“Creo que el amor es más fuerte que la guerra”: Vanessa De La Torre
La periodista y escritora habla de su libro Historias de amor en campos de guerra en el que cuenta seis historias de amor que tuvieron relación con la guerra, además de contar hechos relevantes que marcaron la historia del país.
La obra Historias de amor en campos de guerra, de Vanessa De La Torre, muestra una mirada totalmente inusual de la guerra y es desde el amor. En este reúne los testimonios de mujeres que por diversas razones terminaron siendo víctimas del conflicto armado y que, en medio de ese drama, viven el amor de forma intensa y apasionada.
En entrevista para El Espectador, De La Torre habla acerca del proceso periodístico que realizó y que finalmente terminó siendo un libro, sobre cómo escogió a las protagonistas, la fuerza del amor y la reflexión que finalmente le deja este trabajo.
¿Por qué decide contar la guerra desde el amor?
Porque creo que la guerra hay que contarla desde todas las ópticas y con todas las herramientas que la literatura, el periodismo, el arte, la historia y la música permiten. Porque pienso que todos los colombianos tenemos que saber lo que ha ocurrido en este país, no con el objetivo de tomar partido o cambiar las opiniones de unos u otros, sino porque hay que conocer el pasado para que los horrores no se vuelvan a repetir.
¿Cómo logra darle más fuerza al amor que a la guerra?
No creo que le dé más fuerza al amor que a la guerra. Es un libro sobre la guerra contada a través del amor. El amor es uno de los grandes enigmas del ser humano y -tal vez- la herramienta más poderosa para contar la historia. Y eso es lo que como colombiana y periodista me interesa contar. Es, además, lo único capaz de equilibrar los horrores de la violencia, las secuelas más profundas de la inhumanidad. Si hay un antónimo del odio, es el amor. El amor le ocurrió a todas las protagonistas de mi libro que en algún momento de sus vidas las cambió para siempre.
De las seis historias de su libro ¿cuál es la que más la impactó?
Esta respuesta la cambio cada seis meses. Realmente todas. Conocer el corazón blindado de Miryam Rodríguez y, de la mano de su relato, la historia de toda una generación que derivó en la Constitución del 91 fue un lujo tremendo como colombiana y como periodista. Pero escuchar a Arelys Henao cantar y contar, me estremeció profundamente. Ni qué decir de Sandra y Alejandra con sus pasados macabros ahora convertidas en madres y ciudadanas que quieren vivir como usted o como yo. La historia de Fabiola es la de un Estado que no ha sido capaz de contar lo que ocurrió en el Holocausto del 85 y la de Josephine la prueba de que el amor inspira todo y no respeta nada.
¿En qué momento decide convertir su trabajo periodístico en un libro?
En el momento en el que entendí que necesitaba explicarles a mis hijas porqué tantas veces he estado ausente. Creo en la inmortalidad de los libros y realmente lo pensé como una manera de hablarle a ellas sobre el tiempo que he cubierto como periodista. Jamás imaginé el impacto que tendría y estoy agradecida y fascinada. Pero también convencida de que la nuestra es una nación que necesita ser contada.
¿Cómo eligió las historias que finalmente están en el libro?
Fue un trabajo de reportería muy profundo, de largas jornadas de escritura y reflexión. Las historias fueron seleccionándose casi solas. Cada una cuenta un episodio de la guerra colombiana, una atrocidad distinta, unos protagonistas de los odios y las tragedias que nos han cortado como un cuchillo a la mantequilla. Pero también nos llenan de esperanza y optimismo y nos dejan esa sensación de que salvarse es posible. En esa selección final mi editora de Random House fue clave.
¿Cree que el amor es tan fuerte como para lograr grandes cambios?
Creo que el amor es más fuerte que la guerra.
¿En qué momento llega a usted la historia de amor de Anderson y Josephine, que tiene relación con la monarquía sueca?
