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El escritor sudafricano John Maxwell Coetzee, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2003, recibió título de Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad de Murcia, en España, que reconoció su trayectoria y su contribución a las letras con una obra que trasciende los límites tradicionales de los géneros literarios, según defendió su padrino en la ceremonia, el profesor José Carlos Miralles Maldonado, catedrático de Filología Clásica.
Durante el recibimiento del título, que tuvo lugar este lunes 17 de junio, Coetzee aseguró que a pesar de haber creado toda su obra en inglés, se siente “cada vez más distanciado de esa lengua y de la cultura que representa”.
El autor reflexionó sobre la posibilidad de que un libro y su traducción puedan ser equiparables, sin distinguir el original del traducido. Asimismo, se refirió sobre el papel que juegan las lenguas en el desarrollo de la persona y destacó cómo en el continente africano “la lengua de la educación, los negocios y el gobierno es, por lo general, un idioma heredado de un antiguo colonizador, normalmente el inglés o el francés”, que difiere de la lengua materna.
Él mismo experimentó esa realidad en su propia familia, donde en casa se hablaba el neerlandés y el alemán, que eran las lenguas maternas de sus abuelos, y el inglés “en el mercado”. Aunque domina ese idioma, del que ha sido profesor y en el que ha escrito toda su obra literaria, afirmó que cada vez siente más que sus libros “no pertenecen” a la lengua inglesa ni a su cultura, como tampoco pertenecen, por ejemplo, a la lengua ni a la cultura francesa, idioma al que también se han traducido sus libros.
“A medida que envejezco, me encuentro cada vez más distanciado del inglés y de la cultura que representa”, insistió, y se preguntó si es cierto que “toda escritura tiene que pertenecer a algún lugar”.
Para contestar a esa cuestión, el autor de En medio de ninguna parte, Desgracia o Elisabet Costello, entre otras, relató cómo hizo un experimento junto a la traductora que habitualmente lleva su obra al español, Mariana Dimópulos, cuando publicó su novela corta The Pole. Entre ambos, revisaron tanto el original como la traducción para tratar de borrar “todas las huellas de pensamiento específicamente inglés, de modo que al final no pudiéramos detectar cuál era el texto original y cuál la traducción”.
El experimento, aseguró, “fracasó”, puesto que el resto de traducciones se hicieron a partir de la obra en inglés y The Pole, como el resto de sus novelas, siempre se consideró escrita en esa lengua originalmente, pero Coetzee valoró que, a nivel conceptual, ese experimento dio lugar a reflexionar sobre si es posible que la traducción de un libro pueda llegar a ser mejor que la obra original.