“Corazón de guagua”: reflexiones sobre identidad, música y literatura
El artista San Pedro Bonfim de ascendencia ecuatoriana y brasileña, que es el líder y vocalista de la banda Lolabúm, habló de la inspiración de su último disco “Corazón de guagua” y su trayectoria en la música.
Jorge Danilo Bravo Reina
¿Por qué decidió vivir en Colombia?
Al llegar aquí, me sorprendió la cantidad y calidad de proyectos musicales que encontré. En Quito, mi percepción de la música estaba limitada. La experiencia me obligó a perfeccionar mi técnica y a sostener mejor los conciertos. Aprendí mucho al observar a otros cantautores y a trabajar con músicos locales. En Ecuador, a menudo existe un rechazo hacia nuestra propia música debido a prejuicios clasistas y racistas, algo que también reflejé en mi primer disco al explorar mi lugar en la tradición. En Colombia, pude verme desde una nueva perspectiva, tanto como ecuatoriano como brasileño, y esto se tradujo en una nueva experiencia musical. Además, colaborar con artistas y músicos de diferentes ciudades, como Pasto y Bogotá, me brindó una nueva perspectiva sonora.
¿Cuáles han sido sus exploraciones estéticas?
Ha sido una búsqueda continua. Me identifico con la idea de ser un perseguidor, ya que cada proyecto artístico, ya sea una canción, una portada o algo más, representa una búsqueda constante. Por ejemplo, escuchando el primer disco que grabé en 2014 en mi casa, sin conocimientos previos sobre mezcla, me doy cuenta de que ya contenía elementos que sigo explorando. No se trata de repetirme, sino de profundizar y explorar más. Desde 2015, cuando Lolabúm se convirtió en mi proyecto principal, me he enfocado completamente en ello. Ha sido una gran escuela en la que he aprendido a hacer discos, a participar en festivales y a tocar en vivo.
¿Cuál es su búsqueda en este momento?
Ahora, con mi espacio como solista, puedo explorar más mi verdadera profesión, que es la literatura, y este proyecto me permite acercarme más a la palabra, a la poesía y al teatro. Lolabúm, por su naturaleza, me obligó a ceder en ciertos aspectos, como tocar con secuencias y adaptar la música a un formato más digital. En contraste, mi trabajo actual es más orgánico. Estoy en un momento de cambio, especialmente con mi mudanza actual, y reconozco que la música ha hecho posible esta transición.
¿Por qué volvió a interesarse por su camino de solista?
Hace 10 años y antes de formar la banda, ya era más conocido como solista en Quito. Saqué mi primer disco en ese año, usando recursos muy limitados. El primer disco de Lolabúm salió en 2016, y ahí el proyecto empezó a tomar forma. Cuando hice mi primer disco como solista, lo hice porque me fui a estudiar literatura y pensé erróneamente que debía abandonar la música para concentrarme en mis estudios. Ese disco fue un registro de mis intereses artísticos musicales en ese momento. No lo lancé oficialmente, solo lo publiqué en Bandcamp y Soundcloud. La banda se convirtió en mi proyecto principal desde 2015. A partir del segundo disco, asumí un rol más dominante en el proyecto, dirigiéndolo y tomando decisiones creativas. Esto fue positivo en términos de producción musical, pero también significó que toda mi energía y atención se centraron en Lolabúm. En noviembre de 2022, después de tocar en Bogotá, decidí quedarme una semana más por intuición. Durante ese tiempo, un amigo me sugirió que hiciera un disco, lo que me llevó a reconsiderar mi carrera como solista. Al regresar a Ecuador, revisé material que tenía guardado y comencé a preparar nuevas canciones.
Hablando de sus referentes, ¿qué influencias se encuentran en su nuevo disco?
En “Corazón de guagua” hay varias influencias del Ecuador. Por ejemplo, he musicalizado un poema de Jorge Carrera Andrade Tu amor es como la piel de las manzanas. Además, me siento influenciado por el proyecto Pánico, cuyo trabajo considero una referencia importante. Mis propios poemas también tienen referencias a Ecuador, especialmente el poema que abre el disco. Musicalmente, he incluido una versión de Terciopelo Negro, basada en una interpretación de Enrique Males, un músico indígena ecuatoriano. Encontré esta versión en un disco recopilatorio llamado La Música de Ecuador, grabado por un investigador mexicano.
