Crearte, la casa grande del teatro pereirano
Ni la pandemia ha parado el trabajo de Claudia López y su fundación cultural, que son emblemas de la historia del teatro de la ciudad, por su extensa trayectoria, que próximamente cumple 31 años de trabajo interrumpido.
Nathalia Gómez Raigosa
Sus aprendices, colegas, estudiantes, familiares y el público que ha visto sus producciones a lo largo de su carrera, siempre llegan a la conclusión común de que Claudia López con su fundación Crearte ha impactado de múltiples formas y en diferentes momentos el movimiento teatral pereirano, desde finales de los ochenta hasta la actualidad.
Pero este largo camino comenzó mucho antes, una tarde de 1976 cuando el joven Jairo Santa, recién nombrado director del grupo de teatro de la Sociedad de Amigos de Arte de Pereira, llegó hasta su salón de clases en el colegio La Inmaculada, motivando a las niñas a entrar al semillero teatral. Al escuchar esa conjugación de palabras y sin saber muy bien qué significaban a sus escasos 14 años, Claudia en su adolescencia entusiasta brincó de su pupitre y exclamó un rotundo: “¡Yo quiero!”, porque algo muy profundo le decía que eso era para ella y, en definitiva, lo fue para siempre.
Se caracterizó por ser polifacética desde la primera obra que montaron en ‘Amigos del Arte’, El Principito, en la que interpretó tres personajes: ‘La Rosa’, ‘El Geógrafo’ y ‘El Vanidoso’. Pero como muchos jóvenes artistas de provincia, su aspiración era perseguir el sueño de ser actriz en la capital. En Bogotá terminó su bachillerato y tuvo la fortuna de formarse con un grande de la literatura infantil y la dramaturgia, Jairo Aníbal Niño, en la Escuela de Teatro del Distrito. Este acercamiento maravilloso con el escritor colombiano, sin duda, contagió su expresión creativa de una sensibilidad lúdica.
Le invitamos a leer: Política y teatro, los papeles de Alí Humar
Regresó a Pereira en 1988 y se radicó en el barrio La Pradera del municipio aledaño de Dosquebradas, donde llegó casada con el profesor y músico, Francisco Mejía Lema y con su hija de brazos, Laura Sofía Mejía. La familia Mejía López vivió muchos años en este sector, durante los cuales fue consolidando el proyecto cultural al que le han dedicado gran parte de su vida, que comenzó siendo un taller integral para niños y jóvenes en el que se enseñaba desde títeres hasta artes plásticas y del que su esposo e hija siempre han participado, algunas veces colaborando en los procesos, otras solo desde el apoyo emocional.
Para ese tiempo, Marta Marín de Bedoya, directora de la Corporación Biblioteca Pública, que funcionaba en la antigua Estación de Ferrocarril, la invitó a asumir la dirección de los grupos de teatro infantil y juvenil, la coordinación de los talleres culturales en diferentes comunidades y del Taller Nacional de Teatro, en el cual se traían a los mejores exponentes del país. Además se continuó la alianza con el Festival Internacional de Teatro de Manizales, hecha por el filósofo Julián Serna a su paso por la corporación, para trasladar algunas de las agrupaciones extranjeras que allí se presentaban hasta Pereira. Pero el acontecimiento más inolvidable para Claudia fue estar en el lobby en obra negra del recién construido Teatro Santiago Londoño ensayando sus primeras obras infantiles: Mafalda y Pombo en el teatro de creación propia con adaptación libre y Dulcita y el burrito de Carlos José Reyes con música original de la Banda Sinfónica de Pereira, esta última por el acompañamiento musical facilitado por Aidee Botero, es recordada como un espectáculo sublime.
En 1990 Crearte se constituyó legalmente como fundación social y cultural. El actor y director, Miguel Rodríguez, dice que de los montajes de López de esa época, hubo uno en particular que le partió su visión del teatro en un antes y un después. Se trata de Don pincel y la casa de los cien colores del escritor pereirano Nelson Espinosa y producido con una beca de dirección escénica de Colcultura en 1992, porque como asegura Rodríguez, con esa producción, Claudia le enseñó al gremio teatral de la ciudad que las artes escénicas debían realizarse con todo el rigor profesional en compañía de un grupo interdisciplinar y no de la manera improvisada con utilería de segunda mano como se trabajaba hasta ese entonces.
