Conectar en el pasado, presente y futuro, el “ánimus” de Joaquín Restrepo
Hasta el 19 de mayo, el artista colombiano Joaquín Restrepo, de la mano de la curadora Andrea Walker, presenta su exhibición “Ánimus” en la Casa del Buenvivir.
Andrea Jaramillo Caro
Un lienzo de gran formato recibe a la audiencia. Las dos figuras humanas en este se paran frente a frente con sus cabezas bajas entrelazadas. Los cuadros del artista Joaquín Restrepo llenan el primer piso de la Casa Buenvivir, que expondrá hasta el 19 de mayo Ánimus. Entre vinos y mesas se camuflan las pinturas y los dibujos del artista colombiano. Las 67 obras que componen esta muestra se reparten entre pinturas, esculturas de bronce y hierro, y dibujos que realizó luego de su participación en la feria Arco y su estadía en Barcelona.
Convivir entre estas obras y el regreso del arte a la Casa Buenvivir, en conmemoración de sus 40 años, fueron dos de los pilares que Restrepo trabajó con la curadora Andrea Walker, fundadora de la feria Artbo y quien actualmente dirige el espacio de arte Aurora, para realizar esta exhibición. “Esto fue un reto para el artista, y para mí como galerista, aceptar una invitación de Julio Eduardo Rueda para exhibir en su Casa del Buenvivir, porque era salirnos de los espacios tradicionales de galerías y pasar a una casa de vinos. Queremos acercar al público al arte y que se le quite el susto de venir a espacios como este, y preguntar y tener la oportunidad de dialogar con el artista”, afirmó Walker.
El montaje, que se mezcla con el entorno, da cuenta del objetivo cumplido que permite la interacción del espectador con la obra y que va de la mano con la idea que tuvo Walker de crear un montaje sencillo, en el que la audiencia sintiera que se encuentra en su propio espacio “y ver cómo el arte puede lucir en cualquier parte sin que necesariamente sea una museología muy compleja”.
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De acuerdo con la curadora, cuando comenzaron a hablar con el artista, aceptó de inmediato ante la idea de crear una exhibición para un espacio no convencional en el que la audiencia pudiera relacionarse de una forma informal con las obras. La exhibición adquiere su nombre de los conceptos del psicoanalista Carl Jung que nombró “ánima”, título que Restrepo dio a su exhibición pasada, y “ánimus” en su teoría del colectivo inconsciente.
“A mí me interesa hacer obras que conecten en serio con las personas. Empecé con el arte desde muy pequeño, desde los 11 o 12 años aquí en Colombia”, dijo Restrepo. El artista contó que su camino en el mundo artístico se inició por un libro, la Enciclopedia Salvat del Arte, y comenzó a visitar a todos los artistas colombianos que pudo, lo que en sus palabras “despertó en mí una gran curiosidad por entender las técnicas artísticas”. Pero la tecnología también influyó en su acercamiento al arte, y de esos encuentros entre los dos mundos y las personalidades que conoció surgió su interés por “venderme como un artista que trabaja duro. A mí me interesa que la obra salga del corazón, y de verdad hacer una exploración del quién soy en relación con el otro y buscar esas partes oscuras que tiene el ser humano y que intentamos esconder”.
La conexión con su audiencia es un tema recurrente en la obra de Restrepo, al igual que el paso del tiempo, ya que lo que espera que haga su obra es que, sin importar cuánto tiempo haya pasado, las personas puedan seguir conectándose con ellas. “Creo que el arte de una u otra forma es atemporal, sobre todo con lo que hemos visto de la historia del arte hasta ahorita. Si la obra es lo suficientemente interesante logra ser atemporal”. Un referente del artista es La balsa de la medusa, del artista francés Théodore Géricault, la cual en su momento fue una denuncia de la situación que atravesaba el país, y a pesar de que hoy la problemática no es la misma, sobrevivió la prueba del tiempo, “ahí es donde uno ve que es una obra políticamente cargada que hoy en día ese afán que había en ese momento no nos concierne, pero es capaz de sobrevivir los tiempos. Cuando estoy trabajando mi obra estoy buscando ese nivel de atemporalidad, no busco solo conectar con el ahora, también con el antes y el después”.
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De esto dan cuenta los materiales de sus esculturas, pues explicó que los remaches que usa se utilizan también para reparar sillas, pero que, en su infancia, él los veía como pequeñas espadas. Varios de los temas que trata en sus esculturas y pinturas se remontan a su experiencia personal de la infancia y aquellas imágenes con las que se quedó de esa época. Y más allá de eso, su relación con el ser y la pregunta “¿quién soy yo?”, que se evidencia en las figuras andróginas que se ven en sus obras.
