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¿Cómo fue el inicio del programa del crédito beca de Colfuturo?
En 1991, Colfuturo escogió su primer grupo de estudiantes colombianos. Yo fui parte de esa selección de 46 personas y era en medio de lo que se llamaba en su momento la apertura económica de Colombia, que era la conexión del país con el mundo. Colfuturo era un eje de conexión y formación.
¿Cómo se ha fortalecido ese puente con el resto del mundo?
Hablé de 46 admitidos en 1991. El año pasado escogimos a 1.859 personas por US$77 millones de apoyo que ofrecimos; multiplicándolo, son 40 veces más beneficiarios que cuando se inició el programa.
¿Qué elementos buscan potenciar?
Es un proceso competitivo. Entre el grupo de personas que se presentan a las convocatorias anuales, que este año pienso que serán casi 4.500 candidatos, escogemos a los profesionales más fuertes, con los mejores resultados en su pregrado. El segundo criterio es que van a los mejores programas del mundo en todas las áreas de estudio. Esa es la combinación que define quién es seleccionado y quién no. La transparencia es fundamental para nosotros y, en ese sentido, publicamos el acta de selección, donde se puede ver la forma en la que se organizaron los listados con esos criterios.
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¿Cómo ven el hecho de que haya estudiantes que se radican fuera del país?
Para un programa de la escala de Colfuturo, es natural que haya un grupo de personas que se quedan por fuera porque se enamoran, se casan, tienen ofertas laborales muy importantes, etc. Nuestra estadística, sin embargo, muestra que cerca del 70 % regresa. Quienes no lo hacen, deben retribuir o devolver la totalidad del dinero que recibieron, que puede llegar a ser hasta US$50.000. Quienes regresan tienen los beneficios de la beca, dependiendo de las decisiones que vayan tomando. Tener un programa que garantice el regreso de la totalidad de las personas es imposible. Nuestro programa es flexible y la experiencia ha mostrado que eso funciona muy bien.
Dicen que hay muchas becas que se pierden al año porque las personas no aplican o no las encuentran...
Diría que es un mito urbano con cierto componente de realidad. Es cierto que otras personas están ganando las becas que uno podría obtener. A veces hay unas ofertas para las que no hay muchas personas que tengan las cualidades que están buscando esas becas específicas. La respuesta a esta pregunta es un poco contradictoria, porque las becas están y se otorgan. No es cierto que quede una cantidad de espacios vacíos, sino que muchas personas que podrían competir por ellas no se dan cuenta y se las ganan otras personas.
¿Cómo cambió su vida haber hecho parte de la primera cohorte de becarios de Colfuturo?
La cambió radicalmente. Aprendí inglés, mi segundo idioma, después de haberme graduado del colegio. Me costó trabajo aprenderlo. Tuve la oportunidad de estar en Londres y ver a Colombia desde afuera, así que adquirí una cantidad de herramientas. Aunque los estudios son muy importantes, es la experiencia de estar allá la que te fortalece. Es ahí donde uno conoce personas tan distintas y uno puede ver que los problemas en Colombia se replican en otros lugares. Es la experiencia que más impacto tuvo en mi vida de maneras insospechadas.
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¿Cuáles son las características con las que una persona regresa de esa experiencia?
Regresa con un dominio de un segundo idioma, que, aunque no es el objetivo central, en el largo plazo genera una diferencia muy grande en las oportunidades laborales y de moverse. Regresan con una visión mucho más amplia y desde mi punto de vista más centralizada, de las oportunidades y los desafíos de Colombia. Llegan con ganas de estar en el país, a pesar de que la realidad nuestra es difícil, pero tienen claro que tienen la responsabilidad de contribuir. Y vuelven con una caja de herramientas poderosa, que les servirá durante su vida de una manera muy interesante. Esto no es una bala de plata que lo resuelve todo. Uno al final viaja con uno mismo y con sus propias debilidades. Esas no se quedan aquí y uno va solo con lo bueno. Es difícil y a veces el proyecto no funciona tan bien como uno pensaría.
¿Cuál es la importancia de tener este tipo de programas activos en el país?
La inteligencia está igualmente distribuida entre géneros, entre grupos étnicos y nacionalidades. Hay gente capaz, inteligente, de todas partes, pero las oportunidades de formarse, no. Y las oportunidades de investigación, tampoco. Hay unos sitios donde están concentrados en unos puntos muy específicos. La importancia de estos programas es generar puentes donde quienes se inquieten por seguir formando pueden ir a lugares donde se van a encontrar con profesores, proyectos de investigación, otros estudiantes, que comparten esos intereses, pero que aportan una gran diversidad. De alguna manera es dejar de mirarse el ombligo y mirar al frente, mirar el horizonte y ver todo lo que está pasando de una manera mucho más amplia. Al mismo tiempo, es la posibilidad de ver la realidad desde afuera, la realidad propia.
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¿Qué recomendación podría a una persona que apenas está empezando a construir un proyecto de educación superior en el extranjero?
Lo primero es que lo haga desde su voz propia, no respondiendo al ego o a las expectativas de otros. Que además lo construyan sabiendo que ese no es el único camino, hay otras personas que acortan la formación porque tienen claridad de lo que quieren hacer y eso es válido. Esta no es una cumbre a la que se llega y todo lo que hay detrás es deficiente, sino que es un camino posible. Lo segundo es que esa voz propia incluye, a lo largo de toda la formación y del pregrado, realmente aprender a entusiasmarse con lo que se estudia. La tercera es el tema del segundo idioma.