Cuidar libros en el infierno, una misión de valientes
La historia que se desarrolla en el campo de concentración Auschwitz-Birkenau involucra ocho libros y una niña dispuesta a cuidarlos en medio del peligro.
Andrea Jaramillo Caro
“Dita sintió esa noche la emoción de un descubrimiento, de saber que no importaba cuántas barreras pusieran todos los Reichs del planeta, porque si abría un libro podría saltárselas todas”. La mujer a la que se refiere esta cita es una de las sobrevivientes del campo de concentración Auschwitz-Birkenau, Dita Kraus, la protagonista de la novela de Antonio G. Iturbe: “La bibliotecaria de Auschwitz”. En su libro, publicado en 2012 por la editorial Planeta, Iturbe le da el nombre de Edita Adlerova, pero ambas son una y la misma, aquella niña que cuidó con su vida los ocho libros que se mantenían clandestinos dentro de uno de los campos de concentración más recordados por las acciones cometidas allí.
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“Dita sintió esa noche la emoción de un descubrimiento, de saber que no importaba cuántas barreras pusieran todos los Reichs del planeta, porque si abría un libro podría saltárselas todas”. La mujer a la que se refiere esta cita es una de las sobrevivientes del campo de concentración Auschwitz-Birkenau, Dita Kraus, la protagonista de la novela de Antonio G. Iturbe: “La bibliotecaria de Auschwitz”. En su libro, publicado en 2012 por la editorial Planeta, Iturbe le da el nombre de Edita Adlerova, pero ambas son una y la misma, aquella niña que cuidó con su vida los ocho libros que se mantenían clandestinos dentro de uno de los campos de concentración más recordados por las acciones cometidas allí.
“Mi número era el 73305, lo tenía que gritar dos veces al día cuando pasaban lista”, le contó Kraus a DW en una entrevista. La mujer de 92 años hoy vive en Israel, pero su historia ha sido registrada en su autobiografía, además del libro de Iturbe, y en medios. El autor de esta historia cuenta en la parte final que su relato lo construyó con materiales reales y que en el camino la realidad se mezcló con la ficción, pero este detalle no cambia el hecho de que la historia de la bibliotecaria de Auschwitz es real y de la existencia de la escuela clandestina en el Bloque 31.
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Dita Kraus, Polachova de soltera, nació en Praga en 1929 y apenas a sus 10 años tuvo su primer acercamiento a lo que serían los próximos años de su vida. Con la entrada del ejército alemán a Praga en 1939, su familia fue trasladada al gueto de Terezín. La obra de Iturbe basada en su vida menciona que: “se da cuenta con tristeza de que fue ese día y no el de su primera menstruación cuando abandonó la niñez, porque dejó de tener miedo a esqueletos o a las viejas historias de fantasmas, y empezó a temer a los hombres”.
Mientras la realidad se mezcla con la ficción en las páginas de Iturbe, una cosa es segura y es que los recuerdos de Kraus son reales. En una entrevista con Der Spiegel, la sobreviviente del holocausto comentó que a veces se preguntaba si lo que recordaba era real. Lo confirmó con certeza cuando se vio a sí misma en una grabación albergada en el Museo de la Guerra en Londres, “paré la película, incapaz de hablar, con el corazón latiéndome en la garganta. Me había encontrado. La confirmación de que había ocurrido de verdad, de que mis recuerdos eran ciertos. Verte a ti misma en una grabación después de tantos años es algo físico, material. Me afectó mucho”, le dijo a Der Spiegel.
Antonio Iturbe afirma en su libro que la manera en la que dio con la historia fue por su interés en uno de los libros escritos por Ota B. Kraus, el esposo de Dita, “The Painted Wall”. La mujer quedó viuda en el año 2000, sin embargo, continuó vendiendo los libros de su esposo. A través de una página web encontró el libro y, debido a que no había otro método de pago, escribió al correo proporcionado del cual obtuvo respuesta de la mismísima Dita Kraus. En palabras de Iturbe: “con el mayor tacto posible le pregunté si era Dita Kraus, la muchacha que estuvo en el campo familia de Auschwitz Birkenau. Lo era. ¡La bibliotecaria del bloque 31 estaba viva y me estaba escribiendo un correo electrónico! La vida es sorprendente, pero a veces puede ser extraordinaria”.
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Con este primer acercamiento Iturbe continuó en contacto con Kraus y terminó viajando a Praga para conocerla. La mujer, que entonces tenía 80 años, llevó al escritor a los lugares en los que habitó en Terezín y así Iturbe comenzó a recoger datos de lo que en el futuro sería su libro.
La historia de Edita Adlerova es el foco principal de la novela, sin embrago, alrededor de ella se despliegan varios personajes como el profesor Fredy Hirsch. Él fue el encargado de levantar de las cenizas que cubrían el fango de Auschwitz una escuela clandestina a la que Dita Kraus asistió. El barracón para niños se convirtió en su refugio y con los ocho libros que escondían lograba escapar de la realidad que vivía.
“Había una montaña de ropa, zapatos, comida y pan. Se encontraban un libro e intentaban traerlo al barracón de los niños, teníamos unos doce o catorce libros. Entonces a Fredy se le ocurrió que eso sería una biblioteca y que yo sería la responsable”, le dijo Kraus a DW. Entre los libros que pasaba a los prisioneros que cuidaban el barracón de niños se encontraban: “Breve historia del mundo” de H.G Wells, un Atlas Universal, un libro de gramática rusa y un tratado de geometría elemental.
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Pero además de cuidar libros, Dita Kraus también pintaba y eso probablemente salvó su vida. “Querían ver si éramos fuertes para trabajar. Cuando llegó mi turno, dije «16», aunque ni siquiera tenía 15 años, y luego «73305» y «pintora». Cuando lo oyó, Mengele me preguntó: «¿Pintora de retratos o de paredes?». Yo respondí: «De retratos». Y él me preguntó: «¿Puedes pintarme un retrato?». Y yo, con el corazón desbocado y un miedo terrible, dije: «Por supuesto». Entonces Mengele dijo: «Pasa»”, afirmó a Der Spiegel sobre el episodio que sucedió antes de abandonar Auschwitz-Birkenau y ser trasladada al campo de concentración de Bergen-Belsen. En palabras del periodista español: “Pero a ella la pintura no la transportaba fuera ni la hacía subirse al vagón de otras vidas, como los libros, sino al contrario. La pintura la catapultaba hacia dentro de sí misma. Pintar no era una forma de salir, sino de entrar”.
La historia de Dita Kraus la cuenta en sus propias palabras en las páginas de su autobiografía “Vida retrasada”. Pero “La bibliotecaria de Auschwitz” le da una perspectiva adicional a la vida de Kraus al mezclarla con la voz de Edita Adlerova. Además de haber consultado a la fuente viva, Iturbe utilizó fuentes bibliográficas que soportan los hechos que describe en su libro. Entre el horror y la valentía el autor cuenta la historia de la niña que desafió a los nazi a través de la lectura y vivió para contarlo. Al final, como lo menciona Iturbe, “vivir es un verbo que se conjuga en presente”.