Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Yo creo que no hay en la capital un solo gamín, ni menos un policía, ni mucho menos una beata, ni por casualidad un militar, ni por milagro un bogotano o un fuerano, que no conozca de vista, casi de trato y por lo menos de “oídas”, a esa amable y pintoresca viejecita que en el trajín de nuestras calles céntricas ponía hasta hace pocos días con su vestimenta roja y sus entusiasmos verbales en pro del “gran partido”, una nota típica y chirriada por excelencia, y que de todos es conocida con el mote de “La loca Margarita”'.
Este “personaje” ha desaparecido desde hace quince días... Ni los “chinós” dan razón de su paradero; lo único que saben es que hace dos semanas unas beatas la sacaron a empellones de S. Ignacio, diz que por blasfema... y que un policía la tomó de brazo a la salida...
Como Margarita en estos días de política revoltosa puede hacer declaraciones en armonía con lo que sucede, me propongo indagar su paradero para reportearla; y por qué no?
Margarita, como algunos de sus colegas de las altas y bajas “esteras políticas”, tiene derecho a su turno...
Al primer policía de la esquina le pregunto por Margarita y me responde:
—Esa tan malcriada, la que inrespeta tánto a los padrecitos (el policía es de. Runta), y le quita su créito a los conservadores?
—La misma, señor agente...
-Pues a ésa la mandó enchiquerar el doptor Santamaría en “El Aserrío” por marrana... Allá sí le paran el macho...
Y el representante de la autoridad da marcial media vuelta y echa calle abajo tras el canasto de una fámula... Yo me dirijo al asilo de locas de El Aserrío, y pienso “para mis adentros”, que el señor alcalde municipal, a más de un acto poco cristiano y bastante tonto, ha cometido una injusticia demasiado “oficial” e inoportuna, esto ante todo, al ordenar la reclusión de Margarita, precisamente en vísperas de consreso...
-¿Cómo así?, podría preguntarme cualquiera.
Y yo respondería:
—¿Será justo que se encierre a Margarita en un asilo de locas por gritar inocentes vivas a un partido medio muerto... a tiempo que el doctor Sotero Peñuela, digamos, y tantos otros “honorables” en proyecto, preparan sus “mueras” periódicos al mismo partido?... Como se ve, lo hecho por el señor alcalde mayor de esta muy hidalga ciudad, ha sido una metida de pie, corregible, por fortuna... No es verdad, doctor Santamaría?
Pero a todas estas ya me hallo frente a la puerta del asilo de locas.
La madre directora me niega la entrada, y no sin razón:
- ¿Hombres? - dice la madre-de ninguna manera!... Aquí los hombres no pueden entrar, porque las locas apenas ven pantalones, se ponen espantosas...! Hace pocos días vinieron unos señores de “El Diario Nacional” y me las dejaron alborotadísimas, y eso que no los vieron sino de pasadita... Las pobrecitas no pueden ver pantalones, comenta la madre, bajando los ojos...
Como lo único posible para poder entrar al asilo no lo puedo hacer de ninguna manera, me transo por preguntar a la madre desde cuándo le trajeron a Margarita y qué ha hecho...
-Está desde hace ocho días, me informa la madre; la tratamos con mucho cariño; de las pensionadas, es la que menos carga nos da.. ¿Usted no es su hermanito mayor? Ah, si es así, éntre, bien pueda entrar... Ella lo pregunta cada rato... pobrecita niña...! Entre... entre sin cuidado!... Quizás mejore viéndolo...
-¿A mí?
- Sí, señor; a usted...
Mi admiración es cada vez mayor: Margarita es joven, Margarita está pensionada, Margarita pregunta por mí todos los días, yo soy hermano de Margarita!... Válgame Dios!
Resuelvo aclarar las cosas, y muy cortésmente explico a la madre:
-La Margarita por quien yo pregunto es la que grita continuamente “Viva el partido liberal!”, “abajo los cu...”
Un “ave María Purísima” estridente me corta la palabra, y un portonazo acentúa la invocación sagrada... Una vieja que presenciaba la escena desde adentro, me grita:
—Lárgate de aquí, so mugroso! Aquí no tenemos a la puerca vieja esa!...
Unas horas después, el fotógrafo del periódico, más afortunado que yo, me indica la dirección de Margarita (el asilo de mujeres desamparadas), y ambos nos dirigimos hacia allá.
Tal asilo es algo encantador, digno de toda loa, algo que llena el espíritu de dulce asombro, de admiración y de respeto. Pero esto merece capítulo aparte, y en primera ocasión lo escribiré. Sigo, pues, con mi tema.
