Colombia: sin cultura, la crisis podría ser eterna

Las cifras económicas del sector cultural son preocupantes. El riesgo de que muchas compañías cierren es altísimo. Pero más allá de los números, ¿qué vamos a hacer para salvar un sector necesario para la superación de esta crisis? Hablan algunos economistas e integrantes del sector.

Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
25 de mayo de 2020 - 02:00 a. m.
"En abril del año pasado, los colombianos nos gastamos, en promedio, 37 mil pesos en la canasta naranja. Este año, 14 mil durante el mismo mes", asegura Camilo Herrera, fundador de Raddar.  / Getty Images
"En abril del año pasado, los colombianos nos gastamos, en promedio, 37 mil pesos en la canasta naranja. Este año, 14 mil durante el mismo mes", asegura Camilo Herrera, fundador de Raddar. / Getty Images

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La debilidad del sector cultural no es una novedad. Históricamente se ha hablado de su padecimiento por falta de atención, organización y presupuesto. Que el sector no se aglutina, que la informalidad lo sobrepasa, que para el Estado nunca ha sido importante, que los colombianos no somos consumidores culturales, que no apreciamos su valor y que cuando lo hacemos no tenemos plata, etc. Son muchas las razones con las que se intenta explicar la vulnerabilidad del arte en Colombia. Lo que ahora preocupa más no es la crisis de siempre, la rutinaria con la que los artistas se acostumbraron a lidiar, sino la que se desató a causa de la pausa económica por el nuevo coronavirus.

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El pasado 15 de marzo, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) expuso el reporte del producto interno bruto colombiano durante el primer trimestre de 2020. Con la cifra que arrojó el renglón de actividades artísticas, de entretenimiento y recreación y otras actividades de servicios (-3,2 %), se dedujo que el sector tuvo un comportamiento negativo durante los primeros tres meses del año. No obstante, la lectura de este número debe tener en cuenta que, además de que se analizaron las actividades que tienen que ver con cultura y entretenimiento, también, dentro del mismo renglón, se incluyó el comportamiento de los juegos de suerte y azar, y las actividades deportivas, recreativas, de esparcimiento, servicios y asociaciones.

En diálogo para El Espectador, el director del DANE, Juan Daniel Oviedo, explicó que, si bien el resultado del renglón muestra un crecimiento negativo, la mixtura del mismo no permite identificar con precisión qué ocurrió con la economía naranja, ya que este sector suma menos del 10 % al renglón que nos ocupa: “Es muy heterogéneo. Desde el punto de vista del PIB, las actividades artísticas no se vieron tan afectadas, pero analizadas con las demás labores el crecimiento del renglón es negativo. Todo suma cuando se mide el PIB. Las demás actividades, que tuvieron comportamientos negativos, pesaron muchísimo en la variación negativa que tuvo el renglón en el agregado”. Por ejemplo, en marzo del año pasado se reportaban 118.000 personas ocupadas. En marzo de 2020 solo se reportaron 80.000: una caída del 32 %. El cambio de tendencia en estas actividades tiene mucho que ver con el desempleo.

Oviedo también explicó la heterogeneidad de este renglón: “La naturaleza de la actividad económica te lleva a que todo está asociado a recurso humano que agrega valor. Los clubes deportivos son recurso humano que agrega valor, el servicio doméstico es recurso humano que agrega valor y J Balvin es recurso humano que agrega valor”.

Aunque en enero y febrero el consumo de cultura se mantuvo, marzo demostró que la suspensión económica de las dos primeras semanas por la cuarentena, tenidas en cuenta para el informe del PIB, golpeó fuertemente al sector. “La cifra la arroja el renglón mensualizado: 1,1 % en enero, 1,4 % en febrero y -11,6 % en marzo. El siguiente trimestre será muy similar a lo que ocurrió el último mes. Va a ser un golpe muy duro. Se espera que haya una reactivación en la economía, pero sabemos que el sector naranja será una de las últimas en regresar a su normalidad, ya que requiere de tanto contacto con el público. Para que tengamos un orden de magnitudes: en marzo toda la economía creció negativamente un -4,9 %. El renglón del que estamos hablando un -11,6 %; es decir, casi el doble. Si en el segundo semestre la economía decrece al -6 % o al -5 %, podemos esperar más del doble del crecimiento negativo en actividades artísticas”, concluyó Oviedo.

Según las cifras de Raddar Consumer Knowledge Group, empresa enfocada en analizar y comprender el comportamiento del consumidor, y el Viceministerío de la Creatividad y la Economía Naranja, comparando el gasto cultural de abril de 2019 con abril del presente año, la caída fue de un -62,9 %. Es decir, si la gente compraba cien productos culturales en abril del año pasado, en abril de 2020 compró 63 cosas menos. Hay sectores que están creciendo y otros que están totalmente apagados: la industria librera creció porque mucha gente está comprando digital. Más personas se suscribieron a Netflix, Direct TV y Claro, pero, por ejemplo, el teatro tuvo caídas del 95 % y el cine, del 98 %.

