La otra mirada de Ecuador: la cotidianidad de los ciudadanos
Frente a la ola de violencia que se ha registrado en el país andino en los últimos días, el desarrollo de la vida cotidiana y las costumbres han cambiado para los habitantes.
Sarah Gutiérrez
Es viernes en la mañana. Pocas personas se acercan al Mall El Jardín, en Quito, cuando, para Rubén Buitrón, era recurrente ver a los transeúntes acercándose a un establecimiento comercial para ir al cine o hacer compras. Pero desde que el pasado lunes, 8 de enero, se declaró estado de excepción en el país, los visitantes disminuyeron.
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Es viernes en la mañana. Pocas personas se acercan al Mall El Jardín, en Quito, cuando, para Rubén Buitrón, era recurrente ver a los transeúntes acercándose a un establecimiento comercial para ir al cine o hacer compras. Pero desde que el pasado lunes, 8 de enero, se declaró estado de excepción en el país, los visitantes disminuyeron.
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Rubén Darío Buitrón es periodista y escritor ecuatoriano, y considera que la unión hace la fuerza, o por lo menos así cree que lo podrían ver los ciudadanos, que, en medio de la incertidumbre y el temor, lograrían una alianza para ponerle un alto al narcotráfico que lleva azotando al país en los últimos 15 años.
Aquel mito de la “Isla de paz” que cobijaba al territorio andino desde la década de los 80, quedó en el pasado a causa de la guerra interna. La percepción de los habitantes acerca de asuntos como la seguridad ha cambiado drásticamente, como lo mencionó Buitrón en entrevista para El Espectador.
“Nos criaron y nos crearon pensando que somos la Isla de Paz, tras ver los conflictos a los que se habían enfrentado los países vecinos (Colombia y Perú) en el siglo XX. Los ciudadanos nunca tuvimos las alertas suficientes. Creíamos que aquí no pasaría nada después de la última guerra con Perú y que todo seguiría igual”.
Este ideal se fue construyendo a partir de los conflictos internos a los que se enfrentaban Colombia y Perú. El primero sufría por los enfrentamientos con las guerrillas de las FARC y el narcotráfico. El segundo padeció los ataques terroristas del grupo Sendero Luminoso que afectaron todo el país.
Estos hechos de violencia llevaron a que Ecuador recibiera una ola de migración de los países vecinos. Fue a partir de esto que los medios de comunicación se encargaron de crear el imaginario de ser una tierra de paz. “A pesar de haber tenido nuestros conflictos en los que, por ejemplo, derrocamos presidentes, nunca vivimos uno de tal magnitud como el que experimentamos ahora”, añadió el periodista, además de aclarar que ese estatus dio pie para sentir colectivamente “una especie de superioridad y hasta de desprecio e indiferencia”.
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El estado de excepción que declaró por estos días el presidente Daniel Noboa tras la huida de José Adolfo Macías Villamar, “Fito”, el líder de Los Choneros, estableció que las Fuerzas Armadas y la policía podrían movilizarse para mantener el orden y el control ante posibles alteraciones. Esta decisión también se tomó debido la creciente ola de violencia que está atravesando el país y que causó la muerte de, por lo menos, diez personas, además del secuestro de 170 funcionarios en algunas de las instalaciones carcelarias.
La problemática social en Ecuador no es un tema reciente y, de acuerdo con Leonardo Zaldumbide, historiador ecuatoriano, es una especie de bola de nieve que fue acumulando fallas dentro del Estado. “Las falencias en varios de los sectores públicos, como educación o salud, terminan afectando la cotidianidad de las personas”, esto se puede ver reflejado en lo que algunos perciben como reclutamiento de menores de edad en las pandillas y grupos narcotraficantes.
Zaldumbide agregó que cada vez son más los ciudadanos que viven en “condiciones poco favorables” como la falta de acceso a los servicios públicos y las extorsiones, circunstancias y abusos que afectan el comercio y, por ende, la forma de ganar dinero. “Así es como los delincuentes llegan a jóvenes menores de edad, con la técnica de Robin Hood (’quitarles a los más ricos para entregarles a los más pobres’), algo que Pablo Escobar también aplicó en Medellín”.
El miedo, ahora latente en la mayoría de los ecuatorianos, ha sobrepasado las grandes ciudades hasta llegar a los municipios rurales, dando la sensación de “desolación, indefensión, incomunicación, soledad e incertidumbre”, contó Buitrón. Una experiencia similar a la de la pandemia que llevó a que cada familia se encierre en sus hogares y deje de lado el hábito de reunirse con otros en sitios de interés común como la plaza local o un centro comercial.
Las celebraciones y festividades populares son una de las principales actividades que se han visto amenazadas, también contó el periodista ecuatoriano: “La Fiesta de la Flores y las Frutas, que coincide con el carnaval de Ambato, son unas de las más importantes en el país: no se realizarán este año porque no sabemos qué sucederá. Vendrán golpes a la economía y al ánimo social”.
Cada febrero, las calles de la provincia de Tungurahua, en el estado de Ambato, se llenan de comparsas y carros alegóricos para dar visibilidad a la bonanza que se presencia en el territorio en cuanto a la producción de frutas y flores, además de ser una excusa para promover y preservar las tradiciones folclóricas de Ecuador. El uso de ponchos y faldas de varios colores para realizar el baile de Sanjuanito, uno de los más tradicionales, denota la tradición indígena del país.
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Ante la problemática actual, los organizadores del evento, que tenían más de 70 actividades programadas, decidieron cancelar la celebración de este año, que tendría lugar del 11 hasta el 13 de febrero.
Para Zaldumbide, la reactivación social, de la cual se estaban recomponiendo tras pandemia, debe ir de la mano con las actividades culturales, que aunque “parezcan un lujo para algunos”, son necesarias para que se propicie el encuentro entre la comunidad, la recuperación el espacio de lo público y la conservación de la paz y la salud mental: los lazos sociales y la presencialidad cultivan la recuperación de la memoria y refuerzan la identidad nacional.