Crónicas de un circo sin gracia (Crónica introductoria)
El circo es el espectáculo artístico que representa una importante parte de la cultura humana, es una noble empresa construida a lo largo de muchos siglos, prácticamente desde que el hombre empezó a registrar sus hazañas, sus descubrimientos, sus ideas, sus creencias, en fin, su cultura.
Óscar Seidel
“Esta narración la he cedido muy gustoso a mi amigo Óscar Seidel para que sirva de abrebocas a la serie de crónicas escritas por él, titulada “Crónicas de un circo sin gracia”.
Antonio Joaquín García Sierra
*
La palabra circo proviene del griego kirkos, que significa círculo, anillo, y a su fórmula etimológica pertenecen vocablos como acercar y circuito. Su origen se sitúa en Egipto, 2500 años antes de Cristo, donde ya se realizaban actos de malabarismo y equilibrio.
El circo es considerado el mejor espectáculo del mundo, es una parte abierta a la fantasía, un camino mágico al entretenimiento de toda la familia, donde lo imposible se hace realidad. El circo ha adquirido un carácter genéricamente humano que suscita en el espectador sentimientos tan universales como la risa, la admiración y la angustia. Quien acude a ver los ejercicios de la pista sentirá que fraterniza con los variados personajes circenses, desde el payaso hasta el domador, desde el funámbulo hasta el acróbata, el malabarista y el equilibrista, pasando por los volatineros y por los animales, los mismos que poblaban el ámbito circense.
Desde mi niñez, he tenido una fascinación por el espectáculo del circo, donde se mezclan la ilusión, el miedo y la risa. A Cereté venían circos modestos, de pueblos, pero que veíamos como lo máximo de la expresión perfecta de lo bello y lo irracional. Recuerdo al Royal Dumbar Circo, al Circo Costeñita de Bavaria, donde se presentaba, además del espectáculo circense, a los Tolimenses de Emeterio y Felipe; al mejor circo de Colombia, el Egred hermanos, que de manera desafortunada cerró sus puertas en 1973, y que volvió abrir fugazmente en 1993. Ahí vimos el burro “Toribio” que hacía las delicias de los espectadores y que no era ningún burro, al contrario, muy inteligente. También presenciamos al mejor ciclista del espectáculo: Jimmy Egred, y a la bella trapecista Nelly Egred, bajo el mando de ese pionero que llegó a ser don Santos Egred.
Vi muchos circos después de mi estancia en Cartagena, Popayán y Cali, y en el exterior tuve la oportunidad de conocer los circos mexicanos de los Hermanos Gasca, que son como 15 distribuidos por toda América, pero mayormente en México y Colombia, y he visto la mayoría de ellos acompañado de mis hijos, en Cali. Miré al circo español de los Muchachos, donde el animador era Julio Sabala, ese gran imitador. En las Vegas vi el Circo del Sol (El Cirque du Soleil), considerado el circo del siglo XX, hoy en quiebra, y lo repetí en Orlando (Florida). En Las Vegas hay un hotel de cinco estrellas que se llama El Circo, y todo el tiempo hay espectáculo circense. En esa ciudad también vi al mago e ilusionista más famoso del mundo, David Copperfield, y el espectáculo con leones de Siegfried & Roy, en el hotel Mirage. Roy, que falleció este año, ha sido el nivel máximo de espectáculo que he visto en mi vida. En el Hotel La Hacienda presentaban un espectáculo maravilloso de ilusionismo de gran calidad, ya no existe ese maravilloso hotel.
Le puede interesar: “Vitorino Figari”, un thriller policíaco en clave de circo
He visto casi todas las películas de circo. Para mí, las mejores son: El mayor espectáculo del mundo, dirigida por Cecil B. De Mille y rodada en uno de los mejores circos del mundo: Ringling Brothers and Barnun& Bailey. Fue protagonizada por Charles Heston, James Stewart y Dorothy Lamour, obteniendo dos Premios Óscar. El fabuloso mundo del circo (1964), protagonizada por Jhon Wayne, Claudia Cardinale y Rita Hayworth, contrató al circo alemán de Franz Althoft, teniendo a sus 255 técnicos y 350 artistas trabajando durante cinco meses. He visto muchas más, pero no podríamos concebir el mundo del circo sin la presencia de los payasos o los arlequines, una figura emblemática de esta disciplina artística, que nos fascina a todos y sirvió de inspiración a pintores, músicos, poetas, como Jaime Jaramillo Escobar y su épico poema Circo, así como a dramaturgos, como Lope De Vega, William Shakespeare y Molière, y pintores, entre los que destacan Pablo Picasso, Manet, Honore Daumier y Red Skelto. La música no se queda atrás, pues está Javier Solís con su canción Payaso.