Para ejemplificar la caída hay varias cifras que proporcionó Camilo Herrera, economista y fundador de Raddar, todas ellas comparando abril de 2019 con el mismo mes del presente año: los colombianos nos gastábamos $37.000 en la canasta naranja. Este abril invertimos $14.000; menos de lo que gastábamos en abril de 2012.

¿Cuánto pesa en este momento la cultura en el bolsillo de los colombianos?

Camilo Herrera: El año pasado pesaba el 3 %, ahora pesa el 1 %. De $100 que un colombiano gasta al mes, este abril usó un $1,1 para gastos en cultura. Un tercio de lo que gastaba hace un año. Estamos ante una reinvención muy difícil. En este momento, un colombiano no va a cine porque no quiera, sino porque no puede; no lo dejan. Es cierto que los colombianos no están acostumbrados a ir a teatro, por ejemplo, pero los pocos que iban, ahora tienen los teatros cerrados. No estamos ante un cambio de preferencias de gasto, sino ante una imposibilidad de gasto.

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Con respecto al comportamiento del sector durante este primer trimestre, Felipe Buitrago, viceministro de la Creatividad y la Economía Naranja, dijo que el análisis macroeconómico del sector les permitió ver que durante ciclos positivos, esta crece 1,5 veces más que la economía nacional, y durante los ciclos negativos decrece 1,3 veces. Esto significa que es un conjunto de actividades procíclicas y que, por lo tanto, en esta crisis el sector se vería más afectado que el promedio de la economía. “Es evidente la caída del gasto de los hogares en consumo cultural desde la declaratoria de la emergencia sanitaria, y es inevitable que el segundo trimestre presente resultados poco alentadores. La recuperación será paulatina en la medida en que la economía se vaya abriendo y con ella los espacios culturales”.

Desde que se inició la cuarentena los días se han copado de frases que planean hacia el horizonte, que añoran el pasado en el que vivíamos y se proyectan en un tiempo inexistente, pero lleno de expectativas. “Cuanto todo esto termine…”, decimos, y nos damos y les damos a los demás una palmada de esperanza para un futuro incierto.

La mayoría de los artistas saben lidiar con esto. Sus vidas transcurren en medio de una intermitencia constante. Vivían con la incertidumbre, casi que la eligieron, pero ahora es distinto. Ahora esa perplejidad es mucho más intensa, ya que no solamente su trabajo está en riesgo, sino también su vida. La vida de todos, de hecho, pero lo que el arte reclama, su desazón más grande, es la poca certeza sobre sus garantías. Sobre el resguardo de su vida.

Juan Pablo Fernández, analista económico cercano al sector teatral, dijo para este diario que le preocupaba que el Gobierno no estuviera pensando en una medida de salvamento estratégica para el sector: “Hoy no hay una política social adecuada para los artistas. La creación tiene unos lenguajes particulares que están en manos de muy pocas personas. Parte de eso se está desmembrando por esta pandemia. Una táctica de Arca de Noé sería la ideal para salvar a esas fuentes de creación. Hay varias personalidades que tienen, por su experiencia y formación, unas capacidades artísticas que son únicas y que son la base de la creación nacional. No hay una estrategia para salvar a un sector supremamente débil que, ahora más que nunca, está amenazado”.

Fernández cree que, además de la táctica que menciona, hay que identificar la “oportunidad que se está dejando pasar en esta pandemia para crear ‘demandas irreversibles’” de arte en los colombianos. “La gente que consume arte en Colombia es muy poca. Hacer que esa demanda aumente es profundamente difícil. La necesidad del arte se fomenta desde la niñez. Es un gusto que se crea por lo artístico, por lo profundo del ser. El arte tiene la capacidad de crear demandas irreversibles y ese concepto en economía se asocia con las demandas por las drogas: cuando alguien es adicto, esa demanda se convierte en algo irreversible. El arte es capaz de generar este tipo de aficiones y ahora se estará disminuyendo el gasto, pero no el consumo de la cultura. Hay que encontrar la manera de formar audiencias ahora para que valoren la producción nacional”, concluyó, agregando que pensar en que a todos los integrantes del sector podría funcionarles la migración hacia lo digital, demostraba que se desconocían las dinámicas de creación de muchas disciplinas que se construyeron para desarrollarse en vivo, en contacto.

John Naranjo, director de la editorial Rey Naranjo, tiene un argumento similar: no han tenido que despedir a ninguno de sus empleados gracias a los ahorros y las ventas que han logrado hacer digitalmente, pero, aun así, la caída que registró en abril fue del 80 %. “Llegamos al 20 % de las ventas. Nuestra editorial ya tenía un catálogo digital activo: en audiolibros fuimos pioneros, pero nuestro negocio se centra en la venta del libro físico”.

Por su parte, Nicolás Romero, de la empresa de producción de eventos Árbol Naranja, habló de una reducción del 90% de sus ingresos. “Ahora estamos moviéndonos en el ámbito digital. Estamos redirigiendo la empresa, pero tenemos muchas deudas. El Gobierno habla de salvavidas, pero ningún banco nos presta; ni Bancóldex, porque somos una empresa en riesgo. Estamos tratando de sacarle agua al barco con cucharas”.

