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                                                                                                                                Darío Botero Uribe y la filosofía como creación

                                                                                                                                Conocí a Darío Botero Uribe en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Colombia, por allá en el año 2001. Se puede decir que ingresé a uno de sus cursos por mera curiosidad, pues durante el semestre había visto en la librería de la Universidad muchos de sus libros, era como una especie de contaminación visual, ya que el Maestro Botero era muy prolífico.

                                                                                                                                Damián Pachón Soto

                                                                                                                                Darío Botero en la portada de uno de los ejemplares de El Magazín de El Espectador. / Archivo

                                                                                                                                El curso se llamaba Vitalismo Cósmico. Posteriormente, me di cuenta que ese era el proyecto de su vida, al cual le había dedicado todas sus energías y sus empeños.

                                                                                                                                Darío Botero era hijo de los años 60, donde había desempeñado un papel importante como líder estudiantil y donde llegó a tener alguna cercanía con el cura Camilo Torres. Su evolución filosófica posterior lo apartó del marxismo y lo llevó a los estudios de la ciencia y la filosofía, especialmente, al pensamiento de Nietzsche. También tenía una gran cultura estética, literaria y un buen conocimiento del psicoanálisis. Por eso siempre quiso que en la Facultad de Derecho de la Universidad se aquilatara el espíritu de pesadez, y la aridez que caracteriza a la profesión, cuando como decano introdujo un interesante movimiento cultural en sus pasillos. Esto lo llevó también a fundar la Revista Politeia, que llegó a publicar 29 números, muchos de ellos realmente memorables. La Revista tenía un espíritu libre, abierto, crítico; trataba temas filosóficos, políticos, estéticos, jurídicos. Era un “verdadero proyecto intelectual”, no como las revistas indexadas de ahora que publican papers y que no tienen ningún espíritu. De cierta forma, la publicación, en este sentido, iba en una dirección similar a la Revista Argumentos que dirigía Rubén Jaramillo Vélez, dedicada a la difusión de la cultura alemana entre nosotros.

                                                                                                                                Darío Botero Uribe desarrolló su carrera docente e intelectual en una Facultad de Derecho. De cierta manera, marginado de la academia filosófica oficial, la cual veía su producción con gran recelo. En esto recordaba al maestro Cayetano Betancur cuando decía en 1952: “debo recordaros que los filósofos dicen que soy sólo un jurista; […] como jurista, debo advertir que estos…afirman que quizás yo sea sólo un filósofo”. Pero esta anécdota sólo da cuenta de una descalificación, de ese mecanismo típicamente hispano (como lo reconocía don Miguel de Unamuno) llamado envidia, con el cual se pone de presente el espíritu de resentimiento de quien quiere opacar al otro, y ponerlo por debajo. A decir verdad, el espíritu de Botero Uribe no era el de un abogado, su ethos era el de un auténtico pensador. Esto es lo que se encuentra cuando se revisa, ya con más distancia, y sin prejuicios, su obra filosófica.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Esa crítica al espíritu de la exégesis filosófica, donde se rumian textos hasta el cansancio, y donde en realidad no se aporta mucho a la filosofía, iba encaminada a las prácticas filosóficas imperantes y hegemónicas en nuestro medio, en nuestras facultades. Recuerdo que alguien sostuvo que los filósofos colombianos trataban de repetir mal lo que los filósofos europeos decían bien. Es lo que yo mismo he llamado “vampirismo y regurgitación”: lo primero consiste en sacarle la sangre a un autor; lo segundo, en vomitarlo en clases y en conferencias. De eso se vive, y en realidad no se avanza creativamente en nada. Este proyecto, llevó a Botero a repetir en varias ocasiones: “No puede pedirse a las facultades de filosofía que produzcan un pensador, porque ellas están encargadas de custodiar y de velar porque jamás se apague la lumbre de las tumbas más ilustres […] Filósofos no hay donde no hay creación filosófica”. Nuestra intelectualidad era, a su parecer, una intelectualidad que le hacía el juego a la europea y que, como en la política, para el ascenso social -según ha mostrado magistralmente para Colombia el sociólogo Fernando Guillén Martínez-, practicaba el mimetismo, en fin, una “intelectualidad mimetizada”, basada en la lambonería y la adhesión acrítica…sin creatividad.  

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Por último, debo decir que siempre estaré agradecido con él por sacarme del mundo árido del derecho y llevarme a la filosofía, por incitarme a escribir y a ver el pensamiento como realización libidinal y personal; por enseñarme que más vale una vida modesta materialmente, pero rica en pensamientos e ideas, que una opulenta y burocráticamente mediocre. Por todo esto, muchas gracias.

                                                                                                                                Sea esta, también, la oportunidad para invitar a la Universidad Nacional de Colombia a republicar su vasta obra,  Universidad de la cual él fue Maestro y Profesor Emérito. Por lo demás, su filosofía es de gran actualidad y contiene elementos para pensar esta civilización que, como dijo Ernesto Sábato, se dirige cada vez más a “un desierto superpoblado”.

