Daniel Calderón: “La sociedad nos ha encasillado a que todo tiene que estar bien”

“Driver”, obra interactiva de teatro con WhatsApp que explora temáticas como la depresión y la soledad, se presenta hasta el 26 de noviembre en el teatro Charlot (calle 70A No. 9-51).

Danelys Vega Cardozo
15 de noviembre de 2022 - 02:00 a. m.
Daniel Calderón es el director e intérpreter de "Driver".
Daniel Calderón es el director e intérpreter de "Driver".
Foto: Jorge Londoño
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Esta obra explora temas como la soledad y el vacío existencial…

Consideramos desde Deca Teatro que existen múltiples temáticas para contar en el escenario y, curiosamente, las enfermedades mentales, la depresión y la soledad son temas que no se han tratado de una forma tan directa. En Driver creamos un espacio para contarlos de una manera estética, con distintos lenguajes, uniendo el cine con el teatro con el fin de que el público haga una reflexión profunda de su ser y, lo más importante, de su alrededor. Más que preguntarse por uno mismo es cuestionarse sobre lo que está pasando con nuestros familiares, pareja y amigos, porque la depresión es algo invisible que no se ve como una herida que sangra en la carne, sino que podemos ver perfecta a una persona, con una gran sonrisa, pero realmente esa es una gran fachada. Nos dimos a la tarea de hacer un proceso investigativo con psicólogos, psiquiatras y personas que han pasado por distintos niveles de enfermedades mentales para poder hacer un boceto de todo ese recorrido desde diferentes partes: estética, sentimental y, lo más peligroso, llegar a atentar contra nuestra propia vida.

Mencionaba que la obra, de una u otra forma, invita a las personas a reflexionar sobre las enfermedades mentales. ¿Cómo este proceso le ha permitido reflexionar a usted?

Muchísimo. Pienso que todos en algún punto, queramos o no aceptarlo, hemos pasado por distintos momentos en la vida (no solo los críticos) en donde la salud mental hace presencia como seres humanos. A mí lo que me ha permitido como intérprete es ampliar el panorama, tener un poco más la perspectiva de cómo puedo ayudarme y a la vez ayudar a los otros (a veces uno es el que necesita la ayuda y en otras ocasiones es quien está desayunando a nuestro lado). Esto me permitió reconocer “algunos errores” que creemos que socialmente están bien, por ejemplo, frases como “ánimo”, “todo está bien” o “todo va a mejorar”, mientras que en realidad lo que necesitamos es que la gente nos escuche o que podamos decir las cosas a nuestro tiempo y en el momento que queramos decirlas, porque a veces está bien no expresar, tener espacios para estar tristes. La sociedad nos ha encasillado a que todo tiene que estar bien, que debes estar perfecto, sonriendo y que no te puedes quejar, pero creo que la balanza logra equilibrarse en la medida en que haya una contracara. No está mal llorar, reflexionar y permitirse estar solo; pienso que la sociedad le ha hecho creer al ser humano que siempre debe estar acompañado y perfecto, pero debemos ampliar el panorama. No hay un culpable ni un directo responsable, creo que todos lo somos.

Decía que la sociedad nos vende que siempre debemos estar sonrientes, pero quizás esa es una carga adicional para los hombres, a quienes se les exige que se muestren como personas fuertes, que nunca lloran…

Sí… Digamos que el sistema político, social y económico es tan formal, lineal, que no está bien visto la controversia, lo opuesto y lo que consideramos socialmente negativo. Esto mismo pasa con las personas con discapacidad (trabajo con muchas de ellas) o con adultos mayores e incluso la primera infancia.Creo que segregamos por algo que nos implantaron desde el comienzo: no tenemos derecho a perder y a aprender del sufrimiento. Siempre pongo un ejemplo: lo primero que veo en un parque cuando un niño está en compañía de sus padres es que le dicen “¡vamos campeón, tú puedes!, ¡vas a ser el primero! (tenemos esa costumbre de que, si no somos los primeros o no estamos bien, entonces estamos mal). Desde ahí nace la semilla de lo que llamo los nuevos lenguajes creativos: desde el perder, desde el diseñar las cosas en el teatro de una manera distinta. Lo primero que nos dicen al entrar a una sala de teatro o de cine es que debemos apagar nuestros celulares, pero lo primero que les digo a la gente en este formato es que lo prenda y lo mantenga consigo. A partir de la oposición y de la exploración (prueba y error en el laboratorio creativo) encontré otra manera de llegarle al público. Como creadores estamos metidos en una cuadrícula social creyendo que el teatro se hace solo de una manera, pero como espectador pienso que él debe hacer algo más que solo espectar, que sentarse en una silla a observar, debe ser parte activa.

