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Crónicas de un circo sin gracia: Un grotesco espectáculo

Teódulo Rayo y Petronio Hurtado fueron enemigos desde que crecieron juntos en el barrio La Plaza de Puerto Perla. Ambos practicaban boxeo en el huerto del «Cuco», un promotor local de eventos deportivos. Nadie supo el origen de esa enemistad.

Oscar Seidel
24 de agosto de 2021 - 04:00 p. m.
"La pelea continuó así asalto tras asalto, hasta que en el último round el «Coscorrón del diablo» recibió tanto golpe que, no quiso seguir peleando y tiró los guantes a la lona".
"La pelea continuó así asalto tras asalto, hasta que en el último round el «Coscorrón del diablo» recibió tanto golpe que, no quiso seguir peleando y tiró los guantes a la lona".
Foto: Pixabay
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Al poco tiempo, llegó a Puerto Perla el empresario de boxeo «El chiquito Pérez» en busca de prospectos para llevarlos al país vecino, en donde ya se peleaba de forma profesional. El «Cuco» le recomendó entablar la pelea de fondo entre Teódulo y Petronio, teniendo como escenario el improvisado y rústico cuadrilátero que tenía El Circo para presentar peleas cómicas de boxeo entre los payasos. Teódulo era un negro, alto, que tenía el apodo de «La Hucha», y de esa manera quedó registrado en el cartel publicitario. Por su parte, Petronio, era mestizo de pelo crespo, y lo apodaban por su raspante cicatriz en la cabeza «Coscorrón del diablo». Vestía de manera sobria y calzaba babuchas bien limpias y de diferentes estilos; no era agresivo, pero tampoco se dejaba joder de nadie. Era vecino del barrio El Puente del Medio.

Le puede interesar leer la primera parte de la serie: Crónicas de un circo sin gracia (Crónica introductoria)

El día esperado, el presentador oficial del Circo comenzó la narración así: “Estamos transmi-tiendo desde el cuadrilátero circense, en donde se enfrentan «La Hucha» contra «Coscorrón del diablo», que empiece el mejor espectáculo del mundo”. La pelea continuó así asalto tras asalto, hasta que en el último round el «Coscorrón del diablo» recibió tanto golpe que no quiso seguir peleando, y en un acto de dignidad, tiró los guantes a la lona, y agarró la mano victoriosa del contrincante, gritando: Viva «La Hucha».

Los espectadores se enardecieron con este resultado grotesco y decidieron arrojar todas las sillas al centro del cuadrilátero. Tuvo que intervenir la policía para calmar los ánimos, y la función circense fue suspendida esa noche. El empresario de boxeo «El chiquito Pérez» ante este resultado decidió no contratarlos por supuesta manguala. Al final, los enemigos eternos se olvidaron de su viejo enfrentamiento, no volvieron a pelear y arreglaron por las buenas. El dueño de El Circo quedó enojado con este espectáculo bufonesco, y juró no volver a pres-tar su serio escenario para estas ridiculeces.

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Por Oscar Seidel

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