Los imperativos categóricos de Rodolfo Hernández
Segunda entrega de “Cultura presidencial”, especial dedicado a los candidatos desde un enfoque en el que nos centramos en sus influencias artísticas.
Andrés Osorio Guillott
En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, el filósofo alemán Immanuel Kant señala cuáles son los imperativos categóricos del ser humano, los cuales son equivalentes entre sí. Estos son: “Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”, “Obra de tal modo que consideres a los demás siempre como un fin en sí mismo y nunca solamente como medio” y “Obra de tal modo que tu voluntad pueda considerarse como legisladora universal”.
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Hablamos de imperativos categóricos como enunciados innegociables que dictan una ley universal. En la filosofía moral de Kant, una parte de la razón práctica se centra en pensar y conocer el contenido o el sentido moral de las acciones del ser humano. Así, el pensador alemán postula que la moral está contenida en la racionalidad, en esa razón práctica que se alimenta de las experiencias, pero que tiene un dominio sobre la acción y la voluntad de los individuos.
Decía Kant en la Crítica de la razón pura que “la conciencia de esta ley fundamental puede calificarse de hecho de la razón, porque ella no se puede inferir de datos antecedentes de la razón, por ejemplo de la conciencia de la libertad (pues esta conciencia no nos es dada anteriormente), sino que se impone por sí misma a nosotros como proposición sintética a priori, la cual no está fundada en intuición alguna, ni pura ni empírica, aun cuando sería analítica si se presupusiera la libertad de la voluntad, pero para ello requeriría, como concepto positivo, una intuición intelectual, la cual no se puede admitir aquí de ningún modo”.
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No es menos importante señalar que el imperativo categórico es un juicio sintético a priori, pues esto indica que la ley moral no está basada en lo empírico, y bajo esa lógica es considerada como una ley, pues al no depender de las experiencias no se convierte en algo subjetivo, motivo por el cual es posible pensar en un sistema de la moral y una máxima universal.
¿Qué tiene que ver la filosofía moral de Kant con Rodolfo Hernández? Mucho. Y todo parte de la campaña y experiencia del santandereano como alcalde de Bucaramanga, entre 2016 y septiembre de 2019, mes en el que renunció a su cargo tras dos suspensiones, una en 2018 por agredir al concejal John Claro y otra el año de su retiro, luego de haber sido suspendido por la Procuraduría por posible participación política.
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Gabriel Hernández, uno de sus hermanos (Humberto y Alfonso son los otros), cobra un protagonismo importante en este punto de la historia. En un primer momento, el ahora candidato presidencial le sugirió a Gabriel que se lanzara para ser alcalde de Bucaramanga, pero este rechazó la oferta, y su contrapropuesta fue ser ideólogo de la campaña que pasaría a ser liderada por Rodolfo.
“Él me llamó un día a decirme que quería ser alcalde. El siguiente paso fue saber qué era lo que él pensaba hacer. Y como todos los ricos, no pensó sino en los estratos 4, 5 y 6. Ellos no ven más allá. Megaproyectos: megaautopistas, megatúneles, megaaeropuerto, un poco de cosas macro, grandísimas y exageradas. Un rico es una persona que solo piensa en él, nunca en los demás, y cuando piensa en los demás es para sacar un beneficio. Llámese Rodolfo Hernández, llámese Rafael Marín, llámese Armando Puyana, los Santo Domingo, todos son igualitos, todos piensan igual, ellos nunca piensan en el otro excepto para conseguir un rendimiento económico. Trabajé 25 años con Rodolfo y lo conozco a profundidad, además de ser mi hermano sé cómo son sus actitudes. Y entre más se volvía capitalista y engrosaba sus arcas, más alejado de mí estaba. Mientras iba hacia la sensibilidad, él iba hacia la materialidad. A él no le importaba nada de lo que fuera social, pero empecé a convencerlo”, le dijo Gabriel Hernández a La Silla Vacía.