Soy periodista todo el tiempo y un sábado cualquiera alguien me comentó sobre ella. Me llamó la atención y al día siguiente me puse a buscar en la prensa sueca su historia. Como no hablo sueco, contraté un traductor. Con la historia más o menos clara la busqué a ella y la convencí de contarme su versión. Fue una maravilla porque encontré capoeira en Bogotá, por ejemplo. El periodismo es increíble, infinito y mi curiosidad también.
Hay historias de asesinos despiadados que cometieron muchos delitos ¿cómo logra encontrar la luz y lo bueno en esas personas?
Yo no hago juicios de valor, pero siempre me pregunto por qué la gente hace lo que hace. Lo que hay detrás de cada decisión acertada o desacertada de un individuo. El nuestro es un país que tiene historias muy dolorosas en las montañas que no necesariamente vemos desde la comodidad de las ciudades. Mi interés es contar, no juzgar. Eso es lo que hago en el libro: contar por qué una niña como Sandra entra a una guerrilla, por qué un hombre como Ramiro se vuelve tan perverso. Por qué entraron y por qué salieron.
¿Qué fue lo más difícil al realizar el trabajo periodístico que termina siendo un libro?
Todo fue difícil, agotador y apasionante en la misma proporción. Quitarle tiempo a mi familia para sentarme a escribir, ganarme la confianza de quienes me contaron sus historias con la promesa de revivirla lo más bellamente posible a pesar del horror que casi todas envuelven. Lidiar con la tristeza que te produce un país que te rompe el corazón todos los días. Conocer de frente, mirando a los ojos, a esos adultos cuyas infancias se las robó la guerra y saber que hay miles de niños colombianos en condiciones similares. Yo dejo el alma en todo lo que hago. Pero luego la recupero y se me olvida por instante el desgarre que acompaña el periodismo, especialmente el ejercicio de sentarse a escribir.
¿Qué lección le deja este libro?
Muchas: compasión y comprensión. Uno no sabe lo que hay detrás de cada persona. No me interesa cambiarle a nadie la opinión, pero si me interesa contar mi país, con sus atrocidades y sus retos, con la esperanza de que las generaciones venideras vivan un presente distinto.
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La obra Historias de amor en campos de guerra, de Vanessa De La Torre, muestra una mirada totalmente inusual de la guerra y es desde el amor. En este reúne los testimonios de mujeres que por diversas razones terminaron siendo víctimas del conflicto armado y que, en medio de ese drama, viven el amor de forma intensa y apasionada.
En entrevista para El Espectador, De La Torre habla acerca del proceso periodístico que realizó y que finalmente terminó siendo un libro, sobre cómo escogió a las protagonistas, la fuerza del amor y la reflexión que finalmente le deja este trabajo.
¿Por qué decide contar la guerra desde el amor?
Porque creo que la guerra hay que contarla desde todas las ópticas y con todas las herramientas que la literatura, el periodismo, el arte, la historia y la música permiten. Porque pienso que todos los colombianos tenemos que saber lo que ha ocurrido en este país, no con el objetivo de tomar partido o cambiar las opiniones de unos u otros, sino porque hay que conocer el pasado para que los horrores no se vuelvan a repetir.
¿Cómo logra darle más fuerza al amor que a la guerra?
No creo que le dé más fuerza al amor que a la guerra. Es un libro sobre la guerra contada a través del amor. El amor es uno de los grandes enigmas del ser humano y -tal vez- la herramienta más poderosa para contar la historia. Y eso es lo que como colombiana y periodista me interesa contar. Es, además, lo único capaz de equilibrar los horrores de la violencia, las secuelas más profundas de la inhumanidad. Si hay un antónimo del odio, es el amor. El amor le ocurrió a todas las protagonistas de mi libro que en algún momento de sus vidas las cambió para siempre.
De las seis historias de su libro ¿cuál es la que más la impactó?
