Un acercamiento en amarillo: Gauguin (I)
El color es uno de los grandes atractivos del arte; sea en la pintura, el cine, la fotografía o la escultura, los colores de cada obra serán lo que atraiga al espectador a quedarse a analizarla. Cada pigmento utilizado para ilustrar un concepto tendrá cierto efecto en la audiencia y además es posible ver cómo los colores marcan el estilo de un artista, su percepción en el público y el entorno en el que se desarrolló su obra.
Andrea Jaramillo Caro
El color utilizado en cada elemento mostrado en una imagen tiene un significado para el artista, de acuerdo con su manera de pensar. Va a ser muy diferente ver un verde en Botticelli que uno en Rembrandt. Por lo tanto, no solo se debe analizar el efecto que el color de una obra suscita en su espectador sino también la trascendencia detrás de la utilización de un color para ilustrar un concepto dentro del pensar del artista y el de su época.
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El color utilizado en cada elemento mostrado en una imagen tiene un significado para el artista, de acuerdo con su manera de pensar. Va a ser muy diferente ver un verde en Botticelli que uno en Rembrandt. Por lo tanto, no solo se debe analizar el efecto que el color de una obra suscita en su espectador sino también la trascendencia detrás de la utilización de un color para ilustrar un concepto dentro del pensar del artista y el de su época.
Se dice que cada color tiene un significado y una historia. Según el diccionario de los colores de Michel Pastoureau, colores como el amarillo, azul, blanco, rojo, negro, etc., tienen hasta seis significados diferentes que en la obra de cada artista pueden traducir cosas completamente distintas. Sin embargo, la simbología de los colores se extiende a los personajes u objetos que componen cada obra. Entre estos, la figura de Jesucristo, que resalta por la gran cantidad de pinturas y esculturas que han hecho una representación de él. Su imagen no se quedó reservada a la época renacentista o medieval, pues artistas modernos como Salvador Dalí y Paul Gauguin se preocuparon por retratarlo en sus propios estilos.
Mientras en el siglo XVI Botticelli pintaba a la figura religiosa como el hombre de los lamentos, The man of sorrows que se subastó en 2021 por $40 millones de dólares, Dalí y Gauguin quisieron mostrar el momento de la crucifixión. El español con el Corpus hypercubus o Crucifixión, realizada en el año 1954; y el francés con su Cristo amarillo, hecha en 1889. A pesar de pertenecer a movimientos diferentes, surrealista y postimpresionista, respectivamente, el color marca en ambos una simbología y significado que merece un análisis de acuerdo con su época.
En orden cronológico, la obra de Gauguin fue realizada en una década de avances principalmente tecnológicos y hechos para la gente: el puente de Brooklyn, la Exposición de París, adelantos en la bicicleta moderna, la Estatua de la Libertad, el primer automóvil, la Torre Eiffel, entre otros. Sin embargo, en la vida del artista, 1889 fue el año en el que creó su estilo particular y por el cual se le reconoce tanto.
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Según el libro de George Heard Hamilton, Pintura y escultura en Europa 1880-1940, Gauguin fue un hombre que comenzó su carrera de artista un poco más tarde que sus contemporáneos y que recibió su inspiración del arte prehistórico de América Latina. Hamilton menciona que Gauguin tuvo sus inicios como impresionista, pero luego se dio cuenta de que este movimiento no satisfacía su interés por dar vida a las percepciones del mundo que tenía a diario, por lo que el movimiento que tomó como suyo fue el simbolismo.
El libro Gauguin, de André Leclrec, menciona que fue en Pont-Aven donde culminó varias de sus obras, incluida aquella de la crucifixión en amarillo, muchas de estas se vieron influenciadas por la cantidad de viajes que realizó a América Latina y la cultura de los indígenas y campesinos. “Pintaba de memoria o basándose en algunos apuntes tomados durante sus caminatas. No intentaba imitar a la naturaleza; estaba persuadido de que, con los elementos que la naturaleza ofrece, un artista debe crear un mundo nuevo. […] el color y el dibujo debían ser portadores de un mensaje integrado por sugerencias y no por representaciones directas”, menciona el autor.
Gauguin era un hombre cuyas circunstancias e influencias moldearon al artista en que se convirtió y las obras que realizó a lo largo de su carrera. Se sabe que vivió en Tahití y que viajó mucho. Estos encuentros con culturas diferentes fueron lo que lo llevaron a realizar aquellas colecciones en las que aparece ilustrada una buena parte de la cultura de cada lugar al que iba.
