David Manzur y sus 70 años de arte
El pasado sábado 7 de enero, en la iglesia Inmaculada Concepción de Barichara, se llevó a cabo el festejo por los 70 años de obra artística de David Manzur. Mismo que se replicará en diferentes escenarios y en distintos continentes durante este 2023.
Farouk Caballero, especial para El Espectador
La iglesia estaba repleta. Lugareños y turistas atiborraron el templo y no dejaron un asiento libre. Incluso, los pasillos quedaron obstruidos; apenas si se podía respirar. La celebración no era eucarística, era artística, y cada puerta de las casas coloniales del llamado “pueblo más lindo de Colombia” anunciaba en un cartel el festejo: “Manzur 70 años”. El código de vestuario marcó el mensaje inicial de la velada, pues como se celebraba el arte, el arte no exige ninguna vestimenta clasista para apreciarse, y eso fue irrefutable al mezclar todo tipo de prendas en los asistentes, desde el corbatín y el frac, hasta la bermuda y las cotizas.
Como iniciaba el puente de reyes, Barichara estaba más lleno que nunca. Dentro de la iglesia era fácil escuchar diversos idiomas, francés, alemán, japonés y, por supuesto, el español santandereano. A la hora indicada llegó el homenajeado. David Manzur, en compañía de Felipe Anchury y algunos seres queridos, hizo que todos los presentes se unieran en un aplauso que debió escucharse hasta su natal Neira, en Caldas. Las luces se apagaron. El staff, muy juicioso, indicaba que los celulares debían estar también apagados. Los visitantes se hicieron los sordos y las pantallas se transformaron en una especie extraña de luciérnagas smartphone.
(Le puede interesar: David Manzur, setenta años de camino artístico)
La luz principal se dirigió al altar central y Felipe Anchury tomó la palabra. Anchury ha acompañado a David Manzur por una década. Es él quien conoce la intimidad de su proceso creativo y personal, su esfuerzo brutal, sus desaguisados, sus neuras y sus risas. Felipe señaló que una de las cosas que más admira del creador de “San Jorge y el Dragón” (1999) es “su excepcional disciplina de hierro”. Del mismo modo, remarcó que a Manzur no le agradan los actos públicos y los homenajes: “David siempre afirma que es la obra la que debe hablar, no él”.
Para finalizar su intervención, precisó que la relajación es la antítesis del estado de ánimo que genera, en David Manzur, el pintar. Comentó: “en casa siempre sabemos cuándo se inicia una obra, pero no cuándo termina. Y si ustedes quieren ver estresado al extremo a David, basta con verlo trabajar; ahí se nota su entrega total de energía al arte”.
Los aplausos volvieron y fungieron de teloneros para darle paso a la intervención musical del Coro de Cámara Voci Del Mare y a la Camerata Heroica de Cartagena. Ellos fueron los encargados de interpretar creaciones de músicos cuyos nombres y apellidos están en el olimpo de las bellas artes: W.A Mozart, Johan Pachelbel, J.S. Bach, Franz Schubert, entre otros.
El milagro
Al finalizar el concierto, David Manzur se dirigió al atrio y ascendió a un púlpito de madera hecho para la ocasión. Desde allí, observó a la multitud y fijó su mirada al cielo. Los colores explotaron por los fuegos artificiales. La quema de pólvora finalizó y Manzur tomó el micrófono. Agradeció y creó una metáfora precisa: “las olas del mar se subieron hasta Barichara para traernos una dosis de gran espiritualidad como se merece este pueblo. Esas voces están en este conjunto que acabamos de oír, las voces del mar”.
Con tono de absoluta honestidad, el merecedor de la Orden de Boyacá en 2019 y la Real Orden Isabel la Católica (España) en 2020, agradeció, sonrisa cómplice de por medio, a su compañero Felipe Anchury. Finalizó: “en el adorable pueblo de Barichara es donde hemos podido trabajar Felipe y yo durante una década. Y he estado haciendo lo mejor de toda mi carrera aquí en Barichara. Este pueblo, su gente, su historia, su temperatura, su luz, todo lo que tiene, se conjuga para que yo pueda pintar mejor antes de irme de este mundo. Estoy en la recta final, pero de todas maneras sigo pintando y entusiasmado como si tuviera 20 años”.
