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D. Hvorostovsky: ‘Los músicos hacemos más por nuestros países que los políticos’

El barítono siberiano Dmitri Hvorostovsky murió el 22 de noviembre de 2017, a los 55 años, luego de sufrir de un cáncer cerebral. En una rueda de prensa en Bogotá, en 2011, aclaró que la importancia de los músicos iba mucho más allá de los políticos.

Andrea Jaramillo Caro
24 de noviembre de 2021 - 08:42 p. m.
Dimitri Hvorostovsky en un concierto en   Tashkent, Uzbekistan, en 2011.
Dimitri Hvorostovsky en un concierto en Tashkent, Uzbekistan, en 2011.
Foto: Getty Images - Getty Images
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Le decían el “Elvis de la ópera”. Con su pelo plateado, carisma y talento, el cantante siberiano cautivó a millones a lo largo de su carrera, que se apagó en 2017. Interpretó los roles del Conde di Luna en “Il Trovatore”, Rodrigo en “Don Carlo”, entre otros. Sin embargo, el papel de Eugene Oneguin en la ópera del mismo nombre de Tchaikovsky le otorgó gran reconocimiento y entre críticos y expertos de la industria afirman que Hovorostovsky nació para interpretar al personaje. “Sus interpretaciones fueron anunciadas como carismáticas y encajaban perfectamente con el papel. De hecho, nació para cantar el papel, ya que su voz encajaba perfectamente con las amplias líneas de Tchaikovsky. Si bien Hvorostovsky también hizo que el público odiara al personaje por su desdén hacia Tatiana, al final de la ópera también pudo crear simpatía con un potente arco de personaje entregado a través de su actuación superlativa”, escribió Francisco Salazar para la revista Opera Wire.

Cuando el cantante comenzó a tener problemas de equilibrio por el tumor que anunció que tenía en 2015, canceló todas sus presentaciones. La última vez que se escuchó su voz fue en un recital en la casa del embajador ruso en Londres, donde presentó arias de Borodin, Tchaikovsky, Rachmaninov y Glinka.

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El día que Hvorostovsky murió no sólo se manifestaron las voces de lamento y pésame del mundo de la ópera, el Metropolitan Opera, sus colegas y otros escenarios que deslumbró, también se pronunció el presidente ruso Vladimir Putin. A través de su portavoz extendió sus condolencias a los amigos, familiares y admiradores, entre los que se encontraba, y afirmó que su éxito reflejaba “tanto la cultura rusa como la global”.

El barítono era reconocido por su repertorio en su lengua natal, sin embargo, su fama se extendía a roles de compositores italianos. La vida del barítono de melena blanca prematura estuvo ligada a la música desde muy temprano, aunque también se vio marcada por otros eventos que hicieron de su camino al éxito uno turbulento.

Nacido en Krasnoyarsk, Siberia, el 16 de octubre de 1962, Dmitri Alexandrovich Hvorostovsky fue el único hijo de un ingeniero y una ginecóloga. El ambiente político en el que el futuro barítono llegó al mundo era uno en el que la Unión Soviética aún no había caído y su ciudad natal mantenía sus puertas cerradas a extranjeros al ser el epicentro de la industria de defensa soviética.

Dado que sus padres tenían horarios muy ocupados, el joven Hvorostovsky solo los veía en los fines de semana. Creció muy cercano a su abuela materna y en compañía de su esposo, un héroe de guerra volátil a quien Hvorostovsky describió en una entrevista con The New Yorker en 2003 como “vanidoso, arrogante y profundamente alcohólico”.

Sus manos en el piano dieron cuenta de su talento antes que su voz, lo cual fascinó a su padre, Alexander, quien quiso ser músico antes de que lo obligaran a convertirse en ingeniero. Con el propósito de no desaprovechar las cualidades musicales de su hijo, lo inscribió en la escuela de música a la que asistía en las tardes y noches.

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Sin embargo, la vida del joven músico se vio truncada a los 14 años luego de haber terminado el programa de música. Las pandillas callejeras se convirtieron en su realidad y el vodka en su amigo, pero a pesar de su involucramiento en este estilo de vida logró graduarse del colegio y a los 16 su vida tomó un nuevo curso cuando su padre lo inscribió en una escuela vocacional para conductores corales. Este fue el origen de una de las voces más reconocidas en el mundo de la ópera, sobre la que la soprano estadounidense Renée Flemming dijo: “Ha habido muchas voces hermosas pero, en mi opinión, ninguna más hermosa que la de Dmitri”.

Poco después entró al conservatorio de Krasnoyarsk, donde estudió con Ekaterina Yoffel, a quien recordó como “poderosa, posesiva, dura, cínica y muy honesta”. La tradición de las escuelas musicales soviéticas daba especial atención a las características italianas del Bel Canto, aquellas en las que Hvorostovsky fue un autodidacta ya que escuchaba grabaciones clásicas, según reportó el New York Times cuando publicó su obituario.

En 1984, durante su tercer año en el Instituto Estatal de las Artes de Krasnoyarsk, el barítono comenzó a trabajar en el Teatro Estatal de Ballet y Ópera de su ciudad natal. Fue en este mismo donde tuvo su debut como cantante en la ópera de Verdi, Rigoletto. De acuerdo con el Museo Público de la Ciudad de Krasnoyarsk, durante los siguientes cinco años Hvorostovsky interpretó todos los roles disponibles como barítono mientras asistía a diferentes competencias internacionales, luego de que en 1986 Mijail Gorbachov abriera la puerta para que los artistas pudieran hacer viajes internacionales.

