Contemplar lo salvaje, la “liternatura” y Sara Jaramillo Klinkert
La escritora es una de las exponentes de la “liternatura”, un concepto que se refiere a la literatura centrada en la naturaleza. Su libro “Escrito en la piel del jaguar” hizo parte de la programación del Festival de Liternatura de Honda.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Al parecer, quedó libre de rencores. O los disimula muy bien, aunque no hay pose evidente. Cuando Sara Jaramillo habla, demuestra una libertad a la que aspiramos muchos, por eso se percibe auténtica, liviana. Cuando Sara Jaramillo se ríe, todos terminamos riéndonos. No es una risa que se contagie por ruido o burla, no. Terminamos riéndonos porque así querríamos reírnos. Porque es un sonido que, al parecer, le nace del ombligo como un torrente de energía incontrolable que solo puede sacar con un gesto de travesura o placer. Con estas formas de mostrarse, de mirar y hablar con el mundo, la escritora antioqueña habló sobre el proceso que atravesó para escribir el libro Escrito en la piel del jaguar.
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Al parecer, quedó libre de rencores. O los disimula muy bien, aunque no hay pose evidente. Cuando Sara Jaramillo habla, demuestra una libertad a la que aspiramos muchos, por eso se percibe auténtica, liviana. Cuando Sara Jaramillo se ríe, todos terminamos riéndonos. No es una risa que se contagie por ruido o burla, no. Terminamos riéndonos porque así querríamos reírnos. Porque es un sonido que, al parecer, le nace del ombligo como un torrente de energía incontrolable que solo puede sacar con un gesto de travesura o placer. Con estas formas de mostrarse, de mirar y hablar con el mundo, la escritora antioqueña habló sobre el proceso que atravesó para escribir el libro Escrito en la piel del jaguar.
Jaramillo y su novio hacen ciclomontañismo. La mamá de ella tenía una finca en la costa y durante una visita salieron a montar. Llegaron a un sitio lejanísimo, recóndito. Un lugar muy aislado al que no se llegaba por carretera porque no tenía, así que tuvieron que atravesar potreros y montañas hasta llegar a una playa frente al mar. Muy pronto se dieron cuenta de que era un territorio inexplorado, casi que salvaje, en el que no había electricidad y el agua potable era escasa.
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Así lo contó Jaramillo Klinkert, quien conversó con el director de cine Leopoldo Pinzón durante la primera edición del Festival de Liternatura de Honda.
Este evento busca abrirle una ventana a las personas que están buscando otras historias con las que identificarse. Según Fernando Vicario, su coordinador, conocer nuevos autores ayuda a reforzar vínculos con los espacios protagonistas, animando a vivirlos más intensamente, e incluso a escribirlos, a recrearlos. Su objetivo es convertir a Honda en la sede de este nuevo espacio para la cultura, que se caracteriza por sus valores patrimoniales y naturales.
Este concepto, el de liternatura, es el que podría reemplazar el de nature writing, un género de la literatura en el que la naturaleza es la gran protagonista.
“La nature writing -es decir, la literatura centrada en la naturaleza- nació en Estados Unidos a mediados del siglo XIX y tuvo como protagonistas a escritores, naturalistas y pensadores de uno y otro sexo que decidieron desplazarse a territorios vírgenes o poco transitados por la civilización y registrar por escrito sus experiencias y reflexiones. Aunque a menudo se cita a Henry David Thoreau como pionero del género por el conocido relato de su aislamiento en las inmediaciones del lago Walden, la realidad es que fue Susan Fenimore Cooper, autora de Diario Rural (1850), a la que corresponde tal mérito”, registró el medio Valencia plaza.
Jaramillo Klinkert fue invitada a este festival por el contenido de su novela, por la forma en la que eligió contarla y por su evidente conexión con una disposición que vamos perdiendo cada vez con más facilidad: la de la contemplación. Vamos perdiendo la capacidad de asombro.