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Dos lugares fueron emblemáticos para esa campaña: un café ubicado en el centro comercial Cuarta Etapa, que queda a un par de cuadras del apartamento de Rodolfo Hernández, en el barrio Cabecera, el otro espacio que fue crucial hace unos años, pues en ambos se dieron largas jornadas de conversaciones con amigos y personas del común que fueron edificando desde sus vivencias y conocimientos la propuesta del ingeniero para ser alcalde.
Y aquí volvemos a Kant. El lema de la campaña en aquel entonces fue “Lógica, ética y estética”, que se basaba justamente en los conceptos del filósofo alemán y que en palabras de Gabriel Hernández significaba: “La lógica es la base de la ciencia, en el gobierno necesaria para saber si realmente se necesita una obra. La ética, que todo lo que se haga en la administración pública sea transparente, sin curvas. Y la estética, que cuando usted se enfrenta a un objeto bello se produce la atenuación de las pasiones. Cuando se va a un concierto de música clásica, ¿usted cuándo ha visto que se insulten o se agarren a botellazos o a patadas? Nunca, se produce una introspección profunda y la gente entra en la espiritualidad. Ahí está la explicación de la importancia de la estética, así sea en un discurso: ponga a Gaitán, estético, ponga a Serpa, un vulgar”.
Aunque estos dos hermanos no han vuelto a comunicarse por las diferencias que se acrecentaron en el ejercicio del poder de Rodolfo Hernández, la influencia de Gabriel permaneció y consigo cierta estructura del pensamiento kantiano.
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Un lema que propone también una especie de imperativo categórico, que se basa justamente en la moral: “No robar, no mentir, no traicionar”, dice el lema, y Rodolfo Hernández explica que “si usted cumple con eso, empiezan a arreglarse todos los problemas, pero las causas de la destrucción de Colombia y de la moralidad de la administración pública están ahí. Eso es lo que tiene que hacer el que tenga la capacidad de generar gasto público”.
Aunque Rodolfo Hernández ha sido señalado por casos de corrupción -uno de los más sonados fue el de la empresa Vitalogic, en la que su hijo Juan Carlos firmó un contrato de corretaje con la empresa para una adjudicación de un contrato de las basuras de Bucaramanga-, él insiste desde un lenguaje coloquial que su trayectoria en la política ha sido transparente, y que su honestidad como gobernante es lo que lo diferencia de los otros candidatos.
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Hernández apela al trabajo, y dice que Colombia no debe votar por personas que no han dedicado su vida a ello. Su oda a lo laboral viene de sus padres, a quienes considera sus mayores referentes. De Luis Jesús Hernández Rojas, su papá, heredó el amor por la tierra, que derivó en la pasión por la política y el interés por el cuidado de lo público; de su mamá, Cecilia Suárez de Hernández, aprendió principios básicos para el ejercicio del poder y de la economía: “Ella nunca había oído hablar de Confucio, pero con su tierna sabiduría campesina me animaba y me aconsejaba con palabras diferentes, pero ideas similares a las del gran pensador, que dijo: “Cuatro cosas son necesarias extinguir en su inicio: las deudas, el fuego, los enemigos y la enfermedad”.
Pujanza. Una virtud que no solo viene de familia, sino que también proviene de Piedecuesta, municipio en el que nació y creció en la época de la Violencia, esa misma de la que también es víctima por la desaparición de Juliana, su hija (Mauricio, Luis Carlos y Rodolfo José son los demás). Lejos de convertirlo en un estereotipo, Hernández representa parte de esa cultura santandereana que rinde culto al trabajo y a la disciplina, que muchos identifican por una forma de hablar tosca y directa, rasgos que no surgieron de la nada, pues Santander guarda en su historia y en su cultura la migración alemana que se dio en gran parte en el siglo XIX, influencia que incluso nos lleva a pensar que la influencia de Kant no es del todo gratuita en la historia de los hermanos Hernández.
