David Manzur: “La autenticidad es la obra hecha”
A propósito del doctorado “honoris causa” que la Universidad de Antioquia le entregó a David Manzur, el artista habló de su obra, sus creencias, la autenticidad y el panorama del arte en el mundo.
Diana Camila Eslava
David Manzur, quien habló de su vida y obra para El Espectador, es conocido por su experimentación en diversas disciplinas artísticas, que incluyen la pintura, el grabado, la escultura y el dibujo. Su exploración de temáticas universales, la fusión de estilos como el barroco español y el realismo estadounidense, así como su colaboración con Naum Gabo, han marcado su trayectoria artística. Además, su profunda reflexión sobre conceptos como la memoria y el tiempo ha enriquecido aún más su obra. La Universidad de Antioquia, que ha custodiado siete de sus piezas en su museo universitario MUUA, celebra este honor y reconoce la contribución de Manzur al mundo del arte.
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David Manzur, quien habló de su vida y obra para El Espectador, es conocido por su experimentación en diversas disciplinas artísticas, que incluyen la pintura, el grabado, la escultura y el dibujo. Su exploración de temáticas universales, la fusión de estilos como el barroco español y el realismo estadounidense, así como su colaboración con Naum Gabo, han marcado su trayectoria artística. Además, su profunda reflexión sobre conceptos como la memoria y el tiempo ha enriquecido aún más su obra. La Universidad de Antioquia, que ha custodiado siete de sus piezas en su museo universitario MUUA, celebra este honor y reconoce la contribución de Manzur al mundo del arte.
Hablemos del “honoris causa”. ¿Qué piensa cuando le hablan de su trayectoria?
Me siento abrumado: en el fondo, ¿cómo voy a devolver yo semejante honor? Yo solo puedo pintar y seguiré pintando lo mejor que pueda para recibir este honoris causa, del cual estoy muy agradecido con la Universidad, con Medellín y con Antioquia.
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Este es un homenaje a su obra, pero también al arte colombiano. ¿Qué opina del arte actual y cómo ve el panorama en Colombia?
Actualmente, hay una posición muy universal del arte. Tú sabes que las comunicaciones ya no permiten localizar las posturas conceptuales del arte. Gracias a ellas, ya no hablamos de la Tierra, sino del planeta. Es decir, estamos al tanto, y en competencia, con cualquier cosa que pase fuera de Colombia, que tuvo una generación (la mía) en donde hubo artistas muy importantes. Ahora hay otra compuesta por creadores de mucho interés que tienen propuestas francamente interesantes que pueden tener incidencia en el mundo entero.
¿Cuál es el papel del arte en la sociedad?
Es difícil: en el fondo, hay una lluvia, una ofensiva de comunicación con posturas y artistas. Uno diría que cualquier persona hoy en día está en el arte. El vacío mismo es arte. Es muy difícil hablar de algo tan global, tan abstracto, por el hecho de que todas esas propuestas se juntan y queda uno sin palabras para poder responder a ellas.
Si no se hubiera dedicado a ser artista, ¿qué sería?
Yo a veces me cuestiono. El arte es algo tan subjetivo, abstracto, impredecible y, además, indefinible. No hay palabras para definir en qué momento se produce el arte, en qué momento se empieza o en qué momento se consolida. La única respuesta sería que la necesidad cotidiana de expresarse está en las imágenes visuales, en la materia de la pintura, en el pincel. Ese es un lenguaje tan concreto que es la única cosa en la cual me apoyo para poder contestar.
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Ahora hablemos de la incidencia de la música y la literatura en la pintura...
Todo es válido. Uno, en el fondo, se manifiesta con modificar imágenes visuales, pero el papel de la música es decisivo porque tiene que ver con los ánimos y la fuerza creativa. La literatura es lo mismo en cierta manera. Uno lee un libro y de pronto encuentra un impulso que se puede traducir en una imagen visual. Y no me refiero a una ilustración, sino, por ejemplo, uno lee una obra y se impulsa de tal manera, que basta manchar en rojo un pincel para responder a esa sensación. Las manifestaciones de la sensibilidad humana están en lo objetivo, en lo visual y tal vez en lo mental, en el sentido de que cuando uno lee, cuando uno oye y cuando uno impulsa un color, hay una unidad en la mente que puede convertirse en una imagen en el lienzo.
