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                                                                                                                                Homenaje: Yo soy la voz que habla para adentro

                                                                                                                                El filósofo Daniel Dannett, quien afirmó que la conciencia, nuestra conciencia, es una ilusión, murió este 19 de abril. Aquí un homenaje con mucha magia.

                                                                                                                                Sebastian Giraldo Medina, especial para El Espectador

                                                                                                                                Daniel Dennett, el filósofo que afirmó que la conciencia, nuestra conciencia, es una ilusión, murió el 19 de abril de 2024.
                                                                                                                                Foto: Autor Desconocido, bajo licencia Creative Commons
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Recuerdo ese programa porque ha muerto el filósofo Daniel Dennett. No hubo un pensador que hubiera dedicado más su trabajo a desmontar ilusiones. En el caso particular de Daniel Dennett, la ilusión más grande a diluir en el ácido corrosivo de la filosofía cientificista era la conciencia. Todos, la mayor parte de mortales supersticiosos que poblamos la tierra, pensamos que la conciencia, nuestra conciencia, es una voz que habla para dentro. Los más visuales experimentan la conciencia como una cinta de video que se reproduce incesantemente cuando estamos despiertos. Por la misma razón, nos cuesta creer que los deseos, las creencias, las sensaciones y los pensamientos son una tormenta eléctrica generada por la actividad de millones de neuronas que resuenan como cigarras que entonan distintos coros dentro de un domo óseo.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Si abrimos el cráneo de alguien como lo haría un neurocirujano, es probable que veamos algo parecido a un pudín o un flan desagradable. En pocas palabras, en lugar de observar la conciencia del pobre que acaba de ser trepanado, encontramos materia insulsa.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Quizá lo que más me impresiona de la filosofía de Daniel Dennett es el elegante razonamiento que usó para llegar a esa conclusión elemental. Si nos atenemos a la filosofía de la mente de René Descartes –que fue la filosofía dominante durante siglos–, la mente se puede representar como la sala de un cine en la que hay un solo espectador. La película es proyectada en la pantalla, y el espectador ve cómo pasan proyectados sus recuerdos, sensaciones, deseos, creencias, pensamientos, miedos y reflexiones. Nuestra conciencia es el espectador que ve una película en la sala vacía de un cine. Dennett mostró la inconsistencia de esa analogía. Si nuestra conciencia es un espectador en una sala de cine que ve una película, en la mente de ese espectador debe haber otra sala de cine con otro observador solitario; y en la mente de ese observador solitario habría otro teatro con un asistente en soledad; y en la mente de ese asistente… y así hasta el infinito.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Como último acto de magia –pues qué es más mágico que ver palabras en lugar de manchas negras en la pantalla de un computador–, me gustaría mencionar una faceta que se ha destacado poco de Daniel Dennett. Su faceta de escritor de ciencia ficción.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En un libro maravilloso titulado El ojo de la mente, Dennett y Douglas Hofstadter hacen una compilación de cuentos de ciencia ficción relacionados con el problema de la conciencia. Daniel Dennett incluyó un cuento propio en esa compilación, que se titula “¿Dónde estoy?”. El argumento es que Dennett, que es el protagonista del relato, debe escindir su mente de su cuerpo usando diferentes herramientas tecnológicas. El resultado es desternillante. A lo largo de la historia no sabemos en dónde ha quedado la conciencia del filósofo.

                                                                                                                                Espero que, en caso de que Dennett estuviera equivocado y la mente sea algo más que un cúmulo de homúnculos descerebrados haciendo tareas, la conciencia del filósofo esté en un lugar feliz.

                                                                                                                                Daniel Dennett, el filósofo que afirmó que la conciencia, nuestra conciencia, es una ilusión, murió el 19 de abril de 2024.
                                                                                                                                Foto: Autor Desconocido, bajo licencia Creative Commons
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Recuerdo ese programa porque ha muerto el filósofo Daniel Dennett. No hubo un pensador que hubiera dedicado más su trabajo a desmontar ilusiones. En el caso particular de Daniel Dennett, la ilusión más grande a diluir en el ácido corrosivo de la filosofía cientificista era la conciencia. Todos, la mayor parte de mortales supersticiosos que poblamos la tierra, pensamos que la conciencia, nuestra conciencia, es una voz que habla para dentro. Los más visuales experimentan la conciencia como una cinta de video que se reproduce incesantemente cuando estamos despiertos. Por la misma razón, nos cuesta creer que los deseos, las creencias, las sensaciones y los pensamientos son una tormenta eléctrica generada por la actividad de millones de neuronas que resuenan como cigarras que entonan distintos coros dentro de un domo óseo.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Siempre que operaba a algún paciente, el neurocirujano Henry Marsh decía: “La idea de que mi aspirador [el aspirador ultrasónico que usan los cirujanos para remover tumores cerebrales] avance a través del pensamiento en sí, de la emoción y la razón, de que los recuerdos, los sueños y las reflexiones puedan formar parte de esa gelatina, resulta demasiado extraña para comprenderla”.

                                                                                                                                Si abrimos el cráneo de alguien como lo haría un neurocirujano, es probable que veamos algo parecido a un pudín o un flan desagradable. En pocas palabras, en lugar de observar la conciencia del pobre que acaba de ser trepanado, encontramos materia insulsa.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Quizá lo que más me impresiona de la filosofía de Daniel Dennett es el elegante razonamiento que usó para llegar a esa conclusión elemental. Si nos atenemos a la filosofía de la mente de René Descartes –que fue la filosofía dominante durante siglos–, la mente se puede representar como la sala de un cine en la que hay un solo espectador. La película es proyectada en la pantalla, y el espectador ve cómo pasan proyectados sus recuerdos, sensaciones, deseos, creencias, pensamientos, miedos y reflexiones. Nuestra conciencia es el espectador que ve una película en la sala vacía de un cine. Dennett mostró la inconsistencia de esa analogía. Si nuestra conciencia es un espectador en una sala de cine que ve una película, en la mente de ese espectador debe haber otra sala de cine con otro observador solitario; y en la mente de ese observador solitario habría otro teatro con un asistente en soledad; y en la mente de ese asistente… y así hasta el infinito.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Como último acto de magia –pues qué es más mágico que ver palabras en lugar de manchas negras en la pantalla de un computador–, me gustaría mencionar una faceta que se ha destacado poco de Daniel Dennett. Su faceta de escritor de ciencia ficción.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Espero que, en caso de que Dennett estuviera equivocado y la mente sea algo más que un cúmulo de homúnculos descerebrados haciendo tareas, la conciencia del filósofo esté en un lugar feliz.

                                                                                                                                Por Sebastian Giraldo Medina, especial para El Espectador

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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