“Colombia es un país de odios heredados”: C. A. Bangadof
Luego de 10 años de trabajo, el escritor colombiano C. A. Bangadof publicó su ópera prima “Diario de una seducida”, una historia ficción que narra la vida de Sonia, una mujer que mata a su hijo y que decide plasmar su vivencia no para justificarse, pero sí para ver hasta qué punto es capaz de juzgarse.
Samuel Sosa Velandia
¿Cuál fue la necesidad que encontró para escribir la novela?
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¿Cuál fue la necesidad que encontró para escribir la novela?
Sonia apareció por allá hacia 2004 y surgió en una madrugada de desasosiego amoroso. Mientras regresaba a mi casa en una buseta, luego de ver la ciudad pensé y la vi a ella, quien sentía una suerte de imposibilidad de ser amada. Cuando llegué a mi hogar, lo que hice fue posar eso ante unas hojas. Sin embargo, serían 10 años después cuando comenzaría a escribir Diario de una seducida. Esperé todo ese tiempo porque sentía que las ideas y las experiencias tenían que madurar y, pese a que es una novela que está marcada por la madre que asesino a su hijo, es una historia sobre todo de amores frustrados y no correspondidos. Además, en eso descubrí que hay muchas mujeres que han matado a sus hijos, al igual que existe la violencia hacia los niños como a las mujeres, que son temas de los que no hablamos, porque no quisiéramos que existieran.
¿Cómo fue la construcción del mundo de Sonia y sus complejidades como madre, esposa y mujer, que puede parecer ajeno a usted que es un hombre? ¿O cree que hay mucho de usted en ella?
Pienso que Sonia tiene más cosas de mí que de ella. Toda novela de ficción también es una autobiografía enmascarada, pues los escritores se muestran y se encubren por medio de sus obras. Entonces, no hubiera podido construir el personaje si muchas de esas cosas no fueran parte de mi historia. No obstante, cuando me enfrenté a ella, traté de crear un relato que se pensara más allá de los cánones convencionales de lo bueno y de lo malo. Hay una cultura del juicio con la que nos gusta ponernos en un nivel de superioridad moral para juzgar a los demás, y esa es una idea que intento combatir. Para mí, la comprensión implica, como dice Hannah Arendt, pensar extenso. Es decir, ponerse en el lugar de los otros, que es lo que intento en esta novela. Ahora, ¿por qué Sonia? Porque nací en una casa llena de mujeres. Tengo mamá y tres hermanas mayores. Mi infancia estuvo marcada siempre por las figuras femeninas y tengo recuerdos que asocio a su fuerza, y para construir un personaje se necesita beber de las memorias, del entorno, de lo que se quiere decir y de lo que se escapa.
¿En qué momento decidió que el asesinato fuera el eje de la historia? ¿Cuál fue la motivación?
En los derechos humanos se trabaja mucho lo que se llaman los dilemas morales, que es de lo más interesante de las personas. En el caso de Sonia, creo que la confrontación moral ni siquiera es por la muerte del hijo, sino por la niña que encuentra y que está siendo abusada por un hombre. Ella siente que tiene que salvar a esa niña, pero detrás de eso lo que está es la salvación de ella misma. Pero antes se pregunta por cómo ayudarla sin acusarse a ella por lo que ha hecho. Esas confrontaciones me parecen muy interesantes, porque nos ponen en un lugar que intentamos evadir, pero en los que develamos lo que somos y tenemos. Ahora, esta novela no está pensada para mostrar a Sonia como una asesina a sangre fría. Por el contrario, uno lo que entiende es el dolor que ella siente, pues la muerte del hijo es una muestra de que ella no se quiere y tampoco a la vida que tiene, porque uno mata lo que no ama.
Con lo que me dice me hace pensar que matar a su hijo significó enterrar una parte de ella. Esto bajo la mirada de que los primogénitos son una extensión de sus padres. ¿Lo había pensado así?
Las ideas repetidas de que las mujeres no están completas si no tienen un hijo y que los niños son la continuidad de sus padres, me parecen muy dañinas. Por ejemplo, lo que escribió Shakira en la canción que les dice a sus hijos que vinieron a completar lo que era, me parece que es un planteamiento que hay que tratar con cuidado y cuestionarlo todo el tiempo. No creo que los hijos vengan a ser un complemento, pero sí creo que hay una relación estrecha con ellos, y por eso Sonia decide matarlo, porque le significa dejar su pasado atrás y ser libre, lo que sea que eso signifique para ella.
¿Por qué decidió escribirlo en primera persona?
Porque así el lector se puede convertir en la conciencia de Sonia e interrogarse por cuántas cosas simbólicamente tenemos que matar o dejar atrás para poder comenzar de nuevo. Hay un elemento que me interesa mucho en este hecho del asesinato, que es por qué decide matarlo. La razón es porque ella siente que hay algo que la ata al pasado y no puede desprenderse de ese hombre que la ha traicionado si no es desligándose de su hijo. ¿Y por qué no lo regaló? Porque no pudo. Finalmente, creo que las personas hacemos lo que podemos.