En la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, el filósofo alemán Immanuel Kant señala cuáles son los imperativos categóricos del ser humano, los cuales son equivalentes entre sí. Estos son: “Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”, “Obra de tal modo que consideres a los demás siempre como un fin en sí mismo y nunca solamente como medio” y “Obra de tal modo que tu voluntad pueda considerarse como legisladora universal”.
Si desea seguir leyendo sobre el especial de Cultura presidencial, puede ingresar aquí: Ingrid Betancourt: Crecer con Fruko y el tío Pablo
Hablamos de imperativos categóricos como enunciados innegociables que dictan una ley universal. En la filosofía moral de Kant, una parte de la razón práctica se centra en pensar y conocer el contenido o el sentido moral de las acciones del ser humano. Así, el pensador alemán postula que la moral está contenida en la racionalidad, en esa razón práctica que se alimenta de las experiencias, pero que tiene un dominio sobre la acción y la voluntad de los individuos.
Decía Kant en la Crítica de la razón pura que “la conciencia de esta ley fundamental puede calificarse de hecho de la razón, porque ella no se puede inferir de datos antecedentes de la razón, por ejemplo de la conciencia de la libertad (pues esta conciencia no nos es dada anteriormente), sino que se impone por sí misma a nosotros como proposición sintética a priori, la cual no está fundada en intuición alguna, ni pura ni empírica, aun cuando sería analítica si se presupusiera la libertad de la voluntad, pero para ello requeriría, como concepto positivo, una intuición intelectual, la cual no se puede admitir aquí de ningún modo”.
Puede leer: Mauricio Gómez y el otro lado de las cosas
No es menos importante señalar que el imperativo categórico es un juicio sintético a priori, pues esto indica que la ley moral no está basada en lo empírico, y bajo esa lógica es considerada como una ley, pues al no depender de las experiencias no se convierte en algo subjetivo, motivo por el cual es posible pensar en un sistema de la moral y una máxima universal.
¿Qué tiene que ver la filosofía moral de Kant con Rodolfo Hernández? Mucho. Y todo parte de la campaña y experiencia del santandereano como alcalde de Bucaramanga, entre 2016 y septiembre de 2019, mes en el que renunció a su cargo tras dos suspensiones, una en 2018 por agredir al concejal John Claro y otra el año de su retiro, luego de haber sido suspendido por la Procuraduría por posible participación política.
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Gabriel Hernández, uno de sus hermanos (Humberto y Alfonso son los otros), cobra un protagonismo importante en este punto de la historia. En un primer momento, el ahora candidato presidencial le sugirió a Gabriel que se lanzara para ser alcalde de Bucaramanga, pero este rechazó la oferta, y su contrapropuesta fue ser ideólogo de la campaña que pasaría a ser liderada por Rodolfo.
“Él me llamó un día a decirme que quería ser alcalde. El siguiente paso fue saber qué era lo que él pensaba hacer. Y como todos los ricos, no pensó sino en los estratos 4, 5 y 6. Ellos no ven más allá. Megaproyectos: megaautopistas, megatúneles, megaaeropuerto, un poco de cosas macro, grandísimas y exageradas. Un rico es una persona que solo piensa en él, nunca en los demás, y cuando piensa en los demás es para sacar un beneficio. Llámese Rodolfo Hernández, llámese Rafael Marín, llámese Armando Puyana, los Santo Domingo, todos son igualitos, todos piensan igual, ellos nunca piensan en el otro excepto para conseguir un rendimiento económico. Trabajé 25 años con Rodolfo y lo conozco a profundidad, además de ser mi hermano sé cómo son sus actitudes. Y entre más se volvía capitalista y engrosaba sus arcas, más alejado de mí estaba. Mientras iba hacia la sensibilidad, él iba hacia la materialidad. A él no le importaba nada de lo que fuera social, pero empecé a convencerlo”, le dijo Gabriel Hernández a La Silla Vacía.
