
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
“Somos ellas en el pasado, y somos ellas en el futuro, y somos otras a la vez. Somos otras y somos las mismas de siempre. Mujeres en busca de justicia. Mujeres exhaustas, y juntas. Hartas ya, pero con la paciencia que sólo marcan los siglos. Ya para siempre enrabiadas”.
El anterior es un fragmento del libro “El invencible verano de Liliana”, en el que la escritora mexicana Cristina Rivera Garza relata el paso a paso que condujo al feminicidio de Liliana, su hermana menor y única hermana. El texto, además, deja profundas reflexiones sobre la ausencia de justicia, el patriarcado, la estigmatización contra las mujeres y la soledad del duelo. Este es un testimonio que desgarra el corazón del lector.
El crimen ocurrió el 16 de julio de 1990 en la Ciudad de México y desde entonces hay una orden de aprehensión contra Ángel González Ramos, expareja de Liliana, único sospechoso y de quien no se conoce su suerte. Escapó después de los hechos.
“El invencible verano de Liliana”, fue publicado en 2021, obtuvo el Premio Mazatlán de Literatura 2022 y en 2024 fue destacado con el Premio Pulitzer en la categoría de “Memoria o Autobiografía”.
Cristina Rivera es Doctora en Historia Latinoamericana, colaboradora en varias revistas y profesora en universidades mexicanas y estadounidenses. Gracias a su obra y a su aporte a la sociedad ha obtenido algunos de los galardones más prestigiados a nivel nacional e internacional como el Premio Nacional de Novela José Rubén Romero, Sor Juana Inés de la Cruz, el Premio Nacional de Cuento Juan Vicente Melo, Premio Internacional Anna Seghers, Roger Caillois International Award Latin American Literature, MacArthur Foundation Fellowship, Premio Iberoamericano de Letras José Donoso y el Premio Nuevo León Alfonso Reyes.
Cristina es una investigadora innata, escribe ensayos, novelas y poesía. Algunas de sus más de veinte publicaciones son “La muerte me da”, “Verde Shanghai”, “El mal de la taiga”, “La cresta de Ilión”, “Nadie me verá llorar”, “El silencio de los cuerpos: relatos sobre feminicidios”, “Había mucha neblina o humo o no sé qué”, “Andamos perras, andamos diablas” y “Lo roto precede a lo entero”.
La autora está en Colombia participando en el Hay Festival 2025 en la ciudad de Cartagena y con ella hablamos sobre el feminicidio, la suerte de las mujeres en el mundo de hoy, la importancia del lenguaje, la justicia, el duelo y el silencio.
Cristina, “El invencible verano de Liliana” les dio voz a miles de mujeres víctimas de feminicidios. ¿Cómo ha transitado esa realidad?
Escribir sobre la violencia siempre es muy complicado y hay muchos peligros en el proceso de escritura. Desde la banalización, la caricatura y el exceso de énfasis en el poder, por ejemplo. Como el libro está basado en parte en las notas y cartas que Liliana dejó, eso me permitió poner en cuestión la narrativa patriarcal que usualmente culpa a las mujeres y exonera a los perpetradores y ha trashumado la calidad del duelo que mi familia y yo hemos guardado por ella. Nos ha permitido dejar atrás un duelo de silencios forzados, de culpa y de vergüenza para sentirnos abrazados por la solidaridad y el dolor de muchas otras personas.
¿Ha habido algún avance, alguna pista adicional en la investigación por el feminicidio de Liliana?
Por desgracia, la impunidad es una invitación para que los feminicidios sigan ocurriendo y en este caso ha pasado lo mismo. Ángel González Ramos, sobre quien todavía hay una orden de arresto por el homicidio de mi hermana huyó, tenemos entendido que hacia Estados Unidos y ha permanecido desde entonces fuera del alcance de la ley. Esa no es solo una situación de mi familia, sino que se repite una y otra vez en los casos de feminicidio.
¿Por qué cree que hay tanta impunidad en México?
Son fallas estructurales que vienen de mucho tiempo atrás. Ningún gobierno en la época moderna de México le ha dado la debida atención a la violencia contra las mujeres. Pero debo decir que como lo ha argumentado la socióloga argentina Rita Segato vivimos en una etapa de una guerra desatada contra las mujeres, no sólo en México sino en el mundo. Son desigualdades y heridas que parten de cosas como la falta de acceso al trabajo y a la educación. Mientras no arreglemos eso va a ser muy difícil curarnos de esta otra violencia que se extiende por el mundo y que no respeta raza ni origen nacional. Lo vemos en números atroces en México o en Honduras, pero en Estados Unidos la realidad tampoco es linda. Tres mujeres mueren asesinadas diariamente a manos de sus parejas íntimas y ese número creció durante la pandemia.
“Mujeres que han crecido en una ciudad y un país que las acosa paso a paso y no las deja en paz. Mujeres siempre a punto de morir. Mujeres muriendo y, sin embargo, vivas”, dice un fragmento del libro. Además de su duelo por el feminicidio de Liliana, en todo lo que usted ha leído y oído sobre la violencia contra las mujeres, ¿qué es lo que más le ha impactado?
