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                                                                                                                                Cinco poemas para recordar la obra de Álvaro Mutis (Extractos literarios)

                                                                                                                                El 25 de agosto de este año se cumplen 100 años del nacimiento de Álvaro Mutis, escritor y poeta colombiano. Recordamos su obra con cinco de sus poemas.

                                                                                                                                Álvaro Mutis

                                                                                                                                Álvaro Mutis compaginó la literatura con el periodismo e inició la columna "Bitácora del reaccionario", además de colaborar con Octavio Paz.
                                                                                                                                Foto: AFP - JORGE UZON
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Su primera novela, La mansión de Araucaima, la publicó en 1973, y fue llevada al cine por el director caleño Carlos Mayolo. Más tarde presentó en España su poesía Summa de Maqroll del gaviero. Un año después obtuvo el Premio Nacional de Letras de Colombia, siendo este un gran reconocimiento para su obra.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En 1983 ganó el Premio Nacional de Poesía de Colombia y tres años después el Premio Médicis a la mejor novela extranjera en Francia por La nieve del almirante. En 1988 la Universidad del Valle lo nombró Doctor Honoris Causa en Letras en 1988, así como la Universidad de Antioquia.

                                                                                                                                En 1997 se le otorgó el premio Príncipe de Asturias de las Letras y ganó la VI edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, pero fue en 2001 cuando fue galardonado con el Premio Cervantes por su aporte a la literatura en lengua española. Dos años después recibió la Legión de Honor en grado de oficial, la mayor distinción que otorga el gobierno francés.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: Se presentó “La explosión controlada”, libro de Alejandro Gaviria

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                                                                                                                                Nocturno

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La fiebre atrae el canto de un pájaro andrógino

                                                                                                                                y abre caminos a un placer insaciable

                                                                                                                                que se ramifica y cruza el cuerpo de la tierra.

                                                                                                                                ¡Oh el infructuoso navegar alrededor de las islas

                                                                                                                                donde las mujeres ofrecen al viajero

                                                                                                                                la fresca balanza de sus senos

                                                                                                                                y una extensión de terror en las caderas!

                                                                                                                                La piel pálida y tersa del día

                                                                                                                                cae como la cáscara de un fruto infame.

                                                                                                                                La fiebre atrae el canto de los resumideros

                                                                                                                                donde el agua atropella los desperdicios.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Foto: EFE - Jorge Núñez

                                                                                                                                Giran, giran

                                                                                                                                Giran, giran,

                                                                                                                                los halcones

                                                                                                                                y en el vasto cielo

                                                                                                                                al aire de sus alas dan altura.

                                                                                                                                Alzas el rostro,

                                                                                                                                sigues su vuelo

                                                                                                                                y en tu cuello

                                                                                                                                nace un azul delta sin salida.

                                                                                                                                ¡Ay, lejana! Ausente siempre.

                                                                                                                                Gira, halcón, gira;

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                durará este sueño en otra vida.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: La influencia de África en la obra de Picasso

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Como lengua que lame la sal de los dormidos,

                                                                                                                                el aire que sube de las minas,

                                                                                                                                como tren en la noche de los páramos.

                                                                                                                                De su opaco trabajo nos nutrimos

                                                                                                                                como pan de cristiano o rancia carne

                                                                                                                                que enjuta la fiebre de los guetos

                                                                                                                                a la sombra del tiempo, amiga mía,

                                                                                                                                un agua mansa de acequia me devuelve

                                                                                                                                lo que guardo de ti para ayudarme

                                                                                                                                a llegar hasta el fin de cada día.

                                                                                                                                Cada poema

                                                                                                                                Cada poema un pájaro que huye

                                                                                                                                del sitio señalado por la plaga.

                                                                                                                                Cada poema un traje de la muerte

                                                                                                                                por las calles y plazas inundadas

                                                                                                                                en la cera letal de los vencidos.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Cada poema un paso hacia la muerte,

                                                                                                                                una falsa moneda de rescate,

                                                                                                                                un tiro al blanco en medio de la noche

                                                                                                                                horadando los puentes sobre el río,

                                                                                                                                cuyas dormidas aguas viajan

                                                                                                                                de la vieja ciudad hacia los campos

                                                                                                                                donde el día prepara sus hogueras.

                                                                                                                                Cada poema un tacto yerto

                                                                                                                                del que yace en la losa de las clínicas,

                                                                                                                                un ávido anzuelo que recorre

                                                                                                                                el limo blando de las sepulturas.

