El Festival de Artes Vivas, un sueño hecho realidad
El 14 de octubre el Festival Internacional de Artes Vivas llegará a su fin. Así, como se inició en las calles, bajará el telón en ese mismo lugar. La Plaza de Bolívar se llenará de música, danza y fantasía para la clausura.
Juan Pablo Murillo
Fabio Rubiano y Octavio Arbeláez tenían la convicción de que Bogotá necesitaba un escenario en el que el teatro volviera a ser protagonista. Aunque el Festival Iberoamericano hizo de esta ciudad “la capital mundial del teatro”, el fallecimiento de su creadora, Fanny Mikey, dejó un vacío que no se logró llenar.
Durante cuatro años, Rubiano y Arbeláez intentaron, por todos los medios, que su anhelo se hiciera realidad. Hablaron con cuantos funcionarios públicos pudieron y, aunque había interés, esto no se traducía en términos económicos, pues lo que ofrecían no era suficiente para hacer el festival que ambos imaginaban. “Marcela Valencia, fundadora del Teatro Petra, nos ayudó a hacer la llamada y conseguir cita con la alcaldesa Claudia López, quien no recibió muy bien a la secretaria de cultura y a la directora de Idartes. A ellas les encantó la idea, pero no había suficiente presupuesto. Hablamos con varios ministros de cultura, hasta que llegamos a Juan David Correa”, recordó Fabio Rubiano, director del Festival Internacional de Artes Vivas.
El actual ministro de las Culturas se comprometió a entregarles 4.000 millones de pesos, aunque no quedó nada sobre el papel, ni firmado. Para Rubiano, como artista, la palabra tiene mucho valor y por eso decidió confiar. Tras reunirse con Correa, decidieron acercarse a las entidades del Distrito para que la ciudad les sirviera como el lugar para recibir las artes vivas; la respuesta fue positiva: la Alcaldía aportó 4.000 millones y la Cámara de Comercio de Bogotá dio 1.300 millones. Así se inició el trabajo para materializar lo que un día fue un sueño y revitalizar ese espacio de Bogotá que se marchitó con el paso de los años. Sin embargo, el dramaturgo dice que esto no se trata de una exhumación del Iberoamericano, sino de un nacimiento de un festival que, si bien reconoce y honra ese pasado, viene con nuevas virtudes e intenciones.
El 4 de octubre se inició la primera edición del Festival Internacional de Artes Vivas (FIAV). Desde entonces, las tablas, el pavimento y hasta el cielo se convirtieron en el escenario de una apuesta que nació con la intención de democratizar el arte y llevarlo a rincones de la ciudad que quizás solo se concebían, en la cotidianidad, como un lugar más para transitar en Bogotá.
La inauguración del evento fue sobre los cielos. El FIAV abrió el telón de su programación en la Plaza de Bolívar con un circo de calle de la mano de la compañía belga Theater Tol. La plaza se fue llenando de cientos de espectadores que se sentaron en el suelo frente al escenario principal, y trajeron mantas, sillas, abrigos e incluso cena para disfrutar de la experiencia de los artistas belgas, quienes a las ocho de la noche arrancaron su espectáculo.
Dirigido por Charlotte Seuntjens, “Pedaleando al cielo” reunió lo mejor de las artes vivas de Bélgica y lo transportó a la capital colombiana, donde, entre color, música y luces, los espectadores no dejaron de mirar hacia arriba.
Rubiano grabó en su memoria ese día. Dijo que ahí validó su idea de que este era un espacio para todos y que cruzaría cualquier frontera. “Yo creo que una de las características de un festival es que se tome la ciudad, y no en un espacio cerrado, sino en espacios abiertos. Bogotá tiene la sensación de que todo se hace encerrado, debajo de las cobijas, en espacios cálidos. Y ese paradigma se rompe con la inauguración, donde hay 20 mil personas, o, como decía Fanny, un millón de personas en la plaza, gozando, disfrutando, teniendo esa emoción tan grande de relacionarse con el arte”, señaló.