                                                                                                                                dpachons@uis.edu.co

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                 

                                                                                                                                 

                                                                                                                                 

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Darío Botero en la portada de uno de los ejemplares de El Magazín de El Espectador. / Archivo

                                                                                                                                El curso se llamaba Vitalismo Cósmico. Posteriormente, me di cuenta que ese era el proyecto de su vida, al cual le había dedicado todas sus energías y sus empeños.

                                                                                                                                Darío Botero era hijo de los años 60, donde había desempeñado un papel importante como líder estudiantil y donde llegó a tener alguna cercanía con el cura Camilo Torres. Su evolución filosófica posterior lo apartó del marxismo y lo llevó a los estudios de la ciencia y la filosofía, especialmente, al pensamiento de Nietzsche. También tenía una gran cultura estética, literaria y un buen conocimiento del psicoanálisis. Por eso siempre quiso que en la Facultad de Derecho de la Universidad se aquilatara el espíritu de pesadez, y la aridez que caracteriza a la profesión, cuando como decano introdujo un interesante movimiento cultural en sus pasillos. Esto lo llevó también a fundar la Revista Politeia, que llegó a publicar 29 números, muchos de ellos realmente memorables. La Revista tenía un espíritu libre, abierto, crítico; trataba temas filosóficos, políticos, estéticos, jurídicos. Era un “verdadero proyecto intelectual”, no como las revistas indexadas de ahora que publican papers y que no tienen ningún espíritu. De cierta forma, la publicación, en este sentido, iba en una dirección similar a la Revista Argumentos que dirigía Rubén Jaramillo Vélez, dedicada a la difusión de la cultura alemana entre nosotros.

                                                                                                                                Darío Botero Uribe desarrolló su carrera docente e intelectual en una Facultad de Derecho. De cierta manera, marginado de la academia filosófica oficial, la cual veía su producción con gran recelo. En esto recordaba al maestro Cayetano Betancur cuando decía en 1952: “debo recordaros que los filósofos dicen que soy sólo un jurista; […] como jurista, debo advertir que estos…afirman que quizás yo sea sólo un filósofo”. Pero esta anécdota sólo da cuenta de una descalificación, de ese mecanismo típicamente hispano (como lo reconocía don Miguel de Unamuno) llamado envidia, con el cual se pone de presente el espíritu de resentimiento de quien quiere opacar al otro, y ponerlo por debajo. A decir verdad, el espíritu de Botero Uribe no era el de un abogado, su ethos era el de un auténtico pensador. Esto es lo que se encuentra cuando se revisa, ya con más distancia, y sin prejuicios, su obra filosófica.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Esa crítica al espíritu de la exégesis filosófica, donde se rumian textos hasta el cansancio, y donde en realidad no se aporta mucho a la filosofía, iba encaminada a las prácticas filosóficas imperantes y hegemónicas en nuestro medio, en nuestras facultades. Recuerdo que alguien sostuvo que los filósofos colombianos trataban de repetir mal lo que los filósofos europeos decían bien. Es lo que yo mismo he llamado “vampirismo y regurgitación”: lo primero consiste en sacarle la sangre a un autor; lo segundo, en vomitarlo en clases y en conferencias. De eso se vive, y en realidad no se avanza creativamente en nada. Este proyecto, llevó a Botero a repetir en varias ocasiones: “No puede pedirse a las facultades de filosofía que produzcan un pensador, porque ellas están encargadas de custodiar y de velar porque jamás se apague la lumbre de las tumbas más ilustres […] Filósofos no hay donde no hay creación filosófica”. Nuestra intelectualidad era, a su parecer, una intelectualidad que le hacía el juego a la europea y que, como en la política, para el ascenso social -según ha mostrado magistralmente para Colombia el sociólogo Fernando Guillén Martínez-, practicaba el mimetismo, en fin, una “intelectualidad mimetizada”, basada en la lambonería y la adhesión acrítica…sin creatividad.  

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Por último, debo decir que siempre estaré agradecido con él por sacarme del mundo árido del derecho y llevarme a la filosofía, por incitarme a escribir y a ver el pensamiento como realización libidinal y personal; por enseñarme que más vale una vida modesta materialmente, pero rica en pensamientos e ideas, que una opulenta y burocráticamente mediocre. Por todo esto, muchas gracias.

                                                                                                                                Sea esta, también, la oportunidad para invitar a la Universidad Nacional de Colombia a republicar su vasta obra,  Universidad de la cual él fue Maestro y Profesor Emérito. Por lo demás, su filosofía es de gran actualidad y contiene elementos para pensar esta civilización que, como dijo Ernesto Sábato, se dirige cada vez más a “un desierto superpoblado”.

                                                                                                                                dpachons@uis.edu.co

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                 

                                                                                                                                 

                                                                                                                                 

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Por Damián Pachón Soto

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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