“Crímenes de provincia”
La semana pasada se presentó en la Universidad Central la más reciente obra del escritor Pedro Badrán, una novela con tintes policíacos que le permiten narrar al escritor sucesos dolorosos y oscuros de la guerra, así como esbozar pasajes recónditos de este país.
Camila Eslava
Pedro Badrán nació en Magangué (Bolívar). Ganó el Premio Nacional de Novela Breve en el año 2000 con El día de la mudanza, en 2003 fue becado por la Alcaldía de París por su obra Un cadáver en la mesa es mala educación y ha publicado otros títulos, entre cuentos y novelas, en los que se encuentran La pasión de Policarpa (2010), El hombre de la cámara mágica (2015) y Margarita entre los cerdos (2017).
En Crímenes de provincia, después del asesinato de su mejor amigo durante una fiesta patronal, Rodolfo, decide buscar respuestas. En sus pesquisas descubre más de una verdad mientras retrata un pueblo marcado por la violencia llamado Puerto E, que bien podría representar cualquier provincia colombiana, donde no solo se habla del poder patriarcal o del cacicazgo en una región, sino de la aceptación de ese poder como una forma de supervivencia, y que presenta al río, a ese río que rodea a tantos pueblos de nuestro país, como “una divinidad tutelar” como lo llama Badrán, una fuente de vida, un guardián de un territorio, que al mismo tiempo es un cementerio que arrastra muertos y se hace a sí mismo un personaje de esta novela.
Entre los asistentes a la presentación de este libro surgió la pregunta: ¿La literatura tiene un papel o un “deber ser” en particular cuando se nombra la violencia? Esta parece una inquietud válida en un país que ha padecido más de 60 años de horrores a cuenta de sus conflictos armados; sin embargo, para otros la verdadera preocupación radica en que seguir narrando la guerra solo es otra forma de apología al delito y a sus callejones sin salida. Esto podría ser cierto si solo vemos la literatura como un fin y no como un medio, pues más allá de la posibilidad de señalar o de transcribir un hecho, esta nos ofrece la oportunidad de explorar y entender una realidad con sus múltiples matices.
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La literatura se compone con imágenes que hace ritmos y que cuentan lugares, historias, formas de vivir o ser en el mundo. La literatura más cuidadosa se esmera por presentar personajes con personalidades complejas como las de cualquier ser humano a través del lenguaje, con sus luces y sus sombras, y aunque a veces parece que la posmodernidad se decantó más hacia los activismos que denuncian o hacia la militancia, quedarse allí sería perderse la oportunidad de narrar no solo los hechos, sino la no razón e incluso la irracionalidad que compone nuestra condición humana, narrar los deseos, las pulsiones, lo que sienten las personas y cómo ven el mundo es parte del oficio del escritor. Si hay un papel o un deber ser para la literatura podría ser, como lo dice Pedro Badrán, el de enriquecer la realidad a través del lenguaje, pues la realidad empieza a comprenderse cuando se propone ser nombrada a través de la ficción. No hay individuos ciento por ciento buenos o malos, dice Badrán, todos tienen distintas formas de actuar, con amores y odios.
En su intervención Badrán comentó: “Trabajo un formato de novela policiaca, de novela negra, y me interesa plantear un enigma, que se puede resolver de distintas maneras. Pero diría que en Colombia, primero, es imposible hacer novela policiaca, justamente porque el Estado es el principal perpetrador de crímenes, y segundo, porque nunca es capturado el culpable, lo cual es muy usual dentro de la novela policiaca y la novela negra. En Colombia eso no pasa, porque las relaciones de poder entre el criminal y el mismo Estado muchas veces son consentidas. Solo uso el formato policial para narrar estos crímenes de provincia, que tienen esa denominación, como haciendo un llamado a lo periférico, a lo que no ocupa un lugar central dentro de muchas cosas en este país y a nombrar los personajes, porque es común que con las masacres o el crimen que se comete contra determinadas personas se borre la identidad del individuo, y lo que quiero decir: aquí hay unos personajes, aquí hay una identidad, y esto es lo que nos sucede en la periferia. Doy nombres y digo: esto probablemente no sea una novela, probablemente sea una crónica de la vida cotidiana.