Sobre el título del disco, “Corazón de guagua”, ¿de dónde viene?
El término “guagua” en Ecuador se refiere a un niño, pero también puede aludir a las guaguas de pan, que se comen durante el Día de los Muertos. Además, en Quito, hay un volcán llamado Guagua Pichincha, que erupcionó en 1999. Así, “Corazón de Guagua” evoca tanto al aspecto literal como simbólico de “guagua”, combinando la imagen del volcán con la idea de la niñez y la vida en general. El título representa mi búsqueda personal y la idea de no definir completamente algo. No busco respuestas definitivas, sino explorar y expresar de manera espontánea y genuina. Prefiero no limitarme a coleccionar palabras típicas del Ecuador, sino mostrar cómo esta cultura está viva y se manifiesta en mí y en otros.
En los momentos de composición, ¿cómo influye su formación en la literatura?
Por ejemplo, el poema que abre el disco, “Río Arriba y Río Abajo”, lo escribí en 2013, antes de estudiar literatura. Desde entonces, he sentido una conexión con las palabras y su uso en la música. Me di cuenta de que mientras mis amigos músicos hablaban sobre aspectos técnicos de sus instrumentos, yo me preocupaba por la letra y su contenido. Para mí, las letras son mi principal instrumento, y disfruto jugar con ellas. En mi composición busco que las palabras fluyan naturalmente y que tengan una sensación de trabalenguas o imágenes evocadoras, manteniendo al mismo tiempo coherencia. Confío en la exploración de diferentes rangos y estilos, desde lo humorístico hasta lo serio o casi sagrado.
¿Qué se puede esperar de su próximo disco?
Respecto al “Corazón de Guagua” espero que la audiencia lo encuentre interesante. Es un álbum corto, de unos 29 minutos, y lo que más me interesa es el diálogo que pueda surgir con quienes lo escuchen. Me gustaría recibir retroalimentación sobre cómo perciben el disco. Estoy orgulloso del trabajo y del cariño que le hemos puesto. Aunque la mayoría del álbum es guitarra y voz, también incorpora otros instrumentos como contrabajo, bajo, clarinete y saxofón. Siento que en la simpleza he encontrado una riqueza que me gusta, y creo que las letras son un punto fuerte del disco.
¿Por qué decidió vivir en Colombia?
Al llegar aquí, me sorprendió la cantidad y calidad de proyectos musicales que encontré. En Quito, mi percepción de la música estaba limitada. La experiencia me obligó a perfeccionar mi técnica y a sostener mejor los conciertos. Aprendí mucho al observar a otros cantautores y a trabajar con músicos locales. En Ecuador, a menudo existe un rechazo hacia nuestra propia música debido a prejuicios clasistas y racistas, algo que también reflejé en mi primer disco al explorar mi lugar en la tradición. En Colombia, pude verme desde una nueva perspectiva, tanto como ecuatoriano como brasileño, y esto se tradujo en una nueva experiencia musical. Además, colaborar con artistas y músicos de diferentes ciudades, como Pasto y Bogotá, me brindó una nueva perspectiva sonora.
¿Cuáles han sido sus exploraciones estéticas?
Ha sido una búsqueda continua. Me identifico con la idea de ser un perseguidor, ya que cada proyecto artístico, ya sea una canción, una portada o algo más, representa una búsqueda constante. Por ejemplo, escuchando el primer disco que grabé en 2014 en mi casa, sin conocimientos previos sobre mezcla, me doy cuenta de que ya contenía elementos que sigo explorando. No se trata de repetirme, sino de profundizar y explorar más. Desde 2015, cuando Lolabúm se convirtió en mi proyecto principal, me he enfocado completamente en ello. Ha sido una gran escuela en la que he aprendido a hacer discos, a participar en festivales y a tocar en vivo.
¿Cuál es su búsqueda en este momento?
Ahora, con mi espacio como solista, puedo explorar más mi verdadera profesión, que es la literatura, y este proyecto me permite acercarme más a la palabra, a la poesía y al teatro. Lolabúm, por su naturaleza, me obligó a ceder en ciertos aspectos, como tocar con secuencias y adaptar la música a un formato más digital. En contraste, mi trabajo actual es más orgánico. Estoy en un momento de cambio, especialmente con mi mudanza actual, y reconozco que la música ha hecho posible esta transición.
