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                                                                                                                                Cuando la Navidad regala un último viaje, según José Saramago

                                                                                                                                Fragmento del libro “La intuición de la isla”, escrito y recién publicado por Pilar del Río, sobre los últimos días del Nobel de Literatura portugués en la isla de Lanzarote. En Colombia bajo el sello editorial Alfaguara.

                                                                                                                                Pilar del Río * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                José Saramago (1922-2010) y Pilar del Río vivieron en Lanzarote, una de las islas Canarias. Saramago ganó el Premio Nobel de Literatura 1998 y Del Río, escritora y periodista española, ha traducido al español la mayoría de los libros del recordado autor portugués.
                                                                                                                                Foto: Getty Images
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                A la leucemia diagnosticada se vino a juntar el bacilo de Koch que, según le explicó Federico Mayor Zaragoza la tarde que supo que estaba internado en un hospital, “está presente en quienes nacimos en aquellos años, aunque siempre controlado. Ahora, por la neumonía y la leucemia, no ha encontrado obstáculos para avanzar y lo hace como un ejército que marcha”. Así, de forma clara, trató de explicarle su amigo, catedrático de bioquímica, el concierto de agresiones que sufría su cuerpo y que estuvo a punto de costarle la vida. (Recomendamos: Entrevista a Pilar del Río sobre su vida con José Saramago, historia de Nelson Fredy Padilla).

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No sufrió, no tenía dolores, solo una noche oscura, interior y poderosa, de la que se fue recuperando con la medicación adecuada, el interés del personal sanitario y la devoción de sus amigos más cercanos. El día que salió de la UCI fue una fiesta. “Lo llevamos a planta”, le decían unas y otros, como si no bastara el primer aviso. Desde la ventana de la UCI, veía la ventana de su estudio, cuando miraba sentía el reclamo de volver a casa.

                                                                                                                                Estuvo hospitalizado más de un mes, más de dos, hasta que recuperó fortaleza para caminar y apetito para mantenerse. Regresó a su casa. Pepe, Greta y Camoens entendieron que no deberían abalanzarse sobre él, pero se convirtieron en su guardia pretoriana. No se separaban del sillón, siempre atentos para que nadie molestara al hombre que les había dado nombre y los había convertido en seres literarios y de respeto. Greta hasta se le subió al regazo y José Saramago la acarició como si fueran amantes. Solo pasó una vez, pero fue suficiente para que nunca más, ante la sorpresa general, manifestara la antipatía que sentía por los hombres.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                El libro que le ocupaba era El viaje del elefante. A José Saramago no le gustaba dejar nada a medias, no podía morirse, pese a haber estado en coma, sin acabar ese trabajo. “De alguna manera”, añadió, “el elefante contribuyó a salvarme la vida”, dijo, y así fue entendido.

                                                                                                                                La lucha titánica en aquel tiempo hospitalizado, el esfuerzo de sus médicos, la claridad rotunda con que se abordó la vida y la muerte le dieron a José Saramago tres años más de vida y muchas emociones. Uno no es igual después de haber visto la muerte de frente. José Saramago tampoco. Por eso, sin concesiones a la facilidad, desde la libertad que siempre fue su norma, retomó su actividad y se puso a escribir El viaje del elefante.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                * Pilar del Río es escritora, traductora y presidenta de la fundación José Saramago, que lleva el nombre de quien fuera su esposo. Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial.

                                                                                                                                José Saramago (1922-2010) y Pilar del Río vivieron en Lanzarote, una de las islas Canarias. Saramago ganó el Premio Nobel de Literatura 1998 y Del Río, escritora y periodista española, ha traducido al español la mayoría de los libros del recordado autor portugués.
                                                                                                                                Foto: Getty Images
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                A la leucemia diagnosticada se vino a juntar el bacilo de Koch que, según le explicó Federico Mayor Zaragoza la tarde que supo que estaba internado en un hospital, “está presente en quienes nacimos en aquellos años, aunque siempre controlado. Ahora, por la neumonía y la leucemia, no ha encontrado obstáculos para avanzar y lo hace como un ejército que marcha”. Así, de forma clara, trató de explicarle su amigo, catedrático de bioquímica, el concierto de agresiones que sufría su cuerpo y que estuvo a punto de costarle la vida. (Recomendamos: Entrevista a Pilar del Río sobre su vida con José Saramago, historia de Nelson Fredy Padilla).

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No sufrió, no tenía dolores, solo una noche oscura, interior y poderosa, de la que se fue recuperando con la medicación adecuada, el interés del personal sanitario y la devoción de sus amigos más cercanos. El día que salió de la UCI fue una fiesta. “Lo llevamos a planta”, le decían unas y otros, como si no bastara el primer aviso. Desde la ventana de la UCI, veía la ventana de su estudio, cuando miraba sentía el reclamo de volver a casa.

                                                                                                                                Estuvo hospitalizado más de un mes, más de dos, hasta que recuperó fortaleza para caminar y apetito para mantenerse. Regresó a su casa. Pepe, Greta y Camoens entendieron que no deberían abalanzarse sobre él, pero se convirtieron en su guardia pretoriana. No se separaban del sillón, siempre atentos para que nadie molestara al hombre que les había dado nombre y los había convertido en seres literarios y de respeto. Greta hasta se le subió al regazo y José Saramago la acarició como si fueran amantes. Solo pasó una vez, pero fue suficiente para que nunca más, ante la sorpresa general, manifestara la antipatía que sentía por los hombres.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                El libro que le ocupaba era El viaje del elefante. A José Saramago no le gustaba dejar nada a medias, no podía morirse, pese a haber estado en coma, sin acabar ese trabajo. “De alguna manera”, añadió, “el elefante contribuyó a salvarme la vida”, dijo, y así fue entendido.

                                                                                                                                La lucha titánica en aquel tiempo hospitalizado, el esfuerzo de sus médicos, la claridad rotunda con que se abordó la vida y la muerte le dieron a José Saramago tres años más de vida y muchas emociones. Uno no es igual después de haber visto la muerte de frente. José Saramago tampoco. Por eso, sin concesiones a la facilidad, desde la libertad que siempre fue su norma, retomó su actividad y se puso a escribir El viaje del elefante.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por Pilar del Río * / Especial para El Espectador

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