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                                                                                                                                “Cien años de soledad”, el artefacto de imaginar

                                                                                                                                El cofundador del diario “El País” de España y sus impresiones de la novela “desde el silencio”.

                                                                                                                                Juan Cruz* / Especial para El Espectador

                                                                                                                                García Márquez cuando la fama de “Cien años de soledad” crecía. / Archivo del Harry Ransom Center - Universidad de Texas
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ese artefacto hacía que entraras ya risueño en la atmósfera del autor de Cien años de soledad. El resto ya podía ser silencio, pero no silencio incómodo. García Márquez era entonces ya de pocas palabras; tan pocas que sus amigos de Barcelona, con los que se iba de fiesta, tardaron más que los lectores primeros de su novela más famosa cuando ésta ya estaba en las estanterías y en el asombro de casi todo el mundo.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                El resto vino del silencio (como viene el tiempo) de la escritura. Fue milagrosa, claro, la mano paciente de Mercedes Barcha, el aprendizaje del periodismo, lo que escuchó hablar en Barranquilla, el Pedro Páramo que le arrojó Mutis para que aprendiera. Pero si no hubiera habido el silencio ese que se condensó en la miseria de la pareja, probablemente ese artefacto de su memoria, junto con el artefacto de su imaginación, la mente poderosa del fabulador no se hubiera puesto nunca en marcha.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                García Márquez cuando la fama de “Cien años de soledad” crecía. / Archivo del Harry Ransom Center - Universidad de Texas
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Ese artefacto hacía que entraras ya risueño en la atmósfera del autor de Cien años de soledad. El resto ya podía ser silencio, pero no silencio incómodo. García Márquez era entonces ya de pocas palabras; tan pocas que sus amigos de Barcelona, con los que se iba de fiesta, tardaron más que los lectores primeros de su novela más famosa cuando ésta ya estaba en las estanterías y en el asombro de casi todo el mundo.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                El resto vino del silencio (como viene el tiempo) de la escritura. Fue milagrosa, claro, la mano paciente de Mercedes Barcha, el aprendizaje del periodismo, lo que escuchó hablar en Barranquilla, el Pedro Páramo que le arrojó Mutis para que aprendiera. Pero si no hubiera habido el silencio ese que se condensó en la miseria de la pareja, probablemente ese artefacto de su memoria, junto con el artefacto de su imaginación, la mente poderosa del fabulador no se hubiera puesto nunca en marcha.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Por Juan Cruz* / Especial para El Espectador

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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