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Entre muros blancos y un piso gris, las obras de cuatro artistas de diferentes generaciones dialogan entre sí. Las referencias a personajes del pasado reciente colombiano abundan entre los diferentes medios que componen la exhibición “Contra-política” en la galería La Cometa. El curador, Rafael Londoño, escribió en el texto curatorial que “a través de esta exposición buscamos abordar el daño que esto ha producido en la psicología colombiana, examinando las materialidades objetuales de cuatro artistas de diferentes generaciones y regiones, quienes tienen en común haber vivido y construido sus prácticas bajo la sombra de la contra-política. Memoria y dolor, ironía y humor: respuestas íntimas al vacío espiritual de legitimidad”.
Al entrar a la sala de la galería una pequeña escultura recibe al público: la imagen familiar y a la vez desconocida del Simón Bolívar del monumento a los héroes que, en el imaginario del artista Carlos Castro, no monta un caballo, sino un hipopótamo en una obra titulada “El sueño del libertador”. Para la muestra, Londoño reunió las obras de Castro con las de Miguel Ángel Rojas, Jorge Julián Aristizábal y Camilo Restrepo.
Cada uno de ellos aporta una visión diferente de una misma historia que se cuenta en los momentos que cada uno vivió y sobre los que reflexionó. Tapices al estilo medieval, cuchillos organizados como una corona de laurel, recortes de billetes de dólares y hojas de coca, hojas de periódicos viejos, hipopótamos en diferentes presentaciones, entre otros elementos, componen la muestra que se inicia con el origen de la historia, retratado en las obras de Miguel Ángel Rojas.
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Para el curador de la exhibición, quien a su vez es coleccionista, “Contra-política” se refiere al momento en el que “la política deja de cumplir al ciudadano y empieza a servir a intereses oscuros, bien sea privados, bien sea narcotráfico, otras cosas”. Con esta muestra lo que Londoño quería comprender es el efecto que este cambio en la política del país ha tenido sobre Colombia y cómo esto nos ha cambiado como sociedad.
Para empezar, Londoño decidió mostrar los inicios de esta transformación, cuando “cambiamos una planta ancestral por una planta maldita”. Las obras de Miguel Ángel Rojas no dan cuenta de las consecuencias del uso controvertido de las hojas de coca, sino de los procesos, las personas y los símbolos involucrados en el imaginario de la droga y la política. Entre una representación visual con sonidos de disparos, los nombres de algunos de aquellos que se lucraron y se relacionaron con la cocaína, y gusanos llamados “gringos” que hacen hoyos en las hojas de coca, se compone la visión de “dónde venimos, de dónde viene todo este proceso de coca y de todo este proceso medio real que empezamos a vivir”, asegura Londoño.
Los cuatro momentos que evocan las obras de los artistas denotan los cambios que la sociedad colombiana ha enfrentado, no solo en cuanto al daño económico y la pérdida de vidas, sino también en la percepción de un colombiano frente al resto del mundo. Quienes vivieron esta época de miedo conocen las estrategias y los dichos para mantenerse a salvo y entienden el costo y dolor que ese cambio por la “planta maldita” generó en sus vidas. Londoño, como sus contemporáneos, afirma que “esto nos ha marcado desde la simplicidad o estupidez de no poder pedir una visa, de que nos ven mal, de todas las realidades que implica. Los antioqueños de esa época tenemos las llaves del carro dos cuadras antes de llegar al carro, pero ya grabado en la cabeza, porque ya hay un miedo que ni siquiera pensamos”.
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De ese origen que presenta Rojas pasamos al cubrimiento mediático y el desarrollo del problema, que aún no tiene conclusión. El artista que presenta sus obras como un segundo momento en la narrativa de “Contra-política” es Jorge Julián Aristizábal. Entre recortes de periódico y fotografías presentadas en diferentes medios, el artista creó un código cromático que, de acuerdo con Londoño, refleja “un país que se va repitiendo”. Aristizábal pone a la vista del espectador las palabras que han dicho a lo largo de los años diferentes personalidades de la política colombiana, escondiendo sus rostros para cuestionar el país en el que vivimos y cómo enfrentamos las realidades de la nación.
Una de las obras que resaltan entre la muestra está compuesta por tres imágenes verticales con una línea blanca que las atraviesa, como si fuera un metro. Cada trazo blanco refleja la altura del artista, y el objetivo era explorar cuál podría ser el valor económico de una línea de cocaína que midiera lo mismo que él. “Contra-política” no solo muestra esa parte de la historia colombiana que llevamos a cuestas, sino que también pretende adentrarse en el mundo de las víctimas del polvo blanco que nos ha marcado por años. “Estamos tratando de entendernos a través de los ojos de cuatro artistas que tienen ese hilo conductor y que nos van llevando a ver, como un adicto entiende a un no adicto, pero quiere mirar qué está pasando y qué significa su día a día, y quiere plasmarlo como artista para que entendamos cómo es su vida desde un ámbito también emocional”.
Para dar vida a lo que hoy se aprecia en la galería, Londoño comenzó por hacer visitas a los estudios de diferentes artistas, hasta encontrar aquellos cuyas obras relataban las historias que traían en sus cabezas luego de meses de investigación y lectura. “Soy coleccionista, he sido coleccionista muchos años, este es mi primer trabajo de curaduría. Pero siempre había sentido que hay un montón de información alrededor de la violencia y todo este período de droga, pero nunca había habido una mirada a qué nos pasó. Siempre me ha interesado el por qué yo soy como soy, porque es que los colombianos tenemos ciertas cosas que nos hacen muy colombianos, que es un producto de esto. Nosotros tenemos una naturalización frente a la violencia que otros pueblos no tienen. Recuerdo crecer en un miedo y decir: “Ah, veinte muertos este fin de semana, nos fue muy bien”. Era la frase que uno decía. Yo la miro hoy en perspectiva y digo, perdón. Frases como “es un buen muerto” y otras, si hoy se miran desde afuera, con una mirada a uno mismo, uno dice: perdón. Me parecía muy interesante a través de estos cuatro ojos, con cada uno una visión que además va cambiando con la edad, entender lo que nos pasó”.
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Camilo Restrepo, por su parte, presenta un país de irrealidades en el que entran a jugar frases y situaciones que sumergen al espectador en el mundo de los alias y de máscaras, de hipopótamos y de balas. Las fotografías, el papel desgastado, dibujos de la mente de un adicto y de los falsos positivos, y los recortes de diferentes alias en los periódicos componen una visión en la que el foco no se encuentra en quienes permitieron el desarrollo del problema, sino que la narrativa se dirige hacia la forma en la que vemos el mundo a partir de estos sucesos.
Regresando a la primera obra, “El sueño del libertador”, Carlos Castro, en palabras del curador, se ríe de la situación, a pesar de que las dinámicas siguen funcionando de la misma manera. “Sigue siendo la misma realidad. Por un lado está este personaje mítico de meme y de telenovela, pero por el otro lado están los políticos que siguen haciendo exactamente lo mismo con sus frases irreales, que son producto de esa hoja, porque sin ese billete esto sería una sociedad muy distinta”. Rafael Londoño espera que con “Contra-política” el público pueda “encontrar un elemento íntimo que hable de la realidad que ha vivido. Que nos llegue algo a todos y que nos permita entender que el arte es una de las mejores maneras de sanar, de comprender y de seguir adelante”.