Esta respuesta la cambio cada seis meses. Realmente todas. Conocer el corazón blindado de Miryam Rodríguez y, de la mano de su relato, la historia de toda una generación que derivó en la Constitución del 91 fue un lujo tremendo como colombiana y como periodista. Pero escuchar a Arelys Henao cantar y contar, me estremeció profundamente. Ni qué decir de Sandra y Alejandra con sus pasados macabros ahora convertidas en madres y ciudadanas que quieren vivir como usted o como yo. La historia de Fabiola es la de un Estado que no ha sido capaz de contar lo que ocurrió en el Holocausto del 85 y la de Josephine la prueba de que el amor inspira todo y no respeta nada.
¿En qué momento decide convertir su trabajo periodístico en un libro?
En el momento en el que entendí que necesitaba explicarles a mis hijas porqué tantas veces he estado ausente. Creo en la inmortalidad de los libros y realmente lo pensé como una manera de hablarle a ellas sobre el tiempo que he cubierto como periodista. Jamás imaginé el impacto que tendría y estoy agradecida y fascinada. Pero también convencida de que la nuestra es una nación que necesita ser contada.
¿Cómo eligió las historias que finalmente están en el libro?
Fue un trabajo de reportería muy profundo, de largas jornadas de escritura y reflexión. Las historias fueron seleccionándose casi solas. Cada una cuenta un episodio de la guerra colombiana, una atrocidad distinta, unos protagonistas de los odios y las tragedias que nos han cortado como un cuchillo a la mantequilla. Pero también nos llenan de esperanza y optimismo y nos dejan esa sensación de que salvarse es posible. En esa selección final mi editora de Random House fue clave.
¿Cree que el amor es tan fuerte como para lograr grandes cambios?
Creo que el amor es más fuerte que la guerra.
¿En qué momento llega a usted la historia de amor de Anderson y Josephine, que tiene relación con la monarquía sueca?
Soy periodista todo el tiempo y un sábado cualquiera alguien me comentó sobre ella. Me llamó la atención y al día siguiente me puse a buscar en la prensa sueca su historia. Como no hablo sueco, contraté un traductor. Con la historia más o menos clara la busqué a ella y la convencí de contarme su versión. Fue una maravilla porque encontré capoeira en Bogotá, por ejemplo. El periodismo es increíble, infinito y mi curiosidad también.
Hay historias de asesinos despiadados que cometieron muchos delitos ¿cómo logra encontrar la luz y lo bueno en esas personas?
Yo no hago juicios de valor, pero siempre me pregunto por qué la gente hace lo que hace. Lo que hay detrás de cada decisión acertada o desacertada de un individuo. El nuestro es un país que tiene historias muy dolorosas en las montañas que no necesariamente vemos desde la comodidad de las ciudades. Mi interés es contar, no juzgar. Eso es lo que hago en el libro: contar por qué una niña como Sandra entra a una guerrilla, por qué un hombre como Ramiro se vuelve tan perverso. Por qué entraron y por qué salieron.
¿Qué fue lo más difícil al realizar el trabajo periodístico que termina siendo un libro?
Todo fue difícil, agotador y apasionante en la misma proporción. Quitarle tiempo a mi familia para sentarme a escribir, ganarme la confianza de quienes me contaron sus historias con la promesa de revivirla lo más bellamente posible a pesar del horror que casi todas envuelven. Lidiar con la tristeza que te produce un país que te rompe el corazón todos los días. Conocer de frente, mirando a los ojos, a esos adultos cuyas infancias se las robó la guerra y saber que hay miles de niños colombianos en condiciones similares. Yo dejo el alma en todo lo que hago. Pero luego la recupero y se me olvida por instante el desgarre que acompaña el periodismo, especialmente el ejercicio de sentarse a escribir.
¿Qué lección le deja este libro?
Muchas: compasión y comprensión. Uno no sabe lo que hay detrás de cada persona. No me interesa cambiarle a nadie la opinión, pero si me interesa contar mi país, con sus atrocidades y sus retos, con la esperanza de que las generaciones venideras vivan un presente distinto.
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