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La noticia corrió por toda Barranquilla el 11 de octubre de 2012: había un nuevo Rey Momo para el Carnaval. No hubo humo blanco, solo una llamada:
—José Llanos, tú eres el Rey Momo del Carnaval 2013, ¿cómo te sientes?
—Me siento muy satisfecho.
—Bueno, a celebrar.
—No, no voy a celebrar. Voy a esperar a los medios, porque sé que van a venir.
Y eso hizo José Francisco Llanos. Se sentó a esperar.
El final de ese día no lo conocemos, pero sabemos lo que pasó después. La noticia corrió de voz en voz y salió por los medios locales. La mayoría de los barranquilleros —si no todos— conocían a José Llanos y sabían cuál era su papel. Tenía que ser alguien importante, alguien que mereciera el título por su trabajo y por su dedicación. Pero, como todo, era una competencia. “El Rey Momo tiene que ser alguien que participe del Carnaval. Yo hice mi carpeta y la pasé, porque soy actor y hacedor del evento, si se puede decir, de toda la vida”, afirma Llanos cuando se le pregunta cómo fue que llegó a ser merecedor de ese título.
Como él, muchos otros pasaron su carpeta y esperaron una llamada que nunca recibieron. Esta vez le toco a él, un artesano que, con sus 67 años de edad, ya lleva 43 colaborando con estas fiestas, primero como actor y luego, desde 1975, como director de la comparsa Selva Amazónica. Es la primera vez en la historia que un artesano es nombrado Rey Momo, toda una eventualidad.
José Llano hace máscaras con papel maché y crea toda una puesta en escena de color y ritmo para su comparsa. Permanentemente está estudiando para perfeccionarla, mira revistas, lee y hace ensayos por su cuenta, porque no tiene estudios en ninguna universidad. Le hubiera gustado, sin embargo, estudiar Bellas Artes. Pero nunca tuvo la oportunidad. Tampoco ha ido a África, aunque ese es el país que recrea para los barranquilleros con su Selva Amazónica. Lo que él quiere es hacerle saber a la costa Caribe cómo son las tribus africanas, cómo son sus sonidos y cómo se mueven. Eso es lo que busca en sus bailarines, esa es la “intuición” que pretende que reciban de él. Crea una puesta en escena con máscaras de tigres, leones, cebras y elefantes y logra que otros se pongan esas máscaras, escuchen la música y muevan su cuerpo. “¿Qué sería del carnaval sin las máscaras, sin la música?”, pregunta.
Para llegar a ese punto, el de montar una comparsa de tal calibre, Llanos también ha viajado y ha sabido cómo implementar lo que ha visto en sus viajes dentro de su puesta en escena.
Ha ido a Brasil, a los talleres de Samba de Río de Janeiro. Ha ido a ferias en Venezuela y en Panamá. Todas le han aportado algo a su comparsa, ya sea en el maquillaje escénico, en el baile o en las técnicas artesanales. Ha tomado elementos de lo que ha visto y lo ha reunido de la mejor manera para lograr un impacto dentro del carnaval.
Aparentemente lo ha hecho, o eso cree él, porque por eso fue el elegido: “Siempre se premia a los mejores y entre ellos estoy yo. Siempre he dicho que uno viene a este mundo a dejar huella y eso es lo que yo estoy haciendo”, afirma con orgullo y —sin verlo— se le puede imaginar parado al lado del teléfono, con el pecho en alto. Siente satisfacción por ser representante de Galapa, el municipio madre de Barranquilla, donde nació, y de poderse parar al lado de su majestad Daniela Cepeda Tarud en el día de la coronación de la reina del carnaval.
El orgullo es genuino, es un nombramiento muy significativo para alguien que ha entregado toda su vida a estas fiestas. Lo que no sabemos es si el nombrado personaje es consciente de la tradición que carga con él —no sólo este año, no sólo en Barranquilla—. De la tradición que viene, casi, desde el mismo día en que se fundó la risa, desde el primer día en que se celebró en el mundo un carnaval.
Cuenta la mitología griega que Momo era el bufón de los dioses, era una deidad menor que los criticaba a todos y que se burlaba de todos. Un holgazán que se divertía haciendo evidentes los defectos de cualquier persona frente a los demás. Se burló de Hesíodo o de Afrodita, o de los dos. Y fue expulsado del Olimpo. Desde entonces tuvo que buscar oficio y se convirtió en el inspirador de escritores y poetas. A diferencia de las musas, que inspiraban temas amorosos y elevados, él llevaba a sus escritores por el camino de los textos irónicos y malsanos; por todo aquello que tuviera que ver con lo bajo, con lo grotesco. Así, se volvió famoso y, de ser una deidad menor en el Olimpo, se convirtió en el protagonista de muchos carnavales. Su figura daba pie para gastar bromas pesadas y para burlarse de cualquier personaje, ya fuera público o privado. Se volvió importante. Resguardados en su figura, los habitantes de las ciudades se permitían lo que, de otra manera, nunca hubieran hecho sin remordimientos.
La historia es vieja, pero la idea permanece. En estos cuatro días de carnaval hay que andar con cuidado por Barranquilla. Si no están borrachos, actúen como si lo estuvieran y échense harina sobre la ropa; el que está muy sobrio, lleva, y el que está muy limpio, también. José Llanos está preparado para ser la cabeza de todo esto. Al lado de Su Majestad la reina, se verá por la ciudad con su colorido traje “Fantasía africana”, una alegoría a la selva, y con un armazón, elaborado por el mismo Llanos, de cuatro máscaras en papel maché.
El traje está y el colorido también. Hay una disposición completa de carnaval. Lo que sí se pone en duda es que el Rey Momo planee instaurar el deseo de crítica y de burla alrededor de la ciudad. Este es un Rey Momo diferente, no sólo del Momo clásico —no es holgazán ni burlón y ha trabajado toda su vida para lograr su mérito— sino de los otros reyes Momo que han pasado por Barranquilla.
Lo que sucedió después de la llamada, el 11 de octubre, nunca lo contamos. Él esperó a los medios, sí, y luego se paró de su silla y se puso a trabajar. Llanos asumió su papel desde una preocupación social. Fue a los albergues, a las clínicas, a los hospitales. Visitó a la gente que necesitaba una sonrisa, gente de veredas, gente de comuna. También hizo partícipe a su familia. Logró que uno de sus hijos, que trabajaba de patrullero de tránsito y transporte en Apartadó, fuera nombrado su edecán. Un orgullo más para él, porque sus otros dos hijos ya habían puesto su granito en el carnaval, ayudándolo con la elaboración de las máscaras y de la puesta en escena de la comparsa. Su hijo lo acompañó a la Lectura del Bando, el 19 de enero; a su coronación como Rey el 23, y lo acompañó en su recorrido por los albergues y hospitales de la ciudad. “Hacerlos sonreír y vivir con ellos. Tratar de que no solamente el festival fuera baile y música, sino llevarlo también por la parte humanitaria”, eso fue lo que dijo y eso fue lo que hizo. Eso fue lo que sucedió después.
Ahora vienen cuatro días de fiestas y José Llanos espera estar a la altura de lo que se espera de él en el carnaval. Acompañará a la reina, verá bailar a sus artistas de Selva Africana y llevará su atuendo de máscaras con orgullo. Porque, según él, “carnaval sin máscaras no es carnaval”.
Por Adriana Marín Urrego