Gabriel García Márquez escribe en el primer capítulo de Cien años de soledad: “Muchos años después, el coronel Aureliano Buendía se acordaría cuando su padre lo llevaba a él y a su hermano a conocer las maravillas del circo, amaba la época en que el circo llegaba a Macondo, y con él llegaba Melquiades, un gitano extravagante que llegaba al pueblo con inventos muy extraños”.
El circo, no cabe duda, es para muchos algo envuelto en un halo de ilusión, de ensueño, donde se mezclan lo maravilloso y la risa, pero hay quienes lo juzgan como una forma menor de espectáculo, digna de despego cuando no de desprecio. Sin embargo, el circo es un arte en pleno sentido de la palabra, con su historia y su originalidad propia. Todo espectador sabe que en él lo esencial no es el ilusionismo, sino el riesgo, y que el artista circense no tiene nada que ocultar, todo está a la vista del público.
Le sugerimos: Sin reloj en Rincón del Mar (Relato visual de El Magazín Cultural)
El circo de los barrio marginales y de los pueblos perdidos en el mapa, azotados por la violencia y olvidados por los gobiernos de turno, es la única esperanza de alegría y entretenimiento. Cuando el animador grita que a cambio de unas pocas monedas pueden ver la función, ahí es donde un humilde espectáculo se convierte en la única recreación exequible sin ánimo de lucro, aún cuando los gobiernos no los apoyan, pero sí los persiguen pidiéndoles requisitos inalcanzables y difíciles de cumplir. Las secretarías de cultura se hacen de oídos sordos y de miradas ciegas, aumentando la desigualdad y compitiendo con otros poderosos del arte, mientras el payaso de turno con un perifoneo los invita a pasar: “Vengan, aquí los esperamos en el mejor espectáculo del mundo”.
“Esta narración la he cedido muy gustoso a mi amigo Óscar Seidel para que sirva de abrebocas a la serie de crónicas escritas por él, titulada “Crónicas de un circo sin gracia”.
Antonio Joaquín García Sierra
*
La palabra circo proviene del griego kirkos, que significa círculo, anillo, y a su fórmula etimológica pertenecen vocablos como acercar y circuito. Su origen se sitúa en Egipto, 2500 años antes de Cristo, donde ya se realizaban actos de malabarismo y equilibrio.
El circo es considerado el mejor espectáculo del mundo, es una parte abierta a la fantasía, un camino mágico al entretenimiento de toda la familia, donde lo imposible se hace realidad. El circo ha adquirido un carácter genéricamente humano que suscita en el espectador sentimientos tan universales como la risa, la admiración y la angustia. Quien acude a ver los ejercicios de la pista sentirá que fraterniza con los variados personajes circenses, desde el payaso hasta el domador, desde el funámbulo hasta el acróbata, el malabarista y el equilibrista, pasando por los volatineros y por los animales, los mismos que poblaban el ámbito circense.
Desde mi niñez, he tenido una fascinación por el espectáculo del circo, donde se mezclan la ilusión, el miedo y la risa. A Cereté venían circos modestos, de pueblos, pero que veíamos como lo máximo de la expresión perfecta de lo bello y lo irracional. Recuerdo al Royal Dumbar Circo, al Circo Costeñita de Bavaria, donde se presentaba, además del espectáculo circense, a los Tolimenses de Emeterio y Felipe; al mejor circo de Colombia, el Egred hermanos, que de manera desafortunada cerró sus puertas en 1973, y que volvió abrir fugazmente en 1993. Ahí vimos el burro “Toribio” que hacía las delicias de los espectadores y que no era ningún burro, al contrario, muy inteligente. También presenciamos al mejor ciclista del espectáculo: Jimmy Egred, y a la bella trapecista Nelly Egred, bajo el mando de ese pionero que llegó a ser don Santos Egred.