En ese deseo de transportar las artes a lugares más allá de los recintos culturales, las calles se han convertido en un importante escenario: “Además de que sea gratis, una de las ventajas es que la gente empieza a darle otra connotación a los espacios urbanos: cuando llegas a la Plaza de Bolívar, ves además la plaza como monumento histórico, pero también como el lugar donde volaron ángeles, donde hubo gente pedaleando hacia el cielo. Y no solo la plaza, todas las calles adquieren otra connotación, se vuelven un símbolo de la ciudad y son un mecanismo de apropiación, más allá de lo urbanístico o lo histórico”.
Así, como se inició en las calles, el festival bajará el telón en ese mismo lugar.
Clausura del Festival Internacional de Artes Vivas
Siete tamborileros vuelan por los aires mientras una inmensa grúa los eleva hacia el cielo. Bajo sus pies, muñecas gigantes caminan al compás de la música. La danza, el ritmo acompasado de los tambores y la infancia que se revive a través de estos enormes seres, que parecen salidos de un cuento, estarán presentes durante el cierre del Festival Internacional de Artes Vivas de Bogotá, FIAV Bogotá, este lunes 14 de octubre, a las 8 de la noche.
La compañía francesa Transe Express presentará dos espectáculos: Muñecas gigantes y Mobile Homme. Tan solo la logística para traer sus enormes muñecas que cobran vida, tal como lo hacían las de la infancia, requirió un viaje en barco, una larga travesía por carretera y una enorme grúa que hará posible la clausura del festival. “Lo hacemos para hacer soñar a la gente, porque nos encanta, lo hacemos con el corazón. Y si lo hemos hecho desde hace tanto tiempo, es porque también hace soñar a las personas, tanto a pequeños como a grandes”, dijo Julien Ragaigne, jefe de tambores de la compañía.
Para sus creadores, “el mayor desafío es que haya mucho público, y si el público está presente, el espectáculo va a salir bien”. Esta obra conjunta, que es una muestra de la articulación entre la música, el teatro de calle y el teatro aéreo, está pensada para todos.
La compañía ha girado por países como Francia, China, Australia, Italia y Estados Unidos, y se ha dedicado a convertir las calles del mundo en escenarios itinerantes donde la imaginación cobra vida. “Lo bonito de poder hacerlo por todo el mundo es que es un espectáculo que no necesita necesariamente texto. Son las imágenes y el universo visual los que hablan en todos los idiomas. Es algo accesible para todos los públicos”.
Para la compañía XTRAX, que se encarga de organizar eventos con las mejores agrupaciones de calle del mundo y tiene sede en Manchester, Inglaterra, “Transe Express crea espectáculos mágicos e imaginativos a pequeña, mediana y gran escala en espacios no convencionales. Las producciones son aventuras únicas que transforman ciudades e invitan al público a escapar de su realidad”. Esa es justamente la invitación que se está haciendo a los bogotanos: dejarse llevar por la imaginación.
Con su presentación, la compañía francesa espera que el público recuerde su infancia. “Queremos que evoque recuerdos en las personas que lo ven. No intentamos transmitir un mensaje concreto, salvo el de compartir bellas imágenes y tratar de que esto toque el corazón de quienes lo presencian. Queremos que les hable a ellos”, dijo Ragaigne.
Las muñecas son tan grandes que para su montaje se tendrá que construir un hangar en la Plaza de Bolívar. Sus movimientos serán acompañados desde el cielo por soldados de plomo cuyos tambores marcarán el ritmo de la función. “La música no necesita que la gente hable inglés o español; la música es universal y, en particular, el tambor, la percusión es el ritmo. Es el origen de la música. Y luego, en la segunda obra que se presentará inmediatamente después (Mobile Homme), hay tamborileros que tocarán sus instrumentos mientras se balancean en el aire. La percusión se combinará con la música clásica, los aires de ópera y toda esta cultura que es universal”, dijo el artista.
Será una oportunidad única para poder ver estos dos espectáculos. Según Ragaigne, se deben realizar varios ensayos con los músicos, acróbatas y el operario de la grúa, quien debe conocer cada uno de los movimientos del móvil gigante, al estilo de los móviles del escultor estadounidense Alexander Calder. “Es necesario explicarle al operario de la grúa el espectáculo minuciosamente, los movimientos. Eso lo hacemos con nuestro jefe de escenario, que se encarga de dirigir al operador. Es crucial que la grúa telescópica esté bien, ya que es una parte importante para la presentación. Si no funciona, todo se complica”.