En julio de 1987, a los 25 años, obtuvo su primer galardón en la primera Competencia Vocal de Rusia en Perm y en octubre ganó el primer puesto de MI, Concurso de Vocalistas de toda la Unión de Glinka. 1988 fue el año que marcó su debut internacional y la primera vez que Hvorostovsky, con 26 años, salió del país para competir en la Competencia Internacional de Canto en Touluse, Francia donde ganó el Grand Prix.

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Sin embargo, la victoria que lo llevó al estrellato llegó en 1989 en la forma del Gran Prix de la competencia BBC Cardiff Singer of the World. A partir de ese momento los escenarios más prestigiosos del mundo se abrieron para el ruso. Vinieron entonces debuts en Venecia, Niza, Barcelona, Ámsterdam y Londres.

Fue la capital inglesa la que el barítono eligió su hogar y donde murió. Fue, además, el escenario donde comenzó a crear su imagen internacional. Con su debut en Covent Garden en 1992, cuando tenía 30 años, personificando a Riccardo en la ópera “I Puritani”, siguió ganando fama hasta que en 1995 no solo el presidente Boris Yeltsin le otorgó el título de Artista Popular de Rusia, también tuvo su debut en el codiciado escenario neoyorquino: el Metropolitan Opera como Yeletsky en “The Queen of Spades” de Tchaikovsky. En este escenario se presentó alrededor de 180 veces e interpretó 13 personajes a lo largo de su carrera.

Pero mientras ganaba fama por su voz y temprana melena blanca, que muchos directores prefirieron por encima de una peluca, su vida personal daba giros hacia recuerdos del pasado. De acuerdo con el crítico musical Anthony Tommasini, quien escribió su obituario en el New York Times, “a finales de la década de 1990, sus actuaciones podían ser erráticas, a veces dramáticamente desenfocadas, a veces vocalmente irregulares. Como él mismo admite, a menudo se mostraba arrogante con los directores y colegas. El principal problema, quedó claro, era su “forma de beber”. El mismo cantante admitió a The New Yorker que podía fácilmente tomar dos botellas de vodka después de una actuación, “era un borracho ruidoso y problemático”, afirmó. Su problema con el alcohol eventualmente condujo en 2001 al final de su primer matrimonio con Svetlana Hvorostovsky, con quien se había casado en 1989.

Ese mismo año en el que terminó su matrimonio fue el momento en que decidió alejarse de la bebida y cambió el vodka por un baño caliente y televisión después de entregarse al escenario. El 2001 fue un año en el que la vida personal del barítono tuvo varios cambios, por un lado, el fin de un amor y el comienzo de otro, pues ese mismo año contrajo matrimonio con la soprano suiza Florence Illi.

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A pesar de que la década de los 90 fue una con altos y bajos, Hvorostovsky continuó siendo el cantante carismático cuya agenda estaba siempre llena. Entre papeles en las casas de ópera más reconocidas, conciertos y recitales, que el barítono prefería, continuó construyendo la imagen con la que se despidió de los escenarios en 2017. El cantante afirmó en una rueda de prensa en 2011, previa a su concierto en Bogotá, que los recitales “siempre son un viaje”, haciendo referencia a las diferentes historias que se cuentan con el repertorio de canciones de diferentes óperas.

Siempre ovacionado y en ocasiones probando lágrimas entre su audiencia, la presencia de Hvorostovsky era suficiente para llenar teatros. A pesar de que luego de su diagnóstico inicial en 2015 canceló sus presentaciones del segundo semestre para recibir tratamiento en Londres, la determinación de Dmitri Hvorostovsky no tenía límites y cumplió con tres de las fechas en las que estaba programado para personificar al Conde di Luna en la reanimación de “Il Trovatore” de 2009 junto a su connacional, la soprano rusa Anna Netrebko. Según cuenta Tommasini, cuando Hvorostovsky salió al escenario esa primera noche de octubre 2015 el público estalló en aplausos y una ovación que hizo que el barítono saliera de su personaje de villano por un instante para saludarlos con una sutil sonrisa y una mano en el corazón. Al terminar la presentación, la orquesta a sus pies lanzó rosas blancas al escenario y en el fondo se podía ver a Netrebko intentando esconder sus lágrimas.

Apareció por sorpresa en la gala de los 50 años del Metropolitan Opera a pesar del desequilibrio que su tumor le causaba, antes de dar su última presentación. En el perfil que escribió Francine du Plessix Gray en 2003 para The New Yorker, cuenta que a los 22 años Dmitri Hvorostovsky se presentó con una colega soprano y su acompañante musical con temperaturas bajo cero en una fábrica de pan que lo separaba de su hogar en Krasnoyarsk por varias horas. Vestido completamente de gala, como era requerido, y soportando el frío, el joven barítono notó que al terminar el concierto la mayoría de la audiencia derramaba lágrimas. Le dijo a la escritora franco-estadounidense: “Los hombres y mujeres sentados en esa audiencia con sus botas pesadas y sombreros afelpados nunca habían oído hablar de Verdi, sus lágrimas fueron más preciosas que cualquier cantidad de aplausos que pueda volver a tener. ¿Dónde más sino en Rusia una fábrica dejaría de trabajar a mitad del día para llenar un auditorio?”.

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Siempre orgulloso de su nacionalidad y la sensibilidad musical de sus compatriotas, Dmitri Hvorostovsky se estableció como una de las voces contemporáneas más aclamadas de la ópera. Su voz, carisma y objetivo constante de conectar con su audiencia como en ese recital de 1984 hacen que su legado perdure en la memoria de quienes lo escucharon. El barítono creía en el poder de la música y en la rueda de prensa de 2011 en Bogotá afirmo: “Los políticos en mi país son como en cualquier otro, cambian, vienen y se van. Nosotros cantamos durante muchos años, y creo que hacemos mucho más por nuestros países que muchos de los políticos”.

Andrea Jaramillo Caro

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com

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