Crónicas desde el ojo del huracán
De cómo algunos de los habitantes de Providencia y Santa Catalina vivieron y sobrevivieron al paso del huracán Iota, hace un año. El cineasta Harold Trompetero recoge sus relatos en un nuevo proyecto editorial que llamó “En el ojo del huracán”.
Jimmy Arias
Es posible vivir un infierno en el paraíso. Es posible que el lugar más bello que uno haya podido imaginar, el más luminoso y colorido, se transforme, de un momento a otro, en oscuridad y debacle. Eso lo vivieron en carne propia los habitantes de las islas de Providencia y Santa Catalina, hace un año, cuando el huracán Iota, de un solo mazazo, arrasó con todo, transformando uno de los parajes más hermosos de Colombia en ruinas y desolación.
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A través de los medios de comunicación todos hemos sido testigos de esta tragedia, pero nadie se había tomado la molestia, hasta ahora, de escarbar debajo de los escombros, de rasguñar dentro de las grietas emocionales de los isleños para recuperar sus historias de terror y supervivencia, de agonía y renacimiento entre los restos del que, hasta hace muy poco, era su hogar y, para muchos de nosotros, lo más cercano al edén en la tierra.
Eso fue lo que hizo el cineasta y escritor colombiano Harold Trompetero (hace unos meses lanzó Espiral, su segunda novela, y presentará otra en diciembre próximo), quien durante nueve meses se dedicó a investigar y hacerles seguimiento a las historias de cientos de isleños, que ahora reúne en un libro que lleva por título En el ojo del huracán. Se trata de una recopilación de crónicas de los supervivientes del lugar, a quienes entrevistó y acompañó en su ardua labor de resurrección, y que saldrá al mercado el año entrante.
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¿De dónde surgió este proyecto?
De una profunda relación que tengo con la isla desde hace más de 10 años. Soy un asiduo visitante y tengo grandes amigos allí. Y cuando sucedió la tragedia del huracán me sentí muy afectado porque se trata de un lugar en el cual he tenido muchas redenciones personales y espirituales. Mi idea inicial era cruzar estas historias con mis propias vivencias en la isla, pero al volver, después del huracán, el drama de sus habitantes fue avasallador. Por eso elegí la crónica.
¿Cómo fue el proceso de recolección de estos relatos?
Conozco la isla muy bien, afortunadamente, entonces cuando comencé a reconocer lo irreconocible, y a visitar a la gente, mi objetivo era buscar el lado humano, esos dramas anónimos, esos secretos de todo lo que estaba pasando allá y que nadie había contado todavía. Fue un proceso desgarrador, pero maravilloso: sus habitantes estaban ávidos por contar su historia.
¿Cómo encontró la isla?
Lo más paradójico es llegar y encontrarse con un lugar que tú creías que conocías, y que ya no existe. Desde el aterrizaje en el aeropuerto, todo es desconocido. No ha dejado de ser un lugar hermoso, ni su gente ha dejado de ser una maravilla, pero es un sitio totalmente distinto, completamente destruido, y no solo me refiero a la infraestructura levantada por el hombre, sino también a la naturaleza.
¿Qué sabor le queda después de su trabajo de campo? ¿Desolación, amargura?
Creo que encontré el resumen de lo que somos como país. En un par de islas diminutas estaba todo, la belleza, lo horripilante, la degradación humana, los relatos más bellos de solidaridad, humor, fiesta, tragedia, muerte, vida, corrupción... Me costó mucho traducir e interpretar todo eso de forma creativa.
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¿Qué le espera a la isla? ¿Cuál cree que será su futuro?
El futuro de la isla es muy incierto. Hay mucha presión para retornar a la actividad hotelera, pero hay cierta oposición de los nativos. Hay más de dos mil personas allá y mucho oportunismo, gente foránea tratando de comprar casas, terrenos…
¿Tenía intenciones audiovisuales al respecto? ¿Habrá documental en el futuro?
Si bien lo que recopilé es supercinematográfico, no creo que sea posible reproducir en imágenes lo que me fue relatado. Estas crónicas son un homenaje a la tenacidad y al espíritu invencible de la gente de Providencia y Santa Catalina.
Es posible vivir un infierno en el paraíso. Es posible que el lugar más bello que uno haya podido imaginar, el más luminoso y colorido, se transforme, de un momento a otro, en oscuridad y debacle. Eso lo vivieron en carne propia los habitantes de las islas de Providencia y Santa Catalina, hace un año, cuando el huracán Iota, de un solo mazazo, arrasó con todo, transformando uno de los parajes más hermosos de Colombia en ruinas y desolación.
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A través de los medios de comunicación todos hemos sido testigos de esta tragedia, pero nadie se había tomado la molestia, hasta ahora, de escarbar debajo de los escombros, de rasguñar dentro de las grietas emocionales de los isleños para recuperar sus historias de terror y supervivencia, de agonía y renacimiento entre los restos del que, hasta hace muy poco, era su hogar y, para muchos de nosotros, lo más cercano al edén en la tierra.
Eso fue lo que hizo el cineasta y escritor colombiano Harold Trompetero (hace unos meses lanzó Espiral, su segunda novela, y presentará otra en diciembre próximo), quien durante nueve meses se dedicó a investigar y hacerles seguimiento a las historias de cientos de isleños, que ahora reúne en un libro que lleva por título En el ojo del huracán. Se trata de una recopilación de crónicas de los supervivientes del lugar, a quienes entrevistó y acompañó en su ardua labor de resurrección, y que saldrá al mercado el año entrante.
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¿De dónde surgió este proyecto?
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¿Cómo fue el proceso de recolección de estos relatos?
Conozco la isla muy bien, afortunadamente, entonces cuando comencé a reconocer lo irreconocible, y a visitar a la gente, mi objetivo era buscar el lado humano, esos dramas anónimos, esos secretos de todo lo que estaba pasando allá y que nadie había contado todavía. Fue un proceso desgarrador, pero maravilloso: sus habitantes estaban ávidos por contar su historia.
¿Cómo encontró la isla?
Lo más paradójico es llegar y encontrarse con un lugar que tú creías que conocías, y que ya no existe. Desde el aterrizaje en el aeropuerto, todo es desconocido. No ha dejado de ser un lugar hermoso, ni su gente ha dejado de ser una maravilla, pero es un sitio totalmente distinto, completamente destruido, y no solo me refiero a la infraestructura levantada por el hombre, sino también a la naturaleza.
¿Qué sabor le queda después de su trabajo de campo? ¿Desolación, amargura?
Creo que encontré el resumen de lo que somos como país. En un par de islas diminutas estaba todo, la belleza, lo horripilante, la degradación humana, los relatos más bellos de solidaridad, humor, fiesta, tragedia, muerte, vida, corrupción... Me costó mucho traducir e interpretar todo eso de forma creativa.
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¿Tenía intenciones audiovisuales al respecto? ¿Habrá documental en el futuro?
Si bien lo que recopilé es supercinematográfico, no creo que sea posible reproducir en imágenes lo que me fue relatado. Estas crónicas son un homenaje a la tenacidad y al espíritu invencible de la gente de Providencia y Santa Catalina.