De ahí, López comenzó una etapa de idas y venidas entre Bogotá y Pereira. En 1996 estaba trabajando como profesora de planta del Colegio Colsubsidio cuando recibió una llamada de Norbey Tobón, director del teatro Santiago Londoño, en compañía de Alexis Mejía, director del Instituto Municipal de Cultura de Pereira para proponerle que liderara el proceso de creación del grupo de teatro del municipio con el fin de que las obras producidas sirvieran para la programación de las Fiestas de la Cosecha. Claudia no aceptó y en contraposición les propuso que lo que Pereira necesitaba prioritariamente era un programa de formación, puesto que muchos de los que se ocuparon en antaño de la enseñanza del teatro en la ciudad se habían ido: la venerada maestra Antonieta Mercuri estaba radicada en Cali; Álvaro Bayona y su grupo La Parca regresaron a Bogotá; Reina Sánchez estaba viajando y Pa´lo q sea había migrado a Barcelona. Nueva Escena de Gustavo Rivera todavía estaba pero no era suficiente para satisfacer la demanda.
Fue así como arrancó el Grupo Escuela de Teatro del Instituto de Cultura de Pereira, un programa no formal a cinco semestres con diferentes talleristas y con estructura de colectivo, una idea que se construyó en la mente de Claudia López y que se considera su mayor aporte al movimiento teatral pereirano. Durante su liderazgo en el Grupo-Escuela se montaron 16 puestas en escena y se graduaron seis promociones hasta el 2010.
Muchos de los estudiantes se convirtieron en actores de planta de Crearte, porque gracias a este programa educativo encontraron en las artes escénicas una opción maravillosa, aunque a veces insostenible de vida, son los casos de Deny Johanna Agudelo, actual coordinadora de la escuela de teatro de la Secretaría de Cultura; Rubén Ladino y Héctor Ramírez que también son profesores de teatro de la secretaría; Julio César Sánchez, director del grupo La Escafandra de la Universidad Tecnológica de Pereira; Héctor Adrián Fonnegra, director del grupo de teatro de la Universidad Libre; César Castaño, director de la compañía Teatro El Paso con su sala propia, La Textilería; Marisol Correa productora audiovisual y teatral en Bogotá, Fredy Yate y Mauricio Florez que están haciendo cine y televisión; Wilson Henry Granada, con su híbrido entre danza y teatro; Juana Valencia, quien también lideró la coordinación de la Escuela de Artes de la secretaría e impulsó las artes vivas; Yamilén Quebrada que está culminando su carrera como licenciada en música pero siempre ha estado creando tanto desde la actuación como desde la creación original musical.
La formación no solo estuvo enfocada a los actores, sino también al público. Andrés Galeano, un ícono de teatro irreverente en Pereira, reconoció en una entrevista que le hice hace varios años, que la adaptación de Crearte de La Cantante Calva de Eugene Ionesco del Grupo-Escuela, bajo la dirección de López, le voló la cabeza en 1997 y fue su primer acercamiento al teatro del absurdo y una provocación inexorable a cuestionar seriamente el mundo y la sociedad.
Por mi parte, el legado de López me alcanzó en la niñez, en los primeros años del nuevo milenio, cuando estudiaba en el colegio de Los Sagrados Corazones con su hija, Laura Sofía, que frecuentemente me invitaba a los estrenos de su mamá. Ese fue uno de mis primeros acercamientos a la vida cultural pereirana y la revelación de que mi vida también iba a girar alrededor de la magia de la escena. Recuerdo haber visto Rosa, La Sangrera, una creación colectiva que hoy más que nunca llama mi atención por la temática de la arriería, tan propia de la región y que me parece fundamental recuperar como texto dramático que debe estudiarse más a fondo en el enclave de la identidad cafetera.
Después de esa etapa, Crearte exploró otras formas como la intervención social con el Instituto Municipal de Salud en el 2002, para el montaje de cuatro socio-dramas participativos con temáticas de problemas de crianza y violencia intrafamiliar. Paralelamente, se hicieron otras obras entre ellas: Solo vine a hablar por teléfono, adaptación de Julio César Sánchez del cuento de Gabriel García Márquez; Murcielagario: cómo haríamos para que los niños no fueran a la guerra de Héctor Ramírez con una estética inspirada en Tim Burton.
