Crónicas de viaje: tema, mirada y formas de contar
Ernesto Picco y Federico Bianchini son cronistas argentinos y ganadores de la Beca Michel Jacobs de crónica viajera. Este sábado se termina un taller en el que contaron sus experiencias en este oficio, y los elementos que consideran más importantes al escribir sobre ellas. Los escritores también darán una charla en la Biblioteca Virgilio Barco este 1 de julio a las 5 de la tarde.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Que si la crónica tenía reglas y que cuáles eran. Que si hacer una de viaje tendría que incluir la descripción de los paisajes. Que cómo se describía un paisaje. Que si un instante era suficiente para describirlo. Que cuáles elementos del paisaje servirían para la narración. Que si era válido escribir de lo que se pensó viendo el paisaje. Que cómo se decidía lo que era válido o no. Que quién decidía sobre lo válido.
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Que si la crónica tenía reglas y que cuáles eran. Que si hacer una de viaje tendría que incluir la descripción de los paisajes. Que cómo se describía un paisaje. Que si un instante era suficiente para describirlo. Que cuáles elementos del paisaje servirían para la narración. Que si era válido escribir de lo que se pensó viendo el paisaje. Que cómo se decidía lo que era válido o no. Que quién decidía sobre lo válido.
Cada propuesta de tema, cada oferta de discusión, derivó en un debate para aterrizar lo que era una crónica de viaje o lo que podría convenir más para hacer una. Federico Bianchini y Ernesto Picco, ganadores de la Beca Michel Jacobs, fueron los talleristas que guiaron estas reflexiones basadas en sus experiencias como escritores, pero sobre todo en los textos que les entregaron la beca.
Bianchini es periodista y cronista argentino. Ganó la beca en mención en 2016. Antártida, 25 días encerrado en el hielo fue el título de su libro. “Pensaba hacer una crónica breve. Debido a las condiciones climáticas quedé allí, encerrado durante un mes en un mundo conceptualmente cercano (a 1.000 kilómetros del continente americano), pero terriblemente distante, con leyes propias y reglas particulares: no hay virus ni gripes y la mayor parte de las enfermedades que circulan son psicosomáticas. En sus 14 millones de kilómetros cuadrados, sin armas ni soberanía, se vive un presente continuo. La naturaleza se acepta como un dogma inquebrantable, un poder supremo, un axioma cotidiano”, contó sobre su trabajo, que se originó con la idea de entrevistar a algunos científicos y militares que pueden vivir hasta 14 meses en este lugar. Al llegar, sus planes cambiaron por el clima, pero, sobre todo, porque al viajar “te encuentras con algo muy distinto a lo que imaginaste”.
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“Llegas con tu maleta de preconceptos y prejuicios a un lugar para confirmar lo que ya sabías y no, eso es lo primero que hay que desmontar a la hora de emprender una crónica viajera”, agregó Ernesto Picco, periodista y académico argentino, quien también fue tallerista gracias a que ganó la beca por el trabajo Soñar con las islas: una crónica de Malvinas más allá de la guerra. Para él era “imposible contar las islas Malvinas sin hablar de la guerra de 1982”. Cuando comenzó su proyecto, entendió que “el conflicto bélico con Argentina y la disputa por la soberanía ocultaba una historia local de las islas desconocida y apasionante”. ¿Cómo se vive actualmente en las islas? ¿Quiénes son hoy los principales referentes políticos y sociales? ¿Quiénes son sus personajes históricos?, entre otras preguntas, desprendieron el tema central de su libro, que cruzó el relato de viaje con la investigación documental, a partir de entrevistas y recorridos realizados en las islas y un trabajo sobre archivos locales, argentinos y británicos.
Durante el taller que dictaron Picco y Bianchini, que se inició el jueves 29 de julio y terminó hoy, en la Biblioteca Virgilio Barco, se discutió acerca de la narración de los paisajes, para mencionar alguno de los temas. Para Bianchini era importante que el lector se imaginara el paisaje. Dijo que las figuras retóricas eran un recurso valioso para lograrlo. Que se refería a algo mucho más cercano a lo poético que a lo inventarial. “No es un asunto menor porque el lector se puede aburrir fácil. Uno puede intentar describir un paisaje, pero es una tarea de fracaso que hay que asumir. En la Antártida no hay olor y todo es blanco. Un reto, entonces, sería narrar la falta de olor”.
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Por su parte, Picco aclaró que los paisajes se contaban en función de la historia. Que estaban cargados de sentidos que excedían al cronista. “Un lugar de las Malvinas que para mí fue un monte en medio de un pueblo aburrido, para un excombatiente fue el lugar en el que murió su amigo”, y complementó diciendo que, en ese caso, habría que decidir desde qué lugar se escribiría sobre el monte, o abandonarlo, en caso de que no le sumara nada a la historia.
Los talleristas se refirieron a la descripción de la quietud, a la contemplación y a la práctica continua de la escritura. “Para describir, para sugerir, se necesita escritura”, dijo uno de los asistentes, comentario que se recibió con una aprobación silenciosa de los presentes que coincidieron en que ese era el recurso que, finalmente, otorgaba la fluidez y calidad a un texto. Las decisiones sobre lo que incluir o no en el texto además de las formas de contar (estilo) serían cruciales para evitar caer en artificios que estorbaran, en distracciones.
Estos encuentros también fueron la antesala de una charla que realizarán los dos talleristas este sábado 1 de julio, a las 5 de la tarde, en el mismo lugar. En la conversación se referirán a temas como los pasos para producir un “libro que se pueda leer”: tensión literaria, contexto, asuntos que trascienden el destino del viaje o que lo atraviesan, como las preocupaciones sobre la memoria, la muerte o el amor.
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Sí, el gran objetivo de la charla será profundizar en sus experiencias acerca de los viajes que hicieron a la Antártida y las Malvinas, respectivamente, para la producción de los textos que les entregaron la beca, pero que no excluirá las preguntas sobre los límites entre, por ejemplo, la ficción y la no ficción, además de la anticipación a la “lectura fácil” de cualquier lector: “El escritor es quien debe crear el giro para que su texto no se lea en automático”.
“No tiene que ver con lo exótico del lugar, sino con contarlo como nadie más lo ha contado. Conservar la mirada del turista, que es la de los niños, será fundamental a la hora de enfrentarse a un texto que cuente, del detalle mínimo al tema general, y tenga en cuenta la técnica, pero también la imaginación y muchísimo de intuición”, agregaron los argentinos. “Lo que hará que el texto sea distinto será el tema, la mirada y la forma en la que se cuente”.