Los aplausos volvieron y la reflexión fue obligada. ¿Por qué milagro? Pues en uno de los pueblos históricamente más conservadores de Santander, un pintor y su pareja sentimental hablaron desde el altar principal del templo mayor y desde un púlpito en el atrio. Lo cual, no es solo un dato descriptivo. La iglesia católica, que tanto persiguió y satanizó el amor entre seres humanos distinto al que ellos profesan en esa invención de la única y “Sagrada Familia”, esta vez fue el epicentro de una victoria artística fundamental para nuestro tiempo.
(También puede leer: ‘Mi obra termina cuando yo muera’)
La paradoja de esta celebración tiene como protagonista al expresidente Belisario Betancur y al Partido Conservador que representó en vida. Conservador que se respete es, ante todo, contrario a las libertades que están fuera del dogma católico. Por eso, es al menos llamativo que fuese el mismo Belisario, cuya estatua reposa a pocos pasos de la iglesia en una de las bancas del parque central, quien le presentó a David Manzur la tierra amarilla de Barichara y sus tonalidades. El artista respiró y se encontró con un espacio más que ideal para continuar su trabajo plástico. Allí vive desde el 2002 y a sus 93 años reafirmó aquella máxima que alguna vez sembró la escritora Elena Poniatowska: “el arte cura la estupidez humana”.
Y eso, eso fue lo que sucedió la noche del 7 de enero pasado. Pues el discurso medieval católico que deshonraba el amor entre parejas del mismo sexo obtuvo una merecida sepultura. Y la gente aplaudió. La imagen fue incontrovertible. Una pareja de artistas, cuyo amor y pasión se sentía en la atmósfera, hizo que patiamarillos, católicos, sacerdotes, mortales de diferentes credos e incluso monseñor, prestaran la “Casa del Señor” para que se alabaran siete décadas de estudio y trabajo pictórico. Fue otro milagro de las bellas artes.
Para quien estas letras escribe, justo ese es el camino de apertura que debería tener la iglesia católica hoy. El pintor colombiano alumbró uno de los diálogos que los imponentes templos religiosos pueden albergar. Cada vez es menos utópico pensar en exposiciones de arte itinerantes por las iglesias de Colombia en coexistencia con las celebraciones eucarísticas y demás sacramentos. El mismo creador de “Ciudades Oxidadas” (2011) sostiene que su mejor obra es la que aún no ha hecho, pero la que esa noche se admiró, sin duda, es una de las más libertadoras. Por lo anterior, sostengo que la Inmaculada Concepción de Barichara esa noche fue la Casa del Señor, del Señor David Manzur.
@faroukcaballero
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La iglesia estaba repleta. Lugareños y turistas atiborraron el templo y no dejaron un asiento libre. Incluso, los pasillos quedaron obstruidos; apenas si se podía respirar. La celebración no era eucarística, era artística, y cada puerta de las casas coloniales del llamado “pueblo más lindo de Colombia” anunciaba en un cartel el festejo: “Manzur 70 años”. El código de vestuario marcó el mensaje inicial de la velada, pues como se celebraba el arte, el arte no exige ninguna vestimenta clasista para apreciarse, y eso fue irrefutable al mezclar todo tipo de prendas en los asistentes, desde el corbatín y el frac, hasta la bermuda y las cotizas.
Como iniciaba el puente de reyes, Barichara estaba más lleno que nunca. Dentro de la iglesia era fácil escuchar diversos idiomas, francés, alemán, japonés y, por supuesto, el español santandereano. A la hora indicada llegó el homenajeado. David Manzur, en compañía de Felipe Anchury y algunos seres queridos, hizo que todos los presentes se unieran en un aplauso que debió escucharse hasta su natal Neira, en Caldas. Las luces se apagaron. El staff, muy juicioso, indicaba que los celulares debían estar también apagados. Los visitantes se hicieron los sordos y las pantallas se transformaron en una especie extraña de luciérnagas smartphone.
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La luz principal se dirigió al altar central y Felipe Anchury tomó la palabra. Anchury ha acompañado a David Manzur por una década. Es él quien conoce la intimidad de su proceso creativo y personal, su esfuerzo brutal, sus desaguisados, sus neuras y sus risas. Felipe señaló que una de las cosas que más admira del creador de “San Jorge y el Dragón” (1999) es “su excepcional disciplina de hierro”. Del mismo modo, remarcó que a Manzur no le agradan los actos públicos y los homenajes: “David siempre afirma que es la obra la que debe hablar, no él”.