Lo difícil que es hablar sobre esta violencia. Durante muchos años se restringió el uso de estas historias al mundo doméstico, privado. El trabajo de ir desarrollando un vocabulario, un léxico, una sintaxis, una conceptualización para contar estas historias desde el punto de vista de las mujeres y desde sus comunidades es un reto constante y es algo en lo que debemos seguir trabajando.
El auge de los movimientos feministas en América Latina fue un motor que le ayudó a abrir las cajas de las posesiones de su hermana, intactas desde su muerte, para empezar a romper el silencio y la culpa y buscar el camino de la justicia. ¿Cómo ve la fuerza de esos movimientos hoy con las dinámicas políticas y sociales del mundo?
Es fundamental lo que hacen estos movimientos y en especial reconozco su lucha por lograr que se incluya el crimen del feminicidio en los códigos penales de varios países. Aunque me queda claro con la reciente declaración de Milei en Argentina, que dice que hay que quitar eso del código penal de su país, de lo relevante que es esta lucha. Cuando está tan alto en las agendas de los presidentes misóginos, racistas y chauvinistas es más importante seguir luchando para que este lenguaje con el que trabajamos se mantenga en la ley.
Ciertamente hay unas fuerzas políticas que quieren borrar los derechos de las mujeres y, claro, borrar también la palabra feminicidio. Pero lo que sorprende es que haya tantos ciudadanos que aplauden y votan por eso.
Es muy difícil de creer porque parece que eso va en contra del sentido común. A quién no le va a interesar que mujeres y hombres sean tratados con igualdad. Quién no tiene una madre o una hija o una hermana que quiere que sea respetada y que su seguridad esté garantizada. Nada se puede dar por sentado. Lo que está pasando demuestra lo importante que es todo lo que hemos logrado y que es muy urgente no detener la lucha.
Cristina, en el libro usted se pregunta si se puede ser feliz mientras se vive el duelo. Pasados casi 35 años desde que ocurrió el feminicidio de Liliana, ¿qué respuestas ha encontrado?
Es muy difícil y contradictorio porque las heridas no cierran. Pero también una manera de honrar la vida de las personas que hemos perdido es vivir con devoción, pasión y estar muy presente donde uno está. La alegría es la venganza, lo han dicho muchas líderes sociales. Creo que sí se puede y que es importante convencernos de eso. Las personas que perdemos están con nosotros de múltiples maneras, en otros planos.
“La falta de lenguaje nos maniata, nos sofoca, nos estrangula, nos dispara, nos desuella, nos cercena, nos condena…Uno nunca está más inerme que cuando no tiene lenguaje”. Se refiere a esto en el libro porque ante la violencia muchos seres humanos, entre ellos usted y sus padres, no saben expresar el miedo, el dolor, la incertidumbre…sienten culpa y tampoco saben reconocerla con palabras. Con la apertura de las cajas de Liliana y la escritura del libro, usted encontró el lenguaje, pero ¿qué le diría a alguien que está sufriendo un dolor parecido al de ustedes y no sabe cómo expresarlo?
En 1990 cuando mi hermana fue víctima de feminicidio la palabra no existía y mucho menos un crimen así. No te dan manuales de cómo atravesar un duelo. No teníamos como familia ni como sociedad un caminito para saber qué hacer. Eso tuvimos que aprenderlo junto con muchos y muchas en las calles, en las discusiones, a través del arte. Pero se han desarrollado en los últimos años instrumentos para medir esta violencia que se va incrementando y que a veces es muy difícil de identificar porque está muy cerca al lenguaje del amor romántico que es poderoso y está en todas partes. No es fácil distinguir entre celos, control, cariño, manipulación y eso hay que aprenderlo. En México, el Instituto Politécnico Nacional desarrolló el violentódromo que es como una regla vertical donde se va ilustrando cómo va aumentando esta violencia con la agresividad verbal, algunos empujones después, control del celular, por ejemplo, acoso en la calle, violación, hasta el feminicidio que es el punto más alto de la violencia. Aprender a usar las palabras exactas te da la convicción de que algo no está bien, a reaccionar, protegerte y denunciar.
Cuenta al final del libro que usted y Liliana nadaban juntas y que ese era el espacio de su más íntima sororidad. En 2020 usted tuvo una lesión y no volvió a la piscina (o la alberca, como dicen ustedes en México). “En lugar de nadar, empecé a escribir este libro. Si la herida cierra, volveré a nadar. Quiero volver a encontrarla en el agua. Quiero nadar, como siempre lo hice, al lado de mi hermana”. Cristina, ¿volvió a nadar?
Mi manguito rotador no está muy bien y no nado tan disciplinadamente como lo estaba haciendo, unas dos horas al día, pero lo aprovecho cuando puedo y sigo sintiendo eso: la alberca como un lugar de hermandad, de encuentro con Liliana y con todas las que la han abrazado a ella también.
*Periodista/Directora de la Feria del Libro de Pereira