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Usted es el director de “Somos Comunidad”, un programa que busca, entre otras cosas, potenciar la resiliencia comunitaria. ¿Por qué ese propósito?
Entendemos la resiliencia como esa capacidad de adaptación para prevenir y mitigar los riesgos asociados a la seguridad y convivencia. En ese marco trabajamos en dos resultados grandes. Uno, acompañar a las organizaciones de la sociedad civil en estos 35 municipios, generando procesos de diálogo, participación ciudadana, capacidades y conocimientos en torno a los temas de seguridad y, particularmente, los temas de prevención, para que estas comunidades puedan participar en la elaboración de la política pública de seguridad y convivencia.
¿Por qué es importante la participación de las comunidades en la elaboración de las políticas públicas?
Es la pertinencia. Es lograr que, realmente, las políticas públicas respondan a los diagnósticos, a las realidades de los territorios, a las necesidades de las comunidades, a lo que la gente está requiriendo desde los procesos de prevención que debe implementar el Estado y que, en última, tenga esa capacidad de retroalimentación de las comunidades, que es uno de los valores de nuestra democracia participativa.
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¿Cuál ha sido la retroalimentación que han obtenido de las comunidades?
Hemos logrado, primero, que las comunidades confíen. Pienso que el conflicto en Colombia ha generado que la confianza sea una de las cosas que más se han minado en el interior de las comunidades, familias y organizaciones, lo que impacta su relacionamiento con el Estado. Lo que estamos creando permanentemente son espacios de diálogo y colaboración entre las comunidades y las instituciones. Tres años después te puedo decir que hay un ambiente propicio para construir, para entender que la seguridad es una responsabilidad de todos.
¿Cuál cree que es el papel de la cultura para lograr la resiliencia comunitaria?
La cultura son formas de comportamiento. Entonces, lo que estamos haciendo nosotros es cambiar, tanto desde lo institucional como lo comunitario, esas formas de relacionarse con el otro, de entenderlo, y eso tiene que ver con la cultura. También tiene relación en cómo logramos que nuestra cultura sea más democrática y participativa, que realmente los escenarios de construcción de políticas públicas estén alimentados por la visión y las necesidades de las comunidades, pero que también entiendan los límites y las dificultades que tienen las entidades públicas para resolver todo.
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Otro de los objetivos de “Somos Comunidad” es reducir el estigma contra líderes sociales y defensores de derechos humanos. ¿Qué estrategias han implementado para que esto sea una realidad?
Uno de nuestros focos importantes es identificar esos liderazgos comunitarios o de las organizaciones, porque es desde donde nosotros microfocalizamos y arrancamos el trabajo del resultado de cohesión social. En ese marco, para nadie es un secreto que, desafortunadamente, la pauperización de nuestra violencia en los territorios ligada a las economías criminales hoy está poniendo en jaque a las comunidades y, particularmente, a la gente que está generando estas luchas, estas defensas, en temas como el territorio, la cultura y el medio ambiente.
Usted fue uno de los organizadores de la primera “Semana de la resiliencia”, que se realizó del 28 al 30 de noviembre. ¿Cuál es su balance de este espacio?
La apuesta de esta primera “Semana de la resiliencia” era traer las realidades, experiencias y buenas prácticas del territorio, que ayuden en ese diálogo que creo debemos fortalecer, promover desde el nivel central hacia las regiones y desde ellas hacia el nivel central. Pienso que pudimos generar una conversación donde la nación aprende del territorio y viceversa. Además, creo que este también fue un espacio para darles voz, darles la capacidad de incidir en la política pública nacional, a los héroes silenciosos que hay en nuestros liderazgos territoriales, sociales y comunitarios.
¿Qué ha aprendido de los territorios?
He aprendido que, la verdad, no sé nada. Cuando llego a las realidades del territorio, ellas sobrepasan lo que uno se puede imaginar desde Bogotá. Lo que está viviendo el territorio es muy complejo: están realmente amenazados, en una situación de vulnerabilidad. Hay unas grandes capacidades que nos sirven para fortalecer esa resiliencia, esa capacidad de resistir a esos factores de riesgo que impulsan la economía ilegal y a los actores armados ilegales.
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