De Dostoyevski a Sábato
Un crítico literario europeo escribió lo siguiente: “El Buenos Aires de Sábato es visceralmente real, como el San Petersburgo de Dostoyevski”. Faltó agregar, en mi concepto, que Sábato representa para Latinoamérica lo que ha sido Dostoyevski para Europa, dadas las características de sus obras literarias, según se podrá ver a continuación.
Jorge Emilio Sierra Montoya (*)
Golpe a las tradiciones
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Golpe a las tradiciones
Dostoyevski, en primer término, es el espíritu más romántico que ha surgido en Rusia, una sociedad atada firmemente, por sus tradiciones, a la nobleza imperante, al poderío jerárquico de una rancia aristocracia y al pleno dominio de su conciencia religiosa, incluso mística, que allí se ha manifestado en distintas épocas de su historia milenaria.
Con él, sin embargo, aparece un cambio radical de cada individuo, retratado en múltiples personajes, frente a sus circunstancias. Así, en sus novelas suele darse un rompimiento definitivo de tales personajes con el mundo que les rodea para lanzarse en busca de la verdad o la realización personal, con la cual se comprometen desde un principio o a la que parecieran, más bien, estar condenados.
Y gracias a su talento literario, que le permitía reunir en cada personaje tales características, reflejando en ellos la naturaleza misma de la cultura occidental y sus principales tendencias, logró presentar en su creación artística una realidad personal, profundamente humana, la misma que con el paso del tiempo, a medida que transcurren los años, va tomando forma o cuerpo en cada ser humano, modificando sus actitudes ante el mundo que le rodea, ante los demás y, sobre todo, ante su propia existencia.
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Ello implica, como es obvio, un enfrentamiento del individuo con su pasado, su historia, solo superado en el momento en que la sociedad finalmente acepte ese mundo personal, “humano, demasiado humano”, que en otro sentido vislumbró también Federico Nietzsche en su filosofía.
Visión del mundo actual
De hecho, en el profundo sentido de sus páginas, Dostoyevski alcanzó a intuir, con el espíritu romántico al que antes nos referimos, la tragedia del hombre contemporáneo que abandona toda esperanza y cae en la soledad, el vacío y las tinieblas que describieron, a su vez, los filósofos existencialistas del siglo pasado.
Sin el sentido épico de Tolstoi, pero sí con un dramatismo similar al de Shakespeare, su novelística propuso las nuevas metas que se trazaría la sociedad actual y, en particular, su cultura, donde los escritores se lanzarían ya, desde Joyce y Kafka hasta Camus, a la aventura de su mundo interior, reclamando una filosofía vitalista, del aquí y del ahora, que trasciende incluso el ámbito racional, reflejado en el conocimiento científico, cuyo reino tecnológico hoy se impone por doquier.
La nueva literatura, en consecuencia, se preocupa por realidades que la razón cree superadas y que la aparición de la psicología empezó a rescatar. La soledad, el absurdo, la nada o el nihilismo, aspectos contradictorios e irracionales, son el campo que se abre cuando la razón desfallece o simplemente no basta.
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Todo ello, en fin, surgió con Dostoyevski, como es fácil apreciarlo en las características de su obra: vastos escenarios estériles, laberintos inconclusos, horizontes vacíos, donde el hombre siempre fue, es y será el único y verdadero protagonista.
“Sobre héroes y tumbas”
Es esto precisamente, como señalamos al principio, lo que hallamos también en Sábato y, de manera particular, en su obra cumbre: Sobre héroes y tumbas, la más lograda en su estructura, la más vital en su desarrollo y la más trágica en sus consecuencias, durante las últimas décadas en América Latina.
Aquellos elementos de que hablamos arriba, integrados en un fondo filosófico, aparecen acá lejos —a diferencia de El túnel— del ambiente europeo y nos conducen a una extraña realidad en cuyo ambiente pesado, carente de luz, surgen personajes que viven su existencia en forma obsesiva.
Son personajes, sí, en lucha contra el misterio que los envuelve (no solo a sí mismos sino entre sí), al vaivén de un inmenso caos, buscando entre las tinieblas y perdiéndose definitivamente en ellas para ser finalmente destruidos por sus obsesiones a pesar del deseo de ser libres, vencer sus fantasmas internos y hallar un camino hacia la luz.
El escritor y sus fantasmas
Es así como Sobre héroes y tumbas logra conformar un universo particular, “fanático” —según confiesa Sábato en El escritor y sus fantasmas— de las múltiples realidades que se confunden en él (especialmente la realidad argentina) y sus trágicas consecuencias, las cuales intenta evitar, pero finalmente dependiendo de ellas.
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Y agrega que “una novela no se escribe con la cabeza; se escribe con todo el cuerpo”. El escritor asume, pues, una actitud individualista, de identificación vital con todo lo que hace, igual que actúan sus personajes ante las circunstancias que se presentan, independientes y ajenas a su capacidad para controlarlas.
En otras palabras, cada circunstancia tiene tanta importancia como el individuo que la padece, por lo cual se anula, en forma paradójica, la separación sujeto-objeto y hasta el tiempo físico, reducido apenas al tiempo psicológico, para desembocar en una realidad alienante, ajena por completo a la literatura realista, tan común en América Latina (el costumbrismo, por ejemplo).
Del ordenado mundo físico pasamos, por tanto, al mundo psicológico en que esa realidad externa solo existe en el universo interior, individual, donde solo puede conseguirse, aunque sea por momentos, la anhelada libertad, siempre limitada y condicionada —repitamos con insistencia— por las circunstancias (a propósito, tema central de reflexión en la filosofía de Ortega y Gasset, cuya máxima es bien conocida: “Yo soy yo y mis circunstancias”).
En síntesis, en cada vida humana hay una especie de determinismo que podría confundirse, por qué no, con el destino, algo también común en la novelística de Dostoyevski, para volver a lo expuesto antes.
Metafísica de la esperanza
“En la búsqueda de Martín”, declara Sábato en la obra citada, “en la tenebrosa pasión de Alejandra, en la melancólica pasión de Bruno y en el horrible Informe sobre ciegos, he intentado describir el drama de seres que han nacido y sufrido en un país angustioso (Argentina), y, a través de él, un fragmento del drama que desgarra al hombre en cualquier parte, su anhelo de absoluto y eternidad, condenado como está a la frustración y a la muerte”.
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“A pesar de esa frustración y de esa condena”, continúa, “(he intentado describir) algo así como una absurda metafísica de la esperanza, también como en la vida”.
He ahí el testimonio último de Sábato, para quien la esperanza no sucumbe ante la angustia y el aparente sinsentido de la vida, como si desembocara en la dimensión religiosa, algo que igualmente se ha dicho, con insistencia, sobre Dostoyevski.
A lo mejor por esto es que ambos autores son universales, aunque reflejen en sus obras a ciudades específicas como San Petersburgo y Buenos Aires o, de manera más amplia, a Europa y América Latina. Su universalidad, a fin de cuentas, se ha demostrado con creces.
*Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua.