidad son producto de varios factores. Entender que las ideas están en constante cambio, y que como consecuencia el mundo también lo está, abre la posibilidad de construir un entorno más justo y equitativo, pues todas las historias necesitan ser reconocidas y escuchadas. Por lo menos, ese es el mensaje que Chimamanda Ngozi Adichie deja a través de sus conferencias.
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Adichie comenzó a leer a los cuatro años y empezó a escribir a los siete. “Yo soy una lectora y una escritora joven. Leí libros infantiles británicos y americanos. Cuando empecé a escribir, mis historias eran iguales a las que leía: todos mis personajes eran blancos y tenían ojos claros, jugaban en la nieve, comían manzanas y hablaban mucho sobre el clima. Esto, a pesar de que nací en Nigeria y allí no tenemos nieve, comemos mangos y no hablamos sobre el clima, pues no hay necesidad”, afirma en El peligro de la única historia. En frente del público TED, y siendo escritora de profesión, Adichie se refiere al estado de vulnerabilidad que trae consigo enfrentarse a una historia, sobre todo cuando se es niño. Como los libros que ella leía de niña tenían personajes extranjeros, estaba convencida de que los suyos también debían serlos. “Yo tenía la certeza de que los libros, por naturaleza, debían tener ese componente y debían tener una trama con la cual no me identificaba”. Conocer literatura africana, la cual no ha tenido la misma facilidad de acceso ni la misma divulgación que la literatura occidental, la ayudó a romper con dichos pensamientos. Escritoras como Chinua Achebe y Camara Laye le hicieron cuestionar sus concepciones literarias. “Entendí que las personas como yo, niñas que tienen la piel color chocolate y el pelo que no se puede agarrar con colas de caballo, también pueden existir en la literatura”.
A su parecer, el problema detrás de la única historia recae en los estereotipos, y no porque estos no sean ciertos, sino porque son ideas incompletas que despojan a las personas de su dignidad. “La única historia hace que nuestro reconocimiento como iguales sea difícil, pues enfatiza en cómo somos diferentes, en lugar de en cómo somos similares”. La cuestión de fondo es que estos discursos se reproducen y difunden con facilidad, y las personas no son conscientes en qué momento y por qué las asimilan.
Adichie comparte en El peligro de la única historia dos experiencias propias: una en la que es la persona juzgada por los estereotipos que la rodean y otra en la que es el sujeto que carga con los estereotipos sobre otros. “Mi compañera de cuarto americana se impresionó conmigo. Ella me preguntó dónde aprendí a hablar inglés así de bien y se sorprendió al saber que Nigeria tiene el inglés como idioma oficial. Ella me preguntó si podía escuchar lo que denominó como ‘mi música tribal’ y se decepcionó mucho cuando reproduje mi CD de Mariah Carey. Además, asumió que yo no sabía cómo manejar una estufa. Lo que me impresionó es que sintió lástima por mí incluso antes de conocerme, pues ella tenía una única historia sobre África: una de catástrofes”. Sin embargo, Adichie, tiempo después, empezó a entender por qué su compañera pensaba así: “si no hubiera crecido en Nigeria, y si todo lo que supiera de África viniera de imágenes populares, yo también pensaría que es un lugar con hermosos paisajes y animales, donde viven personas incomprensibles que pelean guerras sin sentido, mueren de pobreza y sida, no son capaces de hablar por ellas mismas y están esperando ser salvadas por un extranjero blanco”. Según narra en su charla, esta concepción sobre el continente africano viene de la literatura occidental. Sin embargo, Adichie también reconoce, con vergüenza, haber juzgado a los mexicanos según el estereotipo de migrantes que los rodea, pues se dejó llevar por el discurso mediático que se ha construido alrededor de ellos.
Detrás del por qué hay unas historias que se difunden más, se leen más y se escuchan más está el poder. Nkali, una palabra en igbo, es un sustantivo que traduce “ser más grande que otro”. Adichie afirma: “Como nuestros mundos políticos y económicos, las historias también están definidas por el principio de nkali: cómo se cuentan, quién las narra, cuándo son pronunciadas, cuántas se cuentan, son factores que dependen del poder. Así, en palabras propias, “el poder es la habilidad no solo de contar la historia de otra persona, sino de hacer de esta la historia definitiva de ella”.
Todas las historias importan, y es necesario tener múltiples narraciones, pues es a partir de ellas que se puede reparar la dignidad rota de las personas. Por ejemplo, en la charla Todos deberíamos ser feministas, Adichie sugiere hacer un cambio en la forma en la que se educa a los niños y a las niñas. A su criterio, se deben abandonar las narrativas que forman a los niños como sujetos que no deben mostrarse vulnerables, así como aquellos discursos que hacen que las niñas crezcan con temores e inseguridades alrededor de la posibilidad de tener aspiraciones y sueños. Romper con estas posturas ayudaría a la construcción de un mundo más justo, pues si bien Adichie considera que son las mismas dinámicas sociales las que profundizan en las diferencias, la escritora tiene la esperanza de que la evolución de las ideas de traduzca en una transformación a favor de la humanidad.