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Dos lugares fueron emblemáticos para esa campaña: un café ubicado en el centro comercial Cuarta Etapa, que queda a un par de cuadras del apartamento de Rodolfo Hernández, en el barrio Cabecera, el otro espacio que fue crucial hace unos años, pues en ambos se dieron largas jornadas de conversaciones con amigos y personas del común que fueron edificando desde sus vivencias y conocimientos la propuesta del ingeniero para ser alcalde.
Y aquí volvemos a Kant. El lema de la campaña en aquel entonces fue “Lógica, ética y estética”, que se basaba justamente en los conceptos del filósofo alemán y que en palabras de Gabriel Hernández significaba: “La lógica es la base de la ciencia, en el gobierno necesaria para saber si realmente se necesita una obra. La ética, que todo lo que se haga en la administración pública sea transparente, sin curvas. Y la estética, que cuando usted se enfrenta a un objeto bello se produce la atenuación de las pasiones. Cuando se va a un concierto de música clásica, ¿usted cuándo ha visto que se insulten o se agarren a botellazos o a patadas? Nunca, se produce una introspección profunda y la gente entra en la espiritualidad. Ahí está la explicación de la importancia de la estética, así sea en un discurso: ponga a Gaitán, estético, ponga a Serpa, un vulgar”.
Aunque estos dos hermanos no han vuelto a comunicarse por las diferencias que se acrecentaron en el ejercicio del poder de Rodolfo Hernández, la influencia de Gabriel permaneció y consigo cierta estructura del pensamiento kantiano.
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Un lema que propone también una especie de imperativo categórico, que se basa justamente en la moral: “No robar, no mentir, no traicionar”, dice el lema, y Rodolfo Hernández explica que “si usted cumple con eso, empiezan a arreglarse todos los problemas, pero las causas de la destrucción de Colombia y de la moralidad de la administración pública están ahí. Eso es lo que tiene que hacer el que tenga la capacidad de generar gasto público”.
Aunque Rodolfo Hernández ha sido señalado por casos de corrupción -uno de los más sonados fue el de la empresa Vitalogic, en la que su hijo Juan Carlos firmó un contrato de corretaje con la empresa para una adjudicación de un contrato de las basuras de Bucaramanga-, él insiste desde un lenguaje coloquial que su trayectoria en la política ha sido transparente, y que su honestidad como gobernante es lo que lo diferencia de los otros candidatos.
Puede ver: Juan Rulfo, “Pedro Páramo” y uno de los mitos de la literatura latinoamericana
Hernández apela al trabajo, y dice que Colombia no debe votar por personas que no han dedicado su vida a ello. Su oda a lo laboral viene de sus padres, a quienes considera sus mayores referentes. De Luis Jesús Hernández Rojas, su papá, heredó el amor por la tierra, que derivó en la pasión por la política y el interés por el cuidado de lo público; de su mamá, Cecilia Suárez de Hernández, aprendió principios básicos para el ejercicio del poder y de la economía: “Ella nunca había oído hablar de Confucio, pero con su tierna sabiduría campesina me animaba y me aconsejaba con palabras diferentes, pero ideas similares a las del gran pensador, que dijo: “Cuatro cosas son necesarias extinguir en su inicio: las deudas, el fuego, los enemigos y la enfermedad”.
Pujanza. Una virtud que no solo viene de familia, sino que también proviene de Piedecuesta, municipio en el que nació y creció en la época de la Violencia, esa misma de la que también es víctima por la desaparición de Juliana, su hija (Mauricio, Luis Carlos y Rodolfo José son los demás). Lejos de convertirlo en un estereotipo, Hernández representa parte de esa cultura santandereana que rinde culto al trabajo y a la disciplina, que muchos identifican por una forma de hablar tosca y directa, rasgos que no surgieron de la nada, pues Santander guarda en su historia y en su cultura la migración alemana que se dio en gran parte en el siglo XIX, influencia que incluso nos lleva a pensar que la influencia de Kant no es del todo gratuita en la historia de los hermanos Hernández.