                                                                                                                                Cada poema un lento naufragio del deseo,

                                                                                                                                un crujir de los mástiles y jarcias

                                                                                                                                que sostienen el peso de la vida.

                                                                                                                                Cada poema un estruendo de lienzos que derrumban

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                sobre el rugir helado de las aguas

                                                                                                                                el albo aparejo del velamen.

                                                                                                                                Cada poema invadiendo y desgarrándola amarga telaraña del hastío.

                                                                                                                                Cada poema nace de un ciego centinela

                                                                                                                                que grita al hondo hueco de la noche

                                                                                                                                el santo y seña de su desventura.

                                                                                                                                Agua de sueño, fuente de ceniza,

                                                                                                                                piedra porosa de los mataderos,

                                                                                                                                madera en sombra de las siemprevivas,

                                                                                                                                metal que dobla por los condenados,

                                                                                                                                aceite funeral de doble filo,

                                                                                                                                cotidiano sudario del poeta,

                                                                                                                                cada poema esparce sobre el mundo

                                                                                                                                el agrio cereal de la agonía.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Le sugerimos una de las columnas del editor de El Magazín Cultural de El Espectador: Volver

                                                                                                                                Sonata

                                                                                                                                Otra vez el tiempo te ha traído

                                                                                                                                al cerco de mis sueños funerales.

                                                                                                                                Tu piel, cierta humedad salina,

                                                                                                                                tus ojos asombrados de otros días,

                                                                                                                                con tu voz han venido, con tu pelo.

                                                                                                                                El tiempo, muchacha, que trabaja

                                                                                                                                como loba que entierra a sus cachorros

                                                                                                                                como óxido en las armas de caza,

                                                                                                                                como alga en la quilla del navío,

                                                                                                                                como lengua que lame la sal de los dormidos,

                                                                                                                                como el aire que sube de las minas,

                                                                                                                                como tren en la noche de los páramos.

                                                                                                                                De su opaco trabajo nos nutrimos

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                como pan de cristiano o rancia carne

                                                                                                                                que enjuta la fiebre de los ghettos

                                                                                                                                a la sombra del tiempo, amiga mía,

                                                                                                                                un agua mansa de acequia me devuelve

                                                                                                                                lo que guardo de ti para ayudarme

                                                                                                                                a llegar hasta el fin de cada día.

                                                                                                                                Álvaro Mutis compaginó la literatura con el periodismo e inició la columna "Bitácora del reaccionario", además de colaborar con Octavio Paz.
                                                                                                                                Foto: AFP - JORGE UZON
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Su primera novela, La mansión de Araucaima, la publicó en 1973, y fue llevada al cine por el director caleño Carlos Mayolo. Más tarde presentó en España su poesía Summa de Maqroll del gaviero. Un año después obtuvo el Premio Nacional de Letras de Colombia, siendo este un gran reconocimiento para su obra.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                En 1983 ganó el Premio Nacional de Poesía de Colombia y tres años después el Premio Médicis a la mejor novela extranjera en Francia por La nieve del almirante. En 1988 la Universidad del Valle lo nombró Doctor Honoris Causa en Letras en 1988, así como la Universidad de Antioquia.

                                                                                                                                En 1997 se le otorgó el premio Príncipe de Asturias de las Letras y ganó la VI edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, pero fue en 2001 cuando fue galardonado con el Premio Cervantes por su aporte a la literatura en lengua española. Dos años después recibió la Legión de Honor en grado de oficial, la mayor distinción que otorga el gobierno francés.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: Se presentó “La explosión controlada”, libro de Alejandro Gaviria

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                                                                                                                                Nocturno

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La fiebre atrae el canto de un pájaro andrógino

                                                                                                                                y abre caminos a un placer insaciable

                                                                                                                                que se ramifica y cruza el cuerpo de la tierra.

                                                                                                                                ¡Oh el infructuoso navegar alrededor de las islas

                                                                                                                                donde las mujeres ofrecen al viajero

                                                                                                                                la fresca balanza de sus senos

                                                                                                                                y una extensión de terror en las caderas!

                                                                                                                                La piel pálida y tersa del día

                                                                                                                                cae como la cáscara de un fruto infame.

                                                                                                                                La fiebre atrae el canto de los resumideros

                                                                                                                                donde el agua atropella los desperdicios.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Foto: EFE - Jorge Núñez

                                                                                                                                Giran, giran

                                                                                                                                Giran, giran,

                                                                                                                                los halcones

                                                                                                                                y en el vasto cielo

                                                                                                                                al aire de sus alas dan altura.