En el sesquicentenario de Pereira participaron con la puesta en escena El Grillo Cuenta, una obra de títeres de manipulación a la vista, actuación y música, con la que se hicieron varias funciones. También Crearte se unió por esa fecha a La Red de Teatro de Muñecos Eje Cafetero en la que coordinó varias veces el Festival Iberoamericano de Títeres en asocio con La Loca Compañía de Quindío y Punto Partida de Manizales; Además por cuatro años consecutivos coordinó también el programa de circulación Viernes del Teatro de la Secretaria de Cultura de Pereira, al que asistí asiduamente y con el que fui formándome con cada función con los demás asistentes.
En la actualidad, Crearte se ha concentrado en tres experiencias de largo aliento con las que todavía sigue trabajando y que se han tenido que adaptar a la nueva realidad impuesta por la crisis sanitaria del Covid-19, que ha golpeado fuertemente las artes escénicas con la cancelación giras, la suspensión de eventos y la disminución de apoyos gubernamentales.
López confiesa que por esto, en el ultimo año, los pagos a los artistas y gestores de Crearte han sido más que todo simbólicos, porque los gastos logísticos y administrativos se mantienen igual o han incrementado su valor, pero que los incentivos estatales cada vez son menores y la empresa privada ha estado esquiva a subsidiar la cultura.
Es así como continúan trabajando en conjunto con la producción del Teatro La Matria, de la cual Claudia es cofundadora y actriz de la obra En la mitad del océano, creada en 2015 y dirigida por Ximena Villamizar, sobre el tema de la migración, que además fue Beca del Ministerio de Cultura para la Dramaturgia y la Creación Teatral. Con esta obra participó en el Festival Iberoamericano de Bogotá en 2016, en el XXVII Festival Contemporáneo de Almagro España en 2017 y en La Muestra de Teatro Latinoamericano en León España en 2018 y ese mismo año, Crearte obtuvo el incentivo del Ministerio de Cultura a entidades de larga trayectoria para realizar la circulación de la obra en el Eje Cafetero.
También se mantienen en el programa “Tejiendo con títeres, un camino para la paz”, concertado con la Secretaría de Cultura de Pereira y que ya va por su sexta versión, con el que se busca el fortalecimiento de los afectos familiares a través de talleres y producciones artísticas. Este año se suma el componente creativo Pachín y sus canciones, obra teatral y musical con tres melodías infantiles, originales de Francisco Mejía Lema, sobre los derechos y deberes de los niños. Por ahora, esta pieza se puede reproducir en Youtube, o a través del libro homónimo que fue publicado este año, pero se aspira a llevarla hasta los escenarios en este segundo semestre del 2021.
Por último, está la circulación nacional de Basilisa ritual teatral, beca del Ministerio de Cultura 2019, un recorrido vivencial sobre lo femenino y una indagación sobre la intuición aportada por Clarissa Pinkola Estés, inspirado en la técnica del teatro-ritual del maestro chileno, Claudio Di Girolamo, que fue compartida en el Taller Nacional de Dirección Escénica, en el que nació la Asociación Colombiana de Artes Escénicas (ANDE Colombia), de la cual Claudia es cofundadora. Este ritual teatral también espera reabrir sus puertas en la finca Pachamama del corregimiento de Arabia (Risaralda) en los próximos meses.
De la misma manera Crearte le ha apostado a la investigación con la realización del Laboratorio Audiovisual “La imagen como lenguaje” en alianza con Baudó Agencia Pública, cofundado por hija Laura Sofía, además de la documentación que juiciosamente llevan en su propio centro y archivo, en la “Biblioteca Livia Lema”, administrada por su esposo, Francisco.
Cuando hace el recuento de toda su trayectoria, la satisfacción aflora en la mirada serena de Claudia, quien no puede disimular en su rostro la plasticidad de 44 años de oficio encarnando diferentes personajes. Su relato es la médula de la historia reciente del teatro pereirano, una narración que aún no existe en los anales de la cultura, pero que se puede recorrer en las ramificaciones vivientes de quienes se desprendieron de sus propios brazos, y que tarde que temprano, han regresado a resguardarse en esa gran casa materna, que ha sido para muchos artistas, la Fundación Crearte.