Pero es que si nos quedamos en los mismos formatos nunca habrá nada nuevo en el mundo…

Claro, pero no te imaginas la contracorriente que tenido frente a esto (colegas, agrupaciones y teatros). He reunido a los eruditos de la vanguardia del teatro en Bogotá para contarles mi idea y me han dicho: “No, Daniel, eso no se hace, eso está mal”. Este proyecto nació en el 2017, se hicieron tres creaciones maravillosas que fueron potenciadas por la pandemia, porque mientras muchas agrupaciones estaban pensando en cómo entremezclar lo multimedial con lo teatral desde sus casas, pues yo ya tenía una avanzada, de ahí a que el formato se haya catapultado. Si normalmente licitaba y me ganaba dos o tres becas anuales, durante pandemia pasaron a ser seis (doce en el segundo año). Es así como hemos creado un camino creativo para contar historias (no la panacea), que consiste, seguramente, en contar las mismas de siempre, pero desde otras perspectivas en donde el público está sobreestimulado de información y, como en la vida diaria, si tienes exceso de información, tú decides con qué quedarte (ese es el gran poder que tiene el público con nuestro formato de teatro interactivo con WhatsApp).

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Para esta obra también entrevistaron a la gente sobre la felicidad y la depresión. ¿Qué le llamó la atención de sus respuestas?

Las respuestas son muy genéricas, porque el sistema nos hace muy genéricos. Es decir, si a ti no te han secuestrado a alguien, tú no sabes lo que es el secuestro por más que trates de visualizarlo (lo mismo sucede con las enfermedades mentales y físicas o la soledad). Pienso que lo más importante es no juzgar desde tu perspectiva, sino decir: “Esto le está pasando a esta persona y es particular dentro de su contexto, panorama y universo” (no puedo juzgar, sino brindar una mirada). Las críticas y las experiencias nos dan una mirada (“yo haría esto”), pero no es la única manera de hacerlo. En una de las entrevistas más potentes que hicimos alguien nos decía que cada uno debe encontrar su camino y su manera para salir de ese monstruo que llamamos enfermedad mental; para algunos es pintar, para otros es hacer deporte y para algunos más es estar solos. Entonces, no hay una única manera, “no hay un abecé para eso”.

“Driver”, como mencionaba antes, es una obra interactiva. ¿Cómo beneficia a la historia el hecho de que el público pueda intervenir en ella?

Los nuevos lenguajes creativos se dividen en dos: cine interactivo y teatro con WhatsApp. Con respecto a este último, dentro de las diecisiete creaciones que hemos hecho, el comportamiento de interacción es diferente. Antes de que el público entre a la sala, se le ingresa a un grupo de WhatsApp y desde ahí, en algunos momentos, podrá musicalizar la escena (es bellísima la sensación para el actor y el público), también tiene la oportunidad de iluminarla, y en algún momento se oyen los pensamientos del personaje (se logra ver la contracara o el subtexto o la subescena, como le llaman los actores), e incluso, en algún punto, los espectadores deciden el destino de la historia; en Driver tienes la posibilidad de que Saúl tome un camino o el otro. Es muy curioso que, en las seis funciones que llevamos en festivales, el gran porcentaje de la gente escoge un final que consideran que es socialmente mejor. Por eso, nos dimos a la tarea de decirle a la gente qué pasaría si hubiera elegido el otro camino, porque esto no es un tema de “usted verá qué decide”, estamos creando consciencia y el teatro y el formato es un motor para hacerlo (para mí es un formato frenético y alternativo que cada uno vive a su manera). Nuestra principal razón es lograr que el público viva una experiencia única.

¿Por qué cree que la gente elige el final socialmente correcto?

Por lo mismo que te decía hace un rato: el sistema. Debemos perder el miedo a probar con responsabilidad, pero eso no va a cambiar de la noche a la mañana (sucede en la política, el vecindario, el trabajo y la sociedad en general).

Sí, todo es un proceso…

Sí, como te digo, no es algo que se logre de la noche a la mañana. Yo me he ganado un espacio con el teatro interactivo con WhatsApp, pero imagínate la batalla “tan berraca” que se me viene con el cine interactivo (este mismo formato en el cine). En los dos festivales que he participado hasta los propios cineastas han dicho “eso no se puede hacer”, pero dense la oportunidad, no pretendo que le guste a todo el mundo. Haber logrado que el formato haya participado en festivales internacionales de cine y teatro es como dar el espacio a una nueva ventana, una nueva mirada, y eso no es nada fácil porque en muchos de los festivales nos han dicho: “Huy, ¿no tiene otra cosa más normal?”.

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¿Y para qué insistir?