El Cristo Amarillo de Gauguin presenta una luz homogénea; no se ve la sombra de los personajes dentro de ella. Por otro lado, llama la atención la perspectiva que se maneja, ya que la atención del espectador se centra en la figura de Cristo y es el foco de la obra. Además, el hecho de que la figura de su crucifixión esté tan adelante hace que la obra tenga una sensación de profundidad, sostenida también con la cerca en la parte trasera y la persona intentando pasarla.
En cuanto a los colores, lo que más llama la atención es el amarillo dado al cuerpo de Cristo, ya que es el único que puede confundirse con la naturaleza y los colores que Gauguin le dio a esta. La paleta de colores usada es una llena de tonos cálidos y el Cristo mostrado en la imagen es uno que parece casi dormido, no es uno doliente. Además, en la imagen se ve a tres mujeres rezando alrededor de la cruz, lo cual puede llevar a pensar que probablemente le rezan a Cristo, aunque él no esté ahí, como una representación.
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Pero para hablar de la simbología de los colores, se deben tener en cuenta unas ideas. En primer lugar, el hecho de que cada color tiene una historia; tal vez no de dónde salió, pero sí cómo ha sido utilizado a través de los años. Esto es explicado por Sarah Gottesman en su artículo A Brief History of Color in Art; mientras que en el capítulo ‘La interacción del color’ del libro Arte y percepción visual de Rudolf Arnheim, el autor explica que “la identidad de un color no reside en el color mismo, sino que se establece por relación. Tenemos conciencia de esta transfiguración mutua que hace a cada color dependiente del apoyo de los demás”, lo que se evidencia en la obra de Gauguin, siguiendo las teorías ofrecidas por Pastoreau.
Según Pastoureau, el color primario que Gauguin resalta o simboliza seis cosas diferentes: la luz y el calor; prosperidad y riqueza; alegría y energía; enfermedad y locura; mentira y traición; decadencia, melancolía y otoño. Para este caso particular, se puede decir que el amarillo de la piel de Cristo puede simbolizar la luz que debe emanar de él, es el color del sol, por lo tanto, Cristo es el eje central de la cultura de donde Gauguin tomó la inspiración para su obra. Puede representar también la melancolía, ya que es una interpretación del momento de su muerte.
Otro color que resalta es el naranja o tono rojizo en los árboles, se repite hasta el fondo de la obra. Según Gottesman, el rojo se utilizó primero en las pinturas rupestres y durante los siglos XVI y XVII fue uno de los colores más buscados. Por su parte, Pastoureau menciona que la simbología de este color por lo general está asociada con el fuego y la sangre. En términos religiosos, específicamente católicos, el rojo significa la sangre de Cristo que purifica y da vida; aunque ese es solo el lado bueno, pero visto por el lado malo sería el pecado, la traición y la carne. De acuerdo con Pastoureau, este color tiene diez significados diferentes de las cuales para el objeto en cuestión aplicarían: dinamismo y creatividad, materia y materialismo; y la sangre. El autor menciona que el dinamismo se refiere al uso del rojo para atraer la atención, algo que ciertamente se ve reflejado en la obra de Gauguin. Por otro lado, en términos de materialismo dice Pastoureau que el rojo evoca un sentimiento de cercanía; los árboles ilustrados en este color hacen sentir precisamente eso, que todo en el cuadro es cercano.
Finalmente, el último color que llama la atención del espectador es el blanco de la ropa de Cristo y de las mujeres a su alrededor. Según Pastoureau, el blanco responde a siete significados, pero al igual que el rojo, son unos pocos los que aplican en este caso para comprender la obra. El blanco podría simbolizarla simplicidad, discreción y paz; la presencia de lo divino en Cristo, la ausencia de color o la muerte y la sabiduría. En este sentido se entendería lo que en esencia es Cristo y el legado que dejó en el mundo, visto desde una opinión católica.
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Las reacciones que generan estos tres colores complementados en la obra de Gauguin permiten al espectador experimentar los sentimientos y conceptos a los que se asocia cada color, a pesar de la extrañeza inicial de la piel amarillo brillante del Cristo. Del otro lado del espectro se encuentra Salvador Dalí, quien con una paleta más oscura y una expresión corporal más pronunciada transmite sentimientos que contrastan la obra de Gaugin.