                                                                                                                                Alzas el rostro,

                                                                                                                                sigues su vuelo

                                                                                                                                y en tu cuello

                                                                                                                                nace un azul delta sin salida.

                                                                                                                                ¡Ay, lejana! Ausente siempre.

                                                                                                                                Gira, halcón, gira;

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                durará este sueño en otra vida.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: La influencia de África en la obra de Picasso

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Como lengua que lame la sal de los dormidos,

                                                                                                                                el aire que sube de las minas,

                                                                                                                                como tren en la noche de los páramos.

                                                                                                                                De su opaco trabajo nos nutrimos

                                                                                                                                como pan de cristiano o rancia carne

                                                                                                                                que enjuta la fiebre de los guetos

                                                                                                                                a la sombra del tiempo, amiga mía,

                                                                                                                                un agua mansa de acequia me devuelve

                                                                                                                                lo que guardo de ti para ayudarme

                                                                                                                                a llegar hasta el fin de cada día.

                                                                                                                                Cada poema

                                                                                                                                Cada poema un pájaro que huye

                                                                                                                                del sitio señalado por la plaga.

                                                                                                                                Cada poema un traje de la muerte

                                                                                                                                por las calles y plazas inundadas

                                                                                                                                en la cera letal de los vencidos.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Cada poema un paso hacia la muerte,

                                                                                                                                una falsa moneda de rescate,

                                                                                                                                un tiro al blanco en medio de la noche

                                                                                                                                horadando los puentes sobre el río,

                                                                                                                                cuyas dormidas aguas viajan

                                                                                                                                de la vieja ciudad hacia los campos

                                                                                                                                donde el día prepara sus hogueras.

                                                                                                                                Cada poema un tacto yerto

                                                                                                                                del que yace en la losa de las clínicas,

                                                                                                                                un ávido anzuelo que recorre

                                                                                                                                el limo blando de las sepulturas.

                                                                                                                                Cada poema un lento naufragio del deseo,

                                                                                                                                un crujir de los mástiles y jarcias

                                                                                                                                que sostienen el peso de la vida.

                                                                                                                                Cada poema un estruendo de lienzos que derrumban

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                sobre el rugir helado de las aguas

                                                                                                                                el albo aparejo del velamen.

                                                                                                                                Cada poema invadiendo y desgarrándola amarga telaraña del hastío.

                                                                                                                                Cada poema nace de un ciego centinela

                                                                                                                                que grita al hondo hueco de la noche

                                                                                                                                el santo y seña de su desventura.

                                                                                                                                Agua de sueño, fuente de ceniza,

                                                                                                                                piedra porosa de los mataderos,

                                                                                                                                madera en sombra de las siemprevivas,

                                                                                                                                metal que dobla por los condenados,

                                                                                                                                aceite funeral de doble filo,

                                                                                                                                cotidiano sudario del poeta,

                                                                                                                                cada poema esparce sobre el mundo

                                                                                                                                el agrio cereal de la agonía.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Le sugerimos una de las columnas del editor de El Magazín Cultural de El Espectador: Volver

                                                                                                                                Sonata

                                                                                                                                Otra vez el tiempo te ha traído

                                                                                                                                al cerco de mis sueños funerales.

                                                                                                                                Tu piel, cierta humedad salina,

                                                                                                                                tus ojos asombrados de otros días,

                                                                                                                                con tu voz han venido, con tu pelo.

                                                                                                                                El tiempo, muchacha, que trabaja

                                                                                                                                como loba que entierra a sus cachorros

                                                                                                                                como óxido en las armas de caza,

                                                                                                                                como alga en la quilla del navío,

                                                                                                                                como lengua que lame la sal de los dormidos,

                                                                                                                                como el aire que sube de las minas,

                                                                                                                                como tren en la noche de los páramos.

                                                                                                                                De su opaco trabajo nos nutrimos

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                como pan de cristiano o rancia carne

                                                                                                                                que enjuta la fiebre de los ghettos

                                                                                                                                a la sombra del tiempo, amiga mía,

                                                                                                                                un agua mansa de acequia me devuelve

                                                                                                                                lo que guardo de ti para ayudarme

                                                                                                                                a llegar hasta el fin de cada día.

                                                                                                                                Por Álvaro Mutis

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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