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Sobre Crímenes de provincia nos contó otros detalles:
Si uno se detiene a pensar lo que significa ejercer una profesión en la provincia se da cuenta de que ninguna resulta fácil. Pensemos en la docencia, la abogacía, por ejemplo, o la medicina, profesión que ejercen los protagonistas de su novela. ¿Por qué la decisión de hacer los personajes principales de esta novela médicos?
Una de las referencias y de los motivos reales para escribir este libro fue que hubo figuras de médicos que fueron vilmente asesinados en estas tierras y que justamente desempeñaban la labor de los personajes de esta historia: ir a tierras remotas a llevar vacunas y atender a personas en los municipios más alejados. Me surgió la obligación de convertir estos personajes en médicos, porque esta profesión me daba la oportunidad de tener una distancia con la literatura, con la misma escritura, y aunque he conocido médicos que escriben, y en estas tierras también hay médicos que tienen veleidades de poetas, quizás otras profesiones no iban a producir el mismo resultado.
¿Cómo se forma un escritor que nace en la provincia?
Los grandes escritores colombianos provienen de ciudades alejadas, de provincias, eso puede ser una ventaja en la medida en que uno logra fijar y caracterizar personajes con la sabiduría popular, con la sabiduría del pueblo, pero evidentemente eso no basta, eso no es suficiente, pues tiene que haber una formación para que uno pueda entender lo que uno ve en su aldea, en su pueblo. Es decir, la literatura contemporánea universal es parte de la formación que debe tener cualquier escritor, sea de provincia o sea de la capital. Ahora, hay escritores de provincia que nacen en la capital, y hay escritores universales que nacen en la provincia.
¿Qué fue lo más difícil de escribir esta novela?
La novela la escribí durante la época de pandemia, y pensaba que no iba a terminarla. Lo difícil fue trabajar un poco las sutilezas, porque justo es una novela donde todas las cosas están sobreentendidas, pero no se dicen de una manera evidente. Y quería no exagerar en la indignación que pueda sentir el personaje, no excederme en calificativos y en ese tipo de caracterizaciones, es decir, no condenar a los personajes por muy siniestros que puedan parecer.
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¿Qué le enseñó este proceso?
Creo que esta novela me purificó mucho, porque esta era la que quería escribir desde hace mucho rato y, sin embargo, iba viajando conmigo durante 20 años y no me había decidido a escribirla, además de lograr el objetivo que me había planteado, que era hablar del poder heteropatriarcal en un pueblo.
Pedro Badrán nació en Magangué (Bolívar). Ganó el Premio Nacional de Novela Breve en el año 2000 con El día de la mudanza, en 2003 fue becado por la Alcaldía de París por su obra Un cadáver en la mesa es mala educación y ha publicado otros títulos, entre cuentos y novelas, en los que se encuentran La pasión de Policarpa (2010), El hombre de la cámara mágica (2015) y Margarita entre los cerdos (2017).
En Crímenes de provincia, después del asesinato de su mejor amigo durante una fiesta patronal, Rodolfo, decide buscar respuestas. En sus pesquisas descubre más de una verdad mientras retrata un pueblo marcado por la violencia llamado Puerto E, que bien podría representar cualquier provincia colombiana, donde no solo se habla del poder patriarcal o del cacicazgo en una región, sino de la aceptación de ese poder como una forma de supervivencia, y que presenta al río, a ese río que rodea a tantos pueblos de nuestro país, como “una divinidad tutelar” como lo llama Badrán, una fuente de vida, un guardián de un territorio, que al mismo tiempo es un cementerio que arrastra muertos y se hace a sí mismo un personaje de esta novela.
Entre los asistentes a la presentación de este libro surgió la pregunta: ¿La literatura tiene un papel o un “deber ser” en particular cuando se nombra la violencia? Esta parece una inquietud válida en un país que ha padecido más de 60 años de horrores a cuenta de sus conflictos armados; sin embargo, para otros la verdadera preocupación radica en que seguir narrando la guerra solo es otra forma de apología al delito y a sus callejones sin salida. Esto podría ser cierto si solo vemos la literatura como un fin y no como un medio, pues más allá de la posibilidad de señalar o de transcribir un hecho, esta nos ofrece la oportunidad de explorar y entender una realidad con sus múltiples matices.