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A medida que fue explicando las circunstancias que atravesaron su pareja y ella para llegar a aquel lugar, dio pistas sobre su pasado: una niña que creció en una finca y que perdió a su papá antes de convertirse en adolescente. Una niña que no usó zapatos y que se trepó en cada árbol y se metió en cada río que se le atravesó durante cada uno de los días en los que pensó que “era la única niña del mundo”. No tuvo miedo de lo salvaje porque creció salvaje. Después de muchos años, ya siendo una adulta, se puso zapatos y ahora no puede caminar sin ellos, pero los años de mirar las hojas de los árboles, las rodillas raspadas y las noches durmiendo con una gallina permanecen en ella. En ella y en sus libros.
Como lo explicó Pinzón, esta novela es una exploración de lo que es la vida humana en la trampa en que hoy se ha convertido el mundo. “Otra de esas maneras de sentir una novela es observándome al terminar la lectura. Y me encontré profundamente conmovido, capturado, incluso un poco sobresaltado. Me costó recuperar mi lugar, mi escritorio, la silla. La novela me había llevado a vivir a su territorio”, dijo.
También mencionó que en el libro encontró pruebas tangibles de realismo mágico: “Una mujer que, en lugar de llamar a las personas con palabras, lo hace con cantos de pájaros. No imita los cantos de los pájaros, canta como ellos. Un extraño personaje que puede convertir sus huellas en las del jaguar y puede rugir como el jaguar, no con su pobre voz humana, sino con la voz del jaguar”.
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La novela es protagonizada por una pareja que llega a una zona en la que, al parecer, todo está por hacerse: las personas que viven allí se dedican a buscar agua, esa es la principal función de cada uno de sus días. Ella, un poco resistente a ese lugar, comienza a darse cuenta de nuestra inutilidad en una zona tan natural como nosotros. A darse cuenta de las pocas habilidades que tenía para sobrevivir sin las facilidades de la ciudad y a asombrarse con cada una de las maravillas que, sin tener que comprar, se estaba perdiendo. Él llegó a colonizar cuanta persona y ambiente se encontró. Llegó casi que aspirando a enseñarles a los que allí habían sobrevivido y vivido y se habían desarrollado durante años, a vivir como él, con cierto aire de suficiencia y superioridad que, días después, se fue agotando cuando se dio cuenta de que la gran suma de dinero que no podría usar en aquel sitio, se estaba pudriendo por la humedad.
“Yo tenía muy claro que no iba a caer en el cliché de la pareja que huye de la ciudad y encuentra el lugar perfecto para ser feliz. Yo soy una gran consumidora de ese tipo de relatos: me obsesionan las historias de ermitaños, de comunas autosostenibles, de personas que deciden exiliarse de la sociedad… Creo que ha sido la pasión por ese tema lo que me ha hecho enamorarme de la liternatura, que parte de una persona que decide aislarse y se quita de encima este ruido y este afán de la ciudad. Solo cuando se aísla, aprende a observar y es capaz de hacer literatura”, dijo la escritora, que agregó que el sueño de irse a una montaña o una cabaña frente al mar era común, pero infantil: se desconocen las implicaciones de enfrentarse a la naturaleza.
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Para ella y según su experiencia, “la vida en la naturaleza es muy dura, es muy difícil. Competir con un ser tan indómito como el mar, por ejemplo, es imposible. La zona en la que está sentada el libro es bosque tropical seco, eso quiere decir que hace mucho calor, con la agravante de que solo llueve durante una temporada del año”.
Después de conocer aquella zona con su pareja, se enamoraron del sitio. Se conectaron tanto con el lugar, que tuvieron “la idea más absurda”: comprar una tierra y construir una cabaña sin ventanas ni puertas. Las primeras veces, visitó su nuevo refugio con amigos. Iba acompañada de muchas personas, pero siempre atravesaba alguna prueba: se pinchaban, algo en la casa se dañaba o algún lujo de la ciudad comenzaba a hacer falta. Después de tantas anécdotas, decidió escribir un libro, pero para esto necesitaba soledad, así que se retiró un mes sola a aquel lugar en el que la oscuridad es profunda y hay un tipo de silencio que permite la concentración: no es el ruido de los animales o los ríos o los vientos o las olas el que no le permite entrar en ese estado de abstracción con el que escribe. Son los celulares, el afán, los pitos y el humo los que la sacan de ese trance en el que solo existe ella y su torrente de cosas por decir, casi como ese torrente de carcajadas que contagian a quien la rodea.
Tal y como creció, escribe: entre soledades, ríos y bosques. Así nace su liternatura.