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El pasado 8 de julio, Manuel Drezner, en una de sus notas culturales para este periódico, escribió sobre la ausencia de memoria y conmemoraciones de una fecha importante como los 50 años del fallecimiento del maestro Guillermo Uribe Holguín. El 27 de julio, Camilo Vaughan, en “Cartas de los lectores” de El Espectador, reconoció el valor de la única nota sobre esta efeméride y cuestionó una apreciación musical que se hizo en la misma. Las dos notas son importantes, pero sigue pendiente reconocer y destacar a este músico como una figura definitiva en el quehacer y desarrollo musical de Colombia en el siglo XX.
Guillermo Uribe Holguín fue un destacado violinista, compositor, director de orquesta, académico, gestor y crítico cultural, así como gran polemista; el desarrollo musical en Colombia es impensable sin su aporte. Por su libro Vida de un músico colombiano, se sabe que en 1891 ingresó a la Academia Nacional de Música, donde estudió violín con Ricardo Figueroa y armonía con Santos Cifuentes y Augusto Azzali. Y que a los 14 años ya era “violinista, profesor de una clase, además de caballo de batalla como solista en conciertos y audiciones, armonista y contrapuntista”.
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Su primera polémica se suscitó al terminar sus estudios, pues decidió no optar al título, tal como exigía la Academia. Se dedicó, entonces, a tocar música de cámara y a hacer presentaciones en funciones informales y de caridad hasta que viajó a Nueva York en 1903, donde tocó en un conjunto y confesó: “Componía música de negocio, como valses, twosteps, marchas y canciones de cabaret, llegando a cometer el pecado de confeccionar una transcripción para banjo de la obertura de Tanhauser”.
Regresó a Colombia en 1905, lideró la reapertura de la Academia Nacional de Música y promovió al pianista Honorio Alarcón como su director. Una polémica con el profesorado, llevó a la renuncia de algunos profesores y de Santos Cifuentes. Asumió las clases de Cifuentes, su maestro, impulsó la creación de una orquesta y la realización de un concierto con miras a obtener respaldo público para la institución; el evento se llevó a cabo el 6 de diciembre en el Teatro Colón con gran reconocimiento. Logró que el Presidente Rafael Reyes lo apoyara para continuar sus estudios en Francia.
En París se presentó a la Schola Cantorum, dirigida por Vincent D’Indy y tocó la primera Sonata para violín solo de Bach. Mostró su obra Victimae Pascalli para solo, coro y orquesta y lo admitieron para estudiar violín y composición con D ́Indy; fue amigo de Manuel de Falla y compañero de Joaquín Turina y Erik Satie.
Durante su estudio con D’Indy escribió numerosas piezas, que culminaron con la Sonata para violín y piano. Elogiada por su maestro y comentada en los medios franceses con éxito, la obra la editó Alphonse Léduc. No dejó París sin haberse “ensayado como polemista”. Una nota suya en el Mercure de France provocó una controversia con Emile Vuillermoz que le dió “un nombre en el mundo musical”.
En junio de 1910, ante una nueva amenaza de crisis y cierre de la Academia, Uribe Holguín regresó a Bogotá. Nombrado Director del Instituto Oficial de Música, lo transformó en el Conservatorio Nacional de Música. El 4 de diciembre, dirigió la renovada Orquesta del Conservatorio con la Sinfonía en sol menor de Mozart y el Allegro apassionato de Saint-Saëns, con Gregorio Silva como solista. En mayo de 1911 dirigió un programa con la obertura Efigenia en Aulide de Gluck, la Pavana de Fauré, la Sinfonía Inconclusa de Schubert, el Concerto grosso de Haendel y el Concierto para piano y orquesta de Grieg con su esposa Lucía Gutiérrez, como solista, quien además interpretó la Tocatta de Debussy y el Estudio de Chopin.
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Entre 1910-1935, Uribe Holguín dirigió la orquesta sinfónica, que tuvo una admirable actividad —en especial la presentación en vivo de 221 obras de 62 autores en esos 25 años— en Bogotá que en 1912 tenía 120.000 habitantes.
La enriquecedora polémica acerca de “la música nacional”, que se dio a partir de sus opiniones sobre la música popular y el folclor colombianos, expuestas en una conferencia de 1923, se mantiene viva hasta 1927, cuando Emilio Murillo y otros compositores lograron mostrar una significativa armonía entre lo popular y lo erudito.