Y sobre la memoria qué diría. Este es un tema que ha abordado y que, según usted, se entiende con el tiempo...
Lo que uno hace es un reflejo de todo lo que pasa. Por ejemplo, yo a esta edad conozco casi todas las cosas que han ocurrido en el siglo XX y en el siglo XXI. Y eso hace que desdibuje los recuerdos, que son muchísimos. Esos recuerdos desdibujados se traducen en imágenes. Cuando hice Ciudades oxidadas no es más ni menos que el recuerdo de todo lo que viví oyendo hablar de guerras y destrucción y de todo lo negativo de la vida, que de pronto se manifestó en la imagen que hice. No fue ilustrativa; fue una respuesta emocional a esta vida que, con el tiempo, desdibuja todos los recuerdos.
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¿Usted con qué sueña? ¿Cuáles son sus anhelos?
Es curioso hablar de futuro a mi edad. Tengo en la mente algunas imágenes que, si Dios me da tiempo, espero poder resolver. Las imágenes hechas son muy valiosas: tengo toda una carga de propuestas, pero las imágenes pensadas siempre son superiores a las realizadas.
¿Usted en quién o en qué cree?
Yo creo en la naturaleza. Desde luego, creo en Dios, pero no en el que nos han pintado como un viejito bondadoso. Creo en una fuerza física enorme a la cual la ciencia no ha llegado. Esa fuerza se llama Dios y en esa creo.
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¿Qué significa para usted la autenticidad en el arte?
La autenticidad es la obra hecha. Visualmente ya no está en la mente sino en el lienzo. Eso es auténtico, en cuanto a la autenticidad de un artista. Es imposible ponerlo en palabras porque son cosas tan impersonales, pero también tan de la emoción de un espíritu y de una persona, que en el fondo es variable, plural y universal. Casi no tengo palabras para responder esa pregunta.
Hábleme de sus lugares favoritos.
Muchos. Yo nací en Neira, el pueblo que llevo en mi memoria y que siempre pongo detrás del arcoíris, aunque ya lo haya pasado: cuando volví me percaté de lo distinto que es ahora. Ya no es un pueblo, es una ciudad. La otra cosa, que desde luego influye mucho, es la autenticidad en mí. Este pueblo donde vivo, que se llama Barichara, es una réplica de un pueblo de España donde viví mucho tiempo. Aquí he tenido la posibilidad de trabajar mejor que nunca por su luz, su gente, su ambiente y, sobre todo, por esta especie de tranquilidad que nos lleva casi a, digámoslo así, al siglo XVII. Yo vivo muy agradecido y eso ha influido mi obra.
¿A usted qué lo hace feliz, qué lo hace reír, qué música escucha? Mejor dicho, ¿qué hace para estar tranquilo?
Tengo a mi compañero Felipe Achury, que me propone diálogos y me hace pensar, además de que me da mucha energía para seguir. Uno va cambiando. Cuando yo era muy joven me fascinaba la música de los románticos. A medida que pasa el tiempo, uno evoluciona. Hoy en día estoy muy impresionado con la música de Mahler. El papel de Felipe es muy retador porque, en el fondo, hace parte de una generación con un conocimiento que, posiblemente, no es el mío.
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¿Cuál de sus obras es la que más lo emociona?
La que no he hecho.
¿Y si le hicieran escoger una de las que ya ha realizado?
Cada vez que termino un cuadro siempre pienso que pudo ser mejor. Por lo tanto, escogería el que estoy pensando.
Probablemente habrá muchas personas que quieran escuchar un consejo suyo...
Debido al cúmulo de recuerdos que tengo, no me atrevería a dar ningún consejo: me he pasado la vida acertando, pero también arreglando equivocaciones. Y en este momento lo que intento es pensar cómo enmendar todo aquello que no hice bien. Tal vez, el consejo sería que miraran atrás para que se proyectaran hacia el futuro.
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