Sus aprendices, colegas, estudiantes, familiares y el público que ha visto sus producciones a lo largo de su carrera, siempre llegan a la conclusión común de que Claudia López con su fundación Crearte ha impactado de múltiples formas y en diferentes momentos el movimiento teatral pereirano, desde finales de los ochenta hasta la actualidad.
Pero este largo camino comenzó mucho antes, una tarde de 1976 cuando el joven Jairo Santa, recién nombrado director del grupo de teatro de la Sociedad de Amigos de Arte de Pereira, llegó hasta su salón de clases en el colegio La Inmaculada, motivando a las niñas a entrar al semillero teatral. Al escuchar esa conjugación de palabras y sin saber muy bien qué significaban a sus escasos 14 años, Claudia en su adolescencia entusiasta brincó de su pupitre y exclamó un rotundo: “¡Yo quiero!”, porque algo muy profundo le decía que eso era para ella y, en definitiva, lo fue para siempre.
Se caracterizó por ser polifacética desde la primera obra que montaron en ‘Amigos del Arte’, El Principito, en la que interpretó tres personajes: ‘La Rosa’, ‘El Geógrafo’ y ‘El Vanidoso’. Pero como muchos jóvenes artistas de provincia, su aspiración era perseguir el sueño de ser actriz en la capital. En Bogotá terminó su bachillerato y tuvo la fortuna de formarse con un grande de la literatura infantil y la dramaturgia, Jairo Aníbal Niño, en la Escuela de Teatro del Distrito. Este acercamiento maravilloso con el escritor colombiano, sin duda, contagió su expresión creativa de una sensibilidad lúdica.
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Regresó a Pereira en 1988 y se radicó en el barrio La Pradera del municipio aledaño de Dosquebradas, donde llegó casada con el profesor y músico, Francisco Mejía Lema y con su hija de brazos, Laura Sofía Mejía. La familia Mejía López vivió muchos años en este sector, durante los cuales fue consolidando el proyecto cultural al que le han dedicado gran parte de su vida, que comenzó siendo un taller integral para niños y jóvenes en el que se enseñaba desde títeres hasta artes plásticas y del que su esposo e hija siempre han participado, algunas veces colaborando en los procesos, otras solo desde el apoyo emocional.
Para ese tiempo, Marta Marín de Bedoya, directora de la Corporación Biblioteca Pública, que funcionaba en la antigua Estación de Ferrocarril, la invitó a asumir la dirección de los grupos de teatro infantil y juvenil, la coordinación de los talleres culturales en diferentes comunidades y del Taller Nacional de Teatro, en el cual se traían a los mejores exponentes del país. Además se continuó la alianza con el Festival Internacional de Teatro de Manizales, hecha por el filósofo Julián Serna a su paso por la corporación, para trasladar algunas de las agrupaciones extranjeras que allí se presentaban hasta Pereira. Pero el acontecimiento más inolvidable para Claudia fue estar en el lobby en obra negra del recién construido Teatro Santiago Londoño ensayando sus primeras obras infantiles: Mafalda y Pombo en el teatro de creación propia con adaptación libre y Dulcita y el burrito de Carlos José Reyes con música original de la Banda Sinfónica de Pereira, esta última por el acompañamiento musical facilitado por Aidee Botero, es recordada como un espectáculo sublime.
En 1990 Crearte se constituyó legalmente como fundación social y cultural. El actor y director, Miguel Rodríguez, dice que de los montajes de López de esa época, hubo uno en particular que le partió su visión del teatro en un antes y un después. Se trata de Don pincel y la casa de los cien colores del escritor pereirano Nelson Espinosa y producido con una beca de dirección escénica de Colcultura en 1992, porque como asegura Rodríguez, con esa producción, Claudia le enseñó al gremio teatral de la ciudad que las artes escénicas debían realizarse con todo el rigor profesional en compañía de un grupo interdisciplinar y no de la manera improvisada con utilería de segunda mano como se trabajaba hasta ese entonces.