La madre del asilo me encamina hacia el patio trasero del edificio, donde se encuentra Margarita. Una alegría muy justificada y una curiosidad punzante me invaden. ¿Cómo estará Margarita? ¿Qué hará y qué habrá hecho? ¿Qué escándalos caseros producirán a diario sus dichos, y especialmente su flamante vestimenta? ¿Qué opinará?
Al fin, tras un largo paseo por corredores, dormitorio, botica, sala de operaciones, etc., me encuentro cara a cara con la tan buscada viejecita. Qué desilusión! La que veo no es “la loca Margarita”, no es, ¡no puede ser! Ante mí no hay sino una caricatura, un remedo dolorosamente grotesco de la “otra”, de la verdadera...
Figuraos que Margarita viste un hábito gris con capucha en vez de su uniforme rojo... Margarita de hábito cuasi-religioso y con las manos, una sobre otra, beatíficamente colocadas sobre el estómago, a lo seminarista!...
Mi desconcierto como que es adivinado por la viejecita de marras, pues repentinamente y como para probarme que ella es la misma de siempre, me saluda así, con natural escándalo de las 525 octogenarias que la rodean:
-Al fin vinieron los míos! ¡Viva el partido liberal de Europa! ¡Viva el matrimonio del señor arzobispo!
¡Abajo los godos! ¡Mueran los chapoles! ¡Viva Jesucristo el liberalito!
Con menos me hubiera contentado, ¡vaya si me hubiera contentado! El auditorio ríe de todos los modos imaginables, mientras la madre dice:
—Esta Margarita es algo divino!... divino!...
Y yo comienzo:
-¿De dónde es usted, Margarita?
—Yo soy del valle de Europa liberal y me llamo María Margarita Josefa Mogollón Leiva del Carmen y Santander, reina de Colombia, pa servirle... ¡Abajo los godos!
—¿Por qué la trajeron aquí?
—Yo no estoy aquí por el gobierno godo! Por los godos, ni una vela! Yo soy gente decente, pura liberal, la dueña de Europa, y por eso me trajo un chapol asqueroso, por liberala! ¡Abajo el papa!
—No diga así, Margarita, porque a un compañero de redacción le sacaron ocho pesos de multa por decir lo mismo…
-Las papas son pa comer... al santo papa sí lo quiero, pero me diIjeron que se había voltiao el penturrias, pero son mentiras. ¡Viva el papa liberal! El señor arzobispo se casó anoche, viva la mujer del viejito!
-¿Usted cree en Dios?
- Nuestro Señor no es ningún godo y va a tumbar este mundo godísimo pa que suba Margarita con el gobierno liberal de Europa. Yo sí creo en Dios, porque tumbó al Manuel Ospina!
—¿Quién es Manuel Ospina?
I-El hermano del Marco Fidel, el que vendió a Francia pa regalársela a los chapoles! Yo soy la dueña de Europa y toda es pa ustedes... pueden ir trayendo algo sin que lo sepa el Manuel Ospina! Abajo la Carmen!
—¿Cuál Carmen?
-La vieja esa sapa, bandida, judía, godísima, que me quitó mi topa colorada. Esa ladrona no me dejó sino mi cinta de la cabeza. Ahí tengo metidos a todos los liberales pa que no se los trague el padre Almansa! ...
-El padre Almansa? Sí, él es mi compadre y me deja rezar en su iglesia... lo quiero mucho! Pero sáqueme de aquí; yo no quiero estar con estas viejas tan feas; parecen diablos y son toditas godas y gritan abajo los liberales...
San una partida de locas de los infiernos. Arriba lo colorao! Abajo lo azul! Yo guardo aquí mi bandera liberal:
Y Margarita saca de una manga del hábito un pétalo de rosa roja... La madre me dice que desde que la quitaron sus vestidos, no abandona un instante su bandera, y que le reza todas las noches...
- ¿Qué reliquias tiene usted, Margarita?
- Yo tengo aquí colgao a San José el abogao de los casaos... el viejito es el puro diablo; se hace el santo, pero yo le sé sus pilatunas...
-Cuáles son?
-Le voy a contar, pero que no nos oigan las viejas, porque son muy lambonas...
Y Margarita, casi al oido, me dice así:
-El San José es muy picaro... como es santo, no se puede casar, y cuando entro a la capilla lo veo con un chino alzao... y los otros, el San Antonio y el San Mareo, también tienen sus chinos...