Fabio Rubiano y Octavio Arbeláez tenían la convicción de que Bogotá necesitaba un escenario en el que el teatro volviera a ser protagonista. Aunque el Festival Iberoamericano hizo de esta ciudad “la capital mundial del teatro”, el fallecimiento de su creadora, Fanny Mikey, dejó un vacío que no se logró llenar.
Durante cuatro años, Rubiano y Arbeláez intentaron, por todos los medios, que su anhelo se hiciera realidad. Hablaron con cuantos funcionarios públicos pudieron y, aunque había interés, esto no se traducía en términos económicos, pues lo que ofrecían no era suficiente para hacer el festival que ambos imaginaban. “Marcela Valencia, fundadora del Teatro Petra, nos ayudó a hacer la llamada y conseguir cita con la alcaldesa Claudia López, quien no recibió muy bien a la secretaria de cultura y a la directora de Idartes. A ellas les encantó la idea, pero no había suficiente presupuesto. Hablamos con varios ministros de cultura, hasta que llegamos a Juan David Correa”, recordó Fabio Rubiano, director del Festival Internacional de Artes Vivas.
El actual ministro de las Culturas se comprometió a entregarles 4.000 millones de pesos, aunque no quedó nada sobre el papel, ni firmado. Para Rubiano, como artista, la palabra tiene mucho valor y por eso decidió confiar. Tras reunirse con Correa, decidieron acercarse a las entidades del Distrito para que la ciudad les sirviera como el lugar para recibir las artes vivas; la respuesta fue positiva: la Alcaldía aportó 4.000 millones y la Cámara de Comercio de Bogotá dio 1.300 millones. Así se inició el trabajo para materializar lo que un día fue un sueño y revitalizar ese espacio de Bogotá que se marchitó con el paso de los años. Sin embargo, el dramaturgo dice que esto no se trata de una exhumación del Iberoamericano, sino de un nacimiento de un festival que, si bien reconoce y honra ese pasado, viene con nuevas virtudes e intenciones.
El 4 de octubre se inició la primera edición del Festival Internacional de Artes Vivas (FIAV). Desde entonces, las tablas, el pavimento y hasta el cielo se convirtieron en el escenario de una apuesta que nació con la intención de democratizar el arte y llevarlo a rincones de la ciudad que quizás solo se concebían, en la cotidianidad, como un lugar más para transitar en Bogotá.
La inauguración del evento fue sobre los cielos. El FIAV abrió el telón de su programación en la Plaza de Bolívar con un circo de calle de la mano de la compañía belga Theater Tol. La plaza se fue llenando de cientos de espectadores que se sentaron en el suelo frente al escenario principal, y trajeron mantas, sillas, abrigos e incluso cena para disfrutar de la experiencia de los artistas belgas, quienes a las ocho de la noche arrancaron su espectáculo.
Dirigido por Charlotte Seuntjens, “Pedaleando al cielo” reunió lo mejor de las artes vivas de Bélgica y lo transportó a la capital colombiana, donde, entre color, música y luces, los espectadores no dejaron de mirar hacia arriba.
Rubiano grabó en su memoria ese día. Dijo que ahí validó su idea de que este era un espacio para todos y que cruzaría cualquier frontera. “Yo creo que una de las características de un festival es que se tome la ciudad, y no en un espacio cerrado, sino en espacios abiertos. Bogotá tiene la sensación de que todo se hace encerrado, debajo de las cobijas, en espacios cálidos. Y ese paradigma se rompe con la inauguración, donde hay 20 mil personas, o, como decía Fanny, un millón de personas en la plaza, gozando, disfrutando, teniendo esa emoción tan grande de relacionarse con el arte”, señaló.
En ese deseo de transportar las artes a lugares más allá de los recintos culturales, las calles se han convertido en un importante escenario: “Además de que sea gratis, una de las ventajas es que la gente empieza a darle otra connotación a los espacios urbanos: cuando llegas a la Plaza de Bolívar, ves además la plaza como monumento histórico, pero también como el lugar donde volaron ángeles, donde hubo gente pedaleando hacia el cielo. Y no solo la plaza, todas las calles adquieren otra connotación, se vuelven un símbolo de la ciudad y son un mecanismo de apropiación, más allá de lo urbanístico o lo histórico”.