De ahí, López comenzó una etapa de idas y venidas entre Bogotá y Pereira. En 1996 estaba trabajando como profesora de planta del Colegio Colsubsidio cuando recibió una llamada de Norbey Tobón, director del teatro Santiago Londoño, en compañía de Alexis Mejía, director del Instituto Municipal de Cultura de Pereira para proponerle que liderara el proceso de creación del grupo de teatro del municipio con el fin de que las obras producidas sirvieran para la programación de las Fiestas de la Cosecha. Claudia no aceptó y en contraposición les propuso que lo que Pereira necesitaba prioritariamente era un programa de formación, puesto que muchos de los que se ocuparon en antaño de la enseñanza del teatro en la ciudad se habían ido: la venerada maestra Antonieta Mercuri estaba radicada en Cali; Álvaro Bayona y su grupo La Parca regresaron a Bogotá; Reina Sánchez estaba viajando y Pa´lo q sea había migrado a Barcelona. Nueva Escena de Gustavo Rivera todavía estaba pero no era suficiente para satisfacer la demanda.
Fue así como arrancó el Grupo Escuela de Teatro del Instituto de Cultura de Pereira, un programa no formal a cinco semestres con diferentes talleristas y con estructura de colectivo, una idea que se construyó en la mente de Claudia López y que se considera su mayor aporte al movimiento teatral pereirano. Durante su liderazgo en el Grupo-Escuela se montaron 16 puestas en escena y se graduaron seis promociones hasta el 2010.
Muchos de los estudiantes se convirtieron en actores de planta de Crearte, porque gracias a este programa educativo encontraron en las artes escénicas una opción maravillosa, aunque a veces insostenible de vida, son los casos de Deny Johanna Agudelo, actual coordinadora de la escuela de teatro de la Secretaría de Cultura; Rubén Ladino y Héctor Ramírez que también son profesores de teatro de la secretaría; Julio César Sánchez, director del grupo La Escafandra de la Universidad Tecnológica de Pereira; Héctor Adrián Fonnegra, director del grupo de teatro de la Universidad Libre; César Castaño, director de la compañía Teatro El Paso con su sala propia, La Textilería; Marisol Correa productora audiovisual y teatral en Bogotá, Fredy Yate y Mauricio Florez que están haciendo cine y televisión; Wilson Henry Granada, con su híbrido entre danza y teatro; Juana Valencia, quien también lideró la coordinación de la Escuela de Artes de la secretaría e impulsó las artes vivas; Yamilén Quebrada que está culminando su carrera como licenciada en música pero siempre ha estado creando tanto desde la actuación como desde la creación original musical.
La formación no solo estuvo enfocada a los actores, sino también al público. Andrés Galeano, un ícono de teatro irreverente en Pereira, reconoció en una entrevista que le hice hace varios años, que la adaptación de Crearte de La Cantante Calva de Eugene Ionesco del Grupo-Escuela, bajo la dirección de López, le voló la cabeza en 1997 y fue su primer acercamiento al teatro del absurdo y una provocación inexorable a cuestionar seriamente el mundo y la sociedad.
Por mi parte, el legado de López me alcanzó en la niñez, en los primeros años del nuevo milenio, cuando estudiaba en el colegio de Los Sagrados Corazones con su hija, Laura Sofía, que frecuentemente me invitaba a los estrenos de su mamá. Ese fue uno de mis primeros acercamientos a la vida cultural pereirana y la revelación de que mi vida también iba a girar alrededor de la magia de la escena. Recuerdo haber visto Rosa, La Sangrera, una creación colectiva que hoy más que nunca llama mi atención por la temática de la arriería, tan propia de la región y que me parece fundamental recuperar como texto dramático que debe estudiarse más a fondo en el enclave de la identidad cafetera.
Después de esa etapa, Crearte exploró otras formas como la intervención social con el Instituto Municipal de Salud en el 2002, para el montaje de cuatro socio-dramas participativos con temáticas de problemas de crianza y violencia intrafamiliar. Paralelamente, se hicieron otras obras entre ellas: Solo vine a hablar por teléfono, adaptación de Julio César Sánchez del cuento de Gabriel García Márquez; Murcielagario: cómo haríamos para que los niños no fueran a la guerra de Héctor Ramírez con una estética inspirada en Tim Burton.