Insisto porque me siento con un juego. Deca, que es mi organización, en los veinte años de labores que lleva ha hecho y deshecho muchas estéticas, formatos, lenguajes y géneros. Hemos descubierto algo particular en los últimos siete años con los nuevos lenguajes creativos que nos mantiene vivos de una manera que no habíamos experimentado antes. Nosotros hacemos cuatro historias en una y eso es muy complejo porque económicamente es hacer cuatro obras en una (si una obra te cuesta $20.000.000, esta sale mínimo por $80.000.000). Entonces, la insistencia es porque nos hace sentir vivos y está dando una respuesta (nuestros principales patrocinadores han sido la Secretaría de Cultura, el Ministerio de Cultura, Idartes y el British Council). Creo que el cimiento de este formato es que me considero muy mal espectador, no porque no sepa apreciar las cosas (de hecho, aprecio mucho el trabajo sea bueno, regular, amateur o profesional), sino porque me aburro muy rápido. Entonces, descubrí un formato en el que el público no tiene oportunidad de dormirse o de irse a otras cosas, en donde está conectado en ese frenetismo (siento que descubrí mi forma como espectador, la transmití como creador y creo que ha funcionado para los otros en un porcentaje amplio).

Tal vez descubrió una necesidad partiendo desde su propia necesidad…

No sé si una necesidad como tal, pero sí me enorgullece arriesgar, “quemar la nave”, como dice un amigo (más allá de considerarme pionero o no en algo). Hubiese podido al primer ejercicio que hice, en donde todo el mundo decía que “no” también decir lo mismo. Creo que muchos seres humanos le decimos que “no” a las cosas porque la sociedad y la gente a nuestro alrededor así no lo dicen y no nos damos la oportunidad de luchar y ser guerreros. Este formato nació hace siete años en un monólogo, en un performance llamado “X”, porque “nadie me hacía caso” (quería reunir a un grupo de actores y me decían: “No, Daniel, estás loco”, entonces dije: “Caramba, lo voy a hacer yo”). Por eso, regresar siete años después con otro monólogo con todos los hallazgos y avances del formato es como “¡qué buena esa lucha que emprendí!” De lo contrario, si hubiese sido débil, porque salí muy triste de una reunión con colegas que me dijeron “esto no se puede”, estaría haciendo un teatro más y siento que el formato nos permite ver un teatro diferente.

¿Quién conduce tu vida?, es una de las preguntas que se formulan en “Driver”. ¿Qué respondería a ella?

El experimento creo que conduce mi vida, el estar en riesgo (hablo de estar al borde de un abismo, de “meterse piedras a los zapatos”). A partir del obstáculo se generan otras necesidades y, quizá, lleguemos a lo mismo, pero con un calibre, una experiencia y profundidad diferente. Sigo haciendo teatro, pero a partir de la mezcla de elementos que se han explorado en otras ocasiones y que aquí introduzco aún más (es eso, “no la mente brillante de Daniel ni mucho menos”); sencillamente me di “la pela”, el tiempo y el sacrificio de probarlo a profundidad. A veces siento que las pruebas son como con paños menores: “Hagamos esto, pero, espérate, solo un poco”. Hay que ser disruptores, pero obviamente sin dañar el bienestar del espectador y de los intérpretes. A mí me encanta el aplauso de Driver porque es como “espérate que estoy tratando de salir y no lo he logrado” y la gente me escribe dos días después y me dice: “Ya entendí todo. Tengo que ir con tal persona”.

Hablemos un poco de una afirmación que hace en la obra: “La vida es un simple capricho de un ser omnipresente que se burla de mí y de usted”.

La obra tiene varias disruptivas a nivel político, social y religioso, pero no son comandos unilaterales, sino perspectivas y miradas. Esta frase en un festival en Tunja causó mucho revuelo, porque lo que estamos diciendo es que creemos que la religión es la solución y que la vida es un capricho de un ser omnipresente que se burla de nosotros y nos dice qué hacer, pero es omnipresente y no está viviendo lo que estamos viviendo ahorita nosotros. Entonces, esa es una frase, en donde Saúl, un coach motivacional y financiero, da su perspectiva y dice (a manera de discurso) que no hay nada más importante que el dinero, pero después la obra a través del tránsito nos dice todo lo contrario. Driver empieza súper alegre, la gente dice “huy, yo a qué entré. Que jartera un coach”, pero después van entrado a la mente de Saúl y a los Saules que se hablan; todas las voces que nosotros tenemos en la cabeza, que a veces pensamos, pero no decimos o viceversa. Yo siento que esa frase puede ser controversial dependiendo del contexto en donde te encuentres. Hay cosas muy fuertes en el montaje, pero, repito, lo que pretendo es “lanzar fechas”, y que cada uno diga “esta es mi flecha”. La religión puede ser un camino para muchas cosas y así ha sido para muchos, pero para otros no. Lo que tratamos de hacer es ampliar el panorama, no solo decir “eso es”.