Vi muchos circos después de mi estancia en Cartagena, Popayán y Cali, y en el exterior tuve la oportunidad de conocer los circos mexicanos de los Hermanos Gasca, que son como 15 distribuidos por toda América, pero mayormente en México y Colombia, y he visto la mayoría de ellos acompañado de mis hijos, en Cali. Miré al circo español de los Muchachos, donde el animador era Julio Sabala, ese gran imitador. En las Vegas vi el Circo del Sol (El Cirque du Soleil), considerado el circo del siglo XX, hoy en quiebra, y lo repetí en Orlando (Florida). En Las Vegas hay un hotel de cinco estrellas que se llama El Circo, y todo el tiempo hay espectáculo circense. En esa ciudad también vi al mago e ilusionista más famoso del mundo, David Copperfield, y el espectáculo con leones de Siegfried & Roy, en el hotel Mirage. Roy, que falleció este año, ha sido el nivel máximo de espectáculo que he visto en mi vida. En el Hotel La Hacienda presentaban un espectáculo maravilloso de ilusionismo de gran calidad, ya no existe ese maravilloso hotel.
Le puede interesar: “Vitorino Figari”, un thriller policíaco en clave de circo
He visto casi todas las películas de circo. Para mí, las mejores son: El mayor espectáculo del mundo, dirigida por Cecil B. De Mille y rodada en uno de los mejores circos del mundo: Ringling Brothers and Barnun& Bailey. Fue protagonizada por Charles Heston, James Stewart y Dorothy Lamour, obteniendo dos Premios Óscar. El fabuloso mundo del circo (1964), protagonizada por Jhon Wayne, Claudia Cardinale y Rita Hayworth, contrató al circo alemán de Franz Althoft, teniendo a sus 255 técnicos y 350 artistas trabajando durante cinco meses. He visto muchas más, pero no podríamos concebir el mundo del circo sin la presencia de los payasos o los arlequines, una figura emblemática de esta disciplina artística, que nos fascina a todos y sirvió de inspiración a pintores, músicos, poetas, como Jaime Jaramillo Escobar y su épico poema Circo, así como a dramaturgos, como Lope De Vega, William Shakespeare y Molière, y pintores, entre los que destacan Pablo Picasso, Manet, Honore Daumier y Red Skelto. La música no se queda atrás, pues está Javier Solís con su canción Payaso.
Gabriel García Márquez escribe en el primer capítulo de Cien años de soledad: “Muchos años después, el coronel Aureliano Buendía se acordaría cuando su padre lo llevaba a él y a su hermano a conocer las maravillas del circo, amaba la época en que el circo llegaba a Macondo, y con él llegaba Melquiades, un gitano extravagante que llegaba al pueblo con inventos muy extraños”.
El circo, no cabe duda, es para muchos algo envuelto en un halo de ilusión, de ensueño, donde se mezclan lo maravilloso y la risa, pero hay quienes lo juzgan como una forma menor de espectáculo, digna de despego cuando no de desprecio. Sin embargo, el circo es un arte en pleno sentido de la palabra, con su historia y su originalidad propia. Todo espectador sabe que en él lo esencial no es el ilusionismo, sino el riesgo, y que el artista circense no tiene nada que ocultar, todo está a la vista del público.
Le sugerimos: Sin reloj en Rincón del Mar (Relato visual de El Magazín Cultural)
El circo de los barrio marginales y de los pueblos perdidos en el mapa, azotados por la violencia y olvidados por los gobiernos de turno, es la única esperanza de alegría y entretenimiento. Cuando el animador grita que a cambio de unas pocas monedas pueden ver la función, ahí es donde un humilde espectáculo se convierte en la única recreación exequible sin ánimo de lucro, aún cuando los gobiernos no los apoyan, pero sí los persiguen pidiéndoles requisitos inalcanzables y difíciles de cumplir. Las secretarías de cultura se hacen de oídos sordos y de miradas ciegas, aumentando la desigualdad y compitiendo con otros poderosos del arte, mientras el payaso de turno con un perifoneo los invita a pasar: “Vengan, aquí los esperamos en el mejor espectáculo del mundo”.