Confucio, la poesía, la historia y las mutaciones
Confucio (551 a. C. - 479 a. C.), cuyos discípulos fundaron la escuela confuciana, fue uno de los pilares de la ética humanista a través de sus discursos y enseñanzas.
Mónica Acebedo
Confucio (551 - 479 a. C.), al igual que Sócrates y Jesús, fue un educador (conferencista, diríamos en tiempos modernos) y no escribió su obra. Ahora bien, lo que sí hizo Confucio —y en esa medida me atrevo, caprichosamente, a incluirlo entre las plumas transgresoras— fue compilar, editar, explicar e incluso traducir muchísimos textos antiguos que puso a dialogar con sus enseñanzas. Por ejemplo, El libro de la poesía, El libro de la historia y El libro de las mutaciones son recopilaciones de escritos milenarios, de autores, casi siempre anónimos, y de diferentes dinastías.
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Confucio (551 - 479 a. C.), al igual que Sócrates y Jesús, fue un educador (conferencista, diríamos en tiempos modernos) y no escribió su obra. Ahora bien, lo que sí hizo Confucio —y en esa medida me atrevo, caprichosamente, a incluirlo entre las plumas transgresoras— fue compilar, editar, explicar e incluso traducir muchísimos textos antiguos que puso a dialogar con sus enseñanzas. Por ejemplo, El libro de la poesía, El libro de la historia y El libro de las mutaciones son recopilaciones de escritos milenarios, de autores, casi siempre anónimos, y de diferentes dinastías.
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Fueron, posteriormente, sus discípulos quienes se encargaron de poner por escrito en las Analectas, las conferencias o clases que impartió. De hecho, son estos textos los que dieron paso al llamado “confucianismo”, pilar esencial de la cultura china, que sigue vigente y que, como base del comportamiento social, ha influido sustancialmente en su literatura. Afirma Peter Watson: “La forma en que el confucianismo entendía la ‘buena conducta’ lo gobernaba todo, siempre en el contexto de la cosmología china. Esta cosmología era muy diferente de la occidental y era, en realidad, una especie de confucianismo astronómico, ya que los chinos imaginaban el universo como un todo ordenado. Los chinos se diferenciaban de otros pueblos en que no tenían un mito de la creación y tampoco un creador-legislador sobrenatural. Daban por ello que había un orden y una armonía responsable de ello” (Ideas, Crítica, 2005, p. 307).
Las Analectas contienen los diálogos de todo tipo de los discípulos con su maestro: “El maestro dijo: ‘¿No es una alegría aprender algo y después ponerlo en práctica a su debido tiempo? ¿No es un placer tener amigos que vienen de lejos? ¡No es rasgo de un caballero no incomodarse cuando se ignoran sus méritos!’; o también: ‘Un hombre que respeta a sus padres y a sus mayores difícilmente estará inclinado a desafiar a sus superiores. Un hombre que no esté inclinado a desafiar a sus superiores nunca fomentará una rebelión. Un caballero trabaja en lo esencial; una vez que lo esencial está asegurado, se desarrolla la vía. Respetar a los padres y a los mayores es la base esencial de la humanidad’”.
Por su parte, El libro de la poesía es uno de los poemarios más significativos de la lírica antigua; Shih Ching, también llamado El libro de cantos de la dinastía Zhou (Chou), compuesto por textos anónimos de los siglos X al VII a. C. Se trata de 305 poemas, de los cuales 160 son cantos folclóricos. Esta colección de poemas es una de las más antiguas de la civilización china y de toda la historia. Incluye versos amorosos, mitológicos, costumbristas, religiosos e históricos; es uno de los pilares esenciales del confucianismo y la base de la educación y la cultura china. Es, además, parte de los cinco clásicos del confucianismo.
Mientras en otras tradiciones literarias antiguas como la griega, hebrea o mesopotámica es usual encontrar épicas de héroes legendarios, la literatura china arcaica se inicia con poesía lírica, en la que se escuchan las voces de personas comunes y de situaciones cotidianas, con escritos en prosa y en verso que cabalgan entre la literatura y la filosofía: “¿Cómo se corta un mango para un hacha? / Con otra hacha, o no podrás. / ¿Cómo se toma una esposa? / Con casamentera, o no tomarás”.
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En resumen, aunque algunos estudios críticos nieguen que fue Confucio el editor y compilador de gran parte del material lírico de la poesía china antigua, sí es evidente que fue el confucianismo el encargado de difundirlo. Se trata de poemas que presentan las claves sociológicas y antropológicas de una cultura milenaria y que, como la mayoría de las herencias de Confucio, se centran en las relaciones humanas. “Cae mucha escarcha el primer mes / y me duele el corazón apenado/ las mentiras del pueblo/ van aumentando más y más / y cuando pienso que estoy solo / se redobla la pena en mi corazón. / ¿¡Ay, por piedad, mi corazón! / Estoy enfermo de tanto penar”. O, la regla de oro de Confucio: “Lo que no quieras que los otros te hagan a ti no lo hagas a los otros”.
Cierro con una cita de Luis Alberto de Cuenca en la presentación de la edición del Libro de los cantos, Alianza, 2013: “El Shi Jing o Libro de los cantos es el conjunto más antiguo de China, gestado en época de la dinastía Zhou (1045 - 221 a. C.) y considerado a partir de la dinastía Han (206 a. C. - 220 d. C.) como uno de los cinco libros, o sea, como uno de los cinco textos fundamentales que servían como materia de exámenes imperiales y que constituyen el principal legado de China a la cultura universal”.