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                                                                                                                                Conozco a mis “roommates” por sus huevos

                                                                                                                                Recordamos a Karim Ganem Maloof en el aniversario de su muerte. El periodista fue editor general de la Comisión de la Verdad y se destacó en el periodismo gastronómico por explorar la cocina desde los recuerdos, la ciencia y la filosofía.

                                                                                                                                Karim Ganem Maloof

                                                                                                                                La básica preparación de los huevos, da cuenta de las relaciones humanas, según el autor de este texto. / Archivo particular.
                                                                                                                                Foto: Archivo particular
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                No recuerdo los huevos de Mathilde, pero supongo que eran tan ricos como todo lo que cocinaba. Mathilde leía el Tarot de Marsella, de donde ella también venía, y sus amigas a veces se reunían en nuestra sala para que les descascarara el destino. Creo que mi amiga cocinaba el suyo a escondidas, como los huevos de Pascua que están ocultos en la baraja marsellesa: solo visibles para los ojos expertos de quienes escudriñan los arcanos. Sé, sin embargo, que la figura de la sacerdotisa tiene uno a su costado izquierdo. El recuerdo de Mathilde seguiría a mi costado derecho aunque hoy descubriera que no le gustaban los huevos.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Juan Manuel no los comía porque era vegetariano. La cosa venía de familia: de niños, cuando me quedaba en su casa, nos hacían tofu “pericos”, o sea, un revoltillo con cebolla y tomate escalfado en mantequilla, y a mí se me hacía que aquella soya era un delicioso reemplazo. Pero de adultos no funcionó vivir con el mejor amigo de la infancia y en algún momento se reventó el huevo podrido.

                                                                                                                                Nunca viví con M porque creíamos que nuestra relación no iba a soportar la convivencia, pero pasé la mayor parte de una década a su lado. Al final de ese tiempo, ella se había convertido en fisiculturista y prefería desyemar los huevos que preparaba en su casa. Al final, para no desperdiciar el tiempo recogiendo yemas y descartándolas en la basura, empezó a comprar unas cajas de claras de huevo que a mí me disgustaban de solo pensarlas. Digo pensarlas, porque nunca tuve que probar esa abominación de albúmina. M nunca les quitó las yemas a los huevos que yo le servía al desayuno cuando pasaba la noche conmigo. Fuera lo que fuera que yo preparara ella se lo comía con elogios y de buena gana. M siempre hacía excepciones por mí, aceptaba a su manera lo poco o mucho que podía darle. Huevos con yema y todo.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La básica preparación de los huevos, da cuenta de las relaciones humanas, según el autor de este texto. / Archivo particular.
                                                                                                                                Foto: Archivo particular
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                No recuerdo los huevos de Mathilde, pero supongo que eran tan ricos como todo lo que cocinaba. Mathilde leía el Tarot de Marsella, de donde ella también venía, y sus amigas a veces se reunían en nuestra sala para que les descascarara el destino. Creo que mi amiga cocinaba el suyo a escondidas, como los huevos de Pascua que están ocultos en la baraja marsellesa: solo visibles para los ojos expertos de quienes escudriñan los arcanos. Sé, sin embargo, que la figura de la sacerdotisa tiene uno a su costado izquierdo. El recuerdo de Mathilde seguiría a mi costado derecho aunque hoy descubriera que no le gustaban los huevos.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Nunca viví con M porque creíamos que nuestra relación no iba a soportar la convivencia, pero pasé la mayor parte de una década a su lado. Al final de ese tiempo, ella se había convertido en fisiculturista y prefería desyemar los huevos que preparaba en su casa. Al final, para no desperdiciar el tiempo recogiendo yemas y descartándolas en la basura, empezó a comprar unas cajas de claras de huevo que a mí me disgustaban de solo pensarlas. Digo pensarlas, porque nunca tuve que probar esa abominación de albúmina. M nunca les quitó las yemas a los huevos que yo le servía al desayuno cuando pasaba la noche conmigo. Fuera lo que fuera que yo preparara ella se lo comía con elogios y de buena gana. M siempre hacía excepciones por mí, aceptaba a su manera lo poco o mucho que podía darle. Huevos con yema y todo.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Por Karim Ganem Maloof

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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