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La vida tampoco es blanco o negro…

Total. Siempre comparo el ying y yang para construir un personaje: les digo a mis estudiantes dentro de la parte blanca qué lado negro hay y viceversa (los contrastes es lo que genera humanidad). A mí me hubiese encantado conocer la humanidad y lo bueno socialmente hablando de Osama bin Laden (algo bueno debía tener aparte de haber sido una persona muy inteligente, como todos, lo que pasa es que se potencian las inteligencias dependiendo de los contextos, las situaciones y los ideales).

Volviendo a la salud mental, ¿cómo cree que esto se relaciona con la construcción de una sociedad?

Hay un testimonio al final de la obra de los que me colaboraron mucho en el proceso investigativo que dice: “Lo más importante de la creación es que genera un acto social, que la gente se va con muchas preguntas y sus propias respuestas”. Creo que el teatro siempre, por esencia misma, va a enseñar (desde la tragedia griega todo está planteado para que deje un acto reflexivo, pero siento que en Driver sucede un cardumen de reflexiones muy poderosas). Salgo completamente agotado después de casi una hora y media en el escenario, pero cuando termina el día pienso en que esa energía se fue a unas consciencias que cada cual guiará desde su reflejo, porque no hay una única manera de mirar. En el boletín de prensa tocamos el tema de ladito, pero no nombramos la palabra depresión ni siquiera enfermedades mentales.

¿Por qué?

Porque nos hemos dado cuenta de que la inclusión, los artistas con discapacidad o depresión no venden, ya que es un temor social (hay un sector muy amplio que te va a limitar y decir “no, no voy a ver esa obra”). La depresión excluye porque está mal vista (al igual que el sexo es un tabú). Es increíble que hoy en día alguien no pueda decir “estoy deprimido y tengo derecho de estarlo”.

Y eso que la depresión es el trastorno mental más frecuente en el mundo…

Pero de aquí a que la gente lo acepte va a pasar diez años (como sucedió con el tema LGBTI).

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En Driver, Saúl, el protagonista, descubre que las personas que llegan a su vida no son una casualidad. ¿Qué piensa de la predestinación?

Sí, se habla mucho de eso. Imagínate cuántas historias vive una persona que maneja un aplicativo móvil (siento que terminan el día muy agotado por toda la energía que consume de otros seres que se sientan como tripulantes y a eso súmale el trancón y el peligro). Yo hablé con mucho de ellos sobre qué pasaba con sus vidas, porque no es solo manejar (eso es solo la acción, pero el contexto y el interior son mucho más poderosos y fuertes). Hay un momento dentro de la historia, que nosotros llamamos la cacofonía, en la que Saúl tiene muchas voces y “todo le entra para bien, para mal, en reversa o en derecho” dependiendo de su estado de ánimo, entonces ese conductor tiene que volverse como una especie de coraza para poder protegerse, para no dejarse afectar (es un acto psicológico muy bárbaro, es la relación humana). Uno comparte con seres humanos porque siente afinidad, pero si no mejor los evitas, pero en este caso te toca porque son tus clientes (es una clase de prostitución sin tener contacto físico y sexual, porque te alimenta la energía; algunas te debilitan y otras te potencian). Creo que los aplicativos móviles deberían tener una red de salud mental para sus conductores como cualquier persona que tenga exceso de contactos con otros, es decir, automáticamente toda la sociedad; puede que yo no esté “afectado”, pero lo otro también me contamina (como pasa con los fumadores pasivos).

¿Y cree que en algún momento los seres humanos alcanzamos la felicidad completa o simplemente a lo largo de la vida tenemos pequeños momentos de felicidad?

En lo personal pienso que todo es una cuestión de momentos e instantes y la obra también lo replica un poco así (¿qué es la felicidad? ¿cómo se puede volver tangible lo intangible?). Todo eso depende, nuevamente, de los contextos y perspectiva (es distinto para una persona de estrato uno que para una de estrato seis). Yo no sé qué es el éxito, Saúl como coach nos dice que es el dinero y que eso va a generar la felicidad y el público cae en esa mentira; para mí es muy dura esa primera escena.

¿Por qué?

Porque la gente copia todo con lo que no estoy de acuerdo, cuando el público está así pienso que la contracara va a ser hermosa, porque es “una cachetada”, “un baldado de agua fría”. Y seguramente piensan distinto, pero no lo dicen, porque nos gana el formato, la formalidad.

Danelys Vega Cardozo

Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com

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