Para finalizar su intervención, precisó que la relajación es la antítesis del estado de ánimo que genera, en David Manzur, el pintar. Comentó: “en casa siempre sabemos cuándo se inicia una obra, pero no cuándo termina. Y si ustedes quieren ver estresado al extremo a David, basta con verlo trabajar; ahí se nota su entrega total de energía al arte”.
Los aplausos volvieron y fungieron de teloneros para darle paso a la intervención musical del Coro de Cámara Voci Del Mare y a la Camerata Heroica de Cartagena. Ellos fueron los encargados de interpretar creaciones de músicos cuyos nombres y apellidos están en el olimpo de las bellas artes: W.A Mozart, Johan Pachelbel, J.S. Bach, Franz Schubert, entre otros.
El milagro
Al finalizar el concierto, David Manzur se dirigió al atrio y ascendió a un púlpito de madera hecho para la ocasión. Desde allí, observó a la multitud y fijó su mirada al cielo. Los colores explotaron por los fuegos artificiales. La quema de pólvora finalizó y Manzur tomó el micrófono. Agradeció y creó una metáfora precisa: “las olas del mar se subieron hasta Barichara para traernos una dosis de gran espiritualidad como se merece este pueblo. Esas voces están en este conjunto que acabamos de oír, las voces del mar”.
Con tono de absoluta honestidad, el merecedor de la Orden de Boyacá en 2019 y la Real Orden Isabel la Católica (España) en 2020, agradeció, sonrisa cómplice de por medio, a su compañero Felipe Anchury. Finalizó: “en el adorable pueblo de Barichara es donde hemos podido trabajar Felipe y yo durante una década. Y he estado haciendo lo mejor de toda mi carrera aquí en Barichara. Este pueblo, su gente, su historia, su temperatura, su luz, todo lo que tiene, se conjuga para que yo pueda pintar mejor antes de irme de este mundo. Estoy en la recta final, pero de todas maneras sigo pintando y entusiasmado como si tuviera 20 años”.
Los aplausos volvieron y la reflexión fue obligada. ¿Por qué milagro? Pues en uno de los pueblos históricamente más conservadores de Santander, un pintor y su pareja sentimental hablaron desde el altar principal del templo mayor y desde un púlpito en el atrio. Lo cual, no es solo un dato descriptivo. La iglesia católica, que tanto persiguió y satanizó el amor entre seres humanos distinto al que ellos profesan en esa invención de la única y “Sagrada Familia”, esta vez fue el epicentro de una victoria artística fundamental para nuestro tiempo.
(También puede leer: ‘Mi obra termina cuando yo muera’)
La paradoja de esta celebración tiene como protagonista al expresidente Belisario Betancur y al Partido Conservador que representó en vida. Conservador que se respete es, ante todo, contrario a las libertades que están fuera del dogma católico. Por eso, es al menos llamativo que fuese el mismo Belisario, cuya estatua reposa a pocos pasos de la iglesia en una de las bancas del parque central, quien le presentó a David Manzur la tierra amarilla de Barichara y sus tonalidades. El artista respiró y se encontró con un espacio más que ideal para continuar su trabajo plástico. Allí vive desde el 2002 y a sus 93 años reafirmó aquella máxima que alguna vez sembró la escritora Elena Poniatowska: “el arte cura la estupidez humana”.
Y eso, eso fue lo que sucedió la noche del 7 de enero pasado. Pues el discurso medieval católico que deshonraba el amor entre parejas del mismo sexo obtuvo una merecida sepultura. Y la gente aplaudió. La imagen fue incontrovertible. Una pareja de artistas, cuyo amor y pasión se sentía en la atmósfera, hizo que patiamarillos, católicos, sacerdotes, mortales de diferentes credos e incluso monseñor, prestaran la “Casa del Señor” para que se alabaran siete décadas de estudio y trabajo pictórico. Fue otro milagro de las bellas artes.
Para quien estas letras escribe, justo ese es el camino de apertura que debería tener la iglesia católica hoy. El pintor colombiano alumbró uno de los diálogos que los imponentes templos religiosos pueden albergar. Cada vez es menos utópico pensar en exposiciones de arte itinerantes por las iglesias de Colombia en coexistencia con las celebraciones eucarísticas y demás sacramentos. El mismo creador de “Ciudades Oxidadas” (2011) sostiene que su mejor obra es la que aún no ha hecho, pero la que esa noche se admiró, sin duda, es una de las más libertadoras. Por lo anterior, sostengo que la Inmaculada Concepción de Barichara esa noche fue la Casa del Señor, del Señor David Manzur.
@faroukcaballero
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