“Cuentos de amor, de locura y de muerte”: Una cuerda sobre el vacío de la muerte
Esa muerte absurda que tan hondamente marcó su propia vida está en el centro de sus narraciones, a veces constituyendo prácticamente todo el relato. - Salvador Arias, “Variaciones sobre un tema obligado en un cuento de Horacio Quiroga”.
Jahir Camilo Cediel Rincón
Ya sea en la ciudad que contiene grandes y gélidas mansiones, o en el campo lejano, rodeado de la soledad más fatal y calurosa, aquello que acompaña siempre a los personajes de Quiroga es el vacío, el frío, el abismo, el infortunio, en fin, la muerte como marca de un destino insospechado. Entre el sonido de las losas transitadas con afán por los transeúntes, el murmullo de la selva acompañado por hojas que pisan seres agitados o el rumor de los campos de avena tocados con las manos yace “Cuentos de amor, de locura y de muerte”, esta vez publicado por Panamericana Editorial.
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Ya sea en la ciudad que contiene grandes y gélidas mansiones, o en el campo lejano, rodeado de la soledad más fatal y calurosa, aquello que acompaña siempre a los personajes de Quiroga es el vacío, el frío, el abismo, el infortunio, en fin, la muerte como marca de un destino insospechado. Entre el sonido de las losas transitadas con afán por los transeúntes, el murmullo de la selva acompañado por hojas que pisan seres agitados o el rumor de los campos de avena tocados con las manos yace “Cuentos de amor, de locura y de muerte”, esta vez publicado por Panamericana Editorial.
El escritor uruguayo Horacio Quiroga estuvo rodeado de fatalidades que lo aislaron cada vez más en su propio laberinto de silencio, depresión y soledad. La muerte atravesó polifónicamente su vida, en la que la felicidad fue simple fugacidad y preámbulo a una larga aflicción ante un mundo hostil, lo que se reflejó en estos relatos que “llevaron el cuento latinoamericano a su mayoría de edad”, como dice la biografía que acompaña esta edición.
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En medio del infortunio, Quiroga encontró que la esencia del cuento es la palabra certera, la descripción justa y la oración directa. La escritura del uruguayo es, en este sentido, expresionista en su acepción más pictórica, en tanto que cada pincelada y cada mínimo relieve aportan a la estructura general del cuadro. Al pensar en ello no me estoy refiriendo a otro estilo que no sea el de Van Gogh o el de Edvard Munch, cuya influencia se ve en el trabajo de Eric Nieto para este libro: los trazos realizados para las ilustraciones son tan significativos como las palabras que de ellos dependen. Así, estas pinturas le aportan a la antología porque nos hacen pensar, y hasta perdernos, en su significado implícito. No hay mejor ilustración que aquella vuelta hacia un lenguaje simbólico, aquel que diversifica y le da otro tono a la obra escrita.
Personalmente, pienso que Salvador Arias tiene mucha razón al decir que la muerte está en el centro de las narraciones de Horacio Quiroga, ya que esta no solo es la vorágine donde su alma se perdió, sino que también es aquella que atrae y en ocasiones contrarresta al amor, el futuro, las sombras fugaces, la locura, las palabras, las miradas que se entrecruzan o el dinero. La muerte del otro, sea persona o animal, a menudo ocurre en estados febriles, agitados, solitarios o desérticos.
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En esta antología, el lector hallará ciudades donde lo que importa ocurre en el interior, en habitaciones, en pasillos, en los pensamientos, en los deseos por el futuro y en la malicia de algunos seres. Encontrará también una selva húmeda abarrotada de suaves sonidos, de jadeos quejumbrosos y angustiados, entorno verde y vivo que se contrapone a la soledad más horrorosa y triste donde el otro es una salvación que nunca llega y donde el río tan solo atrae la muerte. Finalmente, el lector descubrirá una pampa infinita que se extiende existencialmente sobre los interiores, así como llanuras donde el horizonte trae sombras aciagas e ineludibles, el calor pega la ropa al cuerpo y chamusca los arbustos. No importa el lugar, el clima o las personas, la muerte siempre llega con su pompa silente y gris, acallando todo con su punto final.
Aunque el tono general del libro tienda hacia estas oscuras percepciones, también hay momentos y lugares, así sean fugaces, que son verdaderamente hermosos, como refugiarse del fuerte vendaval que significan los otros; momentos entrañables donde el amor vence por primera vez a la fatalidad, los consejos del padre subvierten el futuro o la consciencia del mal vence la culpa.
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“Cuentos de amor, de locura y de muerte” es un libro precioso para adentrarnos en un ser humano caótico, solitario y depresivo, pero encantador, amable y tierno. En esta contradicción se encuentra la acepción de nosotros mismos y de los otros, algunas veces como refugio o desamparo. Bien sea negando, evadiendo o zambulléndose estoicamente en la infelicidad, estos cuentos exploran lo horroroso del acto de la vida con sus muchas implicaciones de amor, locura y muerte en un mundo que en ocasiones se siente ajeno, extraño, íntimo y, quizá por ello mismo, maravilloso.