En el sesquicentenario de Pereira participaron con la puesta en escena El Grillo Cuenta, una obra de títeres de manipulación a la vista, actuación y música, con la que se hicieron varias funciones. También Crearte se unió por esa fecha a La Red de Teatro de Muñecos Eje Cafetero en la que coordinó varias veces el Festival Iberoamericano de Títeres en asocio con La Loca Compañía de Quindío y Punto Partida de Manizales; Además por cuatro años consecutivos coordinó también el programa de circulación Viernes del Teatro de la Secretaria de Cultura de Pereira, al que asistí asiduamente y con el que fui formándome con cada función con los demás asistentes.
En la actualidad, Crearte se ha concentrado en tres experiencias de largo aliento con las que todavía sigue trabajando y que se han tenido que adaptar a la nueva realidad impuesta por la crisis sanitaria del Covid-19, que ha golpeado fuertemente las artes escénicas con la cancelación giras, la suspensión de eventos y la disminución de apoyos gubernamentales.
López confiesa que por esto, en el ultimo año, los pagos a los artistas y gestores de Crearte han sido más que todo simbólicos, porque los gastos logísticos y administrativos se mantienen igual o han incrementado su valor, pero que los incentivos estatales cada vez son menores y la empresa privada ha estado esquiva a subsidiar la cultura.
Es así como continúan trabajando en conjunto con la producción del Teatro La Matria, de la cual Claudia es cofundadora y actriz de la obra En la mitad del océano, creada en 2015 y dirigida por Ximena Villamizar, sobre el tema de la migración, que además fue Beca del Ministerio de Cultura para la Dramaturgia y la Creación Teatral. Con esta obra participó en el Festival Iberoamericano de Bogotá en 2016, en el XXVII Festival Contemporáneo de Almagro España en 2017 y en La Muestra de Teatro Latinoamericano en León España en 2018 y ese mismo año, Crearte obtuvo el incentivo del Ministerio de Cultura a entidades de larga trayectoria para realizar la circulación de la obra en el Eje Cafetero.
También se mantienen en el programa “Tejiendo con títeres, un camino para la paz”, concertado con la Secretaría de Cultura de Pereira y que ya va por su sexta versión, con el que se busca el fortalecimiento de los afectos familiares a través de talleres y producciones artísticas. Este año se suma el componente creativo Pachín y sus canciones, obra teatral y musical con tres melodías infantiles, originales de Francisco Mejía Lema, sobre los derechos y deberes de los niños. Por ahora, esta pieza se puede reproducir en Youtube, o a través del libro homónimo que fue publicado este año, pero se aspira a llevarla hasta los escenarios en este segundo semestre del 2021.
Por último, está la circulación nacional de Basilisa ritual teatral, beca del Ministerio de Cultura 2019, un recorrido vivencial sobre lo femenino y una indagación sobre la intuición aportada por Clarissa Pinkola Estés, inspirado en la técnica del teatro-ritual del maestro chileno, Claudio Di Girolamo, que fue compartida en el Taller Nacional de Dirección Escénica, en el que nació la Asociación Colombiana de Artes Escénicas (ANDE Colombia), de la cual Claudia es cofundadora. Este ritual teatral también espera reabrir sus puertas en la finca Pachamama del corregimiento de Arabia (Risaralda) en los próximos meses.
De la misma manera Crearte le ha apostado a la investigación con la realización del Laboratorio Audiovisual “La imagen como lenguaje” en alianza con Baudó Agencia Pública, cofundado por hija Laura Sofía, además de la documentación que juiciosamente llevan en su propio centro y archivo, en la “Biblioteca Livia Lema”, administrada por su esposo, Francisco.
Cuando hace el recuento de toda su trayectoria, la satisfacción aflora en la mirada serena de Claudia, quien no puede disimular en su rostro la plasticidad de 44 años de oficio encarnando diferentes personajes. Su relato es la médula de la historia reciente del teatro pereirano, una narración que aún no existe en los anales de la cultura, pero que se puede recorrer en las ramificaciones vivientes de quienes se desprendieron de sus propios brazos, y que tarde que temprano, han regresado a resguardarse en esa gran casa materna, que ha sido para muchos artistas, la Fundación Crearte.