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¿Qué prometía Jorge Eliécer Gaitán antes de ser asesinado el 9 de abril de 1948, hace 75 años? Ante todo derrotar a la oligarquía, al país político, misión que designaba como “la primera de nuestras obligaciones”.
Para ello, dado que el país político -según decía, exaltado, en las plazas públicas- no mira a la política más allá de las elecciones e incurre en la repartición burocrática del Estado (lo que ahora llamamos clientelismo) y el fraude en las urnas, ofrecía especialmente la despolitización en el manejo de los puestos públicos para poner el Estado al servicio de la sociedad o en defensa de los intereses populares, quitándole “la única significación actual de politiquero y burócrata”.
Ofrecía, en síntesis, arrebatar el país a los políticos tradicionales, al país político u oligarquía, para entregarlo al país nacional, al pueblo. ¡De ahí su grito de combate, coreado por sus seguidores sin distingos partidistas: “Contra las oligarquías, ¡a la carga!”.
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Oligarquía o país político
En realidad, Gaitán llegó a hacer una identidad entre país político y oligarquía. “El país político o la oligarquía, que es la misma cosa”, expresaba. Pero el sentido que daba a la oligarquía era bastante amplio. No es sinónimo de gente rica -aclaraba-, ni es solo el dominio de la plutocracia. No.
“La oligarquía -tal era su definición- es la administración monopolizada por una minoría en beneficio de sus propios intereses, con la finalidad de su propia conservación en el mando, y ese fenómeno se presenta en forma igual en la grande especulación que hace en la capital de la República, como en el municipio lejano donde se sufre el mismo método en forma más dura y áspera”.
Él tenía, entonces, plena conciencia sobre lo que hoy se califica entre los politólogos como una estructura clientelista, extendida a lo largo y ancho del país a través del monopolio de la administración pública, donde no interesan sino el uso y la conservación del poder no con el propósito de servir a la comunidad, sino de satisfacer los intereses particulares.
La oligarquía, en definitiva, es el sostén mismo del aparato del Estado, instituyéndose así un régimen oligárquico, fuera del cual no hay salvación. “Hemos llegado -precisaba- al sistema según el cual la única norma de victoria es el sometimiento a la oligarquía o país político, que otorga los títulos, califica la inteligencia y el conocimiento e ignora o destruye al resto del país”.
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Tres estructuras
Pero, ¿Gaitán sí hizo un examen concienzudo, pormenorizado, de la oligarquía, de su estructura, de la forma como opera para ejercer su dominación? Antonio García, su amigo y gran vocero ideológico, lo niega al afirmar que “no ahondó mucho en el conocimiento de esa estructura del privilegio en Colombia”, aunque admite que “la entendió prácticamente”.
Nuestra opinión es distinta: en su análisis de la oligarquía, con un claro enfoque sociológico, Gaitán observaba que esta estructura está compuesta por tres menores, fáciles de identificar en la realidad. Veamos.
En su concepto, la primera estructura oligárquica del país es de los dirigentes, de los cuales distingue, a su turno, entre quienes buscan el poder y contribuyen directamente, por lo general con su apoyo económico, para que dicho poder se concentre cada vez más en esa minoría privilegiada que se perpetúa en la cúspide.
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En la segunda estructura están los intelectuales, al servicio del grupo dominante -”hombres de inteligencia con almas de secretario”, señalaba con ironía-, y, por último, está la clase política propiamente dicha que incluye desde senadores, representantes, diputados y burócratas hasta dirigentes de barrio, quienes reparten votos en las elecciones, activistas que gritan en las calles proclamando a sus líderes, etc.
El país entero, por consiguiente, está sometido por completo a la oligarquía, cuya amplia cobertura, a escala municipal, departamental y nacional, garantiza el continuo éxito en sus propósitos.
Partidos políticos
De otro lado, la oligarquía -para Gaitán- es tanto liberal como conservadora, confundiéndose ambos partidos en la concepción y el manejo indebido del poder.
Recordemos que para él nada había cambiado con el ascenso del liberalismo en 1930, según comentaba en 1934: “Ayer, como hoy, solo las castas económicamente fuertes podían y pueden mandar en este país. El hombre de pretendidos títulos nobiliarios o el usufructuario de cuantiosas riquezas, es decir, el notable, continúa usando y abusando del poder”.
Y respecto al gobierno conservador que enfrentaba en 1929, apuntó en el debate de las bananeras: “Desgraciadamente no es el Partido Conservador el que hoy gobierna. Lo que hay es un gobierno de casta, lejos de todo ideal y de toda grandeza”.
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Las citas anteriores demuestran la validez de nuestra afirmación: las dos colectividades políticas tradicionales participan del abuso del poder, sin que haya fronteras entre una y otra en relación con tal comportamiento, conformando así, en una alianza cómplice, gobiernos de casta, de notables que condenan al país nacional a la miseria, al más completo abandono.
“La oligarquía conjunta -expresaba en 1946, después de una charla con el presidente Mariano Ospina Pérez-, llamada liberal o conservadora, que hace su agosto sobre la miseria y la desgracia de un gran pueblo abandonado”.
En los negocios
Sin embargo, y a pesar de que para Gaitán el término oligarquía tenía una significación más vasta que la mera concentración del poder económico, hay que insistir en este aspecto, indispensable para su cabal comprensión.
También en 1934 hizo, en el Congreso de la República, una radiografía de sus compañeros de curul, con estas palabras: “Os llamáis representantes del pueblo, pero en realidad no lo sois porque en estos recintos apenas representáis los intereses de las clases poderosas”.
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Y en su discurso-programa de 1944 denunciaba “el maridaje inadmisible entre política y negocios”.
Fue entonces, hacia esta época, cuando -según recuerda Eduardo Santa- lanzó su grito de combate contra la oligarquía, el mismo que repitió una y otra vez en su campaña presidencial hasta el último momento: “Contra las oligarquías, ¡a la carga!”.
A modo de hipótesis
Como es obvio, la oligarquía no encontró una salida distinta a la de reaccionar, lanzándose en contra de Gaitán, a quien Osorio Lizarazo, uno de sus más ilustres seguidores, define como “perseguido por la oligarquía”, la cual -precisa- había derrotado las reformas económicas que él presentó al Congreso en 1947.
Para García, además, la oligarquía del momento era ante todo industrial, nacida del intervencionismo estatal que se impuso desde 1930, de la que fue víctima el propio presidente Alfonso López Pumarejo en su primer gobierno, y la misma que después de 1946 se consolidó hasta el punto de que la Andi, el poderoso gremio que la representaba, impidió la aprobación del proyecto de reforma bancaria que Gaitán puso a consideración de ambas cámaras legislativas, naturalmente con las presiones de rigor a la clase política.
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Él sufrió, pues, en carne propia las consecuencias de la guerra que le declaró a la oligarquía, por lo cual ya podemos admitir la hipótesis, dentro de dicho contexto, según la cual fue esa oligarquía fue la que frustró su inminente ascenso al poder para evitar así la puesta en marcha de un gobierno que se presentaba de antemano como su peor enemigo, dispuesto a atentar contra sus particulares intereses.
Bástenos recalcar los duros ataques de Gaitán contra la oligarquía y cómo en sus últimos años se opuso a la estrecha alianza entre los sectores económicos y políticos, maridaje que venía denunciando de tiempo atrás.
(*) Autor del libro “Las ideas políticas de Jorge Eliécer Gaitán” (Amazon, 2020).