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La literatura se compone con imágenes que hace ritmos y que cuentan lugares, historias, formas de vivir o ser en el mundo. La literatura más cuidadosa se esmera por presentar personajes con personalidades complejas como las de cualquier ser humano a través del lenguaje, con sus luces y sus sombras, y aunque a veces parece que la posmodernidad se decantó más hacia los activismos que denuncian o hacia la militancia, quedarse allí sería perderse la oportunidad de narrar no solo los hechos, sino la no razón e incluso la irracionalidad que compone nuestra condición humana, narrar los deseos, las pulsiones, lo que sienten las personas y cómo ven el mundo es parte del oficio del escritor. Si hay un papel o un deber ser para la literatura podría ser, como lo dice Pedro Badrán, el de enriquecer la realidad a través del lenguaje, pues la realidad empieza a comprenderse cuando se propone ser nombrada a través de la ficción. No hay individuos ciento por ciento buenos o malos, dice Badrán, todos tienen distintas formas de actuar, con amores y odios.
En su intervención Badrán comentó: “Trabajo un formato de novela policiaca, de novela negra, y me interesa plantear un enigma, que se puede resolver de distintas maneras. Pero diría que en Colombia, primero, es imposible hacer novela policiaca, justamente porque el Estado es el principal perpetrador de crímenes, y segundo, porque nunca es capturado el culpable, lo cual es muy usual dentro de la novela policiaca y la novela negra. En Colombia eso no pasa, porque las relaciones de poder entre el criminal y el mismo Estado muchas veces son consentidas. Solo uso el formato policial para narrar estos crímenes de provincia, que tienen esa denominación, como haciendo un llamado a lo periférico, a lo que no ocupa un lugar central dentro de muchas cosas en este país y a nombrar los personajes, porque es común que con las masacres o el crimen que se comete contra determinadas personas se borre la identidad del individuo, y lo que quiero decir: aquí hay unos personajes, aquí hay una identidad, y esto es lo que nos sucede en la periferia. Doy nombres y digo: esto probablemente no sea una novela, probablemente sea una crónica de la vida cotidiana.
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Sobre Crímenes de provincia nos contó otros detalles:
Si uno se detiene a pensar lo que significa ejercer una profesión en la provincia se da cuenta de que ninguna resulta fácil. Pensemos en la docencia, la abogacía, por ejemplo, o la medicina, profesión que ejercen los protagonistas de su novela. ¿Por qué la decisión de hacer los personajes principales de esta novela médicos?
Una de las referencias y de los motivos reales para escribir este libro fue que hubo figuras de médicos que fueron vilmente asesinados en estas tierras y que justamente desempeñaban la labor de los personajes de esta historia: ir a tierras remotas a llevar vacunas y atender a personas en los municipios más alejados. Me surgió la obligación de convertir estos personajes en médicos, porque esta profesión me daba la oportunidad de tener una distancia con la literatura, con la misma escritura, y aunque he conocido médicos que escriben, y en estas tierras también hay médicos que tienen veleidades de poetas, quizás otras profesiones no iban a producir el mismo resultado.
¿Cómo se forma un escritor que nace en la provincia?
Los grandes escritores colombianos provienen de ciudades alejadas, de provincias, eso puede ser una ventaja en la medida en que uno logra fijar y caracterizar personajes con la sabiduría popular, con la sabiduría del pueblo, pero evidentemente eso no basta, eso no es suficiente, pues tiene que haber una formación para que uno pueda entender lo que uno ve en su aldea, en su pueblo. Es decir, la literatura contemporánea universal es parte de la formación que debe tener cualquier escritor, sea de provincia o sea de la capital. Ahora, hay escritores de provincia que nacen en la capital, y hay escritores universales que nacen en la provincia.
¿Qué fue lo más difícil de escribir esta novela?
La novela la escribí durante la época de pandemia, y pensaba que no iba a terminarla. Lo difícil fue trabajar un poco las sutilezas, porque justo es una novela donde todas las cosas están sobreentendidas, pero no se dicen de una manera evidente. Y quería no exagerar en la indignación que pueda sentir el personaje, no excederme en calificativos y en ese tipo de caracterizaciones, es decir, no condenar a los personajes por muy siniestros que puedan parecer.
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¿Qué le enseñó este proceso?
Creo que esta novela me purificó mucho, porque esta era la que quería escribir desde hace mucho rato y, sin embargo, iba viajando conmigo durante 20 años y no me había decidido a escribirla, además de lograr el objetivo que me había planteado, que era hablar del poder heteropatriarcal en un pueblo.