Así, como se inició en las calles, el festival bajará el telón en ese mismo lugar.
Clausura del Festival Internacional de Artes Vivas
Siete tamborileros vuelan por los aires mientras una inmensa grúa los eleva hacia el cielo. Bajo sus pies, muñecas gigantes caminan al compás de la música. La danza, el ritmo acompasado de los tambores y la infancia que se revive a través de estos enormes seres, que parecen salidos de un cuento, estarán presentes durante el cierre del Festival Internacional de Artes Vivas de Bogotá, FIAV Bogotá, este lunes 14 de octubre, a las 8 de la noche.
La compañía francesa Transe Express presentará dos espectáculos: Muñecas gigantes y Mobile Homme. Tan solo la logística para traer sus enormes muñecas que cobran vida, tal como lo hacían las de la infancia, requirió un viaje en barco, una larga travesía por carretera y una enorme grúa que hará posible la clausura del festival. “Lo hacemos para hacer soñar a la gente, porque nos encanta, lo hacemos con el corazón. Y si lo hemos hecho desde hace tanto tiempo, es porque también hace soñar a las personas, tanto a pequeños como a grandes”, dijo Julien Ragaigne, jefe de tambores de la compañía.
Para sus creadores, “el mayor desafío es que haya mucho público, y si el público está presente, el espectáculo va a salir bien”. Esta obra conjunta, que es una muestra de la articulación entre la música, el teatro de calle y el teatro aéreo, está pensada para todos.
La compañía ha girado por países como Francia, China, Australia, Italia y Estados Unidos, y se ha dedicado a convertir las calles del mundo en escenarios itinerantes donde la imaginación cobra vida. “Lo bonito de poder hacerlo por todo el mundo es que es un espectáculo que no necesita necesariamente texto. Son las imágenes y el universo visual los que hablan en todos los idiomas. Es algo accesible para todos los públicos”.
Para la compañía XTRAX, que se encarga de organizar eventos con las mejores agrupaciones de calle del mundo y tiene sede en Manchester, Inglaterra, “Transe Express crea espectáculos mágicos e imaginativos a pequeña, mediana y gran escala en espacios no convencionales. Las producciones son aventuras únicas que transforman ciudades e invitan al público a escapar de su realidad”. Esa es justamente la invitación que se está haciendo a los bogotanos: dejarse llevar por la imaginación.
Con su presentación, la compañía francesa espera que el público recuerde su infancia. “Queremos que evoque recuerdos en las personas que lo ven. No intentamos transmitir un mensaje concreto, salvo el de compartir bellas imágenes y tratar de que esto toque el corazón de quienes lo presencian. Queremos que les hable a ellos”, dijo Ragaigne.
Las muñecas son tan grandes que para su montaje se tendrá que construir un hangar en la Plaza de Bolívar. Sus movimientos serán acompañados desde el cielo por soldados de plomo cuyos tambores marcarán el ritmo de la función. “La música no necesita que la gente hable inglés o español; la música es universal y, en particular, el tambor, la percusión es el ritmo. Es el origen de la música. Y luego, en la segunda obra que se presentará inmediatamente después (Mobile Homme), hay tamborileros que tocarán sus instrumentos mientras se balancean en el aire. La percusión se combinará con la música clásica, los aires de ópera y toda esta cultura que es universal”, dijo el artista.
Será una oportunidad única para poder ver estos dos espectáculos. Según Ragaigne, se deben realizar varios ensayos con los músicos, acróbatas y el operario de la grúa, quien debe conocer cada uno de los movimientos del móvil gigante, al estilo de los móviles del escultor estadounidense Alexander Calder. “Es necesario explicarle al operario de la grúa el espectáculo minuciosamente, los movimientos. Eso lo hacemos con nuestro jefe de escenario, que se encarga de dirigir al operador. Es crucial que la grúa telescópica esté bien, ya que es una parte importante para la presentación. Si no funciona, todo se complica”.