“Son una cantidad de dudas que tengo y que intento resolver a través de lo que estoy trabajando. La mayoría de las obras se transforman en animaciones que se convertirán en NFT, y ahí se empiezan a entrelazar, pero a mí no me interesa entrelazarlos en el ahora, sino tal vez después. De pronto hay una obra que no se entiende ahora, pero que en el futuro, después de todos los pasos intermedios y lo que haga, ahí sí. Por eso es que para mí el tiempo no es tan importante”.
Pero, además, aquello de lo que él toma inspiración tiene una historia que desdibuja a lo largo de su proceso artístico. “Muchas de las esculturas que hay aquí parten de muchos aparatos de tortura que han existido, pero que luego los vuelvo juguetes y otras cosas, y ahí quedan. Es también jugar con este concepto del conquistado y del conquistador en una sola figura, la dicotomía de lo orgánico y lo industrial, y muchas otras”.
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El concepto inicial para esta exhibición partió de una revista que solía hacer Julio Eduardo Rueda, fundador del espacio conocido como Casa del Buenvivir, en la que lograron hacer varias exhibiciones y convocatorias artísticas con diferentes artistas y curadores. El objetivo era vestir la casa que cumple 40 años con el arte de Restrepo, de acuerdo con Rueda.
Lo que atrajo a Walker a trabajar con Restrepo para esta propuesta fue “su capacidad de manejar técnicas industriales, tecnología donde él hace una inmersión profunda de su trabajo y de ahí produce sus creaciones”. En esta oportunidad, cuenta Walker, el artista dejó en un segundo plano las esculturas de gran formato, por las que es reconocido, para dar paso a la pintura y “tener una obra al alcance de todo el mundo y mirar los espacios alternativos. Fue una exhibición que diseñó para el espacio, no fueron traídas del taller hechas para ver cómo las montamos, sino que fueron hechas para las esquinas y paredes de esta casa”.
Las obras que se presentan en esta exhibición, de acuerdo con Restrepo, fueron las que comenzó a trabajar antes de la pandemia. Su proceso artístico comienza por un boceto que guarda por un tiempo para mirarlos después “y ver qué es lo que estaba haciendo hace cuatro años y quién soy ahorita. Es como empezar a trabajar a cuatro manos, porque muchas veces no me reconozco a mí mismo de hace años”.
Un lienzo de gran formato recibe a la audiencia. Las dos figuras humanas en este se paran frente a frente con sus cabezas bajas entrelazadas. Los cuadros del artista Joaquín Restrepo llenan el primer piso de la Casa Buenvivir, que expondrá hasta el 19 de mayo Ánimus. Entre vinos y mesas se camuflan las pinturas y los dibujos del artista colombiano. Las 67 obras que componen esta muestra se reparten entre pinturas, esculturas de bronce y hierro, y dibujos que realizó luego de su participación en la feria Arco y su estadía en Barcelona.
Convivir entre estas obras y el regreso del arte a la Casa Buenvivir, en conmemoración de sus 40 años, fueron dos de los pilares que Restrepo trabajó con la curadora Andrea Walker, fundadora de la feria Artbo y quien actualmente dirige el espacio de arte Aurora, para realizar esta exhibición. “Esto fue un reto para el artista, y para mí como galerista, aceptar una invitación de Julio Eduardo Rueda para exhibir en su Casa del Buenvivir, porque era salirnos de los espacios tradicionales de galerías y pasar a una casa de vinos. Queremos acercar al público al arte y que se le quite el susto de venir a espacios como este, y preguntar y tener la oportunidad de dialogar con el artista”, afirmó Walker.
El montaje, que se mezcla con el entorno, da cuenta del objetivo cumplido que permite la interacción del espectador con la obra y que va de la mano con la idea que tuvo Walker de crear un montaje sencillo, en el que la audiencia sintiera que se encuentra en su propio espacio “y ver cómo el arte puede lucir en cualquier parte sin que necesariamente sea una museología muy compleja”.
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De acuerdo con la curadora, cuando comenzaron a hablar con el artista, aceptó de inmediato ante la idea de crear una exhibición para un espacio no convencional en el que la audiencia pudiera relacionarse de una forma informal con las obras. La exhibición adquiere su nombre de los conceptos del psicoanalista Carl Jung que nombró “ánima”, título que Restrepo dio a su exhibición pasada, y “ánimus” en su teoría del colectivo inconsciente.
