A Jaime Jaramillo Escobar nunca le gustó hablar de la muerte, la pelona pavorosa que este viernes se acordó de él y se lo llevó sin pedir permiso, como ha hecho con la mayoría de sus compañeros nadaístas, empezando por Gonzalo Arango, su permanente compañero. Ahora se encontrarán en la eternidad posible que da la poesía bien hecha.
¿Qué recuerda del suroeste antioqueño y especialmente de Pueblorrico?