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                                                                                                                                Crónicas de un circo sin gracia: El ombligo más grande del mundo

                                                                                                                                El día que Cipriano Campáz se fue a vivir con su prima Ernestina Estupiñán todos en la vereda Dosquebradas, zona rural del municipio de Puerto Perla, pronosticaron que alguna maldición les iba a caer.

                                                                                                                                Oscar Seidel

                                                                                                                                "Pero el espectáculo se acabó aquel fin de semana que un obeso practicante del juego de sapo dio en el blanco y lo condicionaron a soplar el ombligo de Críspulo para recibir el premio".
                                                                                                                                Foto: Pixabay
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En su infancia, Críspulo Castillo no tuvo problemas para cubrir el cartílago pegado a su barriga, puesto que la mamá lo fajaba con abundantes vendas. Los inconvenientes empezaron en plena juventud, cuando vieron que el muchacho no estaba crecido lo suficiente para su edad, y además se le había despertado la pasión por la vecina Altagracia Bustos, quien no solo era acuerpada, sino que más alta que él. La primera vez que salieron a bailar, Críspulo tomó sus precauciones; solo echaba pasos de lejos sin acercarse a ella; pero el mundo se le vino encima, cuando al calor de los tragos, Altagracia lo invitó a bailar un bolero de Bienvenido Granda. Al ritmo del primer amacice, ella palpó que su parejo estaba bien dotado, pero de una manera particular, puesto que sentía como punzadas que le subían hasta la zona pélvica, causándole un malestar inusitado. Fue cuando ella enojada le dio una cachetada por atrevido, y le pidió explicación por tamaña desmesura. Apenado, Críspulo trató de calmarla con el manido cuento del “Paso del canalete”, pero, más bien, se retiró del baile, y nunca más la volvió a cortejar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Foto: Pixabay
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