En ese proceso de humanizar a Sonia encuentro que es la música la que nos deja ver sus momentos de luz. ¿Hay alguna razón para que sea este arte?
Cuando escribo siempre lo hago escuchando música, de todo tipo. Me parece que es este arte el que te acompaña en durante toda la vida y en Sonia, ya lo dijiste de una manera muy bonita, nos permite ver sus momentos de luz, pero también cuando no tiene más salida, como cuando se cambió su nombre. Hay una escena que me gusta mucho, que se me ocurrió cuando estuve en Barcelona y me senté solo en un parque y escuché el piano de una iglesia a la que entré y me hizo dejar atrás la soledad que sentía en un lugar al que no pertenecía. Esa misma sensación la tiene Sonia cuando escucha ese instrumento. Ella está desarraigada, que es un estado más fuerte que la soledad, porque se refiere a cuando ni siquiera somos capaces de estar con nosotros mismos y, al no encontrar a alguien más, ella se acompaña de la música, que la revive.
Ha mencionado en otras entrevistas que este libro también pasa por la pregunta de cuán capaces somos de resarcir nuestros errores y perdonarnos, como también por la capacidad de perdonar de los demás. Hablemos del valor de este acto.
Hannah Arendt es un referente de la teoría para mí. Ella desvincula el perdón de un elemento religioso, y señala que es más una facultad que tenemos los seres humanos frente a lo impredecible e irreversible que son nuestras acciones, por lo que ella plantea que si no fuera por el perdón, no nos podríamos mover de ese acto. Nos quedaríamos ahí en ese lugar y no podríamos seguir adelante.
Si bien el perdón se presenta como un acto amable, a veces me cuestionó de si, en el marco de un conflicto de cualquier tipo, se espera que la víctima perdone sin ningún reparo. Incluso, se puede decir que se le niega odiar, un sentimiento que es natural. ¿Cómo ve esto?
Tenemos derecho a no perdonar y odiar. El problema es con el contexto en el que vivimos, pues en Colombia la violencia es de odios heredados. Como Sonia mata a su hijo porque no lo quiere, en Colombia se asesina lo que odiamos. Hay una tesis muy difundida de que este es de los países más alegres, y creo que esa idea nos hace mucho daño porque encumbre otras realidades. Aquí nos matamos porque no nos queremos entre nosotros. Esa es una realidad, la que tenemos que afrontar, así nos cueste aceptar que no sabemos tener empatía por el otro.
¿Qué sensibilizó esta historia en usted?
La escritura y la lectura permiten verse a uno mismo y no para salirse de sí. Hay que aprender a mirarnos para encontrarnos con la realidad, que la más inmediata es la nuestra, pero no por eso quiere decir que la conozcamos. Justamente, esta novela me permitió verme sin reparos, sin tener una imagen complaciente de mí mismo. Y si entramos en la conciencia de Sonia, ella en algún momento nos va a devolver la mirada y nos va a confrontar, pues leer nos adentra en esas profundidades a las que nos cuesta llegar, como la de sentir celos o la de odiar. Ese discurso de ser empoderado y no sentir afecto no me parece. Creo que las pasiones son parte de nosotros y hay que mirarlas de frente, sin hipocresía.
Hablemos de los dilemas, no los éticos, sino los creativos. ¿A cuáles se enfrentó al escribir la novela?
Una novela escrita en primera persona y como una mujer es tarea complicada. De hecho, la gente cree que lo más difícil fue escribir cuando Sonia mata a su hijo, pero en realidad es que no. Los capítulos que más me costaron es cuando ella está en un periodo casi que de adolescencia, por eso fueron los capítulos que escribí al final. Yo reescribo y releo mucho, y eso fue lo que hice cuando terminé. Había unas cosas de la infancia del personaje que no eran creíbles, por eso tuve que volver a los recuerdos con mis amigas de la juventud, cuando uno se contaba cosas que no hoy en día no se dirían. Inclusive, cuando se publicó la novela, una persona, con la que no me hablaba, me dijo que se identificó con cosas y estuve a punto de decirle que sí, que estaba inspirado en ella. Sonia tomó carne de mí, pero también de mucha otra gente.
¿Por qué decidió firmar con el seudónimo de “C.A Bangadof”? ¿Lo hizo sentir más libre a la hora de escribir?
Es una posibilidad de nombrarse a uno mismo. Hay momentos en los que se busca reconocerse y autoafirmarse y uno se mira el rostro tratando de ver si lo que está al frente, le gusta. Lo mismo pasa con el nombre, que está cargado de muchas cosas. Y en 2001 cuando empecé a estudiar ciencias políticas, la gente me llamaba “Bangacho” porque yo les dije que cuando apareciera mi novela iba a utilizar este seudónimo que tiene muchas explicaciones, que van desde aceptar que hay lazos que quiero romper hasta mi deseo porque no quería que la novela se asociara una serie de cosas que tiene el nombre de pila. Además, mi seudónimo trajo a colación la idea cristiana de que cuando uno se bautiza entra a una nueva comunidad y ahora que entro al mundo de los escritores soy uno nuevo.