¿Por qué volvió a interesarse por su camino de solista?
Hace 10 años y antes de formar la banda, ya era más conocido como solista en Quito. Saqué mi primer disco en ese año, usando recursos muy limitados. El primer disco de Lolabúm salió en 2016, y ahí el proyecto empezó a tomar forma. Cuando hice mi primer disco como solista, lo hice porque me fui a estudiar literatura y pensé erróneamente que debía abandonar la música para concentrarme en mis estudios. Ese disco fue un registro de mis intereses artísticos musicales en ese momento. No lo lancé oficialmente, solo lo publiqué en Bandcamp y Soundcloud. La banda se convirtió en mi proyecto principal desde 2015. A partir del segundo disco, asumí un rol más dominante en el proyecto, dirigiéndolo y tomando decisiones creativas. Esto fue positivo en términos de producción musical, pero también significó que toda mi energía y atención se centraron en Lolabúm. En noviembre de 2022, después de tocar en Bogotá, decidí quedarme una semana más por intuición. Durante ese tiempo, un amigo me sugirió que hiciera un disco, lo que me llevó a reconsiderar mi carrera como solista. Al regresar a Ecuador, revisé material que tenía guardado y comencé a preparar nuevas canciones.
Hablando de sus referentes, ¿qué influencias se encuentran en su nuevo disco?
En “Corazón de guagua” hay varias influencias del Ecuador. Por ejemplo, he musicalizado un poema de Jorge Carrera Andrade Tu amor es como la piel de las manzanas. Además, me siento influenciado por el proyecto Pánico, cuyo trabajo considero una referencia importante. Mis propios poemas también tienen referencias a Ecuador, especialmente el poema que abre el disco. Musicalmente, he incluido una versión de Terciopelo Negro, basada en una interpretación de Enrique Males, un músico indígena ecuatoriano. Encontré esta versión en un disco recopilatorio llamado La Música de Ecuador, grabado por un investigador mexicano.
Sobre el título del disco, “Corazón de guagua”, ¿de dónde viene?
El término “guagua” en Ecuador se refiere a un niño, pero también puede aludir a las guaguas de pan, que se comen durante el Día de los Muertos. Además, en Quito, hay un volcán llamado Guagua Pichincha, que erupcionó en 1999. Así, “Corazón de Guagua” evoca tanto al aspecto literal como simbólico de “guagua”, combinando la imagen del volcán con la idea de la niñez y la vida en general. El título representa mi búsqueda personal y la idea de no definir completamente algo. No busco respuestas definitivas, sino explorar y expresar de manera espontánea y genuina. Prefiero no limitarme a coleccionar palabras típicas del Ecuador, sino mostrar cómo esta cultura está viva y se manifiesta en mí y en otros.
En los momentos de composición, ¿cómo influye su formación en la literatura?
Por ejemplo, el poema que abre el disco, “Río Arriba y Río Abajo”, lo escribí en 2013, antes de estudiar literatura. Desde entonces, he sentido una conexión con las palabras y su uso en la música. Me di cuenta de que mientras mis amigos músicos hablaban sobre aspectos técnicos de sus instrumentos, yo me preocupaba por la letra y su contenido. Para mí, las letras son mi principal instrumento, y disfruto jugar con ellas. En mi composición busco que las palabras fluyan naturalmente y que tengan una sensación de trabalenguas o imágenes evocadoras, manteniendo al mismo tiempo coherencia. Confío en la exploración de diferentes rangos y estilos, desde lo humorístico hasta lo serio o casi sagrado.
¿Qué se puede esperar de su próximo disco?
Respecto al “Corazón de Guagua” espero que la audiencia lo encuentre interesante. Es un álbum corto, de unos 29 minutos, y lo que más me interesa es el diálogo que pueda surgir con quienes lo escuchen. Me gustaría recibir retroalimentación sobre cómo perciben el disco. Estoy orgulloso del trabajo y del cariño que le hemos puesto. Aunque la mayoría del álbum es guitarra y voz, también incorpora otros instrumentos como contrabajo, bajo, clarinete y saxofón. Siento que en la simpleza he encontrado una riqueza que me gusta, y creo que las letras son un punto fuerte del disco.