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El panorama resulta desalentador. Las proyecciones no dan mucha esperanza, pero el arte no se rinde. A pesar de que hay un golpe, y que puede sentirse mortal en muchas de las fracciones del sector, la cultura no ha muerto y la demanda no es escasa. Como lo ejemplificó Camilo Herrera al preguntarle cuál sería la salida para que los colombianos pensáramos en destinar más dinero a la cultura nacional: “Hay que formar audiencias. Esta es una pelea de boxeo: la cultura acaba de recibir un golpe en la cara, la botaron a la lona y en algún momento se va a levantar y va a seguir peleando”. Lo hará mareada, afectada. Se va a demorar un tiempo para volver a pelear como peleaba antes, pero justo en ese momento encontrará medios distintos para ofrecer sus contenidos y servicios. Algunos sitios se cerrarán, pero los artistas no se morirán. Porque cierren una compañía de teatro, el dramaturgo no dejará de tener su capacidad para crear o interpretar”.  Sus argumentos se enfocan en la idea de potenciar la capacidad creativa y artística en medio de esta pausa de la que habrá que salir con ideas, herramientas y fuerza para fortalecer al sector.

Por último, Gonzalo Castellanos, asesor de políticas culturales en América Latina, escritor y columnista, dijo que, para comenzar a pensar en darle unas bases más sólidas al sector, hay que construir una política pública que salve a los artistas: medidas de apoyo directo y seguridad social del Gobierno, tal como se ha hecho a pesar de la precariedad de los recursos. Después, sugirió una estrategia para rescatar a empresas y fundaciones: facilitar las capitalizaciones públicas y el acceso a capitales semilla, créditos y estímulos, y luego generar una estructura orgánica de medidas para producción y circulación, como infraestructuras físicas y tecnológicas; mayor eliminación de cargas fiscales y costos del sector. “Se necesita el diálogo intersectorial, pues no es posible, por ejemplo, que el Ministerio de Tecnologías, hoy, cuando se habla tanto de la digitalización de ofertas y contenidos, siga distanciado de las necesidades del sector cultural. Lo que hay que hacer, principalmente, es propiciar el acceso del ciudadano al arte”, concluyó.

El arte, como lo dijo el crítico e historiador Hans Ulrich Obrist en una entrevista hecha por Bibiana Ballbè y publicada en La Vanguardia, es la forma más alta de esperanza. En esa misma conversación concluyó que los artistas deben estar en el centro de la sociedad. Que su labor no tiene que ver solamente con la belleza, la educación o el entretenimiento. Que lo que hacen es necesario: visibiliza lo que parecía invisible y conecta lo se que creía inconexo.

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Muchos sucesos podrían citarse para demostrar que el efecto del arte es insustituible: a Neruda le preguntaron para qué servía la poesía, y respondió que no sabía, pero que el Che Guevara llevaba siempre en su morral un libro suyo. En A pesar de la noche, Guillermo González contó que cuando le dijo a Álvaro Fayad que quería entrar al M-19 para ser más activo, este le respondió que una página escrita por él hacía mucho más que cien hombres armados. García Márquez dijo que la literatura no se aprendía en la universidad, sino leyendo y leyendo. Cuando se le preguntó a Pablo Picasso por la utilidad del arte dijo que “su objeto era quitar el polvo de la vida diaria de nuestras almas”, y cómo olvidar la famosa frase de Proust: “Solo a través del arte podemos emerger de nosotros mismos y saber lo que otros ven”. Para no ir tan lejos ni tan atrás en el tiempo, podríamos recordar la pregunta frecuente con la que Santiago García logró que muchos de los que lo rodearon durante su vida y trabajo creativo se cuestionaran por la ocupación de la cabeza: “¿Cuál es su problema fundamental?”, les decía, y él siempre resolvió el suyo con teatro, con arte.

Hace unos días, durante una entrevista en vivo que realizó este diario con el músico y activista César López, se le preguntó por lo que podía hacer el arte por la sociedad en estos momentos, y respondió que sentía miedo por lo que quisiéramos hacer los humanos cuando todo esto terminara: salir a las calles con una voracidad incontenible por recuperar normalidad, consumo. Salir a buscar, desesperadamente, la levedad en la que vivíamos. Dijo entonces que el arte tenía que ocuparse de que jamás regresáramos a la normalidad, ya que después de esta pandemia, tendríamos que haber entendido que no hay bien más importante que la salud. Que sin salud no hay vida y que la vida, nuestra existencia, nuestras preguntas esenciales, solo podían encontrar algo de alivio en el arte. La cultura, tan necesaria para reconocernos en el pasado, soportarnos en el presente y soñarnos en el futuro, nos ayudará a salir de una crisis en la que las preguntas existenciales priman. “La creación dignifica la vida”, también dijo Nicolás Montero, y ahora más que nunca, hay que salvarla.

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Por Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad

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