“A mí me interesa hacer obras que conecten en serio con las personas. Empecé con el arte desde muy pequeño, desde los 11 o 12 años aquí en Colombia”, dijo Restrepo. El artista contó que su camino en el mundo artístico se inició por un libro, la Enciclopedia Salvat del Arte, y comenzó a visitar a todos los artistas colombianos que pudo, lo que en sus palabras “despertó en mí una gran curiosidad por entender las técnicas artísticas”. Pero la tecnología también influyó en su acercamiento al arte, y de esos encuentros entre los dos mundos y las personalidades que conoció surgió su interés por “venderme como un artista que trabaja duro. A mí me interesa que la obra salga del corazón, y de verdad hacer una exploración del quién soy en relación con el otro y buscar esas partes oscuras que tiene el ser humano y que intentamos esconder”.
La conexión con su audiencia es un tema recurrente en la obra de Restrepo, al igual que el paso del tiempo, ya que lo que espera que haga su obra es que, sin importar cuánto tiempo haya pasado, las personas puedan seguir conectándose con ellas. “Creo que el arte de una u otra forma es atemporal, sobre todo con lo que hemos visto de la historia del arte hasta ahorita. Si la obra es lo suficientemente interesante logra ser atemporal”. Un referente del artista es La balsa de la medusa, del artista francés Théodore Géricault, la cual en su momento fue una denuncia de la situación que atravesaba el país, y a pesar de que hoy la problemática no es la misma, sobrevivió la prueba del tiempo, “ahí es donde uno ve que es una obra políticamente cargada que hoy en día ese afán que había en ese momento no nos concierne, pero es capaz de sobrevivir los tiempos. Cuando estoy trabajando mi obra estoy buscando ese nivel de atemporalidad, no busco solo conectar con el ahora, también con el antes y el después”.
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De esto dan cuenta los materiales de sus esculturas, pues explicó que los remaches que usa se utilizan también para reparar sillas, pero que, en su infancia, él los veía como pequeñas espadas. Varios de los temas que trata en sus esculturas y pinturas se remontan a su experiencia personal de la infancia y aquellas imágenes con las que se quedó de esa época. Y más allá de eso, su relación con el ser y la pregunta “¿quién soy yo?”, que se evidencia en las figuras andróginas que se ven en sus obras.
“Son una cantidad de dudas que tengo y que intento resolver a través de lo que estoy trabajando. La mayoría de las obras se transforman en animaciones que se convertirán en NFT, y ahí se empiezan a entrelazar, pero a mí no me interesa entrelazarlos en el ahora, sino tal vez después. De pronto hay una obra que no se entiende ahora, pero que en el futuro, después de todos los pasos intermedios y lo que haga, ahí sí. Por eso es que para mí el tiempo no es tan importante”.
Pero, además, aquello de lo que él toma inspiración tiene una historia que desdibuja a lo largo de su proceso artístico. “Muchas de las esculturas que hay aquí parten de muchos aparatos de tortura que han existido, pero que luego los vuelvo juguetes y otras cosas, y ahí quedan. Es también jugar con este concepto del conquistado y del conquistador en una sola figura, la dicotomía de lo orgánico y lo industrial, y muchas otras”.
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El concepto inicial para esta exhibición partió de una revista que solía hacer Julio Eduardo Rueda, fundador del espacio conocido como Casa del Buenvivir, en la que lograron hacer varias exhibiciones y convocatorias artísticas con diferentes artistas y curadores. El objetivo era vestir la casa que cumple 40 años con el arte de Restrepo, de acuerdo con Rueda.
Lo que atrajo a Walker a trabajar con Restrepo para esta propuesta fue “su capacidad de manejar técnicas industriales, tecnología donde él hace una inmersión profunda de su trabajo y de ahí produce sus creaciones”. En esta oportunidad, cuenta Walker, el artista dejó en un segundo plano las esculturas de gran formato, por las que es reconocido, para dar paso a la pintura y “tener una obra al alcance de todo el mundo y mirar los espacios alternativos. Fue una exhibición que diseñó para el espacio, no fueron traídas del taller hechas para ver cómo las montamos, sino que fueron hechas para las esquinas y paredes de esta casa”.
Las obras que se presentan en esta exhibición, de acuerdo con Restrepo, fueron las que comenzó a trabajar antes de la pandemia. Su proceso artístico comienza por un boceto que guarda por un tiempo para mirarlos después “y ver qué es lo que estaba haciendo hace cuatro años y quién soy ahorita. Es como empezar a trabajar a cuatro manos, porque muchas veces no me reconozco a mí mismo de hace años”.