-¿ Y usted no ha sido casada?
- ¿Yo casada? Ni puel Diablo
- ¿Y no ha tenido novios?
Una vez tuve uno... el cura liberal de Las Nieves, pero desde que la gente se empezó a poner tan goda, se fue pa la costa...
- ¿Usted es católica?
-Yo soy cristiana liberala, de las del cielo...
- ¿Por orden de quién la trajeron aquí?
- Por orden del Pedro Ospina y del “gato” del tranvía…
- No, Margarita, fue por orden del alcalde:
- ¿Del alcalde mayor? ¿Y cómo se llama ese judío?
-Don Ernesto S. de Santamaría...
- De Santa María? Ah, caraý! Se zumbó entonces ella... Ese Caifaz es el marido de la “Mamá linda”? Se fregó la pobre! Eso hasta le pegará...-no la vuelo ni a mentar... y ora quiago pa rezar? Será cambiarle de apelativo... sí... la voy a poner “Maruja”.... Eso es... Maruja!... Santa María, ni de fundas!...
- ¿Usted sabe rezar?
- Sí, camine pa la capilla y verá...
Un momento después. Margarita se arrodilla ante un Jesús Nazareno y reza. ..
- Ala viejito, te amarraron los godos, ¿no? ¡Ah, bandidos!. Bendita sea tu pureza y quitanos, la tentación, porque en la calle, de la amargurar estaba una niña sentada y el primo Pablo le preguntó: ¿dónde está el hijo de mis entrañas? Se lo llevaron clavao en una cruz muy pesada y su cuerpo está hecho cuatro puñaladas, y estas son las cinco llagas por meterse a redentor, amén... Viva lo colorao!... Se tragaron al papa!... Santo Dios, Santo fuerte, santo inmortal...
Salimos de la capilla, y Margarita me dice:
-El triunfo liberal ganó, y por eso se calientan los chapoles...
- ¿Usted conoció al general Herrera?
Yo soy muy amiga d’él... digale que no se deje descrestar del papa y que me mande un poco de flores, que pa eso es mi padrino... Con él también somos compadres...
- ¿Desde cuándo le gustan tánto los liberles?
-Desde que pasó Mosquera a caballo en una perra por el valle de Matusalén... yo tengo toda mi razón. ..
- ¿Qué es razón, Margarita?
- Los liberales son inteligentes hasta morir! Razón es aquella facultad que nos sirve pa hace aso del juicio, de la experiencia y pa matar a los godos.... Viva el para liberal! Nosotros somos todos aleataos! Los solos son los carroñosos.
- Margarita, ¿usted conoce a Vásquez Cobo?
-Sí lo conozco... Ayer vino a proponerme matrimonio, pero me to quitaron las viejas éstas mugrosas y se lo levaron pa encima del emedor... Allá lo tienen escondido. ¿Ese es liberal?
- Un horror de liberal...
- Yo sí lo había notao..- Me trago a los curas... Viva el partido liberal de Europa!... Diga que me den mi ropa, y nos largamos a traernos a Francia y casamos a todos los liberales. Los godos no se casan abajo lo azul!
A tiempo de despedirme le hago a Margarita una propuesta:
-Grite que vivan los godos y la dejo salir a la calle...
Margarita se pone roja de ira, me tira a los pies una moneda que le había regalado, y mientras se retira indignada, me grita:
—Yo no soy tan puerca, porque soy liberala, y nosotras valemos por mil liberales. Viva lo colorao! Y no soy voltiarepas! Los liberales sumos del cielo y no nos echamos pa´trás. Voltiate vos. mortecino! ¿Qué hacemos con el papa? Yo prefiero estarme aquí sobada!... Vivan los liberales extranjeros!
Margarita se calma, y vuelve hacia mí, diciéndome:
- Sáqueme de aquí, su mercé...
-No me diga su merced... trateme con entera confianza...
-Sacáme, alita... no seas patán. ..
-Mañana la saco...
-Mañana es el triunfo liberal. Viva Margarita, la reina de Colombia! Se sobaron los godos!...
A la salida y mientras me alejo del asilo, aún oigo a Margarita gritar Mañana la saco...
-Mañana es el triunfo liberal.
Viva Margarita, la reina de Colombia! Se sobaron los godos!...
A la salida y mientras me alejo del asilo, aún oigo a Margarita gritar:
-Viva el triunfo liberal extranjero!.!
-Me cómo al papa!... Abajo los godos!... bajo los godos!.. godos!... dos!...
¿Margarita estará loca?