Hacia 1930, el país, que ya había madurado musicalmente, se reforzó con el regreso de Antonio María Valencia (1902-1952), José Rozo Contreras (1894-1976) y Guillermo Espinoza (1905-1990), luego de culminar exitosamente sus estudios en el exterior.
Si bien antes de 1930, como violinista, Uribe Holguín había desarrollado una actividad regular de música de cámara con intérpretes locales e internacionales, con Antonio María Valencia como miembro del Consejo del Conservatorio y maestro de piano, desarrolló una actividad que hoy, 90 años después, no ha sido igualada. Son ejemplos, el concierto del 5 de mayo de 1930 en el Teatro Colón con los quintetos de Brahms y César Frank y su Cuarteto Op. 8; o la serie de recitales con sonatas para violín y piano y tríos de Beethoven, de la Sociedad de Música de Cámara, conformada por él, Antonio María Valencia, Leopoldo Carreño, José María Prado y Gregorio Silva.
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Uribe Holguín dirigió el Conservatorio hasta 1935, dejando una entidad organizada, con una importante biblioteca y 25 años de esfuerzo que lo mantuvieron como el principal centro académico musical del país.
A partir de su retiro del Conservatorio, Uribe Holguín se dedicó a la composición. En 1939 fue nombrado Director Honorario de la Orquesta Sinfónica Nacional y Profesor Honorario de la Universidad Nacional. En 1942 aceptó de nuevo la dirección del Conservatorio pero renunció a los pocos meses al no cumplirse su solicitud de retirar el Conservatorio de la Universidad Nacional. En 1952 viajó a Europa con el maestro Rozo Contreras, a contratar músicos para la nueva Orquesta Sinfónica de Colombia, y siguió componiendo hasta 1962, cuando escribió su última obra Doce canciones Op. 120. Murió el 26 de junio de 1971.
Como compositor, la profunda y extensa obra de Uribe Holguín en todos los géneros —cámara, sinfónico, instrumental, vocal e incluso operático— es incomparable en el país. Tomando como fuente el trabajo de Ellie Anne Duque: Guillermo Uribe Holguín y sus 300 trozos en el sentimiento popular (1980), un resumen de su producción orquestal incluye 11 sinfonías, 18 piezas sinfónicas, cinco conciertos para instrumento solista y orquesta, cinco piezas para voz sola, voz sola y coro con orquesta, y tres ballets. En obras de cámara, 10 cuartetos de cuerda, siete sonatas para violín y piano, dos quintetos para cuerdas y tres tríos. En obras corales, su famoso Réquiem, cinco obras religiosas y siete colecciones de canciones. Además de la monumental obra 300 Trozos en el sentimiento popular, se cuentan 47 obras para piano y la ópera Furatena. También escribió el libro Vida de un músico colombiano y el Curso de Armonía, además de numerosos artículos y notas de prensa.
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La Orquesta Sinfónica de Colombia, bajo la dirección de Olav Roots (1952-1974), presentó 24 obras orquestales de Uribe Holguín y el primer acto de la ópera Furatena. Dentro de las presentaciones de su música de cámara, cabe destacar el homenaje organizado por Carlos Barreiro en 1983, así como el proyecto adelantado por Hjalmar de Greiff, en los años 60 y 70, para grabar en la Radiodifusora Nacional los 300 Trozos en el sentimiento popular, iniciado por Pilar Leyva con los primeros 25. Salvo ejemplos muy puntuales, y desde la muerte de Olav Roots en 1974, de tan extensa obra nuestras orquestas no pasan de repetir los Tres ballets criollos o la Sinfonía del terruño, mientras su música de cámara sigue siendo casi desconocida por el público y ausente de las salas de concierto.
Resulta increíble que en esta conmemoración no tengamos nuevos estudios, publicaciones o conciertos sobre Guillermo Uribe Holguín. Las fuentes fundamentales siguen siendo Guillermo Rendón (1966), Ellie Anne Duque (1980), Jesús Duarte & Jaime Neira (2000) y Luis Fernando Restrepo (2005). El Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional, depositaria de lo que algún día fue el Centro de Documentación Musical, refuerzan la ignorancia musical, pues no parecen saber de este importante aniversario.
Las dos notas recientemente publicadas en este diario a las que hago referencia al comienzo, prueban que aún a los 50 años de fallecido, Uribe Holguín sigue causando polémica.
Se puede afirmar que el crecimiento y desarrollo musicales en Colombia durante el siglo XX tienen un cimiento indiscutible: el educador, gestor y compositor Guillermo Uribe Holguín.